/ viernes 24 de noviembre de 2023

Contraluz | Música


El miércoles pasado, 22 de noviembre, se celebró como todos los años el Día de los Músicos, fijado en honor de Santa Cecilia, mártir cristiana del siglo III quien según la tradición amaba dicho arte. El Papa Gregorio XIII la proclamó patrona de los músicos en 1594 y desde entonces se celebra en su memoria el Día del Músico destacando la conexión entre la espiritualidad y dicho arte. El origen de la música se ubica generalmente con el génesis de la humanidad misma y desde entonces ha sido exaltada por sabios, filósofos y científicos, como el arte que consiste en dotar a los sonidos y los silencios de un orden lógico y coherente que produce placer estético.

A lo largo de los siglos muchos destacados personajes han aludido a la música exaltando su valor, su influencia, su poder y su trascendencia; por ejemplo, el filósofo Friedrich Nietzsche escribió:

“Sin la música, la vida sería un error”, en tanto que Albert Einstein, que era un consumado violinista, afirmaba que ésta habría sido su ocupación de no haberse dedicado a la ciencia.

Pero ya mucho antes el filósofo oriental Confucio enseñó: “La música produce un tipo de placer sin el que la naturaleza humana no puede vivir”. Y Platón: “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”.

Ya en la era moderna, el escritor francés Víctor Hugo consideró: “La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio” Por su parte el genial Ludwig van Beethoven aseveró: “La música es una mayor revelación que toda la sabiduría y la filosofía”. El escritor Hans Christian Andersen sentenció: “Donde las palabras fallan, la música habla”.

Muchas otras grandes personalidades, hombres y mujeres, han expresado de distintas formas la grandeza de la música, así como su misteriosa influencia en las personas y en las sociedades de todos los tiempos y continentes.

CIENTÍFICOS

Hoy en día, psicólogos, antropólogos, neurocientíficos y musicólogos, continúan preguntándose por qué la gran mayoría de los habitantes del planeta disfrutamos tanto con la música.

Se ha señalado que el hallazgo de flautas elaboradas con huesos hace más de 40 mil años en una cueva de Alemania, posiblemente los instrumentos musicales más antiguos registrados hasta el momento, sugiere que la música ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes.

Sobre la función de la música no hay aún respuestas concluyentes aunque preguntas al respecto vienen desde hace miles de años. La escuela de Pitágoras propuso, en el siglo V a.C., que la música regía la armonía de los astros, mientras que la investigación científica actual —desde la perspectiva evolutiva y biológica— considera que la música sirve más bien para regir la armonía entre los seres humanos.

Jeremy Montagu, músico y catedrático de la Universidad de Oxford afirma que uno de los propósitos de la música es la cohesión social. En ensayo publicado en la revista Frontiers in Sociology, Montagu afirma incluso que la música es tan primitiva que sería anterior al lenguaje.

Mark Tramo, del Instituto para la Música y la Ciencia del Cerebro en la Universidad de Harvard, sostiene por su parte que la capacidad de comunicar emociones fue justamente lo que hizo que la música persistiera después del desarrollo lingüístico.

En su tarea de forjar lazos entre las personas, la música también revela la personalidad de cada uno, según un estudio de expertos en psicología social de las universidades de Cambridge y Texas. En fin en todo el mundo, la música continúa siendo un elemento indispensable de convivencia que igual celebra que lamenta las diversas situaciones y pasiones del hombre y de las sociedades.

MÉXICO AFORTUNADO

México es afortunado en su gran diversidad musical –instrumental y cantada- que se manifiesta desde los períodos prehispánicos y que se refuerza con el encuentro de culturas a lo largo de la época virreinal, y posteriormente en las diversas etapas de nuestra laberíntica historia. Desde el siglo XVI hay encuentros maravillosos con la música y el canto gracias a autores diversos, muchos perdidos en el anonimato, que alentaron y animaron los quehaceres cotidianos aliviando los desencuentros interculturales y personales.

