/ miércoles 29 de agosto de 2018

Zinacantán, el pueblo chiapaneco donde las flores son reverenciadas

Zinacantán, Chis., (Notimex).- Tierra fértil y celosa, en Zinacantán la naturaleza obsequió a sus habitantes el privilegio de despertar con el aroma de las flores, por ello, este pueblo chiapaneco retribuye la dicha inmortalizando los coloridos capullos en sus vestimentas y haciéndolos resplandecer en sus iglesias.

Para los oriundos de este municipio indígena tzotzil, la fragancia dulce de margaritas, rosas, alcatraces, crisantemos, solidagos, astromelias y demás variedades de flores, anuncia la hora para que los floricultores inicien su jornada, mientras las mujeres comienzan a enhebrar la aguja para bordar.

Al amanecer, la calma de las calles de Zinacantán, arropada por cerros repletos de frondosos árboles, se ve vulnerada por el ir y venir de sus mujeres y hombres tzotziles, quienes dejan destellos de vida en tonalidades púrpuras que contrastan con la tristeza que parece imperar.

Para los visitantes, la primera impresión reflejada en su rostro y en sus conversaciones, se materializa con la pregunta “¿Cómo en este lugar se pueden dar tan maravillosos retoños?”, se cuestionan ante el paisaje grisáceo que dan las casas de concreto a medio terminar y la desolada plaza principal.

Sin embargo, al adentrarse al pueblo localizado a 25 minutos de San Cristóbal de las Casas, descubren decenas de coloridos invernaderos y parcelas familiares que dan respuesta a su interrogante, pues la floricultura es la principal actividad económica de la región.

Sentada en una silla de mimbre preparándose para comenzar a bordar un camino de mesa con las figuras de los crisantemos que visten un rincón de su humilde hogar, Juana Vázquez describió a Notimex que la mayoría de las mujeres de Zinacantán se dedican a realizar artesanías bordadas con las flores que las despiertan cada mañana.

Orgullosa de su pueblo y de su gente, Juana viste diariamente el característico traje típico de esta tierra donde además de los retoños, los colores púrpura, rosa mexicano, verde, amarillo y lila, brindan a cada una de las partes de su vestuario (capa, blusa y a la pesada enagua o falda), un aire de elegancia y sobriedad.

“La característica de nuestro vestuario son las flores porque nosotros bordamos las flores que siembran aquí en Zinacantán la mayoría de los hombres”, explicó.

Junto a sus cuñadas, hermanas y sobrinas, la artesana quien encuentra en el bordado su principal talento en la elaboración de los textiles, formó un colectivo de 12 mujeres quienes diariamente se congregan en el patio de su casa para platicar sobre los aconteceres del día mientras trabajan en el telar de cintura, dibujan y bordan.

“Desde muy niñas aprendimos a hacer esto porque nos quedamos huerfanitas, se murió mi papá y empezamos a trabajar desde muy niñas. Mi mamá nos sacó adelante. Muchas mamás cuando les quedan muchos hijos los regalan o se vuelven a casar, pero mi mamá gracias a Dios sí nos crio sola”, recordó Juana.

Debido al sismo del pasado 7 de septiembre, la iglesia de San Lorenzo fue severamente dañada y actualmente se encuentra en restauración. No obstante, la ferviente fe de los pobladores de Zinacantán propició la construcción de pequeña casa de láminas para habilitarla como recinto religioso.

Para los turistas, ingresar a este espacio es una experiencia que engloba todo lo que es este municipio chiapaneco.

En la aparente oscuridad iluminada tímidamente con decenas de veladoras, yacen figuras de santos de todas partes del país, engalanados con la capa tradicional y un colorido collar que como dije porta un espejo cuadrado.

Mirándose unos a otros, las estatuas religiosas están cobijadas por centenares de flores agrupadas en hermosos arreglos de todos tamaños que dan vida a este sitio improvisado.

“Aquí hay infinidades de flores, todo lo que ven en la iglesia se cosecha acá. Cuando hay feria ya no sabemos ni donde dejar flores hasta hay flores en el piso. Hacemos arcos muy bonitos de pura flor que digan por ejemplo ‘viva San Lorenzo’”, describió Lorenzo Antonio, el mayordomo (custodio) del lugar.

Para entrar a admirar este culto religioso, Lorenzo comentó a los visitantes que no podían tomar fotografía dentro del espacio, ya que para los zinacantecos es una violación muy grave realizar esta acción que se castiga con cárcel o con una multa de mil 500 pesos.

