para Ofanim
Si te fijas en la enorme variedad de orugas existentes notarás que su ropa, su piel pues, es variada e imaginativa, multitud de trajes tan distintos, de cuántos colores y formas, algunas asombrosas: abrigos forrados, combinaciones de colores increíbles, estolas de piel para el frío, bufandas tejidas en los telares de lo insólito, vida y color por todos lados. Nuevos huevecillos darán lugar a nuevas orugas que se convertirán en mariposas de colores que flotarán en el aire volando ligero, repartiendo añoranzas y alegría a todo el que las mire. Esos ángeles-mariposas son la esperanza que vuela de flor en flor, de mente en mente, de pensamiento en pensamiento. Ah, mariposas que prefiguran la esperanza y la fe en una danza cósmica, vital, sucediendo en este punto del universo, de la vía láctea, de nuestro sistema solar, de este nuestro planeta azul. Todo está contenido en estas tres orugas: la del traje color cobre, su amiga la oruga gorda con vestido rojo, y su otra compañera, la del chaquetín azul. Ellas son un auténtico milagro, porque hasta donde se sabe no hay vida de este tipo en ningún lugar cercano a la Tierra. Estas orugas son un milagro viviente, son la alegría, el amor, la fe, el absurdo camusiano, el existencialismo y el vacío del zen. Nada que hacer, ningún lugar a dónde ir, más que disfrutar con plena conciencia el momento de cómo va la vida desde el huevecillo hasta el vuelo de esa mariposa de colores brillantes que revolotea en el aire porque sí, y es hermosa. Luego el sol se pondrá y volverá a salir, y todo seguirá así, quizá, por unos cuantos millones de años más.
Así que, por ahora, estas orugas danzan al son del viento, de la noche, de la luna, bajo la lluvia, cuando comen, cuando aman, y ese es el origen remoto de todas las danzas. Su danza es una de celebración al igual que todas las danzas primigenias, incluídas las humanas, estas han tenido origen, en parte, en la observación e imitación de los insectos y los animales. Son bailes de fiesta, espiritualidad, alegría, pero también de miedo, esperanza, muerte y resurrección.
Otro origen de las danzas está en las cuevas, data de cuando los hombres se refugiaban en ellas para guarecerse de la noche, para protegerse de cualquier peligro, y entonces encendían fuego y vieron que el fuego era bueno, y lo llevaron a sus refugios. Lo habían visto arder cuando caían relámpagos sobre los árboles o sobre los zarzales, y entonces corrían por un pedazo de fuego al que guardaban un instante, asombrados y tratando de recuperarlo, un pedazo de fuego sagrado que luego aprendieron a producir a voluntad y se hizo la luz en sus cuevas.
Y vieron que el fuego producía sombras, y entonces una mujer se levantó y notaron que su sombra se veía hermosa proyectada sobre la pared opuesta de la cueva, y cuando ella caminó, la silueta de su cuerpo se dibujaba sinuosa y perfecta. Ahí estaban sus pechos, sus caderas, su cabello, sus piernas. Los hombres que la contemplaban quedaron admirados, exaltados, excitados. Entonces la veneraron, pero también quisieron poseerla. Afuera, en el cielo, brillaban las estrellas, una noche oscura y densa lo cubría todo, pero adentro todo era calidez, luz, seguridad, sensaciones. A partir de entonces, la de ellos fue una visión que traspasaba la mera animalidad, esas sombras proyectadas contra las paredes anunciaban el futuro, el origen del arte, de la religión, de la espiritualidad, del amor, del asombro, de la filosofía, de la pintura y hasta del cine. Todo eso estaba en esos tres pequeños gusanos, aunque ellos no lo sabían, ellos tan solo danzaban y celebraban a su forma, circunstancia y manera.
Y esas mujeres que sin proponérselo de pronto se pusieron de pie en la cueva y proyectaron esas sombras, dieron origen también el erotismo y a la sensualidad cuando se dieron cuenta de que se podía ir unos pasos más allá de la mera animalidad para descubrir el juego, lo estético, lo sagrado, lo sexual. Y a alguno se le ocurrió trazar con un pedazo de carbón esa figura que veía proyectada en la pared, a otro se le ocurrió moverse de formas no comunes proyectando figuras variadas y distintas a lo normal con sus sombras, surgió la sensualidad, que consistía en algo mucho más que sólo tirarse encima de una mujer en cualquier sitio. Se dieron cuenta de que en el erotismo había fantasía, aspectos lúdicos, sorpresas, sueños, deseos.
Luego, volvieron a mirar las estrellas y surgieron los recuerdos, los cuentos, los relatos, las anécdotas, las historias para contar cada noche cuando volvían para guarecerse y encender el fuego. Entonces empezaron a sentir con toda claridad, a la par del fuego, el poder del amor y la compañía, que eran otras formas de calidez y luz. De ahí en adelante comenzó claramente otra etapa, una chispa nueva proyectada al universo desde un punto azul al que después llamaron planeta Tierra. Surgieron varios poderes: el de la mujer, el del hombre, el de la familia y el del clan. A partir de ahí, comenzó la construcción de la historia y la cultura.
Y esas pequeñas orugas que hoy atestiguaban y danzaban en su entorno, también construían su propia historia, solo que sin pasado y sin futuro, sin historicidad y sin cultura, simplemente viviendo su momento intensamente desde su propia circunstancia, vestidas con su hermosa indumentaria, y esperando el momento para convertirse en crisálidas, que luego darán nacimiento a mariposas de múltiples colores que iluminarán jardines, campos y la vida.
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