/ domingo 4 de febrero de 2024

Aquí Querétaro | Las cosas que no sirven

Están ahí, como testigos fríos y mudos de lo que pudo haber sido, o de lo que, quizá, nunca será. Alguien los puso, o los fabricó, o los ideó, con la intención de una función que no cumplen. Son como fantasmas de una realidad que no existe, de un mundo perdido. Son, en fin, las cosas que no sirven en Querétaro. He aquí una relación incompleta, pero significativa, de ellas.


El semáforo peatonal de Avenida Constituyentes, esquina con Ezequiel Montes. Ilumina sus números en verde, mostrando el tiempo, en segundos, con el que el peatón cuenta para cruzar la céntrica avenida metropolitana de Constituyentes, pero los automovilistas que toman hacia la derecha, desde Ezequiel Montes, nunca, jamás, lo consideran. Así, los transeúntes queretanos permanecen en la banqueta, o en el camellón, a la espera de un momento oportuno, de ese instante preciso en el que pueden correr hasta la otra acera con el Jesús en la boca y el tirón muscular en la pierna.


Las nuevas bahías de estacionamiento vehicular en Ezequiel Montes. Gracias a esas ocurrencias de las administraciones públicas, un día se amplió la céntrica calle adoquinada que otrora llevaba el nombre de La Calzada, y se amplió sin posibilidades de estacionamiento en algunos tramos. Ante el reclamo de los habitantes o comerciantes de la zona, esta administración decidió a realizar algunas, estrechando la banqueta del lado oriente. La obra está aparentemente terminada desde hace meses, pero se mantiene sin uso, gracias al impedimento plástico que le impusieron, como si alguien quisiera estrenarlas antes que nadie. Mientras tanto, hay quien sigue estacionándose al lado de la ciclovía, obstruyendo todo un carril de la vialidad.


El reglamento de anuncios para el Centro Histórico. En un caótico paisaje visual de nuestro centro, los anuncios comerciales viven, felices, en la total anarquía. El cándido reglamento queretano establece medidas específicas para el tamaño de los anuncios, pero nadie parece seguirlas; prohíbe los anuncios luminosos y “de bandera” (esos que salen, prominentes, de la fachada) y unos y otros pululan en las céntricas calles queretanas; incluso el ordenamiento exige que el anuncio sea en idioma español, lo que ya provoca, incluso, la sonrisa.


La fuente de aguas saltarinas y musicales de la plazuela Ignacio Mariano de las Casas. Un día decidieron remodelar la céntrica plazuela, construida ya en el siglo XX, y colocar ahí la monumental fuente. Hoy funciona a veces, sólo a veces, y la mayor parte del tiempo sus aguas se mantienen estancadas y mostrando las tripas de tubería que un día la pusieron de moda.


Las islas para parquímetros. Cuando se planeaba volver a colocar parquímetros en el Centro Histórico queretano se construyeron chipotes aquí y allá, en cada calle, para albergar al aparato correspondiente. Como todos sabemos, los parquímetros nunca fueron colocados, pero las protuberancias siguen ahí, estorbando el posible estacionamiento de algún vehículo y provocando la interrogante de nuestros visitantes sobre la utilidad de esas salientes adoquinadas a las que algo le falta.

Las paradas tipo Dubai. Construcciones “modernas” donde, se supone, los usuarios del transporte público se guarecerían de la intemperie mientras esperaban a los siempre puntuales y abundantes autobuses, en muchos casos permanecen solitarias, mientras esos mismos usuarios se mantienen en su exterior a la espera del ansiado transporte, siempre atentos a que los demás no les ganen el ansiado lugar.


El fierro en la jardinera del atrio de El Carmen. Una noche, el viejito en metal que acompañaba a su pareja mientras alimentaba palomas a las puertas del templo del Carmen decidió ausentarse. Dicen que se lo robaron y que después apareció, aunque también hay versiones de que el viejito decidió marcharse, abrumado como estaba de su relación marital. El caso es que el grueso fierro que lo sujetaba a la jardinera del atrio sigue ahí, sin uso, a la espera de un regreso tan anunciado como inexistente.


El semáforo de Constituyentes frente a plaza La Victoria. Ahí está, a unos metros del otro, en sentido hacia la Alameda citadina. No hay una calle que permita el paso de vehículos mientras el rojo se muestra, ni tampoco existe un cruce peatonal en el lugar. Es uno de los diseños de la ingeniería de tránsito más novedosos del mundo, digno de exportación y explicación.


Las direccionales de los autos. La gran mayoría de los automovilistas queretanos no utilizan eso que llaman direccionales; ni para dar vuelta, ni para indicar un cambio de carril, ni para nada. Es un aditamento que bien podrían ahorrarse los grandes fabricantes del mundo; es más, es probable que las empresas chinas en la materia empiecen a omitir en sus autos tan inútil complemento vehicular para hacer su producto más competitivo en el mercado.


Son algunas, nada más algunas, de las variadas cosas que no sirven en Querétaro. Usted, estimado lector, seguramente podrá añadir algunas otras.


