/ miércoles 8 de noviembre de 2017

Identidad, tradición y turismo

JALPAN de Serra, Qro.- El turista posmoderno lo que busca ahorano es ni el sol ni el mar ni la arena, sino la cultura, lanaturaleza y la vida rural tradicional. Para satisfacer estademanda, los gobiernos han diseñado esquemas comerciales que hacenaccesibles para los turistas, aquellas tradiciones o cualidades queidentifican y hacen singular a una región o comunidad. Pero ¿quétan benéfico es para la comunidad y sus procesos el hecho de serun atractivo turístico? ¿qué tan legítimas son las atribucioneslegales que permiten la patrimonialización de prácticasculturales por parte de los gobiernos? Investigaciones, reflexiones, cuestionamientos y análisis al respecto se pusieronsobre la mesa en el marco del XXII Festival de la Huasteca, enJalpan de Serra, en el transcurso del penúltimo fin de semana deoctubre, festival que estuvo dedicado a los portadores de saberes yprácticas tradicionales ancestrales, llamados “Contadores deltiempo”.

La reflexión no sólo fue de antropólogos, etnomusicólogos osociólogos, fue principalmente de los propios gestores culturalesy portadores de las tradiciones musicales, dancísticas ygastronómicas de la huasteca. Y se abordó de manera directa en lapresentación del libro Identidades en venta. Músicastradicionales y turismo en México, publicado por la UNAM en2016 y que describe y analiza casos concretos de Michoacán,Veracruz, Sonora, Jalisco y Quintana Roo, donde prácticasculturales autóctonas se han convertido en atractivos para elturismo en masa que busca ya no la playa y el sol, sinoexperiencias cargadas de exotismo, de contacto con otras culturas yentornos prístinos; un turismo que explora lo autóctono, lanaturaleza y los ambientes culturales singulares de un lugar, comolo definió el antropólogo Federico Gerardo Zúñiga Bravo.

Los casos de la pirekua y la danza de los viejitos enMichoacán; el palo volador de Totonacapan y la Cumbre Tajín, enVeracruz; el canto tradicional de los comcaac y las bandas deviento itinerantes de Sonora; festivales y huapangueadas de lahuasteca; el mariachi de Jalisco; y la música tradicional maya enel ambiente hotelero de Cancún son analizados en este libro quepresenta las perspectivas positivas y negativas de la presenciaturística, y no deja de lado asuntos como la sobreexplotación delentorno natural, la migración forzada o voluntaria, la propiedadintelectual y las iniciativas de los gobernantes amparadas en laley.

En este escenario, salió a colación la reciente declaratoriade patrimonio inmaterial cultural de la Danza de los Concheros porparte del municipio de Querétaro, la cual amparada en la ley, serealizó sin consultas previas. “La justificación legalista nohace legítima la declaratoria” señaló el etnomusicólogo ymiembro del Sistema Nacional de Investigadores Alejandro Martín dela Rosa, quien ofreció el ejemplo de la Cumbre Tajín, que hamasificado el turismo en la zona de Totonacapan, Veracruz, atraídopor la tradición de los voladores, nombrada patrimonio inmaterialpor la UNESCO. “Veracruz ha consolidado su patrimonializaciónpensando en el turismo efímero, de personas que se bajan delautobús, toman una foto, escuchan parte de la música, compran unsuvenir, se suben al autobús otra vez, van a comer y se regresan asu lugar de origen”.

La danza conchera, el huapango, el mariachi, los voladores, sonatractivos para diseñar leyes y programas para su difusión yexplotación turística, dijo Martín de la Rosa, pero “nosotrosdebemos analizar nuestro papel como turistas y cómo interactuamos,afectamos o beneficiando a las personas de los lugares quevisitamos”.

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LA CULTURA COMOMERCANÍA

Desde hace 30 años las prácticas turísticas han evolucionadohasta diversificarse en estrategias que no tienen que ver sólo conel descanso sino con “vivir experiencias”. La explotación deestos distintos tipos de turismo ha fomentado lafestivalización, espectacularización, souvenirización odisneyzación, califica Federico Gerardo Zúñiga Bravo,investigador de la Universidad Veracruzana.

En ese afán de diversificarse, se han creado categorías deturistas, como la de turismo étnico, el cual es atraído por lasformas de vida de grupos humanos específicos y su música, danza,gastronomía, textiles y entorno natural.

