Hicieron filas hasta por una hora para comprar tamales de los negocios tradicionales ubicados en la calle José María Arteaga en el Centro Histórico de la ciudad; para cumplir con el compromiso del Día de Reyes, este 2 de febrero se dieron cita personas de todas las edades, algunos adultos mayores y madres con bebés, en el contexto de la pandemia de Covid-19 que aqueja al país y al estado.
La celebración del Día de la Candelaria continuó este año en la ciudad de Querétaro, a pesar de las advertencias y sugerencias de las autoridades que invitan a permanecer en casa, los clientes abarrotaron la calle en la que año con año se mantiene la tradición de que quienes encontraron el muñeco en la rosca de Reyes, conviden los tamales en este día.
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Actualmente hay cuatro establecimientos especializados en la venta de tamales de maíz y de hoja de plátano: La Cruz, Arteaga, Los Arcos y Tamalli. Desde la acera de enfrente se escuchan los pedidos: diez, veinte o hasta cuarenta tamales de todos los sabores enumerados en las pizarras de los negocios.
Las reuniones entre familiares, el trabajo presencial en las oficinas y diversos centros de trabajo que solían ser el escenario en el que se compartían alimentos en esta fecha, se han desdibujado o enrarecido en esta ocasión, puesto que el mundo continúa con la batalla para contener los contagios del virus SARS-Cov2, causante de la enfermedad Covid-19.
Las paredes de los cuatro locales abiertos desde poco antes de las 8 de la mañana, sostienen anuncios que advierten que sin portar cubrebocas no será permitido el ingreso al establecimiento, así como los que indican que no puede entrar más de una persona por familia o grupo. Por la tarde quizá se repita el escenario, pues en a partir de las 4 de la tarde, comenzará el segundo turno de ventas.
En otro caso, el ingreso no está permitido siquiera, pues los dependientes del negocio despachan los pedidos a través de los barrotes de la ventana que actúa como barrera de contención para asegurar la distancia pertinente entre clientes y empleados.
Alrededor de 20 personas esperan su turno, respetando una línea que se alarga por metros entre el respeto al espacio personal y la conservación de sana distancia. Adultos mayores portan cubrebocas desechables, de tela, caretas y anteojos protectores cual armadura para evitar, en la medida de lo posible, los riesgos que la misión de suministrar tamales conlleva en esta ocasión.
Los que corren con menos suerte se enteran de que sólo quedan tamales oaxaqueños, de guayaba y de piña, a eso de las 11 de la mañana. Algunos deciden continuar en la línea de espera y resignarse a modificar los sabores a degustar, mientras que otros optan por esperar en otro local.
Esta mañana fresca de invierno en la que contrastan las baldosas rojizas con el azul del cielo, resguarda un ambiente de pretendida adaptación y una búsqueda de normalidad en medio del peligro inminente.
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