/ domingo 26 de abril de 2009

“Tengo que ir por mis hijos a la escuela”

Todas las pruebas apuntaban hacia ella. La sangre en la escena del crimen en sus ropas así como en las armas que se usaron en contra de los niños Castaños Mijangos, todo demostró que en la casa marcada con el 408 de la calle Hacienda del Vegil, en esa madrugada de terror, del 24 de abril de 1989, solo había cuatro personas. Claudia María de 11 años, Ana Belén de 9, Alfredo de 6 y su madre, Claudia Mijangos Arzac.

Cuatro días después, el 28 de abril de 1989, a las 13 horas se ejercitó acción penal en contra de Claudia Mijangos Arzac, al quedar plenamente acreditada su responsabilidad en el homicidio calificado de sus tres hijos. Claudia María, Ana Belén y Alfredo Antonio. El médico legista Oscar Lozano y Andrade, entonces director de Servicios Periciales de la Procuraduría de Justicia del Estado, señaló que los diversos estudios que se aplicaron en la escena del triple crimen probaron la responsabilidad de Mijangos Arzac.

“Se determinó por las pruebas químicas que ella había sido, las pruebas criminalísticas, Todos los elementos nos indicaron que la madre había sido…en un momento dado se trato de inculpar al padre, pero él no tuvo nada que ver.

En el expediente al que tuvo acceso DIARIO DE QUERETARO, destaca el dictamen de criminalística de campo en donde se asentó que tanto la chapa de las tres puertas de la reja del inmueble de Hacienda del Vegil 408, como la de la entrada a la planta baja y la de la entrada a la recámara principal no presentaban huellas de forzadura,, por lo que se descartó la actuación de una tercera persona en el crimen.

El dictamen de química forense que se practicó en la casa, resolvió que todas las manchas encontradas en el piso, las escaleras, los pasillo, el baño y las paredes eran de sangre humana y tanto las del piso como las de las sábanas de las camas y en dos de los cuchillos, siendo que el que estaba en el piso de la recámara de las niñas y el del sillón, tenían restos de sangre O Rh Positivo, el mismo tipo de las pequeñas Claudia María y Ana Belén.

En el vestido de Mijangos Arzac y la cama King Size donde apiló los cuerpos, hubo una mayor concentración de AB Rh Positivo, que correspondía al tipo de sangre de Alfredo Antonio. No se encontraron restos de drogas ni alcohol en los restos de los tres niños, ni tampoco en el de la madre.

Así se inició el proceso 224/89 en contra de la filicida Mijangos Arzac, quien ese día todavía permanecía internada en el Hospital de IMSS en el tercer piso de aislado uno.

El 29 de abril de 1989, Claudia rindió su declaración preparatoria, estando presente su abogado Julio Esponda Ugartechea. Ahí se desdijo de la declaración hecha a la agente del Ministerio Público Investigador, Sara Feregrino Feregrino (publicada ayer en DIARIO DE QUERÉTARO) en donde señalaba que estaba enamorada perdidamente de un sacerdote y que en la noche de terror, escuchó voces , que le decían que Mazatlán había desaparecido y que todo Querétaro era espíritu.

“Ella manifestó que no recuerda haber dicho eso, pero que muchas de las cosas que ahí se dicen son ciertas”, señala el expediente.

En esa ocasión la ex maestra de catecismo dijo que lo que quería era que la dejaran salir para recoger a sus hijos en el Fray Luis de León o que en todo caso los padres del colegio se los llevaran.

Notablemente desubicada achacó su detención a su esposo Alfredo y a la insistencia de éste para rehacer su matrimonio.

“Sí ha causado esta bola de rollo, pues podemos volver a estar juntos, pero yo quiero estar ya en casa con mis hijos”, dijo.

De la noche del crimen, Mijangos reafirmó que no se acordaba de nada, pues para ella su memoria se quedó en que los niños se fueron a acostar por la noche, cada quien en su cama y amanecieron todos juntos en la recámara principal.

“Cuando los vi que estaban en mi cama ya era en la mañana, recuerdo que tocaron la puerta, que abrí pero me volví a quedar dormida”

“Yo sentía como si se fuera a acabar el mundo”.

De la sangre que tenía en las manos, la acusada manifestó después de pensarlo unos 20 o 30 segundos, que seguramente fue cuando cargó a sus hijos, que estaban totalmente embarrados de cátsup”.

¿Qué es lo que iba a hacer Caludia en el supuesto caso de que se acabara el mundo?, le preguntó uno de los agentes del Ministerio Público.

“Lo mejor es dormir el sueño eterno, porque así viene Dios y te recoge. Lo mejor es encomendarse a Dios, pedir por mis hijos y dormir.