En México, los gobiernos han creado planes y programas en tornoa este tipo de turismo, los ejemplos ya consolidados son PueblosMágicos y Rutas. A nivel internacional, la UNESCO otorganombramientos promovidos por los estados parte encaminados a laprotección y salvaguarda, pero en muchos casos se ponen en riesgodelicados equilibrios en aras de satisfacer la demanda turística.Martín de la Rosa agrega más ejemplos: La tradición de lasbandas de viento en Puerto Peñasco, Sonora, y en las músicasprehispánicas en Cancún. “Son dos casos extremos donde se juntael turismo de playa con la consolidación económica que hace quelos músicos vayan a esos lugares. En ese sentido, estos músicosestán pensando en obtener recursos y muchas veces se trasladan desus zonas matriciales de donde es esta música tradicional”. Lasbandas de viento de Sinaloa van a Puerto Peñasco durante semanasanta porque el turismo pide su música. En cambio, en diciembre,el turismo que viaja a ese lugar es mayoritariamente de EstadosUnidos y Canadá y pide otro tipo de música, como rock, jazz oreggae. Pero el mercado nacional pide música de banda de viento,“un proyecto turístico de playa detona la migración temporal opermanente de músicos y eso implica que pueda haber redes entrelos músicos de aquellos que residen ahí con los que vienen dedonde nace la tradición. Pero también se desarticulan lastradiciones locales por la migración a un polo turístico”.

El otro turismo es el “arqueológico”. México es conocidopor sus zonas arqueológicas en todo el mundo y los gobiernos hanaprovechado para patrimonializar prácticas culturales, como lo esla tradición de los voladores de Papantla.

El caso analizado en el libro Identidades en venta, se refiere aTotonacapan, sede de la Cumbre Tajín. “La música tradicional hacambiado a partir de que se realiza esta danza del volador por elauge turístico, ya no se tocan todos los sones sino las másllamativas para el turismo; otro cambio es que ya no se ocupenpalos de madera sino tubos que obligan a que no se haga el ritualcompleto” expone Martín de la Rosa. Este ritual ha sidodeclarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO.

Otro caso es la música purépecha llamada pirekua, también enla lista de la UNESCO. “Estas personas ya no cantan pirekuas ensus comunidades porque ahora se cantan en los restoranes o paraquienes se bajan del autobús en la isla de Janitzio. Es decir, elentorno natural donde surgieron estas músicas empieza adesarticularse porque los músicos viajan al lugar turístico,además de que el repertorio se reduce porque el turista sólo pidelas canciones que son famosas o posicionadas en esta visiónmediática de sólo algunos sones”.

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 EL TURISMO ENMASA

El antropólogo Ricardo López Ugalde, del área de etnografíadel INAH Querétaro, realizó el análisis de la propuesta paradeclaratoria de la danza de concheros y concluyó, entre otrascosas, que no se estaban tomando en cuenta factores relacionadoscon la flor de cucharilla, planta usada en ofrendas rituales. Alampliar la oferta y frecuencia de las danzas para beneficiar alturismo, se podría llegar a una sobreexplotación de esta planta yponerla en peligro.

Precisamente el consumo no controlado de elementos naturalesubicables en el entorno cercano a donde se lleva a cabo algunapráctica cultural es expuesto en el citado libro. Madera para lasmáscaras de Michoacán, el palo para la danza de los voladores enVeracruz, son ejemplo, pues mientras en la zona lacustre michoacanade Janitzio o en Paracho, donde se manufacturan máscarasartesanales para satisfacer ese turismo masivo pero efímero sepone en riesgo no sólo la flora natural sino que la calidad de laartesanía se ha abaratado, en Veracruz la deforestación es unriesgo latente al necesitarse más palos de troncos milenarios parapoder hacer la representación de los voladores más veces duranteel año debido al turismo que espera que el ritual esté disponiblesiempre.

El caso de las huapangueadas fue abordado por Aideé BalderasMedina, quien es oriunda de la huasteca y bailadora de huapango,además de investigadora del Programa Cultural de la Huasteca de laSecretaría de Cultura. La huapangueada de Pahuatlán, en Puebla,congrega a miles de personas que no bailan sobre el tradicionaltableado sino en la plaza y los tríos deben usar amplificadores einstrumentos eléctricos para poder superar con su música, elruido de la gente. “Son festivales en los que masifica la ventade alcohol y no hay una convivencia que privilegie al son huasteco;el gobierno municipal convoca a esta fiesta para el turismo”.

Pahuatlán tiene la denominación de Pueblo Mágico y, según ladescripción de la Secretaría de Turismo, la música es parte dela oferta cultural y del atractivo turístico, describe Balderasquien añade “el distintivo de Pueblo Mágico contribuye a darlemayor atractivo turístico a Pahuatlán. Sin duda, el son huastecoestá arraigado en la región mucho antes que la denominación,pero ante esto nos preguntamos ¿qué cambios ha tenido el sonhuasteco al ejecutarse ante un público masivo?” Instrumentoseléctricos y la ausencia del tablado son un punto de partida.

