Las pandemias han sido una constante en la historia de la humanidad. La más mortífera fue la provocada por la peste bubónica, que el medievo abatió poblaciones enteras en Eurasiá. El Papa Clemente VI (1342-1352) estimó en más de 40 millones la cifra de seres humanos fallecidos; prácticamente el doble de los estragos causados por la Influenza española de comienzos del siglo XX. Tanto por su mortandad como por su morbilidad.
Las epidemias y pandemias han propiciado construcciones sociales, religiosas y políticas que han tenido notables repercusiones en todo el orbe. Analizadas en retrospectiva, son un referente para comprender los diferentes paradigmas civilizacionales ambientes físicos y humanos que contribuyeron a su expansión, así como a su declive o franca desaparición. Más aún, han coadyugado a dimensionar sus efectos en los ecosistemas, sociales Culturales y económicos.
En el año 680 en Roma y en Pavia brotó con furor la peste bubónica, llamada también peste negra o muerte negra. El monje benedictino Pablo el Diácono (720-799) aseguró que había tenido una revelación consistente en que ese mal cesaría si se edificará un altar en memoria de San Sebastián el Mártir en Pavia, en donde hoy se encuentran sus reliquias. La efigie del beato fue representada también en un mural hecho con mosaicos en una de las paredes de la iglesia de San Pietro in Vincoli en Rona, junto a la escultura del Moisés de Miguel Ángel.
El impulso de la leyenda de San Sebastián, uno de los primeros cristianos, no es fortuito, el tenía un cargo relevante, ya que integraba la guardia pretoriana del emperador Diocleciano( 244-311), en plena época de persecución de cristianos. Pronto fue inculpado y el soberano ordenó que lo ejecutaran con flechas. Los cristianos rescataron el cadáver del soldado. Su esposa, Irene lo procuró hasta que resucitó. Desafiante, Sebastián encaró de nuevo a Diocleciano, quien se aseguró de que lo ejecutaran hasta saberlo muerto. Después lo arrojaron a la fosa común. Lucina una de las devotas cristianas primitivas, tuvo también una visión: recibió indicaciones de rescatar los restos y llevarlos a las catacumbas de Vía Appia. En la iconografía cristiana ha sido usual mostrar al mártir en el suplicio honrado con flechas. Esta representación asociaba la permanencia del tormento con la resurrección.
La leyenda de San Sebastián se arraigó entre los primeros cristianos y se incorporó al culto católico. Ante asolamiento de la llamada pandemia de Justiniano, el Papa Gregorio el Magno (540-604) recurrió a su figura y, con el afán de darle un bálsamo a la comunidad cristiana, hizo una interpretación de las flechas. Para ello se remitió a la tradición judeo cristiana según la cual la peste provenía de las flechas caídas del cielo como un instrumento del castigo divino. (Salmo 7-13). El culto de San Sebastián se propagó por toda Europa y fue objeto de múltiples representaciones en las pinturas del siglo XIV. Con su incorporación al culto católico se anhelaba sin duda una bendición profiláctica para paliar la muerte negra.
Con las epidemias y el consecuente despoblamiento de Europa, derivaron en un nuevo fenómeno: la etnogénesis, consistente en la emergencia de nuevas identidades y sistemas sociales y culturales. Permeando en todo el ámbito religioso. Se propagaron entonces las rogaciones que consistían en el ayuno de tres días, y se iniciaron las peregrinaciones, con cánticos de salmos que invocaban a la divinidad para que protegiera a la gente de la peste. Sin duda ante la actual coyuntura de eclosión mundial del Covid-19 la asignación de responsabilidades políticas sociales económicas sanitarias, sociales y jurídicas cada vez nos acercan a un genocidio virosico.