María y Luis de 12 y 9 años se preparan para regresar a sus clases de primaria y secundaria después del receso vacacional de diciembre. Su familia ha tenido que modificar la distribución de sus recursos para comprar dispositivos electrónicos que se han vuelto indispensables para continuar con su educación.
Ana, su madre, estuvo cinco meses sin empleo, puesto que se desempeñaba actividades de asesoría y atención presencial a familias de escasos recursos. “Al haber estado contratada por honorarios y cambiar la forma de trabajo, ya no tuvieron la necesidad de mis servicios. Mi esposo tuvo que buscar alternativas, tiene un trabajo fijo y durante esos meses consiguió uno más como repartidor de una plataforma electrónica”, aseguró Ana.
Puesto que no había forma de trasladar el empleo de Ana a modalidad virtual, cuando comenzaron las restricciones por la pandemia de Covid-19, los gastos del hogar recayeron únicamente en José, el padre de familia.
Con el paso de los meses se vieron obligados a buscar la manera de adquirir dispositivos electrónicos para que sus hijos cumplieran con sus deberes escolares, puesto que no era posible seguir compartiéndolos como en un principio, debido a los horarios y la frecuencia con la que se les solicitaba enlazarse vía internet.
En principio no contaban con el servicio de internet en casa, lo que con el tiempo se ha vuelto indispensable. Lo mismo sucedió con el número de dispositivos electrónicos “lamentablemente, por la economía, no pudimos adquirir equipos nuevos. Tuvimos que comprar usados. Recortamos gastos, redujimos la compra de ropa y de zapatos. Para la comida también tuvimos que bajar el presupuesto y hacer comidas más económicas, dejar de comer.”
Ana consideró que de no haber adquirido los equipos, el rendimiento académico de sus hijos se habría visto afectado, pues los profesores toman en cuenta la asistencia de los alumnos a las conexiones que se les solicitan durante la semana, para la asignación de calificaciones.
María y Luis concluyeron un ciclo escolar con clases en línea e iniciaron uno nuevo en la misma modalidad. En comparación con otros niños, ellos han sido afortunados, pues entre sus compañeros hay casos en los que para los padres de familia se volvió insostenible seguir procurándoles lo necesario para continuar sus estudios a distancia. Al respecto, Ana comentó que “hay padres de familia que trabajan en tianguis o como vendedores ambulantes que definitivamente no tienen los medios para conectarse.” En estos casos, las familias se han hecho a la idea de que posiblemente sus hijos tendrán que repetir el grado en el que se quedaron, cuando sea posible retomar actividades presencialmente.
La falta de recursos económicos y la imposibilidad de dejar a sus hijos al cuidado de alguien más, son los principales obstáculos que Ana ha escuchado de los padres de familia de los compañeros de María y de Luis. “Todos estamos con la esperanza y la fe de que pronto termine esto y puedan regresar a clases presenciales. Cada quien dentro de sus posibilidades va asumiendo esta realidad, muchas personas a veces no tienen ni siquiera tiempo para las preocupaciones escolares porque lo básico pesa más: la alimentación. No se están preocupando por regresar a clases, sino por sobrevivir.”, concluyó Ana.