/ domingo 14 de febrero de 2021

Círculo de violencia rebasa voluntades

Aunque son recurrentes los actos de violencia en el noviazgo, estos son difíciles de identificar, advierten especialistas

La relación de Roxana inició con constantes mensajes y largas conversaciones telefónicas, sin embargo, trascurridos unos meses, aparecieron peleas constantes donde sus objetos personales, como ropa o teléfonos celulares quedaban destrozados por las agresiones de su ex pareja.

“Las agresiones empezaron a ir más arriba (…) Al principio ponía resistencia (…) pero me resigné a que el vato es más fuerte que yo (...) y yo dije: ya no puedo”, sostiene.

Violencia física, psicológica y sexual son las agresiones más recurrentes/Hugo Arciniega|Diario de Querétaro

Su relación duró poco menos de un año, sin embargo, a la distancia, puede darse cuenta que la manipulación tomó formas muy sutiles desde un inicio. Durante las primeras llamadas telefónicas, “hablábamos cuando él quería, cuando él podía y yo trabajaba. Me desvelaba hablando con él. Después, cuando nos hicimos novios (…) me estaba comparando con otras morras. Siempre me estaba diciendo, como en modo de “broma” que él podía estar con cualquier chava”.

“En cuanto a lo laboral, yo, a veces, le pasaba textos míos y los destrozaba (…) me hacía sentir mal y, entonces, empecé a sentirme muy insegura de lo que hacía con mi trabajo”, relata Roxana, quien en ese momento tenía cuatro años trabajando como periodista.

Importante “desestigmatizar” relaciones de la diversidad sexual para identificar la violencia/ Hugo Arciniega|Diario de Querétaro

Las señales sutiles de violencia comenzaron a incrementarse, hasta que, un día, en la librería que ambos administraban, su ex pareja llegó a ejercer agresiones físicas. “…fuimos a la librería y ahí estuvimos discutiendo hasta que la situación ya se puso más intensa (…) rompió mi ropa y me arrastró por toda la librería (…) peleábamos mucho”, recuerda.

“También hacía mucho esto de gaslighting. Platicábamos de algo y, me decía (…) no, no me dijiste (…) Yo no dormía. Me desvelaba y empezaron ataques de ansiedad”, añade.

Como consecuencia de la situación de violencia, Roxana renunció a su trabajo y se mudó a Torreón donde vivió sola con su ex pareja. Esos fueron los peores momentos. “La violencia fue ahí ya demasiado”, dice.

NO CULPAR A LA VÍCTIMA

Sin embargo, el círculo de violencia, explica Roxana, va más allá de la voluntad de la víctima. “Estar dentro del círculo de violencia es horrible y, es algo que, quieres salir y no puedes”, indica, al señalar que nunca se debe juzgar a la víctima.

“No juzgar, porque si la persona que está dentro del círculo de violencia vuelve y vuelve y vuelve, no juzgar (…) Al juzgar solamente estás haciendo más daño a la persona que está dentro”, recalca.

“Mi familia fueron mi pilar, en ese momento, por quienes yo también salí, porque yo quería irme de esa relación (…) yo sabía que la violencia no estaba bien y era como culparme, porque decía: soy reportera desde hace cuatro años (…) trabajo temas de género, he platicado con muchas mujeres sobre este tipo de temas de cómo sus parejas las violentan (…) conozco que uno no debe estar ahí, que uno debe parar, pero no puedo hacerlo. Yo me sentía incapaz en ese momento”, reconoce.

De acuerdo con la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh, 2016), el 43.9% de las mujeres de 15 años o más ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su actual o última pareja.

En el estado de Querétaro, el Instituto Queretano de las Mujeres (IQM) reportó 259 casos de violencia hacia las mujeres en enero de este año; 215 de estos, se ejercieron por hombres y 31 por otras mujeres. La mayoría de los casos, se ejerció por una persona conocida y predominó la violencia física y psicológica.

Sin embargo, este número es apenas menor a lo registrado en el mismo periodo del año pasado, cuando el IQM reportó 279 agresiones hacia mujeres: 168 (la mayoría) correspondieron a violencia física y 89 a agresiones sexuales. En menor proporción, está la violencia psicológica y económica.

“Uno siempre se da cuenta de las cosas, pero, de pronto no lo aceptamos, o nos sentimos incapaces. Nos sentimos muy inseguras de poder salir. Yo diría: siempre, busquemos ayuda (…) no nos sintamos culpables si, en algún momento, salimos o dejamos, por ejemplo, a la persona y volvemos, porque son procesos. Uno va como avanzando en eso, pero no para todos es igual”, señala Roxana al advertir que, si una persona es violenta una vez, “lo va a seguir siendo y la violencia va a seguir aumentando”.