(Continuará)

Todas las pruebas apuntaban hacia ella. La sangre en la escena del crimen en sus ropas así como en las armas que se usaron en contra de los niños Castaños Mijangos, todo demostró que en la casa marcada con el 408 de la calle Hacienda del Vegil, en esa madrugada de terror, del 24 de abril de 1989, solo había cuatro personas. Claudia María de 11 años, Ana Belén de 9, Alfredo de 6 y su madre, Claudia Mijangos Arzac.

Cuatro días después, el 28 de abril de 1989, a las 13 horas se ejercitó acción penal en contra de Claudia Mijangos Arzac, al quedar plenamente acreditada su responsabilidad en el homicidio calificado de sus tres hijos. Claudia María, Ana Belén y Alfredo Antonio. El médico legista Oscar Lozano y Andrade, entonces director de Servicios Periciales de la Procuraduría de Justicia del Estado, señaló que los diversos estudios que se aplicaron en la escena del triple crimen probaron la responsabilidad de Mijangos Arzac.

“Se determinó por las pruebas químicas que ella había sido, las pruebas criminalísticas, Todos los elementos nos indicaron que la madre había sido…en un momento dado se trato de inculpar al padre, pero él no tuvo nada que ver.

En el expediente al que tuvo acceso DIARIO DE QUERETARO, destaca el dictamen de criminalística de campo en donde se asentó que tanto la chapa de las tres puertas de la reja del inmueble de Hacienda del Vegil 408, como la de la entrada a la planta baja y la de la entrada a la recámara principal no presentaban huellas de forzadura,, por lo que se descartó la actuación de una tercera persona en el crimen.

El dictamen de química forense que se practicó en la casa, resolvió que todas las manchas encontradas en el piso, las escaleras, los pasillo, el baño y las paredes eran de sangre humana y tanto las del piso como las de las sábanas de las camas y en dos de los cuchillos, siendo que el que estaba en el piso de la recámara de las niñas y el del sillón, tenían restos de sangre O Rh Positivo, el mismo tipo de las pequeñas Claudia María y Ana Belén.

En el vestido de Mijangos Arzac y la cama King Size donde apiló los cuerpos, hubo una mayor concentración de AB Rh Positivo, que correspondía al tipo de sangre de Alfredo Antonio. No se encontraron restos de drogas ni alcohol en los restos de los tres niños, ni tampoco en el de la madre.

Así se inició el proceso 224/89 en contra de la filicida Mijangos Arzac, quien ese día todavía permanecía internada en el Hospital de IMSS en el tercer piso de aislado uno.

El 29 de abril de 1989, Claudia rindió su declaración preparatoria, estando presente su abogado Julio Esponda Ugartechea. Ahí se desdijo de la declaración hecha a la agente del Ministerio Público Investigador, Sara Feregrino Feregrino (publicada ayer en DIARIO DE QUERÉTARO) en donde señalaba que estaba enamorada perdidamente de un sacerdote y que en la noche de terror, escuchó voces , que le decían que Mazatlán había desaparecido y que todo Querétaro era espíritu.

“Ella manifestó que no recuerda haber dicho eso, pero que muchas de las cosas que ahí se dicen son ciertas”, señala el expediente.

En esa ocasión la ex maestra de catecismo dijo que lo que quería era que la dejaran salir para recoger a sus hijos en el Fray Luis de León o que en todo caso los padres del colegio se los llevaran.

Notablemente desubicada achacó su detención a su esposo Alfredo y a la insistencia de éste para rehacer su matrimonio.

“Sí ha causado esta bola de rollo, pues podemos volver a estar juntos, pero yo quiero estar ya en casa con mis hijos”, dijo.

De la noche del crimen, Mijangos reafirmó que no se acordaba de nada, pues para ella su memoria se quedó en que los niños se fueron a acostar por la noche, cada quien en su cama y amanecieron todos juntos en la recámara principal.

“Cuando los vi que estaban en mi cama ya era en la mañana, recuerdo que tocaron la puerta, que abrí pero me volví a quedar dormida”

“Yo sentía como si se fuera a acabar el mundo”.

De la sangre que tenía en las manos, la acusada manifestó después de pensarlo unos 20 o 30 segundos, que seguramente fue cuando cargó a sus hijos, que estaban totalmente embarrados de cátsup”.

¿Qué es lo que iba a hacer Caludia en el supuesto caso de que se acabara el mundo?, le preguntó uno de los agentes del Ministerio Público.

“Lo mejor es dormir el sueño eterno, porque así viene Dios y te recoge. Lo mejor es encomendarse a Dios, pedir por mis hijos y dormir.

(Continuará)

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