Balderas contrastó el ejemplo poblano con el trabajo que hacenpromotores en distintos pueblos o comunidades huastecos dondeorganizan festivales o fiestas y la gente tiene el control no sólode la agenda sino incluso, de quién llega: son comunidades opueblos que no tienen hoteles y los pobladores abren las puertas desus casas para hospedar a las visitas. “Es un público muyespecífico el que acude a estas fiestas, y no se focaliza en elturismo sino en la comunidad y sus tradiciones” precisa laespecialista.

Algo muy similar sucede durante la festividad de la SantísimaCruz de los Milagros, en Querétaro, las familias concheras recibena los visitantes de otros estados en sus casas, les dan alimento yen conjunto participan de todos los ritos de la tradición.  Sinembargo, una parte de la plaza Fundadores, asentada en la loma deSangremal donde se lleva a cabo la danza, en esos días estáocupada por mesas de los restoranes que reciben a los turistasatraídos por esta tradición.

Balderas cuestiona “¿Para quién son estas fiestas? ¿sonpara la comunidad o son para el turismo? Por eso es importante nodifundir en demasía aquellas fiestas que de tradición sonorganizadas por las familias y celebran el trabajo realizadodurante todo un año; si se masifica, pierden sus sentidocomunitario”.

Alejandro Martín de la Rosa hace la diferencia entre el turismomasivo con aquel que tiene un sentido de pertenencia relacionadocon su identidad. “Es como ir a un partido de fútbol en elestadio: durante 90 minutos, miles se sienten identificados yunidos por un código compartido, pero cuando se termina el partidola masa se disuelve; en cambio, existe la identificacióncomunitaria que es de largo aliento y tiene raícesprofundas”.

“La valoración y conservación de una tradición no se da enun papel o en una cifra” concluyó el versador Pedro Marín.“La valoración está en cada uno de nosotros, no en un auditoriolleno sino en la familia, en los amigos, que cuando platiquemos conalguien les hablemos de nuestras raíces;  si una persona escuchauna música o presencia baile tradicional y se siente tocado,entenderá su valor y lo respetará”.

JALPAN de Serra, Qro.- El turista posmoderno lo que busca ahorano es ni el sol ni el mar ni la arena, sino la cultura, lanaturaleza y la vida rural tradicional. Para satisfacer estademanda, los gobiernos han diseñado esquemas comerciales que hacenaccesibles para los turistas, aquellas tradiciones o cualidades queidentifican y hacen singular a una región o comunidad. Pero ¿quétan benéfico es para la comunidad y sus procesos el hecho de serun atractivo turístico? ¿qué tan legítimas son las atribucioneslegales que permiten la patrimonialización de prácticasculturales por parte de los gobiernos? Investigaciones, reflexiones, cuestionamientos y análisis al respecto se pusieronsobre la mesa en el marco del XXII Festival de la Huasteca, enJalpan de Serra, en el transcurso del penúltimo fin de semana deoctubre, festival que estuvo dedicado a los portadores de saberes yprácticas tradicionales ancestrales, llamados “Contadores deltiempo”.

La reflexión no sólo fue de antropólogos, etnomusicólogos osociólogos, fue principalmente de los propios gestores culturalesy portadores de las tradiciones musicales, dancísticas ygastronómicas de la huasteca. Y se abordó de manera directa en lapresentación del libro Identidades en venta. Músicastradicionales y turismo en México, publicado por la UNAM en2016 y que describe y analiza casos concretos de Michoacán,Veracruz, Sonora, Jalisco y Quintana Roo, donde prácticasculturales autóctonas se han convertido en atractivos para elturismo en masa que busca ya no la playa y el sol, sinoexperiencias cargadas de exotismo, de contacto con otras culturas yentornos prístinos; un turismo que explora lo autóctono, lanaturaleza y los ambientes culturales singulares de un lugar, comolo definió el antropólogo Federico Gerardo Zúñiga Bravo.

Los casos de la pirekua y la danza de los viejitos enMichoacán; el palo volador de Totonacapan y la Cumbre Tajín, enVeracruz; el canto tradicional de los comcaac y las bandas deviento itinerantes de Sonora; festivales y huapangueadas de lahuasteca; el mariachi de Jalisco; y la música tradicional maya enel ambiente hotelero de Cancún son analizados en este libro quepresenta las perspectivas positivas y negativas de la presenciaturística, y no deja de lado asuntos como la sobreexplotación delentorno natural, la migración forzada o voluntaria, la propiedadintelectual y las iniciativas de los gobernantes amparadas en laley.

