A un año de la muerte de su esposa, Inés Acevedo Espinosa sedice víctima de doble discriminación, ya que es gay y pertenece ala tercera edad, tras intentar demostrar que estaba legalmentecasada con la mujer con la que compartió 20 años de su vida.
Se casó el 31 de julio del 2015, en el Registro Civil delCentro Histórico y fue una de las cinco uniones entre parejas delmismo sexo que se celebraron en la pasada administración municipalde Querétaro, que más tarde se inhabilitarían durante variosmeses en esta administración municipal, porque no promovieronamparos para contraer el matrimonio.
Algunas de esas parejas se dieron cuenta, otras no, de que susactas no ingresaron al sistema del Registro Civil del municipio, demanera que no existía ese acto civil ante la autoridad municipal yno podían obtener copias certificadas.
El abogado Saúl Hernández y la activista María FernandaLópez detallaron que la administración municipal de Querétaroanterior permitió las uniones, pero el actual gobierno capitalinorechazó “subir las actas al sistema”, aunque aceptó mesesmás tarde, ingresarlas y hacerlas válidas ante los posiblesamparos que se avecinaban por actos de discriminación.
Entre esos casos se encuentra el de Inés, que destapó esasinhabilitaciones. Ella acudió hasta septiembre a recoger su acta yen octubre se enteró que ese documento estaba inhabilitado, porqueellas nunca se ampararon para que un juez ordenara celebrar launión y el código civil estatal no permite ese tipo dematrimonios.
Después de varios meses, obtuvo el acta con validez, pero notiene derecho a la pensión de Yolanda ante el Instituto Mexicanodel Seguro Social (IMSS) porque no cumplió el año casada ni leaceptan demostrar el concubinato, así que vive con laincertidumbre de qué pasará con las propiedades que adquirieronjuntas y de qué vivirá el resto de sus días.
Se conocieron hace más de dos décadas en la Ciudad de México,cuando Inés ya ejercía como psicóloga y Yola como maestra; lesfaltó “un mes y 23 días para completar los 20 añosjuntas”.
Adquirieron casas, créditos, firmaron testamentos mutuos yenfrentaron enfermedades como cualquier pareja, pero no se casaronsino hasta que Yola se enteró “en el Facebook, que según laCorte ya se podían casar en cualquier parte del país”.
Las fotos de su boda muestran a Yola con su andadera, resultadode las hernias discales que padecía y de una operación que lescostó más de 90 mil pesos que pagaron a crédito. La ceremoniacivil se realizó en medio de las miradas de trabajadores delRegistro Civil del Centro Histórico que se asomaban a ver a “lasdos viejitas casándose”.
Inés y Yolanda intentaron casarse primero en la delegación deSanta Rosa Jáuregui, pero las mandaron al centro histórico por eltipo de unión civil que celebrarían.
También obtuvieron negativas de algunos médicos para darles elcertificado de buena salud, unos rechazaban entregarlo porque erandiabéticas, otros porque después de los 55 años ya no senecesita esa documento, pero lo consiguieron después de “muchasvueltas”.
“La gente, los servidores públicos están locos, puedenrobar, engañar, mentir, traicionar a su esposa o a su esposo,violar y no hay ningún problema, pero que no se les atraviese unprejuicio porque: santo, santo, santo”, agregó Inés.
El día de la ceremonia, se les dijo en el Registro Civil que elacta de matrimonio tendría que modificarse posteriormente porqueen ese momento sólo tenían documentos que decían “él y lacontrayente”, pero no les importó. Se casaron frente a susamigas, algunas también gay, otras no.
Yola murió a los 64 años, era ocho días menor que Inés,después de que de pronto “se sintió mal”, enseguida de laboda y falleció en el hospital del IMSS.
Desde entonces Inés pasa los días en trámites, en juzgadosfederales, en la Defensoría Estatal de Derechos Humanos, dondeconsigue cartas, documentos, exhortos, que entrega en uno y otrolado para que se reconozcan sus derechos como viuda, con el temorde que los familiares de Yola o incluso sus propios familiares,peleen algo que construyeron juntas.
Sus vecinos y conocidos atestiguan la unión que sostuvierondesde hace años, pero poco se puede hacer ante las leyes que tieneel IMSS que le obligan a darle la pensión sólo a quienes cumplanun año de casados o que demuestren el concubinato.
Sin muchos ingresos, Inés se dedica a bañar perros y a darterapias psicológicas ocasionales, pero poco a poco se queda sindinero y empieza a vender cosas que compraron juntas mientras selogra un arreglo ante las autoridades.