/ miércoles 30 de mayo de 2018

Del acontecer IV

No soy muy fan de los experimentos literarios, he leído varios, pero sin duda prefiero un texto escrito en términos más formales, que sea sólido y, sobre todo, que se pueda leer a gusto. Sé que hay para todo tipo de lectores, y que bien. Eso de que le exigen al lector y no sé que otras razones me queda grande, me gusta más perderme en una buena narrativa, que entienda, que no me complique con su estructura y experimentación, y que gracias a la fuerza de la imaginación me lleve a parajes insólitos, del alma o geográficos. Estoy consciente de que hay casos en que estos experimentos han jaloneado la literatura (y otras artes), y que su huella y legado son relevantes, así que bienvenidos, pero me gustaría que los experimentadores actuales fueran más modestos, menos pretenciosos. Creo que soy un lector comodino, quizá hasta conservador. Aunque no tanto. He leído autores que han trastocado la forma, pero sin tanta faramalla. Pienso en Rayuela, de Julio Cortázar. Lo único inmutable es el cambio, así que la literatura ha de transformarse, de evolucionar, pero ese cambio está ligado a factores históricos y contextuales, no sólo a capricho personal.

*

He escrito un libro de Aforismos, comienza con una frase que al paso del tiempo descubrí que era muy parecida al primer poema titulado Bendición con el que Baudelaire abre su célebre libro Las flores del mal. Afortunada y enigmática coincidencia. Mi frase es: “Llegar al punto en que el castigo se convierta en bendición.”

*

Qué bella es la música de Manuel de Falla, y qué fresca se escucha a tantas décadas de distancia de su creación, cuánto trabajo se adivina en ellas, cuánto profesionalismo. Es una música altamente evocadora que guarda, como la de muchos, si no es que todos, mucho del origen de su tierra, de su contexto. Trae aires gitanos, flamencos, de cante jondo, ¡Cómo me gusta su música!

*

En otros tiempos, para ser aceptado en los archivos culturales había que perpetuar la tradición. A partir de la era de la reproducción técnica, tal y como la describe Walter Benjamin, es la novedad la que condiciona la admisión. Esta admisión se basa en la capacidad de sumergirse en el campo de lo que es digno de ser pintado, cantado, escrito o expuesto, elementos juzgados como demasiado banales, desprovistos de profundidad o privados de sentido. De esta manera el arte bruto reconoce un valor en las pinturas realizadas por los marginados. Se crean lugares de conservación y se forman nuevas jerarquías. Los museos se ven así como una especie de "bancos de valores culturales". ( Citado en el artículo Economía de la novedad, http://es.wikipedia.org/wiki/Boris_Groys.)


Cuando leo esto pienso en el Cristo de Borja, lo mal hecho como novedad, lo erróneo como digno de reproducirse no sólo mecánicamente sino a través de las redes, lo feo como simpático, como compasión burlona. Y a pesar de todo, por alguna razón que hay que buscar, algunos piensan: “¡es maravilloso!” Sin duda, un tema para profundizar.

*

El cuento que más me ha gustado del libro de Haruki Murakami, Sauce ciego, mujer dormida, ha sido hasta ahora el de “El séptimo hombre”. Es un texto ágil, que no permite a uno detener la lectura, te tiene atrapado, conmocionado y sometido al terror que cualquiera podría vivir en un momento determinado. La amistad, el miedo, la angustia, el poder de la naturaleza, el autoperdón, la recuperación, y muchas vivencias profundamente humanas están presentes en este gran cuento. Me voy acercando a Murakami de la mejor manera, más allá de prejuicios.

*

He criticado mucho la tele comercial, de hecho tiene años que no la veo más que excepcionalmente, me tenía harto su discurso. Pero, en la tele de antes, y eso que era malona -quién iba a decir que al paso de los años la actual sería mucho peor, de hecho pésima- , vi temas y personajes muy interesantes que hasta la fecha siguen gravitando alrededor de mí. Uno de esos personajes que vi en la tele, en algunos programas, fue al erudito Gutierre Tibón. Siempre era un alucine contemplarlo, sabio, lúcido, alegre, con una bonhomía muy especial. Dejó huella en mí. Creo que releeré su texto El ombligo como centro cósmico.

