Alerta por acoso a republicanos en Gran Bretaña

Aumentan arrestos de antimonárquicos y también las críticas; Carlos III visita una Irlanda del Norte en tensión

AFP y EFE

  · miércoles 14 de septiembre de 2022

Miles vieron en la lluvia el arribo del féretro al Palacio de Buckingham / Foto: Reuters

LONDRES. La policía británica afronta las críticas de grupos de defensa de las libertades civiles por el trato a los manifestantes antimonárquicos que, aunque en minoría, desafían la ola de simpatía a la familia real tras la muerte de Isabel II.

En tanto, sus restos mortales llegaron ayer a Londres para seis días de homenaje popular y funeral de Estado, tras el multitudinario adiós que los escoceses brindaron a la monarca fallecida a los 96 años.

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“Not my king” (No es mi rey) y “Abolish the monarchy” (Abolición de la monarquía) son algunos de los mensajes que han causado que varios manifestantes republicanos hayan sido detenidos o acosados por la Policía durante los eventos tras la muerte de Isabel II en el Reino Unido.

Un vídeo donde se ve a un policía interrogando a un hombre que lleva un papel en blanco por si acaso escribe en él algo que “pueda causar ofensa” se ha vuelto viral en las redes sociales, mientras que también circula otro donde se ve a un grupo de agentes escoltando a una mujer con el eslogan de que Carlos III no es su rey.

En su página web, la organización Republic, que representa al minoritario colectivo de republicanos, dice en enormes letras que la ascensión de Carlos III tras la muerte de su madre el pasado jueves “es una afronta a la democracia”.

Varios manifestantes republicanos han sido detenidos o acosados por las fuerzas de seguridad en los últimos días, algo que ha sido condenado por el conocido periodista Andrew Marr, entre otras personalidades británicas.

Incluso un hombre de 22 años que increpó al príncipe Andrés llamándole “viejo enfermo” mientras desfilaba en la procesión del cortejo fúnebre de Isabel II por las calles de Edimburgo fue ayer acusado formalmente por la policía de quebrar el orden público.

“Los agentes de policía tienen el deber de proteger el derecho de la gente a protestar, tanto como el de facilitar el derecho de la gente a expresar su apoyo, su dolor o a presentar sus respetos”, afirmó en un comunicado el grupo de derechos civiles Big Brother Watch.

Un portavoz de Downing Street, residencia y despacho oficial de la primera ministra, Liz Truss, señaló que “por supuesto la gente tiene derecho a protestar”.

En otro incidente, un hombre de 45 años fue detenido en Oxford, en el sur de Inglaterra, después de gritar “¡¿Quién lo ha elegido?!” durante una proclamación pública de adhesión de Carlos III.

Los detractores de la monarquía son una minoría en el Reino Unido. Un sondeo publicado en mayo de este año por el instituto YouGov reveló que 13 por ciento consideran a la institución “mala” para el país, y 54 por ciento “buena”.

Sin embargo, los republicanos ven en el ascenso al trono de Carlos III una oportunidad de ganar terreno.

Por otra parte, hasta cien de empleados del personal de Clarence House, la residencia de Carlos III cuando era príncipe de Gales antes de convertirse en nuevo rey, han recibido el aviso de que serán despedidos próximamente, en medio de las ceremonias de despedida de Isabel II.

Esto se dio a conocer mientras el rey visitaba ayer por primera vez desde su proclamación Irlanda del Norte, en un momento clave para la provincia británica por el avance de las posiciones secesionistas y el repunte de las tensiones políticas tras el Brexit.

El gobierno de Escocia, que el monarca visitó el lunes, pretende avanzar hacia la convocatoria de un nuevo referéndum de independencia, pero la resistencia armada a la Corona terminó allí hace siglos.

Por el contrario, en Irlanda del Norte la paz data solo de 1998 y sigue siendo frágil.

Los unionistas norirlandeses profesaban una devoción reverencial por la difunta reina Isabel II, base de su profundo apego a la corona británica y a la pertenencia de esta región al “Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte”. Una pertenencia que desde el Brexit sienten que está más amenazada que nunca.



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