/ viernes 2 de febrero de 2018

Atoles suculentos, bebidas que brindan calidez a dieta de los mexicanos

El aire matutino de cada rincón de México se impregna todos los días con el aroma dulce del acompañante celoso de los tamales, un suculento atole.

Bebida que brinda calidez a la dieta de los mexicanos, con su esencia que surge presurosa de la olla, con sabores de chocolate, arroz, guayaba y otras múltiples opciones.

En el país, no hay sitio en cada ciudad y pueblo donde el sabor acogedor y embriagante de los tamales y atoles no invite al transeúnte a detener unos minutos su presuroso paso para comprar, con la alegre “señora de los tamales”, una irresistible “guajolota” (torta de tamal) y un delicioso atole de chocolate.

Ya desde tiempos antiguos, las civilizaciones prehispánicas de México y Centroamérica sabían de las delicias de esta bebida que, en aquel entonces, se preparaba únicamente con agua y harina de maíz, de acuerdo a información de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

“Posteriormente se le fueron agregando ciertas especies aromáticas, como el cacao, vainilla, canela, anís, flor de azahar, hojas de naranjo y otros saborizantes, como chocolate, jugo o pulpa de frutas, para mejorar su sabor y darle variedad”, agrega el documento de la CDI titulado “El Atole. Bebidas tradicionales de los pueblos indígenas”.

Actualmente, las personas que preparan y venden estas bebidas que conquistan al ambiente con su dulzura, en su mayoría, dejaron de lado el uso de agua para crear una cocción a base de leche de vaca y fécula de maíz con saborizantes naturales o artificiales.

“El sabor que se le da al atole depende de la región, pues, según las frutas y semillas de la zona, será lo que se le agregue para darle variedad y volverlo más nutritivo.

“Por ejemplo, en el norte del país los indígenas pai pai preparan un atole de avellana; en Michoacán, entre sus muchas variedades, hay uno que hacen con zarzamora silvestre; en la Ciudad de México conocemos, entre otros, el atole de chocolate, el blanco, que es la base de todos, hecho con nixtamal, sin azúcar u otros saborizantes”, señala la CDI.

Así, durante la 26 edición de la Feria del Tamal, que se realiza en el Museo Nacional de Culturas Populares en Coyoacán, en la Ciudad de México, del 30 de enero al 4 de febrero, mujeres y hombres de diferentes regiones de México ofertan al público visitante los atoles que consume su gente.

Con su particular color grisáceo que le otorga el maíz color azul que se da en el municipio de Texcoco, Estado de México, el atole de maíz nixtamalizado es el orgullo de su gente, que lo consume todas las mañanas, en Año Nuevo y en festejos familiares.

“Este atole, que es muy popular en mi pueblo, se elabora con el maíz nixtamalizado molido que se pone a hervir con agua y solamente le agregamos piloncillo y canela”, explicó Verónica Rodríguez, oriunda de Texcoco.

Por su parte, una cocinera del poblado de San Pedro Atocpan, en Milpa Alta, Ciudad de México, destacó que, además, de sus ingredientes, sus famosos atoles son conocidos por sus peculiares nombres tales como “atole de monja” y “atole velo de novia”, este último posee una historia muy especial.

“Cuando yo me case mi abuelo le dijo a mi abuela, ‘oye, por qué no, en lugar de agua, hacemos el atole de leche’ por eso le puse “velo de novia” a este atole que hago con maíz blanco, leche y canela”, mencionó.

A su vez, la comerciante Argelia Rodríguez, de Teotihuacán, Estado de México, destacó la importancia de seguir preservando la tradición de elaborar y consumir esta bebida.

“Es un alimento que desde tiempos prehispánicos lo hemos tenido y pues no se tiene que ir perdiendo, hay que darlo a conocer para que se puedan dar a probar o degustar”, dijo.

Así, todos los días por cada rincón del país, niños, jóvenes y adultos amanecen con el aroma del chocolate, la guayaba y el “velo de novia” que se emite desde las entrañas de la olla que resguarda la apreciada bebida que llena de calidez las gargantas y los corazones de los mexicanos, un suculento atole mexicano.