Las danzas y música suave de otomíes, pames, tarascos, zapotecas y otras culturas ancestrales, se entreveraron con los alabados y cánticos religiosos de misioneros como Margil de Jesús, Pedro de Gante y Junípero Serra a la par que surgían autores nacionales entre quienes destacaron especialmente Antonio de Salazar y Manuel de Sumaya. Vinieron después muchos autores anónimos que tanto en capillas y coros como en lares, villas y ciudades supieron retratar musicalmente los avatares bucólicos y citadinos además de los conjuntos de “chinacos”, orquestas “típicas” y grupos estudiantiles “tunas” en las más celebradas ciudades virreinales.

Con el Porfiriato se prodigó el surgimiento de compositores de música clásica influenciados por las modas europeas destacándose personalidades como Ricardo Castro, Juventino Rosas, Macedonio Alcalá, Genaro Codina y Rodolfo Campodónico entre muchos otros. Con la Revolución emergieron nuevos cantos populares de crítica y emancipación, proliferando los corridos, las bandas de música de viento y los conjuntos de cuerdas; asimismo persistieron los coros tanto en las milicias, como en los templos y en muchos centros escolares de todos los niveles.

Siguió después el boom mexicano con la época de oro del cine nacional -donde asomaron los tríos y el cada vez más elaborado y apreciado mariachi- y en el que también grandes autores como Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Alfonso Esparza Oteo, Manuel Esperón, Raúl Lavista, Mario Lavista, Agustín Lara, María Grever, Emma Roldán, Consuelo Velázquez, los Cuates Castilla,

Francisco Gabilondo Soler, Chava Flores, Rubén Fuentes, Roberto Cantoral, Pepe Martínez, Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez, Tomás Méndez, Martín Urieta, José Ángel Espinoza, Armando Manzanero, Mario Lavista, Sergio Cárdenas, Juan Gabriel, Federico Ibarra, Arturo Márquez, entre otros muchos, han mantenido en alto la trascendencia y el sólido prestigio internacional de la música mexicana.

Mucho falta por hablarse y escribirse aún de los músicos mexicanos, concertistas, autores, ejecutantes, conjuntos corales y cantores líricos y populares que pueblan de arte y de bien a toda nuestra tierra. En ese contexto la celebración del Día del Músico es mucho más que una fiesta; es la consagración periódica de quienes con su arte en todas sus dimensiones musicales, alegran, unen y celebran a todo el pueblo mexicano.


El miércoles pasado, 22 de noviembre, se celebró como todos los años el Día de los Músicos, fijado en honor de Santa Cecilia, mártir cristiana del siglo III quien según la tradición amaba dicho arte. El Papa Gregorio XIII la proclamó patrona de los músicos en 1594 y desde entonces se celebra en su memoria el Día del Músico destacando la conexión entre la espiritualidad y dicho arte. El origen de la música se ubica generalmente con el génesis de la humanidad misma y desde entonces ha sido exaltada por sabios, filósofos y científicos, como el arte que consiste en dotar a los sonidos y los silencios de un orden lógico y coherente que produce placer estético.

A lo largo de los siglos muchos destacados personajes han aludido a la música exaltando su valor, su influencia, su poder y su trascendencia; por ejemplo, el filósofo Friedrich Nietzsche escribió:

“Sin la música, la vida sería un error”, en tanto que Albert Einstein, que era un consumado violinista, afirmaba que ésta habría sido su ocupación de no haberse dedicado a la ciencia.

Pero ya mucho antes el filósofo oriental Confucio enseñó: “La música produce un tipo de placer sin el que la naturaleza humana no puede vivir”. Y Platón: “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”.

Ya en la era moderna, el escritor francés Víctor Hugo consideró: “La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio” Por su parte el genial Ludwig van Beethoven aseveró: “La música es una mayor revelación que toda la sabiduría y la filosofía”. El escritor Hans Christian Andersen sentenció: “Donde las palabras fallan, la música habla”.

Muchas otras grandes personalidades, hombres y mujeres, han expresado de distintas formas la grandeza de la música, así como su misteriosa influencia en las personas y en las sociedades de todos los tiempos y continentes.

CIENTÍFICOS

Hoy en día, psicólogos, antropólogos, neurocientíficos y musicólogos, continúan preguntándose por qué la gran mayoría de los habitantes del planeta disfrutamos tanto con la música.

Se ha señalado que el hallazgo de flautas elaboradas con huesos hace más de 40 mil años en una cueva de Alemania, posiblemente los instrumentos musicales más antiguos registrados hasta el momento, sugiere que la música ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes.

