/ sábado 9 de diciembre de 2023

Lo que no nos define | De la crisis a la oportunidad


«El arte de ser sabio es el arte de saber qué pasar [o no] por alto», William James. Pero ¿Qué estamos pasando por alto hoy en día? Quizá, la cruda realidad educativa que enfrenta nuestro país. Los números son contundentes. La reciente publicación de los resultados de la prueba PISA 2022, ha mostrado la peor caída de México desde que se incorporó a este examen en el año 2000.

Los retrocesos en las tres habilidades evaluadas Matemáticas, Ciencia y Comprensión Lectora son evidentes y preocupantes. En comparación con la edición de 2018, México sufrió una disminución de -14 puntos en Matemáticas, -9 en Ciencia y -5 en Comprensión Lectora. Estos datos sitúan al país en una posición educativa similar a la vivida en 2006, y en el caso de Matemáticas, se aproxima peligrosamente a los niveles de 2003.

En el ámbito internacional, México se ubica como el tercer país con los peores resultados de la OCDE en Matemáticas y Comprensión Lectora; mientras que en Ciencia, se encuentra lamentablemente en la última posición. Sin embargo, los problemas no se limitan sólo a la posición en el ranking, sino que se manifiestan en la calidad del aprendizaje. Únicamente el 0.7% de los estudiantes mexicanos alcanza los niveles destacados en la evaluación, mientras que un tercio se encuentra en los niveles más bajos.

La situación es alarmante, pero más allá de los números, es fundamental analizar las causas subyacentes. La pandemia, sin duda, ha dejado una huella en la educación global, y los resultados de PISA reflejan el impacto negativo. Cabe tan sólo mencionar que de acuerdo con la última Encuesta para la Medición del Impacto de la Covid-19, más de cinco millones de estudiantes no se han inscrito en el ciclo escolar actual debido a la crisis desatada por la pandemia.

Y aunque si bien el impacto de la pandemia en el sistema educativo ha sido significativo en todos los países, no se puede afirmar que ha sido uniforme. En países con sistemas educativos sólidos y un nivel educativo relativamente alto, la situación ha sido más manejable. Sin embargo, en la región de América Latina, el impacto ha sido más duro y desigual, afectando con mucha más fuerza a la población de menores recursos y de zonas rurales –como justo se ha dado en el caso mexicano.

En tales circunstancias, no cabe duda que muchas veces, las crisis bien manejadas pueden convertirse en oportunidades y en palancas de cambio. El problema educativo, no es la excepción, sino una realidad que requiere acciones inmediatas y sostenidas. No podemos permitirnos perder una generación de estudiantes. Es momento de abordar los problemas estructurales, invertir en educación y diseñar estrategias innovadoras para reconstruir un sistema educativo resiliente y eficaz, pues la educación es el único camino hacia el progreso.

¿O será la oportunidad y no la crisis lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

  • Twitter: Petaco10marina

  • Facebook: Petaco Diez Marina

  • Instagram: Petaco10marina



«El arte de ser sabio es el arte de saber qué pasar [o no] por alto», William James. Pero ¿Qué estamos pasando por alto hoy en día? Quizá, la cruda realidad educativa que enfrenta nuestro país. Los números son contundentes. La reciente publicación de los resultados de la prueba PISA 2022, ha mostrado la peor caída de México desde que se incorporó a este examen en el año 2000.

Los retrocesos en las tres habilidades evaluadas Matemáticas, Ciencia y Comprensión Lectora son evidentes y preocupantes. En comparación con la edición de 2018, México sufrió una disminución de -14 puntos en Matemáticas, -9 en Ciencia y -5 en Comprensión Lectora. Estos datos sitúan al país en una posición educativa similar a la vivida en 2006, y en el caso de Matemáticas, se aproxima peligrosamente a los niveles de 2003.

En el ámbito internacional, México se ubica como el tercer país con los peores resultados de la OCDE en Matemáticas y Comprensión Lectora; mientras que en Ciencia, se encuentra lamentablemente en la última posición. Sin embargo, los problemas no se limitan sólo a la posición en el ranking, sino que se manifiestan en la calidad del aprendizaje. Únicamente el 0.7% de los estudiantes mexicanos alcanza los niveles destacados en la evaluación, mientras que un tercio se encuentra en los niveles más bajos.

La situación es alarmante, pero más allá de los números, es fundamental analizar las causas subyacentes. La pandemia, sin duda, ha dejado una huella en la educación global, y los resultados de PISA reflejan el impacto negativo. Cabe tan sólo mencionar que de acuerdo con la última Encuesta para la Medición del Impacto de la Covid-19, más de cinco millones de estudiantes no se han inscrito en el ciclo escolar actual debido a la crisis desatada por la pandemia.

Y aunque si bien el impacto de la pandemia en el sistema educativo ha sido significativo en todos los países, no se puede afirmar que ha sido uniforme. En países con sistemas educativos sólidos y un nivel educativo relativamente alto, la situación ha sido más manejable. Sin embargo, en la región de América Latina, el impacto ha sido más duro y desigual, afectando con mucha más fuerza a la población de menores recursos y de zonas rurales –como justo se ha dado en el caso mexicano.

En tales circunstancias, no cabe duda que muchas veces, las crisis bien manejadas pueden convertirse en oportunidades y en palancas de cambio. El problema educativo, no es la excepción, sino una realidad que requiere acciones inmediatas y sostenidas. No podemos permitirnos perder una generación de estudiantes. Es momento de abordar los problemas estructurales, invertir en educación y diseñar estrategias innovadoras para reconstruir un sistema educativo resiliente y eficaz, pues la educación es el único camino hacia el progreso.

¿O será la oportunidad y no la crisis lo que no nos define?


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