Están ahí, como testigos fríos y mudos de lo que pudo haber sido, o de lo que, quizá, nunca será. Alguien los puso, o los fabricó, o los ideó, con la intención de una función que no cumplen. Son como fantasmas de una realidad que no existe, de un mundo perdido. Son, en fin, las cosas que no sirven en Querétaro. He aquí una relación incompleta, pero significativa, de ellas.


El semáforo peatonal de Avenida Constituyentes, esquina con Ezequiel Montes. Ilumina sus números en verde, mostrando el tiempo, en segundos, con el que el peatón cuenta para cruzar la céntrica avenida metropolitana de Constituyentes, pero los automovilistas que toman hacia la derecha, desde Ezequiel Montes, nunca, jamás, lo consideran. Así, los transeúntes queretanos permanecen en la banqueta, o en el camellón, a la espera de un momento oportuno, de ese instante preciso en el que pueden correr hasta la otra acera con el Jesús en la boca y el tirón muscular en la pierna.


Las nuevas bahías de estacionamiento vehicular en Ezequiel Montes. Gracias a esas ocurrencias de las administraciones públicas, un día se amplió la céntrica calle adoquinada que otrora llevaba el nombre de La Calzada, y se amplió sin posibilidades de estacionamiento en algunos tramos. Ante el reclamo de los habitantes o comerciantes de la zona, esta administración decidió a realizar algunas, estrechando la banqueta del lado oriente. La obra está aparentemente terminada desde hace meses, pero se mantiene sin uso, gracias al impedimento plástico que le impusieron, como si alguien quisiera estrenarlas antes que nadie. Mientras tanto, hay quien sigue estacionándose al lado de la ciclovía, obstruyendo todo un carril de la vialidad.


El reglamento de anuncios para el Centro Histórico. En un caótico paisaje visual de nuestro centro, los anuncios comerciales viven, felices, en la total anarquía. El cándido reglamento queretano establece medidas específicas para el tamaño de los anuncios, pero nadie parece seguirlas; prohíbe los anuncios luminosos y “de bandera” (esos que salen, prominentes, de la fachada) y unos y otros pululan en las céntricas calles queretanas; incluso el ordenamiento exige que el anuncio sea en idioma español, lo que ya provoca, incluso, la sonrisa.


La fuente de aguas saltarinas y musicales de la plazuela Ignacio Mariano de las Casas. Un día decidieron remodelar la céntrica plazuela, construida ya en el siglo XX, y colocar ahí la monumental fuente. Hoy funciona a veces, sólo a veces, y la mayor parte del tiempo sus aguas se mantienen estancadas y mostrando las tripas de tubería que un día la pusieron de moda.


Las islas para parquímetros. Cuando se planeaba volver a colocar parquímetros en el Centro Histórico queretano se construyeron chipotes aquí y allá, en cada calle, para albergar al aparato correspondiente. Como todos sabemos, los parquímetros nunca fueron colocados, pero las protuberancias siguen ahí, estorbando el posible estacionamiento de algún vehículo y provocando la interrogante de nuestros visitantes sobre la utilidad de esas salientes adoquinadas a las que algo le falta.

Las paradas tipo Dubai. Construcciones “modernas” donde, se supone, los usuarios del transporte público se guarecerían de la intemperie mientras esperaban a los siempre puntuales y abundantes autobuses, en muchos casos permanecen solitarias, mientras esos mismos usuarios se mantienen en su exterior a la espera del ansiado transporte, siempre atentos a que los demás no les ganen el ansiado lugar.


El fierro en la jardinera del atrio de El Carmen. Una noche, el viejito en metal que acompañaba a su pareja mientras alimentaba palomas a las puertas del templo del Carmen decidió ausentarse. Dicen que se lo robaron y que después apareció, aunque también hay versiones de que el viejito decidió marcharse, abrumado como estaba de su relación marital. El caso es que el grueso fierro que lo sujetaba a la jardinera del atrio sigue ahí, sin uso, a la espera de un regreso tan anunciado como inexistente.


El semáforo de Constituyentes frente a plaza La Victoria. Ahí está, a unos metros del otro, en sentido hacia la Alameda citadina. No hay una calle que permita el paso de vehículos mientras el rojo se muestra, ni tampoco existe un cruce peatonal en el lugar. Es uno de los diseños de la ingeniería de tránsito más novedosos del mundo, digno de exportación y explicación.


Las direccionales de los autos. La gran mayoría de los automovilistas queretanos no utilizan eso que llaman direccionales; ni para dar vuelta, ni para indicar un cambio de carril, ni para nada. Es un aditamento que bien podrían ahorrarse los grandes fabricantes del mundo; es más, es probable que las empresas chinas en la materia empiecen a omitir en sus autos tan inútil complemento vehicular para hacer su producto más competitivo en el mercado.


Son algunas, nada más algunas, de las variadas cosas que no sirven en Querétaro. Usted, estimado lector, seguramente podrá añadir algunas otras.