/ jueves 18 de marzo de 2021

A 10 años de la masacre, Allende guarda silencio tras la venganza de Los Zetas

En la ciudad nadie quiere hablar de lo ocurrido en 2011 y todavía persiste el temor

ALLENDE, Coah. Sólo fincas abandonadas y destruidas y el silencio autoimpuesto de los habitantes de Allende quedan luego de la masacre perpetrada en esta ciudad hace 10 años por Los Zetas.

El 18 de marzo de 2011, alrededor de las 7 de la tarde, 50 camionetas con hombres armados de Los Zetas llegaron a Allende, Coahuila, e hicieron que durante tres días ardiera la tierra: 40 propiedades y siete ranchos fueron destruidos y decenas de personas fueron asesinadas o desaparecidas.

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Luego de 10 años la población sigue en alerta: cuando ven a un vehículo que no porta placas de Coahuila o de Texas sus rostros cambian, se alejan y los visitantes que curiosean por la ciudad son vigilados en todo momento.

Aún se desconoce cuántas personas fueron víctimas de la matanza. La cifra oficial de la Fiscalía de Personas Desaparecidas de Coahuila es de 28, sin embargo, asociaciones civiles y colectivos de búsqueda de desaparecidos señalan que fueron más de 90 y que la masacre no se limitó a los tres días de violencia en Allende, sino que fueron meses de plagios y asesinatos en todo el norte del estado.

La de Allende es una tragedia que sigue en espera de respuestas y castigo para los responsables. Sin embargo, uno de los sucesos más terribles de la historia no se originó en México, sino en Estados Unidos, derivado de una operación fallida de la Administración para el Control de Drogas de ese país (DEA, por sus siglas en inglés) y que tenía como fin la captura de Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, líderes de Los Zetas, quienes al saber que uno de los suyos los iba a entregar arremetieron contra su familia y todos los que tuvieran que ver con él.

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Allende se encuentra a 383 kilómetros de Saltillo, la capital de Coahuila, y a 649 kilómetros de Torreón. Llegar ahí no es sencillo. En la señalética que está en la entrada del municipio precisa que según el Censo del INEGI, en el 2020 había 42 mil 756 habitantes. El letrero, que todavía muestra los balazos de los encontronazos entre grupos delictivos y autoridades, está a menos de veinte metros de un retén militar y a 100 metros del cuartel de la Policía Civil de Coahuila.

Fueron 40 casas y siete ranchos a donde llegaron hombres fuertemente armados a buscar a todo aquel familiar o empleado de un hombre de apellido Garza, a quienes los Treviño identificaron como el traidor.

De esas propiedades, aseguran los lugareños, sacaron a familiares y personal de servicio: empleadas domésticas, vigilantes, choferes, jardineros y jornaleros. Resultado de esa cacería, decenas de personas desaparecieron y todavía no se sabe nada de ellas.

Después de una década, las fincas lucen destruidas y llenas de basura, pues nadie las reclamó, ya sea por temor o porque no quedó nadie de la familia con vida para hacerlo. Éstas propiedades contrastan con las que están a su alrededor. Son inmensas en comparación con las viviendas de interés social y tienen detalles de casas estadounidenses, tendencia marcada por su cercanía con Eagle Pass, Texas.

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Al ver llegar a los reporteros de El Sol de La Laguna, los pobladores de Allende se meten a sus casas y cierran sus puertas y ventanas. No saben nada o en esas fechas estuvieron “fuera de la ciudad”, es la respuesta de quienes quisieron hablar con la prensa, que sólo pudo llegar a Allende escoltada por personal de seguridad del estado.

En la calle Nogalar, donde había una quinta de descanso del “soplón”, los perros de las casas de enfrente empiezan a aullar y los móviles de viento, usados comúnmente como amuleto para ahuyentar las malas vibras, comienzan a sonar.

El miedo de los pobladores es justificado, pues es reflejo de los 12 desaparecidos que se han registrado durante el último año en la región. Sigue siendo una zona de riesgo.

Las familias de los desaparecidos tienen todavía la esperanza de saber qué les pasó, porque viven con dolor y no han logrado cerrar el ciclo. Aun así, tienen miedo de hablar.

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Además de las fincas destruidas, que persisten como cicatrices de una herida grave, en la ciudad hay dos memoriales. Uno en la plaza principal, construido el 27 de junio de 2019. Tiene cuatro columnas, donde versa una palabra en cada una de las columnas: Verdad, justicia, reconciliación y no repetición.

A su costado izquierdo, viéndolo de frente, tiene una placa que dice: “Por las violaciones graves a los Derechos Humanos posteriores en los municipios de Allende, Piedras Negras y la Región Norte del Estado de Coahuila, así como por las detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas cometidas con posterioridad. El Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza reafirma el compromiso a las víctimas de desaparición de un ser querido, para garantizar sus derechos de justicia, verdad, reparación de daño y no repetición”.

El otro es un obelisco situado a la salida de Allende, a menos de un kilómetro de llegar a Morelos. Se edificó en octubre de 2015; fue gestionado por la asociación civil Alas de Esperanza y construido por el Gobierno del estado y la autoridad municipal de ese tiempo.

