/ sábado 27 de enero de 2024

Lo que no nos define | Entre el progreso y el retroceso


En ciertas ocasiones, la historia da la impresión de volver una y otra vez, como si estuviéramos atrapados en un eterno retorno, donde la lucha entre ideas y sucesos contrarios siempre termina conformando nuestra realidad política y social, impulsándonos hacia el progreso –o al menos, así lo sugería Hegel.

No obstante, en el contexto actual, la pregunta que surge es si estamos avanzando verdaderamente hacia el progreso o si, por el contrario, estamos encaminándonos hacia un retroceso, especialmente en el ámbito de las democracias tal y como las conocemos.

Hoy en día, mi cuestionamiento se nutre de la realidad que vive Argentina, un país que experimenta su primera huelga general desde 2019, desencadenada por las reformas propuestas por el presidente, Javier Milei; pues este escenario pone de manifiesto una paradoja contemporánea: mientras los canales democráticos se amplían para la sociedad, también parecen abrir sus puertas a figuras, cuyas acciones ponen en jaque la población.

En ese sentido, la protesta, centrada en un decreto de necesidad y urgencia y en el proyecto de "ley ómnibus", refleja la tensión entre el deseo de revitalizar la economía argentina y la resistencia a recortes y desregulaciones propuestos por el gobierno de Milei. Por lo que en medio de la alta inflación y una creciente tasa de pobreza, la población argentina se ve inmersa en un conflicto donde las visiones sobre el tamaño y la intervención del Estado generan divisiones profundas.

Ante ello, la huelga –respaldada por sindicatos poderosos y sectores diversos de la sociedad– expresa la resistencia a cambios estructurales que algunos consideran necesarios para la recuperación económica; al tiempo que la figura de Milei, se muestra como un desafío al status quo, pero también como un riesgo para la estabilidad democrática.

El gobierno, por su parte, justifica sus acciones argumentando que el Estado es demasiado grande e ineficiente. Sin embargo, la forma en que se presentó la "ley ómnibus", intentando una votación en bloque de más de 500 artículos, generó críticas y tensiones políticas adicionales, evidenciando la fragilidad de consensos en la democracia argentina.

En este contexto, es relevante analizar la salud de la democracia en Argentina. Aunque la última edición del Latinobarómetro refleja un 62% de apoyo a la democracia, el crecimiento del apoyo al autoritarismo y el populismo en las elecciones del año pasado plantea preguntas incómodas, pues las cifras contradicen un tanto la realidad.

En tales circunstancias, no cabe duda de que Argentina se enfrenta a un desafío crucial: equilibrar la apertura democrática con la necesidad de soluciones efectivas y justas para la inmensa problemática a la que se enfrenta el país, principalmente en términos económicos; pues la magnitud del paro nacional, con cifras que varían según quién las cuente, refleja la polarización que se vive en el debate entre el deseo de progreso y el temor al retroceso.

¿O será el progreso y no el retroceso lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

  • Twitter: Petaco10marina

  • Facebook: Petaco Diez Marina

  • Instagram: Petaco10marina



En ciertas ocasiones, la historia da la impresión de volver una y otra vez, como si estuviéramos atrapados en un eterno retorno, donde la lucha entre ideas y sucesos contrarios siempre termina conformando nuestra realidad política y social, impulsándonos hacia el progreso –o al menos, así lo sugería Hegel.

No obstante, en el contexto actual, la pregunta que surge es si estamos avanzando verdaderamente hacia el progreso o si, por el contrario, estamos encaminándonos hacia un retroceso, especialmente en el ámbito de las democracias tal y como las conocemos.

Hoy en día, mi cuestionamiento se nutre de la realidad que vive Argentina, un país que experimenta su primera huelga general desde 2019, desencadenada por las reformas propuestas por el presidente, Javier Milei; pues este escenario pone de manifiesto una paradoja contemporánea: mientras los canales democráticos se amplían para la sociedad, también parecen abrir sus puertas a figuras, cuyas acciones ponen en jaque la población.

En ese sentido, la protesta, centrada en un decreto de necesidad y urgencia y en el proyecto de "ley ómnibus", refleja la tensión entre el deseo de revitalizar la economía argentina y la resistencia a recortes y desregulaciones propuestos por el gobierno de Milei. Por lo que en medio de la alta inflación y una creciente tasa de pobreza, la población argentina se ve inmersa en un conflicto donde las visiones sobre el tamaño y la intervención del Estado generan divisiones profundas.

Ante ello, la huelga –respaldada por sindicatos poderosos y sectores diversos de la sociedad– expresa la resistencia a cambios estructurales que algunos consideran necesarios para la recuperación económica; al tiempo que la figura de Milei, se muestra como un desafío al status quo, pero también como un riesgo para la estabilidad democrática.

El gobierno, por su parte, justifica sus acciones argumentando que el Estado es demasiado grande e ineficiente. Sin embargo, la forma en que se presentó la "ley ómnibus", intentando una votación en bloque de más de 500 artículos, generó críticas y tensiones políticas adicionales, evidenciando la fragilidad de consensos en la democracia argentina.

En este contexto, es relevante analizar la salud de la democracia en Argentina. Aunque la última edición del Latinobarómetro refleja un 62% de apoyo a la democracia, el crecimiento del apoyo al autoritarismo y el populismo en las elecciones del año pasado plantea preguntas incómodas, pues las cifras contradicen un tanto la realidad.

En tales circunstancias, no cabe duda de que Argentina se enfrenta a un desafío crucial: equilibrar la apertura democrática con la necesidad de soluciones efectivas y justas para la inmensa problemática a la que se enfrenta el país, principalmente en términos económicos; pues la magnitud del paro nacional, con cifras que varían según quién las cuente, refleja la polarización que se vive en el debate entre el deseo de progreso y el temor al retroceso.

¿O será el progreso y no el retroceso lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario

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