/ miércoles 13 de julio de 2022

Científicos traban carrera contra el tiempo ante la devastación de la Amazonía

Durante varias semanas, especialistas en mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces se adentraron en la selva para colectar muestras

En una selva remota y todavía preservada de la Amazonía brasileña, una expedición científica lleva días catalongando la biodiversidad y buscando nuevas especies. El tiempo apremia.

"El ritmo de devastación es mayor que el ritmo de conocimiento", dice Francisco Farroñay, del Instituto de Investigaciones de la Amazonia de Brasil (Inpa) antes de hacer una incisión en la corteza de un enorme árbol y oler su interior.

Los temores de este joven botánico peruano se fundan en dos realidades encontradas: mientras la mayor selva del planeta está siendo asolada a marcha forzada por la deforestación e incendios provocados para el agronegocio, minería y tráfico ilegal de madera, su infinita biodiversidad sigue siendo un gran misterio para la ciencia.

"Es una lucha contra el tiempo", sostiene.

Para llegar a este paraje al sur del estado de Amazonas, considerado el más conservado de los nueve de la Amazonía Legal, se puede tomar una avioneta desde Manaos, sobrevolar cientos de kilómetros de manto verde con serpenteantes ríos hasta Manicoré, un municipio de casi 50.000 km2, y recorrer en lancha durante cinco horas las aguas negras del río homónimo, entre exuberantes selvas inundadas, los igapós.

Aquí recaló a principios de junio una expedición, organizada por Greenpeace, con una quincena de científicos como Farroñay para inventariar la fauna y la flora y secundar una vieja demanda de las comunidades tradicionales que viven a orillas del río: constituirse en Región de Desarrollo Sostenible (RDS), una categoría de unidad de conservación que sirva para cohibir los crecientes crímenes ambientales en su entorno.

Durante varias semanas, especialistas en mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces se adentraron en la selva para colectar muestras de plantas y detallar el comportamiento de animales, para lo cual instalaron cámaras y micrófonos.

- "Nunca lo vamos a conocer"

Irónicamente, en el papel de periódico que una botánica del grupo usa para prensar una flor puede leerse este titular: "Aumento en la explotación de madera en el (estado) Amazonas", sobre una foto de dos camiones saliendo de la selva cargados con enormes troncos.

"La mayoría de las especies de plantas de la Amazonía se distribuyen en áreas reducidas. Si desconocemos el 60% de las especies de árboles, cualquier región que es deforestada está eliminando una parte de la biodiversidad que nunca vamos a conocer", reclama Alberto Vicentini, investigador del INPA.

Según un estudio de Mapbiomas divulgado en septiembre del año pasado, la Amazonía perdió entre 1985 y 2020 unos 74,6 millones de hectáreas de vegetación original, un área equivalente a todo el territorio de Chile.

El fenómeno se agravó durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, al que los ambientalistas acusan de fomentar la deforestación de esta selva vital para frenar el cambio climático, con sus políticas y la retórica a favor de la agroindustria, de hacer la vista gorda ante los infractores y de cortar los recursos de las agencias de control ambiental.

Desde que asumió en 2019, la deforestación anual promedio en la Amazonía brasileña aumentó un 75% respecto de la década anterior, según cifras oficiales.

"Ademas, vivimos un momento de negación de la ciencia, como vimos con la pandemia en Brasil, un oscurantismo tremendo. Las instituciones de fomento a la investigación en Brasil están siendo atacadas por las políticas de este gobierno, las universidades están sufriendo muchos recortes", agrega Vicentini.

- "Andando hacia atrás" -

En otro punto del río Manicoré, en cuyas aguas se reflejan las copas de los árboles inundados en esta época del año, una canoa se adentra lentamente en un 'igarapé', un brazo de agua cristalina que discurre por dentro de la floresta cerrada.

De ella saltan tres biólogos especialistas en peces, que se sumergen con pequeñas redes para estudiar si los peces de esas aguas son distintos a los del río principal.

"Hay lugares donde nunca fue nadie, no se tiene idea de lo que hay. Sin recursos para investigar, no tenemos la información necesaria para explicar por qué tenemos que preservar", explica Lucía Rapp Py-Daniel, doctora en Ecología y Biologia Evolutiva.

La investigación viene perdiendo recursos desde hace una década.

En mayo, las dos principales sociedades científicas de Brasil, la Academia Brasileña de las Ciencias (ABC) y la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) advirtieron de que este año habrá un recorte de casi 3.000 millones de reales (unos USD 560 millones al tipo de cambio actual) en investigación científica.

