/ jueves 19 de agosto de 2021

¿Todos somos fotógrafos en la era digital?

El aficionado es capaz de vivir un acontecimiento particular y reflejarlo tal como lo experimenta. En cambio, un profesional busca un ángulo con intención, completamente distinto del mismo hecho

Anteriormente, tomar fotografías era un tema complejo. Se trataba de una actividad reservada, hecha por un grupo de artesanos, artistas o especialistas de la luz y realizada en determinados momentos y para ciertas personas. Ahora, todo mundo se puede hacer 20 mil selfies al día, subirlas a las redes sociales y lograr la interacción necesaria para que los demás reaccionen a ella. Pero… ¿todos somos fotógrafos?

Para Ramiro Valencia, fotógrafo editorial con más de 25 años de trayectoria, la fotografía “móvil” ha permitido ver cosas que de otra manera no se hubiesen podido visualizar, como por ejemplo en el aspecto noticioso, donde la inmediatez de la imagen es fundamental. “Ya no tenemos un fotógrafo en el momento preciso y a la hora precisa, sino tenemos un montón de gente que sí o sí van a hacer foto”, sin embargo, una fotografía hecha por un aficionado es distinta a la hecha por un profesional.

En el año 2009 es cuando Ramiro comenzó a darse cuenta de la competencia en el trabajo profesional de la fotografía pues se encontró con gente nueva que no comprendía del todo el trabajo técnico de la misma, pero que sí era capaz de lograrla.

El aficionado es capaz de vivir un acontecimiento particular y reflejarlo tal como lo experimenta: sin filtros teóricos ni técnica. Pero eso hace de él un “fabricante de imágenes" sin consciencia del significado de su trabajo. En cambio, un profesional busca un ángulo con intención, completamente distinto del mismo hecho.

El trabajo de educación de un fotógrafo profesional es a base de prueba y error durante meses o años “por qué poner este elemento acá, cómo manejar las luces, cómo encuadrar”; sin embargo, en la fotografía móvil lo ves en el mismo instante en cuanto haces la toma, “si te gusta o no te gusta” es como las deshechas.

Ramiro considera que los problemas con la fotografía móvil son varios:

“Mucha forma y poco fondo” cuando se muestran fotografías impresionantes, muy bien logradas, pero con poca intención.

Si bien, la fotografía no ha sido un reflejo de la realidad, todavía nos ha alejado más. “Veo una imagen pero no sé si creerla o no creerla”.

Esa inmediatez por hacer las cosas está permitiendo que mucho material se pierda por el hecho de que no existe un respaldo. Un material que sirve en su momento pero desaparece. Se está perdiendo la memoria. “Se ha perdido la capacidad de estar en el lugar y vivir los momentos propios, te conviertes en observador”, reiteró.

Pese a que él utiliza todos los días su dispositivo para crear imágenes de consumo personal o para sus redes sociales, respalda todo ese archivo, aunque sea de menor calidad. Para trabajo profesional siempre hace uso de su equipo fotográfico. La gente sí sigue buscando a los profesionales. Los dispositivos toman buenas gráficas pero tienen un límite a la hora de imprimir.

Anteriormente, tomar fotografías era un tema complejo. Se trataba de una actividad reservada, hecha por un grupo de artesanos, artistas o especialistas de la luz y realizada en determinados momentos y para ciertas personas. Ahora, todo mundo se puede hacer 20 mil selfies al día, subirlas a las redes sociales y lograr la interacción necesaria para que los demás reaccionen a ella. Pero… ¿todos somos fotógrafos?

Para Ramiro Valencia, fotógrafo editorial con más de 25 años de trayectoria, la fotografía “móvil” ha permitido ver cosas que de otra manera no se hubiesen podido visualizar, como por ejemplo en el aspecto noticioso, donde la inmediatez de la imagen es fundamental. “Ya no tenemos un fotógrafo en el momento preciso y a la hora precisa, sino tenemos un montón de gente que sí o sí van a hacer foto”, sin embargo, una fotografía hecha por un aficionado es distinta a la hecha por un profesional.

En el año 2009 es cuando Ramiro comenzó a darse cuenta de la competencia en el trabajo profesional de la fotografía pues se encontró con gente nueva que no comprendía del todo el trabajo técnico de la misma, pero que sí era capaz de lograrla.

El aficionado es capaz de vivir un acontecimiento particular y reflejarlo tal como lo experimenta: sin filtros teóricos ni técnica. Pero eso hace de él un “fabricante de imágenes" sin consciencia del significado de su trabajo. En cambio, un profesional busca un ángulo con intención, completamente distinto del mismo hecho.

El trabajo de educación de un fotógrafo profesional es a base de prueba y error durante meses o años “por qué poner este elemento acá, cómo manejar las luces, cómo encuadrar”; sin embargo, en la fotografía móvil lo ves en el mismo instante en cuanto haces la toma, “si te gusta o no te gusta” es como las deshechas.

Ramiro considera que los problemas con la fotografía móvil son varios:

“Mucha forma y poco fondo” cuando se muestran fotografías impresionantes, muy bien logradas, pero con poca intención.

Si bien, la fotografía no ha sido un reflejo de la realidad, todavía nos ha alejado más. “Veo una imagen pero no sé si creerla o no creerla”.

Esa inmediatez por hacer las cosas está permitiendo que mucho material se pierda por el hecho de que no existe un respaldo. Un material que sirve en su momento pero desaparece. Se está perdiendo la memoria. “Se ha perdido la capacidad de estar en el lugar y vivir los momentos propios, te conviertes en observador”, reiteró.

Pese a que él utiliza todos los días su dispositivo para crear imágenes de consumo personal o para sus redes sociales, respalda todo ese archivo, aunque sea de menor calidad. Para trabajo profesional siempre hace uso de su equipo fotográfico. La gente sí sigue buscando a los profesionales. Los dispositivos toman buenas gráficas pero tienen un límite a la hora de imprimir.

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