VIOLENCIA, DISFRAZADA DE “ACTOS DE AMOR”

La violencia en el noviazgo es una problemática frecuente que consiste en formas sutiles de control que pueden escalar a agresiones más graves, así lo señala la activista Yuriria Pérez, vocera de la Colectiva Juntas, quien advierte que actos como el revisar los teléfonos celulares, compartir contraseñas de redes sociales, aprobar o desaprobar la vestimenta de una persona, con quién sale o exigir que se reporte constantemente, coartan la libertad personal y constituyen “señales de alarma”.

“Es muy común que estas medidas se transformen en un medio de control (…) estas pequeñas cosas son señales de alarma que vale la pena estar atenta, estar atento y poder detenerlas, antes de que escalen”, agregó.

La especialista Alejandra Martínez Galán, presidenta de Aquesex y psicóloga clínica, recalca que, aunque son recurrentes los actos de violencia en los noviazgos, resulta complicado identificar y reconocer que se vive una relación de este tipo, lo que habla de lo “naturalizada” que están estas prácticas.

“A nivel cognitivo, a nivel cerebral, hay un choque eléctrico que te dice: alguien que te ama, no te puede hacer daño. Puedes justificar mucho de estas acciones y, al ir justificando, mucho de la violencia va escalando”, alerta.

La especialista advierte que, en el caso de los abusos sexuales, aunque estos también se dan con parejas sentimentales, “cuesta mucho trabajo” reconocer que se cedió a una relación sexual sin consentimiento. “Eso también puede implicar una cuestión de violación, de abuso sexual (…) que estabas dormida y te manoseo; pero, entonces, es tu novio y no lo reconoces como abuso, ni como violación”.

Si bien, hombres y mujeres podrían incurrir en comportamientos de violencia, Martínez Galán subraya que las agresiones más recurrentes provienen de los varones y enfatiza, este tipo de actitudes no solo corresponden a relaciones heterosexuales, por lo que “es importante desestigmatizar las relaciones entre diversidades sexuales, porque también ahí, ocurre”.

Martínez Galán subraya que, si algo causa malestar, es importante, “salirnos de ahí a la primera, porque lo único que va a pasar es que va a ir incrementando”.

“Parte de lo que nos han enseñado, sobre todo las mujeres, es que ahí nos tenemos que quedar y que tenemos que aguantar, y que aguantar es sinónimo de amor, por eso es tan difícil, en unos primeros momentos, poder identificarlo”, concluye.

La relación de Roxana inició con constantes mensajes y largas conversaciones telefónicas, sin embargo, trascurridos unos meses, aparecieron peleas constantes donde sus objetos personales, como ropa o teléfonos celulares quedaban destrozados por las agresiones de su ex pareja.

“Las agresiones empezaron a ir más arriba (…) Al principio ponía resistencia (…) pero me resigné a que el vato es más fuerte que yo (...) y yo dije: ya no puedo”, sostiene.

Violencia física, psicológica y sexual son las agresiones más recurrentes/Hugo Arciniega|Diario de Querétaro

Su relación duró poco menos de un año, sin embargo, a la distancia, puede darse cuenta que la manipulación tomó formas muy sutiles desde un inicio. Durante las primeras llamadas telefónicas, “hablábamos cuando él quería, cuando él podía y yo trabajaba. Me desvelaba hablando con él. Después, cuando nos hicimos novios (…) me estaba comparando con otras morras. Siempre me estaba diciendo, como en modo de “broma” que él podía estar con cualquier chava”.

“En cuanto a lo laboral, yo, a veces, le pasaba textos míos y los destrozaba (…) me hacía sentir mal y, entonces, empecé a sentirme muy insegura de lo que hacía con mi trabajo”, relata Roxana, quien en ese momento tenía cuatro años trabajando como periodista.

Importante “desestigmatizar” relaciones de la diversidad sexual para identificar la violencia/ Hugo Arciniega|Diario de Querétaro

Las señales sutiles de violencia comenzaron a incrementarse, hasta que, un día, en la librería que ambos administraban, su ex pareja llegó a ejercer agresiones físicas. “…fuimos a la librería y ahí estuvimos discutiendo hasta que la situación ya se puso más intensa (…) rompió mi ropa y me arrastró por toda la librería (…) peleábamos mucho”, recuerda.

“También hacía mucho esto de gaslighting. Platicábamos de algo y, me decía (…) no, no me dijiste (…) Yo no dormía. Me desvelaba y empezaron ataques de ansiedad”, añade.

Como consecuencia de la situación de violencia, Roxana renunció a su trabajo y se mudó a Torreón donde vivió sola con su ex pareja. Esos fueron los peores momentos. “La violencia fue ahí ya demasiado”, dice.