“Aquí está prohibido (tomar fotografías), está multado, está penado hasta con cárcel si te logran cachar, al pagar el boleto te explican que no puedes tomar fotos del interior de la iglesia”, afirmó Lorenzo, quien dijo que esta restricción se ha transmitido por generaciones, inclusive en otros municipios de Chiapas, como en San Juan Chamula.

La tarde cae en Zinacantán y el hijo de este indígena tzotzil entra a la iglesia improvisada para llevarle a su padre su sombrero y su capa que utilizará en una celebración religiosa que comenzará en la plaza principal a las 5:30 horas, según el “horario de Dios” que los rige.

“Nosotros no utilizamos horario de gobierno como ustedes, usamos horario de Dios, somos hijos de Dios y no podemos traer de gobierno, el gobierno no nos da nada, aquí es pura floricultura por eso el pueblo está aquí más o menos”, expresó entusiasta el mayordomo.

Mientras describía a los turistas el significado de las imágenes religiosas, era común escuchar constantemente exclamaciones que buscaban marcar una distinción de las costumbres de los zinacantecos a las del resto del país, pues al describir la vestimenta de los santos, Lorenzo usó oraciones, tales como “ustedes los visten de esa manera”.

Según la Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas (CDI) en su documento titulado “Tzotziles”, lo anterior se puede explicar debido a que este grupo indígena posee una visión de mundo muy particular que difiere de otras etnias y del resto de los mexicanos.

“Cada una de las comunidades del área tzotzil se ve a sí misma como el centro u ombligo del mundo, el único espacio donde se da la vida humana en plenitud. Los tzotziles no se consideran a sí mismos parte de una unidad conformada por todos aquellos que hablan su lengua, lo que hace muy difícil definirlos en conjunto.

“Cada uno de ellos se define o se concibe a partir de una colectividad particular que corresponde al municipio en donde reside, considerada distinta de las de otros. Por mencionar algunos ejemplos, los habitantes del municipio de Zinacantán se definen a sí mismos como zinacantecos, chamulas los de San Juan Chamula”, se lee en el escrito.

La noche abriga a Zinacantán y las flores dormitan tranquilas para estar listas al amanecer y embriagar con su dulce aroma a las mujeres y hombres que comenzarán como cada día, la faena de embellecer sus iglesias e inmortalizar el regalo que le dio la naturaleza a esta tierra celosa y fértil.

Zinacantán, Chis., (Notimex).- Tierra fértil y celosa, en Zinacantán la naturaleza obsequió a sus habitantes el privilegio de despertar con el aroma de las flores, por ello, este pueblo chiapaneco retribuye la dicha inmortalizando los coloridos capullos en sus vestimentas y haciéndolos resplandecer en sus iglesias.

Para los oriundos de este municipio indígena tzotzil, la fragancia dulce de margaritas, rosas, alcatraces, crisantemos, solidagos, astromelias y demás variedades de flores, anuncia la hora para que los floricultores inicien su jornada, mientras las mujeres comienzan a enhebrar la aguja para bordar.

Al amanecer, la calma de las calles de Zinacantán, arropada por cerros repletos de frondosos árboles, se ve vulnerada por el ir y venir de sus mujeres y hombres tzotziles, quienes dejan destellos de vida en tonalidades púrpuras que contrastan con la tristeza que parece imperar.

Para los visitantes, la primera impresión reflejada en su rostro y en sus conversaciones, se materializa con la pregunta “¿Cómo en este lugar se pueden dar tan maravillosos retoños?”, se cuestionan ante el paisaje grisáceo que dan las casas de concreto a medio terminar y la desolada plaza principal.

Sin embargo, al adentrarse al pueblo localizado a 25 minutos de San Cristóbal de las Casas, descubren decenas de coloridos invernaderos y parcelas familiares que dan respuesta a su interrogante, pues la floricultura es la principal actividad económica de la región.

Sentada en una silla de mimbre preparándose para comenzar a bordar un camino de mesa con las figuras de los crisantemos que visten un rincón de su humilde hogar, Juana Vázquez describió a Notimex que la mayoría de las mujeres de Zinacantán se dedican a realizar artesanías bordadas con las flores que las despiertan cada mañana.

Orgullosa de su pueblo y de su gente, Juana viste diariamente el característico traje típico de esta tierra donde además de los retoños, los colores púrpura, rosa mexicano, verde, amarillo y lila, brindan a cada una de las partes de su vestuario (capa, blusa y a la pesada enagua o falda), un aire de elegancia y sobriedad.