*

A veces me asomo a ver tu muro, no sin cierta tristeza desde que me eliminaste de tus amigos. Soy un sentimental, pero creo en la amistad. Sé que no es fácil cultivarla, es más, sé que requiere esfuerzo de ambas partes, pero…qué más puedo hacer. Dice Carlos Fuentes que es en la diferencia en donde se fortalecen las amistades, pero las diferencias entre tú y yo, por la cuestión de las corridas de toros, terminó en la eliminación de mi perfil por parte tuya. Te expliqué que no era nada personal, que no era contra ti, te recordé aquellas grandes parrandas que corrimos juntos, las comilonas que nos dimos, las decenas de películas que disfrutamos en el cine, los conciertos a los que asistimos, pero todo fue inútil. Ni siquiera tuviste la gentileza, la etiqueta, de avisarme que me cortabas. Simplemente, de un día para otro, ya no aparecí entre tus amigos.

La amistad es un don, dicen por ahí que los hermanos te tocan, pero a los amigos se les elige. Estás en tu derecho. No pretendo nada. Sólo quiero manifestar que hoy sentí nostalgia por tus pasos, y, como no me tienes bloqueado y tenemos amigos en común, pude asomarme a tus estados. Y vi que eras el mismo, el amor por la fotografía, el arte culinario, tus ideas izquierdosas. Y vi en las fotos a los amigos que tenemos en común, cada uno con su mundo, con sus cosas, con su cotidianidad. Casi como un perro que pasa por una calle que antes anduvo, pero que ahora habitan otros canes, me deslicé por tu muro. Ya no habito ahí. Y sentí la tristeza de quien pierde a un amigo. No te preocupes, siempre he sido así. Recuerdo que en la secundaria, cuando me llegaba a enojar con algún amigo, me sentía mal por semanas. Y encontrarlo de frente y no hablarnos, era para mí un verdadero infierno, lamentable. Qué quieres, me encariño con la gente.

Claro, habría que escuchar tu versión de los hechos. Es lo más justo, lo más parejo. Pero no hubo chance ni de eso. Simplemente a la de sin susto, mi perfil ya no estaba entre el de tus amigos. Cierto, en una plática por el feis unos días antes, el ambiente se había tensado hasta lo absurdo. Tú con tus ideas de que los toros nacieron para las corridas; yo con las mías de que los toros deben vivir en libertad y tranquilos.

Bueno, pasaba por tu muro nada más, no pretendo otra cosa. Podría dejarte un saludo por inbox, pero para qué, me expongo a tu silencio cruel o incluso a una grosería. Me conformo, por hoy, con pasearme por donde antes andábamos platicando y componiendo el mundo. Y me siento bien, incluso alegre, aunque con un tanto de nostalgia. Que la vida te depare lo mejor. Tu amigo que te quiere.

https://escritosdeaft.blogspot.mx

No soy muy fan de los experimentos literarios, he leído varios, pero sin duda prefiero un texto escrito en términos más formales, que sea sólido y, sobre todo, que se pueda leer a gusto. Sé que hay para todo tipo de lectores, y que bien. Eso de que le exigen al lector y no sé que otras razones me queda grande, me gusta más perderme en una buena narrativa, que entienda, que no me complique con su estructura y experimentación, y que gracias a la fuerza de la imaginación me lleve a parajes insólitos, del alma o geográficos. Estoy consciente de que hay casos en que estos experimentos han jaloneado la literatura (y otras artes), y que su huella y legado son relevantes, así que bienvenidos, pero me gustaría que los experimentadores actuales fueran más modestos, menos pretenciosos. Creo que soy un lector comodino, quizá hasta conservador. Aunque no tanto. He leído autores que han trastocado la forma, pero sin tanta faramalla. Pienso en Rayuela, de Julio Cortázar. Lo único inmutable es el cambio, así que la literatura ha de transformarse, de evolucionar, pero ese cambio está ligado a factores históricos y contextuales, no sólo a capricho personal.

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He escrito un libro de Aforismos, comienza con una frase que al paso del tiempo descubrí que era muy parecida al primer poema titulado Bendición con el que Baudelaire abre su célebre libro Las flores del mal. Afortunada y enigmática coincidencia. Mi frase es: “Llegar al punto en que el castigo se convierta en bendición.”

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Qué bella es la música de Manuel de Falla, y qué fresca se escucha a tantas décadas de distancia de su creación, cuánto trabajo se adivina en ellas, cuánto profesionalismo. Es una música altamente evocadora que guarda, como la de muchos, si no es que todos, mucho del origen de su tierra, de su contexto. Trae aires gitanos, flamencos, de cante jondo, ¡Cómo me gusta su música!

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En otros tiempos, para ser aceptado en los archivos culturales había que perpetuar la tradición. A partir de la era de la reproducción técnica, tal y como la describe Walter Benjamin, es la novedad la que condiciona la admisión. Esta admisión se basa en la capacidad de sumergirse en el campo de lo que es digno de ser pintado, cantado, escrito o expuesto, elementos juzgados como demasiado banales, desprovistos de profundidad o privados de sentido. De esta manera el arte bruto reconoce un valor en las pinturas realizadas por los marginados. Se crean lugares de conservación y se forman nuevas jerarquías. Los museos se ven así como una especie de "bancos de valores culturales". ( Citado en el artículo Economía de la novedad, http://es.wikipedia.org/wiki/Boris_Groys.)