Sobre la función de la música no hay aún respuestas concluyentes aunque preguntas al respecto vienen desde hace miles de años. La escuela de Pitágoras propuso, en el siglo V a.C., que la música regía la armonía de los astros, mientras que la investigación científica actual —desde la perspectiva evolutiva y biológica— considera que la música sirve más bien para regir la armonía entre los seres humanos.

Jeremy Montagu, músico y catedrático de la Universidad de Oxford afirma que uno de los propósitos de la música es la cohesión social. En ensayo publicado en la revista Frontiers in Sociology, Montagu afirma incluso que la música es tan primitiva que sería anterior al lenguaje.

Mark Tramo, del Instituto para la Música y la Ciencia del Cerebro en la Universidad de Harvard, sostiene por su parte que la capacidad de comunicar emociones fue justamente lo que hizo que la música persistiera después del desarrollo lingüístico.

En su tarea de forjar lazos entre las personas, la música también revela la personalidad de cada uno, según un estudio de expertos en psicología social de las universidades de Cambridge y Texas. En fin en todo el mundo, la música continúa siendo un elemento indispensable de convivencia que igual celebra que lamenta las diversas situaciones y pasiones del hombre y de las sociedades.

MÉXICO AFORTUNADO

México es afortunado en su gran diversidad musical –instrumental y cantada- que se manifiesta desde los períodos prehispánicos y que se refuerza con el encuentro de culturas a lo largo de la época virreinal, y posteriormente en las diversas etapas de nuestra laberíntica historia. Desde el siglo XVI hay encuentros maravillosos con la música y el canto gracias a autores diversos, muchos perdidos en el anonimato, que alentaron y animaron los quehaceres cotidianos aliviando los desencuentros interculturales y personales.

Las danzas y música suave de otomíes, pames, tarascos, zapotecas y otras culturas ancestrales, se entreveraron con los alabados y cánticos religiosos de misioneros como Margil de Jesús, Pedro de Gante y Junípero Serra a la par que surgían autores nacionales entre quienes destacaron especialmente Antonio de Salazar y Manuel de Sumaya. Vinieron después muchos autores anónimos que tanto en capillas y coros como en lares, villas y ciudades supieron retratar musicalmente los avatares bucólicos y citadinos además de los conjuntos de “chinacos”, orquestas “típicas” y grupos estudiantiles “tunas” en las más celebradas ciudades virreinales.

Con el Porfiriato se prodigó el surgimiento de compositores de música clásica influenciados por las modas europeas destacándose personalidades como Ricardo Castro, Juventino Rosas, Macedonio Alcalá, Genaro Codina y Rodolfo Campodónico entre muchos otros. Con la Revolución emergieron nuevos cantos populares de crítica y emancipación, proliferando los corridos, las bandas de música de viento y los conjuntos de cuerdas; asimismo persistieron los coros tanto en las milicias, como en los templos y en muchos centros escolares de todos los niveles.

Siguió después el boom mexicano con la época de oro del cine nacional -donde asomaron los tríos y el cada vez más elaborado y apreciado mariachi- y en el que también grandes autores como Silvestre Revueltas, José Pablo Moncayo, Alfonso Esparza Oteo, Manuel Esperón, Raúl Lavista, Mario Lavista, Agustín Lara, María Grever, Emma Roldán, Consuelo Velázquez, los Cuates Castilla,

Francisco Gabilondo Soler, Chava Flores, Rubén Fuentes, Roberto Cantoral, Pepe Martínez, Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez, Tomás Méndez, Martín Urieta, José Ángel Espinoza, Armando Manzanero, Mario Lavista, Sergio Cárdenas, Juan Gabriel, Federico Ibarra, Arturo Márquez, entre otros muchos, han mantenido en alto la trascendencia y el sólido prestigio internacional de la música mexicana.

Mucho falta por hablarse y escribirse aún de los músicos mexicanos, concertistas, autores, ejecutantes, conjuntos corales y cantores líricos y populares que pueblan de arte y de bien a toda nuestra tierra. En ese contexto la celebración del Día del Músico es mucho más que una fiesta; es la consagración periódica de quienes con su arte en todas sus dimensiones musicales, alegran, unen y celebran a todo el pueblo mexicano.