“La característica de nuestro vestuario son las flores porque nosotros bordamos las flores que siembran aquí en Zinacantán la mayoría de los hombres”, explicó.

Junto a sus cuñadas, hermanas y sobrinas, la artesana quien encuentra en el bordado su principal talento en la elaboración de los textiles, formó un colectivo de 12 mujeres quienes diariamente se congregan en el patio de su casa para platicar sobre los aconteceres del día mientras trabajan en el telar de cintura, dibujan y bordan.

“Desde muy niñas aprendimos a hacer esto porque nos quedamos huerfanitas, se murió mi papá y empezamos a trabajar desde muy niñas. Mi mamá nos sacó adelante. Muchas mamás cuando les quedan muchos hijos los regalan o se vuelven a casar, pero mi mamá gracias a Dios sí nos crio sola”, recordó Juana.

Debido al sismo del pasado 7 de septiembre, la iglesia de San Lorenzo fue severamente dañada y actualmente se encuentra en restauración. No obstante, la ferviente fe de los pobladores de Zinacantán propició la construcción de pequeña casa de láminas para habilitarla como recinto religioso.

Para los turistas, ingresar a este espacio es una experiencia que engloba todo lo que es este municipio chiapaneco.

En la aparente oscuridad iluminada tímidamente con decenas de veladoras, yacen figuras de santos de todas partes del país, engalanados con la capa tradicional y un colorido collar que como dije porta un espejo cuadrado.

Mirándose unos a otros, las estatuas religiosas están cobijadas por centenares de flores agrupadas en hermosos arreglos de todos tamaños que dan vida a este sitio improvisado.

“Aquí hay infinidades de flores, todo lo que ven en la iglesia se cosecha acá. Cuando hay feria ya no sabemos ni donde dejar flores hasta hay flores en el piso. Hacemos arcos muy bonitos de pura flor que digan por ejemplo ‘viva San Lorenzo’”, describió Lorenzo Antonio, el mayordomo (custodio) del lugar.

Para entrar a admirar este culto religioso, Lorenzo comentó a los visitantes que no podían tomar fotografía dentro del espacio, ya que para los zinacantecos es una violación muy grave realizar esta acción que se castiga con cárcel o con una multa de mil 500 pesos.

“Aquí está prohibido (tomar fotografías), está multado, está penado hasta con cárcel si te logran cachar, al pagar el boleto te explican que no puedes tomar fotos del interior de la iglesia”, afirmó Lorenzo, quien dijo que esta restricción se ha transmitido por generaciones, inclusive en otros municipios de Chiapas, como en San Juan Chamula.

La tarde cae en Zinacantán y el hijo de este indígena tzotzil entra a la iglesia improvisada para llevarle a su padre su sombrero y su capa que utilizará en una celebración religiosa que comenzará en la plaza principal a las 5:30 horas, según el “horario de Dios” que los rige.

“Nosotros no utilizamos horario de gobierno como ustedes, usamos horario de Dios, somos hijos de Dios y no podemos traer de gobierno, el gobierno no nos da nada, aquí es pura floricultura por eso el pueblo está aquí más o menos”, expresó entusiasta el mayordomo.

Mientras describía a los turistas el significado de las imágenes religiosas, era común escuchar constantemente exclamaciones que buscaban marcar una distinción de las costumbres de los zinacantecos a las del resto del país, pues al describir la vestimenta de los santos, Lorenzo usó oraciones, tales como “ustedes los visten de esa manera”.

Según la Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas (CDI) en su documento titulado “Tzotziles”, lo anterior se puede explicar debido a que este grupo indígena posee una visión de mundo muy particular que difiere de otras etnias y del resto de los mexicanos.

“Cada una de las comunidades del área tzotzil se ve a sí misma como el centro u ombligo del mundo, el único espacio donde se da la vida humana en plenitud. Los tzotziles no se consideran a sí mismos parte de una unidad conformada por todos aquellos que hablan su lengua, lo que hace muy difícil definirlos en conjunto.

“Cada uno de ellos se define o se concibe a partir de una colectividad particular que corresponde al municipio en donde reside, considerada distinta de las de otros. Por mencionar algunos ejemplos, los habitantes del municipio de Zinacantán se definen a sí mismos como zinacantecos, chamulas los de San Juan Chamula”, se lee en el escrito.

La noche abriga a Zinacantán y las flores dormitan tranquilas para estar listas al amanecer y embriagar con su dulce aroma a las mujeres y hombres que comenzarán como cada día, la faena de embellecer sus iglesias e inmortalizar el regalo que le dio la naturaleza a esta tierra celosa y fértil.

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