El aire matutino de cada rincón de México se impregna todos los días con el aroma dulce del acompañante celoso de los tamales, un suculento atole.

Bebida que brinda calidez a la dieta de los mexicanos, con su esencia que surge presurosa de la olla, con sabores de chocolate, arroz, guayaba y otras múltiples opciones.

En el país, no hay sitio en cada ciudad y pueblo donde el sabor acogedor y embriagante de los tamales y atoles no invite al transeúnte a detener unos minutos su presuroso paso para comprar, con la alegre “señora de los tamales”, una irresistible “guajolota” (torta de tamal) y un delicioso atole de chocolate.

Ya desde tiempos antiguos, las civilizaciones prehispánicas de México y Centroamérica sabían de las delicias de esta bebida que, en aquel entonces, se preparaba únicamente con agua y harina de maíz, de acuerdo a información de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

“Posteriormente se le fueron agregando ciertas especies aromáticas, como el cacao, vainilla, canela, anís, flor de azahar, hojas de naranjo y otros saborizantes, como chocolate, jugo o pulpa de frutas, para mejorar su sabor y darle variedad”, agrega el documento de la CDI titulado “El Atole. Bebidas tradicionales de los pueblos indígenas”.

Actualmente, las personas que preparan y venden estas bebidas que conquistan al ambiente con su dulzura, en su mayoría, dejaron de lado el uso de agua para crear una cocción a base de leche de vaca y fécula de maíz con saborizantes naturales o artificiales.

“El sabor que se le da al atole depende de la región, pues, según las frutas y semillas de la zona, será lo que se le agregue para darle variedad y volverlo más nutritivo.

“Por ejemplo, en el norte del país los indígenas pai pai preparan un atole de avellana; en Michoacán, entre sus muchas variedades, hay uno que hacen con zarzamora silvestre; en la Ciudad de México conocemos, entre otros, el atole de chocolate, el blanco, que es la base de todos, hecho con nixtamal, sin azúcar u otros saborizantes”, señala la CDI.

Así, durante la 26 edición de la Feria del Tamal, que se realiza en el Museo Nacional de Culturas Populares en Coyoacán, en la Ciudad de México, del 30 de enero al 4 de febrero, mujeres y hombres de diferentes regiones de México ofertan al público visitante los atoles que consume su gente.

Con su particular color grisáceo que le otorga el maíz color azul que se da en el municipio de Texcoco, Estado de México, el atole de maíz nixtamalizado es el orgullo de su gente, que lo consume todas las mañanas, en Año Nuevo y en festejos familiares.

“Este atole, que es muy popular en mi pueblo, se elabora con el maíz nixtamalizado molido que se pone a hervir con agua y solamente le agregamos piloncillo y canela”, explicó Verónica Rodríguez, oriunda de Texcoco.

Por su parte, una cocinera del poblado de San Pedro Atocpan, en Milpa Alta, Ciudad de México, destacó que, además, de sus ingredientes, sus famosos atoles son conocidos por sus peculiares nombres tales como “atole de monja” y “atole velo de novia”, este último posee una historia muy especial.

“Cuando yo me case mi abuelo le dijo a mi abuela, ‘oye, por qué no, en lugar de agua, hacemos el atole de leche’ por eso le puse “velo de novia” a este atole que hago con maíz blanco, leche y canela”, mencionó.

A su vez, la comerciante Argelia Rodríguez, de Teotihuacán, Estado de México, destacó la importancia de seguir preservando la tradición de elaborar y consumir esta bebida.

“Es un alimento que desde tiempos prehispánicos lo hemos tenido y pues no se tiene que ir perdiendo, hay que darlo a conocer para que se puedan dar a probar o degustar”, dijo.

Así, todos los días por cada rincón del país, niños, jóvenes y adultos amanecen con el aroma del chocolate, la guayaba y el “velo de novia” que se emite desde las entrañas de la olla que resguarda la apreciada bebida que llena de calidez las gargantas y los corazones de los mexicanos, un suculento atole mexicano.

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