/ sábado 24 de febrero de 2024

Lo que no nos define | El agua en tiempos electorales


La escasez de agua es un desafío que impacta a numerosos países y, sin lugar a dudas, constituye una inquietud fundamental para los ciudadanos. Este 2024, un año crucial tanto para Estados Unidos como para México, las elecciones no sólo marcarán un momento político trascendental, sino que también destacan la culminación del ciclo de distribución de agua correspondiente al periodo 2020-2025.

El resultado determinará, como justo indica el artículo "Water: The 2024 Elections and Beyond", el destino del tratado de reparto de agua de 1944, ya que nos enfrentamos a la compleja tarea de equilibrar la gestión ambiental, las necesidades económicas y los cambios en el liderazgo político.

El agua ha amplificado las divisiones partidistas entre los gobiernos federales y locales. En EUA, el Partido Demócrata se enfrenta al liderazgo republicano en Texas, mientras que en México, Morena compite con el PAN en Chihuahua. Lo que deja ver que se trata no sólo de un recurso, sino de una ficha de negociación, una palanca geopolítica que gana importancia a medida que el cambio climático se intensifica y la demanda de agua aumenta.

En ese sentido, la reciente historia de reparto de agua se remonta a un acuerdo firmado días antes de las elecciones de 2020, cuando México transfirió toda el agua de las presas Amistad y Falcon a EUA, cumpliendo obligaciones pero generando preocupaciones.

Por lo que México, rezagado en la entrega de agua a EUA, ahora está inmerso en el desarrollo de un nuevo minuto para asegurar entregas puntuales y confiables antes de que concluya el ciclo de 2025. Los números cuentan una historia preocupante: un compromiso de 1,750,000 AP de agua para el final del ciclo, con sólo una fracción entregada hasta ahora.

Nos acercamos a la recta final del actual ciclo del agua, las preocupaciones no sólo persisten sino que se han intensificado. Cabe tan sólo mencionar los datos de la CONAGUA, mismos que revelan que en la primera quincena del mes de febrero el 74.91% del país presenta algún grado de sequía.

Sin embargo, la raíz de los desafíos del agua en México se remontan a las políticas de gobernanza y asignación, pues el enfoque centralizado del gobierno federal, junto con presupuestos disminuidos, ha dificultado la innovación y la adopción de mejores prácticas.

En tales circunstancias, más allá de las preocupaciones internas, la crisis del agua en México representa una amenaza para el desarrollo internacional, desalentando a posibles inversores ya cautelosos ante la postura nacionalista de nuestro país hacia la energía. La necesidad de acceso confiable al agua y la energía se convierte en un punto crucial para cualquier discusión seria sobre alianzas o cercanías.

En la medida en la que enfrentamos a los desafíos agravados por el cambio climático, las elecciones de 2024 se presentan como una oportunidad para redefinir la narrativa, encaminándonos hacia un futuro en el que el agua no sea únicamente un recurso de conflicto, sino más bien un compromiso compartido en pro del bienestar de la población.

¿O será el agua lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

  • Twitter: Petaco10marina

  • Facebook: Petaco Diez Marina

  • Instagram: Petaco10marina



La escasez de agua es un desafío que impacta a numerosos países y, sin lugar a dudas, constituye una inquietud fundamental para los ciudadanos. Este 2024, un año crucial tanto para Estados Unidos como para México, las elecciones no sólo marcarán un momento político trascendental, sino que también destacan la culminación del ciclo de distribución de agua correspondiente al periodo 2020-2025.

El resultado determinará, como justo indica el artículo "Water: The 2024 Elections and Beyond", el destino del tratado de reparto de agua de 1944, ya que nos enfrentamos a la compleja tarea de equilibrar la gestión ambiental, las necesidades económicas y los cambios en el liderazgo político.

El agua ha amplificado las divisiones partidistas entre los gobiernos federales y locales. En EUA, el Partido Demócrata se enfrenta al liderazgo republicano en Texas, mientras que en México, Morena compite con el PAN en Chihuahua. Lo que deja ver que se trata no sólo de un recurso, sino de una ficha de negociación, una palanca geopolítica que gana importancia a medida que el cambio climático se intensifica y la demanda de agua aumenta.

En ese sentido, la reciente historia de reparto de agua se remonta a un acuerdo firmado días antes de las elecciones de 2020, cuando México transfirió toda el agua de las presas Amistad y Falcon a EUA, cumpliendo obligaciones pero generando preocupaciones.

Por lo que México, rezagado en la entrega de agua a EUA, ahora está inmerso en el desarrollo de un nuevo minuto para asegurar entregas puntuales y confiables antes de que concluya el ciclo de 2025. Los números cuentan una historia preocupante: un compromiso de 1,750,000 AP de agua para el final del ciclo, con sólo una fracción entregada hasta ahora.

Nos acercamos a la recta final del actual ciclo del agua, las preocupaciones no sólo persisten sino que se han intensificado. Cabe tan sólo mencionar los datos de la CONAGUA, mismos que revelan que en la primera quincena del mes de febrero el 74.91% del país presenta algún grado de sequía.

Sin embargo, la raíz de los desafíos del agua en México se remontan a las políticas de gobernanza y asignación, pues el enfoque centralizado del gobierno federal, junto con presupuestos disminuidos, ha dificultado la innovación y la adopción de mejores prácticas.

En tales circunstancias, más allá de las preocupaciones internas, la crisis del agua en México representa una amenaza para el desarrollo internacional, desalentando a posibles inversores ya cautelosos ante la postura nacionalista de nuestro país hacia la energía. La necesidad de acceso confiable al agua y la energía se convierte en un punto crucial para cualquier discusión seria sobre alianzas o cercanías.

En la medida en la que enfrentamos a los desafíos agravados por el cambio climático, las elecciones de 2024 se presentan como una oportunidad para redefinir la narrativa, encaminándonos hacia un futuro en el que el agua no sea únicamente un recurso de conflicto, sino más bien un compromiso compartido en pro del bienestar de la población.

¿O será el agua lo que no nos define?


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