NO CULPAR A LA VÍCTIMA

Sin embargo, el círculo de violencia, explica Roxana, va más allá de la voluntad de la víctima. “Estar dentro del círculo de violencia es horrible y, es algo que, quieres salir y no puedes”, indica, al señalar que nunca se debe juzgar a la víctima.

“No juzgar, porque si la persona que está dentro del círculo de violencia vuelve y vuelve y vuelve, no juzgar (…) Al juzgar solamente estás haciendo más daño a la persona que está dentro”, recalca.

“Mi familia fueron mi pilar, en ese momento, por quienes yo también salí, porque yo quería irme de esa relación (…) yo sabía que la violencia no estaba bien y era como culparme, porque decía: soy reportera desde hace cuatro años (…) trabajo temas de género, he platicado con muchas mujeres sobre este tipo de temas de cómo sus parejas las violentan (…) conozco que uno no debe estar ahí, que uno debe parar, pero no puedo hacerlo. Yo me sentía incapaz en ese momento”, reconoce.

De acuerdo con la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh, 2016), el 43.9% de las mujeres de 15 años o más ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su actual o última pareja.

En el estado de Querétaro, el Instituto Queretano de las Mujeres (IQM) reportó 259 casos de violencia hacia las mujeres en enero de este año; 215 de estos, se ejercieron por hombres y 31 por otras mujeres. La mayoría de los casos, se ejerció por una persona conocida y predominó la violencia física y psicológica.

Sin embargo, este número es apenas menor a lo registrado en el mismo periodo del año pasado, cuando el IQM reportó 279 agresiones hacia mujeres: 168 (la mayoría) correspondieron a violencia física y 89 a agresiones sexuales. En menor proporción, está la violencia psicológica y económica.

“Uno siempre se da cuenta de las cosas, pero, de pronto no lo aceptamos, o nos sentimos incapaces. Nos sentimos muy inseguras de poder salir. Yo diría: siempre, busquemos ayuda (…) no nos sintamos culpables si, en algún momento, salimos o dejamos, por ejemplo, a la persona y volvemos, porque son procesos. Uno va como avanzando en eso, pero no para todos es igual”, señala Roxana al advertir que, si una persona es violenta una vez, “lo va a seguir siendo y la violencia va a seguir aumentando”.

VIOLENCIA, DISFRAZADA DE “ACTOS DE AMOR”

La violencia en el noviazgo es una problemática frecuente que consiste en formas sutiles de control que pueden escalar a agresiones más graves, así lo señala la activista Yuriria Pérez, vocera de la Colectiva Juntas, quien advierte que actos como el revisar los teléfonos celulares, compartir contraseñas de redes sociales, aprobar o desaprobar la vestimenta de una persona, con quién sale o exigir que se reporte constantemente, coartan la libertad personal y constituyen “señales de alarma”.

“Es muy común que estas medidas se transformen en un medio de control (…) estas pequeñas cosas son señales de alarma que vale la pena estar atenta, estar atento y poder detenerlas, antes de que escalen”, agregó.

La especialista Alejandra Martínez Galán, presidenta de Aquesex y psicóloga clínica, recalca que, aunque son recurrentes los actos de violencia en los noviazgos, resulta complicado identificar y reconocer que se vive una relación de este tipo, lo que habla de lo “naturalizada” que están estas prácticas.

“A nivel cognitivo, a nivel cerebral, hay un choque eléctrico que te dice: alguien que te ama, no te puede hacer daño. Puedes justificar mucho de estas acciones y, al ir justificando, mucho de la violencia va escalando”, alerta.

La especialista advierte que, en el caso de los abusos sexuales, aunque estos también se dan con parejas sentimentales, “cuesta mucho trabajo” reconocer que se cedió a una relación sexual sin consentimiento. “Eso también puede implicar una cuestión de violación, de abuso sexual (…) que estabas dormida y te manoseo; pero, entonces, es tu novio y no lo reconoces como abuso, ni como violación”.

Si bien, hombres y mujeres podrían incurrir en comportamientos de violencia, Martínez Galán subraya que las agresiones más recurrentes provienen de los varones y enfatiza, este tipo de actitudes no solo corresponden a relaciones heterosexuales, por lo que “es importante desestigmatizar las relaciones entre diversidades sexuales, porque también ahí, ocurre”.

Martínez Galán subraya que, si algo causa malestar, es importante, “salirnos de ahí a la primera, porque lo único que va a pasar es que va a ir incrementando”.

“Parte de lo que nos han enseñado, sobre todo las mujeres, es que ahí nos tenemos que quedar y que tenemos que aguantar, y que aguantar es sinónimo de amor, por eso es tan difícil, en unos primeros momentos, poder identificarlo”, concluye.

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