"Deberíamos acelerar el ritmo de investigación para llegar a tiempo antes de la destrucción, pero estamos andando hacía atrás", lamenta Py-Daniel.

En una selva remota y todavía preservada de la Amazonía brasileña, una expedición científica lleva días catalongando la biodiversidad y buscando nuevas especies. El tiempo apremia.

"El ritmo de devastación es mayor que el ritmo de conocimiento", dice Francisco Farroñay, del Instituto de Investigaciones de la Amazonia de Brasil (Inpa) antes de hacer una incisión en la corteza de un enorme árbol y oler su interior.

Los temores de este joven botánico peruano se fundan en dos realidades encontradas: mientras la mayor selva del planeta está siendo asolada a marcha forzada por la deforestación e incendios provocados para el agronegocio, minería y tráfico ilegal de madera, su infinita biodiversidad sigue siendo un gran misterio para la ciencia.

"Es una lucha contra el tiempo", sostiene.

Para llegar a este paraje al sur del estado de Amazonas, considerado el más conservado de los nueve de la Amazonía Legal, se puede tomar una avioneta desde Manaos, sobrevolar cientos de kilómetros de manto verde con serpenteantes ríos hasta Manicoré, un municipio de casi 50.000 km2, y recorrer en lancha durante cinco horas las aguas negras del río homónimo, entre exuberantes selvas inundadas, los igapós.

Aquí recaló a principios de junio una expedición, organizada por Greenpeace, con una quincena de científicos como Farroñay para inventariar la fauna y la flora y secundar una vieja demanda de las comunidades tradicionales que viven a orillas del río: constituirse en Región de Desarrollo Sostenible (RDS), una categoría de unidad de conservación que sirva para cohibir los crecientes crímenes ambientales en su entorno.

Durante varias semanas, especialistas en mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces se adentraron en la selva para colectar muestras de plantas y detallar el comportamiento de animales, para lo cual instalaron cámaras y micrófonos.

- "Nunca lo vamos a conocer"

Irónicamente, en el papel de periódico que una botánica del grupo usa para prensar una flor puede leerse este titular: "Aumento en la explotación de madera en el (estado) Amazonas", sobre una foto de dos camiones saliendo de la selva cargados con enormes troncos.

"La mayoría de las especies de plantas de la Amazonía se distribuyen en áreas reducidas. Si desconocemos el 60% de las especies de árboles, cualquier región que es deforestada está eliminando una parte de la biodiversidad que nunca vamos a conocer", reclama Alberto Vicentini, investigador del INPA.

Según un estudio de Mapbiomas divulgado en septiembre del año pasado, la Amazonía perdió entre 1985 y 2020 unos 74,6 millones de hectáreas de vegetación original, un área equivalente a todo el territorio de Chile.

El fenómeno se agravó durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, al que los ambientalistas acusan de fomentar la deforestación de esta selva vital para frenar el cambio climático, con sus políticas y la retórica a favor de la agroindustria, de hacer la vista gorda ante los infractores y de cortar los recursos de las agencias de control ambiental.

Desde que asumió en 2019, la deforestación anual promedio en la Amazonía brasileña aumentó un 75% respecto de la década anterior, según cifras oficiales.

"Ademas, vivimos un momento de negación de la ciencia, como vimos con la pandemia en Brasil, un oscurantismo tremendo. Las instituciones de fomento a la investigación en Brasil están siendo atacadas por las políticas de este gobierno, las universidades están sufriendo muchos recortes", agrega Vicentini.

- "Andando hacia atrás" -

En otro punto del río Manicoré, en cuyas aguas se reflejan las copas de los árboles inundados en esta época del año, una canoa se adentra lentamente en un 'igarapé', un brazo de agua cristalina que discurre por dentro de la floresta cerrada.

De ella saltan tres biólogos especialistas en peces, que se sumergen con pequeñas redes para estudiar si los peces de esas aguas son distintos a los del río principal.

"Hay lugares donde nunca fue nadie, no se tiene idea de lo que hay. Sin recursos para investigar, no tenemos la información necesaria para explicar por qué tenemos que preservar", explica Lucía Rapp Py-Daniel, doctora en Ecología y Biologia Evolutiva.

La investigación viene perdiendo recursos desde hace una década.

En mayo, las dos principales sociedades científicas de Brasil, la Academia Brasileña de las Ciencias (ABC) y la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) advirtieron de que este año habrá un recorte de casi 3.000 millones de reales (unos USD 560 millones al tipo de cambio actual) en investigación científica.

"Deberíamos acelerar el ritmo de investigación para llegar a tiempo antes de la destrucción, pero estamos andando hacía atrás", lamenta Py-Daniel.

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