En este escenario, salió a colación la reciente declaratoriade patrimonio inmaterial cultural de la Danza de los Concheros porparte del municipio de Querétaro, la cual amparada en la ley, serealizó sin consultas previas. “La justificación legalista nohace legítima la declaratoria” señaló el etnomusicólogo ymiembro del Sistema Nacional de Investigadores Alejandro Martín dela Rosa, quien ofreció el ejemplo de la Cumbre Tajín, que hamasificado el turismo en la zona de Totonacapan, Veracruz, atraídopor la tradición de los voladores, nombrada patrimonio inmaterialpor la UNESCO. “Veracruz ha consolidado su patrimonializaciónpensando en el turismo efímero, de personas que se bajan delautobús, toman una foto, escuchan parte de la música, compran unsuvenir, se suben al autobús otra vez, van a comer y se regresan asu lugar de origen”.

La danza conchera, el huapango, el mariachi, los voladores, sonatractivos para diseñar leyes y programas para su difusión yexplotación turística, dijo Martín de la Rosa, pero “nosotrosdebemos analizar nuestro papel como turistas y cómo interactuamos,afectamos o beneficiando a las personas de los lugares quevisitamos”.

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Desde hace 30 años las prácticas turísticas han evolucionadohasta diversificarse en estrategias que no tienen que ver sólo conel descanso sino con “vivir experiencias”. La explotación deestos distintos tipos de turismo ha fomentado lafestivalización, espectacularización, souvenirización odisneyzación, califica Federico Gerardo Zúñiga Bravo,investigador de la Universidad Veracruzana.

En ese afán de diversificarse, se han creado categorías deturistas, como la de turismo étnico, el cual es atraído por lasformas de vida de grupos humanos específicos y su música, danza,gastronomía, textiles y entorno natural.

En México, los gobiernos han creado planes y programas en tornoa este tipo de turismo, los ejemplos ya consolidados son PueblosMágicos y Rutas. A nivel internacional, la UNESCO otorganombramientos promovidos por los estados parte encaminados a laprotección y salvaguarda, pero en muchos casos se ponen en riesgodelicados equilibrios en aras de satisfacer la demanda turística.Martín de la Rosa agrega más ejemplos: La tradición de lasbandas de viento en Puerto Peñasco, Sonora, y en las músicasprehispánicas en Cancún. “Son dos casos extremos donde se juntael turismo de playa con la consolidación económica que hace quelos músicos vayan a esos lugares. En ese sentido, estos músicosestán pensando en obtener recursos y muchas veces se trasladan desus zonas matriciales de donde es esta música tradicional”. Lasbandas de viento de Sinaloa van a Puerto Peñasco durante semanasanta porque el turismo pide su música. En cambio, en diciembre,el turismo que viaja a ese lugar es mayoritariamente de EstadosUnidos y Canadá y pide otro tipo de música, como rock, jazz oreggae. Pero el mercado nacional pide música de banda de viento,“un proyecto turístico de playa detona la migración temporal opermanente de músicos y eso implica que pueda haber redes entrelos músicos de aquellos que residen ahí con los que vienen dedonde nace la tradición. Pero también se desarticulan lastradiciones locales por la migración a un polo turístico”.

El otro turismo es el “arqueológico”. México es conocidopor sus zonas arqueológicas en todo el mundo y los gobiernos hanaprovechado para patrimonializar prácticas culturales, como lo esla tradición de los voladores de Papantla.

El caso analizado en el libro Identidades en venta, se refiere aTotonacapan, sede de la Cumbre Tajín. “La música tradicional hacambiado a partir de que se realiza esta danza del volador por elauge turístico, ya no se tocan todos los sones sino las másllamativas para el turismo; otro cambio es que ya no se ocupenpalos de madera sino tubos que obligan a que no se haga el ritualcompleto” expone Martín de la Rosa. Este ritual ha sidodeclarado patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO.

Otro caso es la música purépecha llamada pirekua, también enla lista de la UNESCO. “Estas personas ya no cantan pirekuas ensus comunidades porque ahora se cantan en los restoranes o paraquienes se bajan del autobús en la isla de Janitzio. Es decir, elentorno natural donde surgieron estas músicas empieza adesarticularse porque los músicos viajan al lugar turístico,además de que el repertorio se reduce porque el turista sólo pidelas canciones que son famosas o posicionadas en esta visiónmediática de sólo algunos sones”.