Cuando leo esto pienso en el Cristo de Borja, lo mal hecho como novedad, lo erróneo como digno de reproducirse no sólo mecánicamente sino a través de las redes, lo feo como simpático, como compasión burlona. Y a pesar de todo, por alguna razón que hay que buscar, algunos piensan: “¡es maravilloso!” Sin duda, un tema para profundizar.

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El cuento que más me ha gustado del libro de Haruki Murakami, Sauce ciego, mujer dormida, ha sido hasta ahora el de “El séptimo hombre”. Es un texto ágil, que no permite a uno detener la lectura, te tiene atrapado, conmocionado y sometido al terror que cualquiera podría vivir en un momento determinado. La amistad, el miedo, la angustia, el poder de la naturaleza, el autoperdón, la recuperación, y muchas vivencias profundamente humanas están presentes en este gran cuento. Me voy acercando a Murakami de la mejor manera, más allá de prejuicios.

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He criticado mucho la tele comercial, de hecho tiene años que no la veo más que excepcionalmente, me tenía harto su discurso. Pero, en la tele de antes, y eso que era malona -quién iba a decir que al paso de los años la actual sería mucho peor, de hecho pésima- , vi temas y personajes muy interesantes que hasta la fecha siguen gravitando alrededor de mí. Uno de esos personajes que vi en la tele, en algunos programas, fue al erudito Gutierre Tibón. Siempre era un alucine contemplarlo, sabio, lúcido, alegre, con una bonhomía muy especial. Dejó huella en mí. Creo que releeré su texto El ombligo como centro cósmico.

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A veces me asomo a ver tu muro, no sin cierta tristeza desde que me eliminaste de tus amigos. Soy un sentimental, pero creo en la amistad. Sé que no es fácil cultivarla, es más, sé que requiere esfuerzo de ambas partes, pero…qué más puedo hacer. Dice Carlos Fuentes que es en la diferencia en donde se fortalecen las amistades, pero las diferencias entre tú y yo, por la cuestión de las corridas de toros, terminó en la eliminación de mi perfil por parte tuya. Te expliqué que no era nada personal, que no era contra ti, te recordé aquellas grandes parrandas que corrimos juntos, las comilonas que nos dimos, las decenas de películas que disfrutamos en el cine, los conciertos a los que asistimos, pero todo fue inútil. Ni siquiera tuviste la gentileza, la etiqueta, de avisarme que me cortabas. Simplemente, de un día para otro, ya no aparecí entre tus amigos.

La amistad es un don, dicen por ahí que los hermanos te tocan, pero a los amigos se les elige. Estás en tu derecho. No pretendo nada. Sólo quiero manifestar que hoy sentí nostalgia por tus pasos, y, como no me tienes bloqueado y tenemos amigos en común, pude asomarme a tus estados. Y vi que eras el mismo, el amor por la fotografía, el arte culinario, tus ideas izquierdosas. Y vi en las fotos a los amigos que tenemos en común, cada uno con su mundo, con sus cosas, con su cotidianidad. Casi como un perro que pasa por una calle que antes anduvo, pero que ahora habitan otros canes, me deslicé por tu muro. Ya no habito ahí. Y sentí la tristeza de quien pierde a un amigo. No te preocupes, siempre he sido así. Recuerdo que en la secundaria, cuando me llegaba a enojar con algún amigo, me sentía mal por semanas. Y encontrarlo de frente y no hablarnos, era para mí un verdadero infierno, lamentable. Qué quieres, me encariño con la gente.

Claro, habría que escuchar tu versión de los hechos. Es lo más justo, lo más parejo. Pero no hubo chance ni de eso. Simplemente a la de sin susto, mi perfil ya no estaba entre el de tus amigos. Cierto, en una plática por el feis unos días antes, el ambiente se había tensado hasta lo absurdo. Tú con tus ideas de que los toros nacieron para las corridas; yo con las mías de que los toros deben vivir en libertad y tranquilos.

Bueno, pasaba por tu muro nada más, no pretendo otra cosa. Podría dejarte un saludo por inbox, pero para qué, me expongo a tu silencio cruel o incluso a una grosería. Me conformo, por hoy, con pasearme por donde antes andábamos platicando y componiendo el mundo. Y me siento bien, incluso alegre, aunque con un tanto de nostalgia. Que la vida te depare lo mejor. Tu amigo que te quiere.

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