Hace tres años que Valente González Díaz perdió la vista, como consecuencia de su lucha contra la insuficiencia renal. Su deseo de “echarle ganas” a su trabajo de chofer en una empresa le hacía saltarse comidas, descuidar su salud por ganarse la vida y no puso atención al cansancio que le decía que algo estaba mal en su cuerpo.
Hace cuatro años le detectaron insuficiencia renal y ya no pudo trabajar más. Antes del diagnóstico, no recuerda que le doliera algo. Solo el cansancio y el insomnio, que lo hacían levantarse todas las madrugadas sin saber qué le pasaba y lo primero que le sugirieron fue una transfusión sanguínea.
Tiene 37 años y es diabético desde los 19 años. Aunque esta enfermedad ya era un factor de riesgo para padecer insuficiencia, nunca lo consideró posible. Originario de El Marqués, vivía para trabajar, comía mal para no parar de trabajar o simplemente no comía para cumplir en el trabajo.
“No me dolía nada, simplemente empecé a sentir cansancio, el sueño se me empezó a ir, no dormía bien en las noches, despertaba desde las madrugadas y ya no podía dormir. Me fui a checar con una doctora particular, me ordenó unos estudios y me sugirió una transfusión de sangre. Pasé con un especialista nefrólogo y me dijo que estaba para dializarme, porque los riñones ya no funcionaban”, recuerda.
Entonces le pesaron más la diabetes y su mal cuidado, las horas destinadas en exceso al trabajo, sus decisiones de comer mal o no comer por no perder tiempo. “Se juntó todo cuando me detectaron el problema”. Recibió su diagnóstico en enero de hace cuatro años y su boda estaba programada para febrero.
Valente se casó un 14 de febrero y en mayo tuvo su primera diálisis. Para él y su esposa implicó un gran cambio. “Es algo que te afecta moralmente, económicamente, físicamente, es un cambio bien drástico para todos tus familiares, sobre todo moralmente, te decaes, económicamente es bien dura”, acepta.
Aunque él no puede dedicarse al trabajo que solía hacer, su esposa se dedica a dar clases de manualidades y así se sostienen ambos. Pero la enfermedad requiere mucho dinero y fueron otros pacientes quienes le hablaron de la Fundación Ale, de la que recibe apoyos desde hace tres años.
“Mi enfermedad es de unos cuatro mil o cinco mil pesos mensuales, con las vitaminas que debemos tomar, los medicamentos y la hemodiálisis, puede ser mucho más y por eso necesitamos más apoyo”, informa.
A pesar de sus condiciones, Vicente se dice decidido a “Abrazar su enfermedad, quererme, caminar con ella, porque no puedo renegar, tengo que vivir cada día como si fuera el último y quiero orientar a las demás personas que me encuentre, que no se dejen, que se cuiden”.