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El antropólogo Ricardo López Ugalde, del área de etnografíadel INAH Querétaro, realizó el análisis de la propuesta paradeclaratoria de la danza de concheros y concluyó, entre otrascosas, que no se estaban tomando en cuenta factores relacionadoscon la flor de cucharilla, planta usada en ofrendas rituales. Alampliar la oferta y frecuencia de las danzas para beneficiar alturismo, se podría llegar a una sobreexplotación de esta planta yponerla en peligro.

Precisamente el consumo no controlado de elementos naturalesubicables en el entorno cercano a donde se lleva a cabo algunapráctica cultural es expuesto en el citado libro. Madera para lasmáscaras de Michoacán, el palo para la danza de los voladores enVeracruz, son ejemplo, pues mientras en la zona lacustre michoacanade Janitzio o en Paracho, donde se manufacturan máscarasartesanales para satisfacer ese turismo masivo pero efímero sepone en riesgo no sólo la flora natural sino que la calidad de laartesanía se ha abaratado, en Veracruz la deforestación es unriesgo latente al necesitarse más palos de troncos milenarios parapoder hacer la representación de los voladores más veces duranteel año debido al turismo que espera que el ritual esté disponiblesiempre.

El caso de las huapangueadas fue abordado por Aideé BalderasMedina, quien es oriunda de la huasteca y bailadora de huapango,además de investigadora del Programa Cultural de la Huasteca de laSecretaría de Cultura. La huapangueada de Pahuatlán, en Puebla,congrega a miles de personas que no bailan sobre el tradicionaltableado sino en la plaza y los tríos deben usar amplificadores einstrumentos eléctricos para poder superar con su música, elruido de la gente. “Son festivales en los que masifica la ventade alcohol y no hay una convivencia que privilegie al son huasteco;el gobierno municipal convoca a esta fiesta para el turismo”.

Pahuatlán tiene la denominación de Pueblo Mágico y, según ladescripción de la Secretaría de Turismo, la música es parte dela oferta cultural y del atractivo turístico, describe Balderasquien añade “el distintivo de Pueblo Mágico contribuye a darlemayor atractivo turístico a Pahuatlán. Sin duda, el son huastecoestá arraigado en la región mucho antes que la denominación,pero ante esto nos preguntamos ¿qué cambios ha tenido el sonhuasteco al ejecutarse ante un público masivo?” Instrumentoseléctricos y la ausencia del tablado son un punto de partida.

Balderas contrastó el ejemplo poblano con el trabajo que hacenpromotores en distintos pueblos o comunidades huastecos dondeorganizan festivales o fiestas y la gente tiene el control no sólode la agenda sino incluso, de quién llega: son comunidades opueblos que no tienen hoteles y los pobladores abren las puertas desus casas para hospedar a las visitas. “Es un público muyespecífico el que acude a estas fiestas, y no se focaliza en elturismo sino en la comunidad y sus tradiciones” precisa laespecialista.

Algo muy similar sucede durante la festividad de la SantísimaCruz de los Milagros, en Querétaro, las familias concheras recibena los visitantes de otros estados en sus casas, les dan alimento yen conjunto participan de todos los ritos de la tradición.  Sinembargo, una parte de la plaza Fundadores, asentada en la loma deSangremal donde se lleva a cabo la danza, en esos días estáocupada por mesas de los restoranes que reciben a los turistasatraídos por esta tradición.

Balderas cuestiona “¿Para quién son estas fiestas? ¿sonpara la comunidad o son para el turismo? Por eso es importante nodifundir en demasía aquellas fiestas que de tradición sonorganizadas por las familias y celebran el trabajo realizadodurante todo un año; si se masifica, pierden sus sentidocomunitario”.

Alejandro Martín de la Rosa hace la diferencia entre el turismomasivo con aquel que tiene un sentido de pertenencia relacionadocon su identidad. “Es como ir a un partido de fútbol en elestadio: durante 90 minutos, miles se sienten identificados yunidos por un código compartido, pero cuando se termina el partidola masa se disuelve; en cambio, existe la identificacióncomunitaria que es de largo aliento y tiene raícesprofundas”.

“La valoración y conservación de una tradición no se da enun papel o en una cifra” concluyó el versador Pedro Marín.“La valoración está en cada uno de nosotros, no en un auditoriolleno sino en la familia, en los amigos, que cuando platiquemos conalguien les hablemos de nuestras raíces;  si una persona escuchauna música o presencia baile tradicional y se siente tocado,entenderá su valor y lo respetará”.

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