Desde muy temprano, familias queretanas y algunos turistas, hicieron largas filas para poder ingresar a los restaurantes más famosos del Centro Histórico; a pesar de que la mayoría portaba cubrebocas, algunas de las calles del primer cuadro de la ciudad impedían mantener la distancia recomendada para evitar contagios de Covid-19.
Durante la mañana ya era difícil encontrar un sitio de estacionamiento en las principales calles del centro de la capital queretana, por lo que los estacionamientos privados ya lucían concurridos.
Los vendedores establecidos en carritos y los locales de comida, principalmente, eran quienes tenían mayor afluencia de clientes.
Los sitios más tradicionales para desayunar, al respetar las medidas de aforo máximo, pedían a las personas esperar mientras se desocupaba un lugar; no obstante, esto representaba la aglomeración de quienes permanecían a las afueras de los establecimientos hasta que hubiera una mesa disponible.
Por su parte, las brigadas de vigilancia ciudadana llamaban a los paseantes a utilizar adecuadamente el cubreboca, puesto que, aunque la mayoría de los que caminaban por el centro traían uno puesto, no faltaba la nariz que se asomara por encima de la tela protectora.
Otro punto de afluencia importante desde la mañana, fueron los cajeros automáticos de todos los bancos ubicados alrededor del Jardín Zenea.
Los empresarios de turismo ofrecían a los transeúntes paseos en tranvía, visitas guiadas y recorridos especiales, a pesar de que no era posible identificar con exactitud quiénes provenían de otras geografías, sí podían identificarse algunos acentos extranjeros.