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Tiene una llama hecha de latón y una placa que reza: “En memoria de nuestros seres queridos. Pueden pasar los días y podrá separarnos la distancia pero siempre nos unirá el amor y la esperanza. Todos unidos por la paz Alas de Esperanza”.





ALLENDE, Coah. Sólo fincas abandonadas y destruidas y el silencio autoimpuesto de los habitantes de Allende quedan luego de la masacre perpetrada en esta ciudad hace 10 años por Los Zetas.

El 18 de marzo de 2011, alrededor de las 7 de la tarde, 50 camionetas con hombres armados de Los Zetas llegaron a Allende, Coahuila, e hicieron que durante tres días ardiera la tierra: 40 propiedades y siete ranchos fueron destruidos y decenas de personas fueron asesinadas o desaparecidas.

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Luego de 10 años la población sigue en alerta: cuando ven a un vehículo que no porta placas de Coahuila o de Texas sus rostros cambian, se alejan y los visitantes que curiosean por la ciudad son vigilados en todo momento.

Aún se desconoce cuántas personas fueron víctimas de la matanza. La cifra oficial de la Fiscalía de Personas Desaparecidas de Coahuila es de 28, sin embargo, asociaciones civiles y colectivos de búsqueda de desaparecidos señalan que fueron más de 90 y que la masacre no se limitó a los tres días de violencia en Allende, sino que fueron meses de plagios y asesinatos en todo el norte del estado.

La de Allende es una tragedia que sigue en espera de respuestas y castigo para los responsables. Sin embargo, uno de los sucesos más terribles de la historia no se originó en México, sino en Estados Unidos, derivado de una operación fallida de la Administración para el Control de Drogas de ese país (DEA, por sus siglas en inglés) y que tenía como fin la captura de Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, líderes de Los Zetas, quienes al saber que uno de los suyos los iba a entregar arremetieron contra su familia y todos los que tuvieran que ver con él.

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Allende se encuentra a 383 kilómetros de Saltillo, la capital de Coahuila, y a 649 kilómetros de Torreón. Llegar ahí no es sencillo. En la señalética que está en la entrada del municipio precisa que según el Censo del INEGI, en el 2020 había 42 mil 756 habitantes. El letrero, que todavía muestra los balazos de los encontronazos entre grupos delictivos y autoridades, está a menos de veinte metros de un retén militar y a 100 metros del cuartel de la Policía Civil de Coahuila.

Fueron 40 casas y siete ranchos a donde llegaron hombres fuertemente armados a buscar a todo aquel familiar o empleado de un hombre de apellido Garza, a quienes los Treviño identificaron como el traidor.

De esas propiedades, aseguran los lugareños, sacaron a familiares y personal de servicio: empleadas domésticas, vigilantes, choferes, jardineros y jornaleros. Resultado de esa cacería, decenas de personas desaparecieron y todavía no se sabe nada de ellas.

Después de una década, las fincas lucen destruidas y llenas de basura, pues nadie las reclamó, ya sea por temor o porque no quedó nadie de la familia con vida para hacerlo. Éstas propiedades contrastan con las que están a su alrededor. Son inmensas en comparación con las viviendas de interés social y tienen detalles de casas estadounidenses, tendencia marcada por su cercanía con Eagle Pass, Texas.

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Al ver llegar a los reporteros de El Sol de La Laguna, los pobladores de Allende se meten a sus casas y cierran sus puertas y ventanas. No saben nada o en esas fechas estuvieron “fuera de la ciudad”, es la respuesta de quienes quisieron hablar con la prensa, que sólo pudo llegar a Allende escoltada por personal de seguridad del estado.

En la calle Nogalar, donde había una quinta de descanso del “soplón”, los perros de las casas de enfrente empiezan a aullar y los móviles de viento, usados comúnmente como amuleto para ahuyentar las malas vibras, comienzan a sonar.

El miedo de los pobladores es justificado, pues es reflejo de los 12 desaparecidos que se han registrado durante el último año en la región. Sigue siendo una zona de riesgo.

Las familias de los desaparecidos tienen todavía la esperanza de saber qué les pasó, porque viven con dolor y no han logrado cerrar el ciclo. Aun así, tienen miedo de hablar.

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Además de las fincas destruidas, que persisten como cicatrices de una herida grave, en la ciudad hay dos memoriales. Uno en la plaza principal, construido el 27 de junio de 2019. Tiene cuatro columnas, donde versa una palabra en cada una de las columnas: Verdad, justicia, reconciliación y no repetición.

A su costado izquierdo, viéndolo de frente, tiene una placa que dice: “Por las violaciones graves a los Derechos Humanos posteriores en los municipios de Allende, Piedras Negras y la Región Norte del Estado de Coahuila, así como por las detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas cometidas con posterioridad. El Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza reafirma el compromiso a las víctimas de desaparición de un ser querido, para garantizar sus derechos de justicia, verdad, reparación de daño y no repetición”.

El otro es un obelisco situado a la salida de Allende, a menos de un kilómetro de llegar a Morelos. Se edificó en octubre de 2015; fue gestionado por la asociación civil Alas de Esperanza y construido por el Gobierno del estado y la autoridad municipal de ese tiempo.

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