/ miércoles 21 de marzo de 2018

Lengua, identidad y memoria en Necaxa, Puebla

Con base en la experiencia durante el trabajo de campo para mi tesis de licenciatura en Antropología quisiera compartir la importancia de tomar en cuenta la lengua como un factor primordial dentro de la cultura, mi propósito fue estudiar las repercusiones del cierre de la industria eléctrica suscitado en el año 2009 en términos de identidad, resaltando la memoria como herramienta de resistencia.

Realicé trabajo de campo en Juan Galindo, este municipio se encuentra próximo a la Sierra Norte de Puebla, región en la cual existe presencia de población nahua. La zona era conocida como el antiguo Totonacapan, espacio ligado con el señorío de Cempoala cuyo auge ocurrió en los 750 d.C. En aquel entonces era habitado por totonacas, no obstante, la migración provocó la expansión de la lengua náhuatl, otomí y tepehua en la región. A finales del siglo XV los totonacas se debilitaron políticamente, situación que aprovechó la Triple Alianza, de origen mexica, replegando a los totonacas hacia la costa, por lo que se difundió la lengua náhuatl. Se menciona que hasta el año 917 y 919 se impusieron toponímicos nahuas en la región como los que prevalecen en la zona de estudio y comunidades aledañas como Xalepuxtla, Xaltepec, Coacuila, Nopala, entre otros (Báez, 2014).

Aunque se le da una gran importancia a la lengua “náhuatl o mexicano” para clasificar a este grupo, la identidad comunitaria de cada territorio está mayormente relacionada a una cuestión local. Los pobladores comparten ciertos rituales y costumbres que a su vez marcan límites con la población mestiza. Bartolomé (1997) señala que aludir a lo zapoteco, lo otomí, lo nahua es un error, ya que las agrupaciones que toman como referencia grupos etnolingüísticas esconden diferencias regionales e incluso locales.

El territorio estudiado se caracteriza por su dinámica de enclave, que se refiere a un espacio producido con base en fines económicos y que se caracteriza por ser producto de inversión extranjera. Como consecuencia, su población se constituye como una mezcla entre inmigrantes y población originaria, así mismo, la planificación urbana depende de la empresa o industria por lo cual el espacio de producción y vida cotidiana se mezclan y a menudo repercute en el surgimiento de “culturas laborales”. La interacción entre nahuas y electricistas surgió con base en un desplazamiento forzado de la población originaria a principios del siglo XX. No obstante, esta práctica refiere a “fenómenos estructurales y ya no coyunturales, puesto que se han producido en el pasado, se están produciendo en el presente y se seguirán reproduciendo en el futuro” (Bartolomé, 1992 p17.) En la actualidad en la Sierra Norte de Puebla, espacio colindante a la localidad donde se asienta el estudio de caso presentado, varias empresas privadas pretenden construir hidroeléctricas en las comunidades de: San Mateo, Xochitlán, Olintla y San Juan Tahitic, así como mineras en Tetela, Ixtacamaxtitlán, Zautla, Cuetzalan, Tepango, Xicotepec, Tlatlauquitepec, Zacatlán, entre otras, mismas que son denominadas por algunos activistas como “proyectos de muerte”.

Como parte del proyecto de investigación desarrollé entrevistas que recabaran los sentires y percepciones del desplazamiento en la actualidad, estos testimonios recalcan la visión sobre sí mismos en cuanto a su identidad. El secretario de la junta auxiliar de Necaxaltépetl expresó “Habían llegado franceses, holandeses y canadienses para construir. Allá donde está la presa habitaban personas de raza étnica de los aztecas porque hablaban náhuatl, totonaco y otomí. Ellos vivían en aldeas” (comunicación personal, julio 2016). Una enfermera en Necaxa también corroboró la información con lo siguiente: “En Necaxaltépetl son inditos y tenían miedo de irse a Necaxa por el agua” (S. Garrido, comunicación personal, julio 2015).

Este aspecto identitario que atribuyen a quienes habitaron en donde se localiza la presa tiene relevancia, pues en la narrativa de algunos es el motivo por el cual reaccionaron “con miedo” o se aprovecharon de ellos los extranjeros. Es decir, es su condición de ignorancia de un idioma o de “falta de preparación” frente a profesionales como los ingenieros o a autoridades gubernamentales lo que les hizo renunciar a su espacio. En cuanto al sentimiento experimentado, más que molestos reaccionaron temerosos a la inundación. En este sentido, como señala Bartolomé (1997) las percepciones de las identidades son introyectadas de acuerdo con la posición de poder que ocupan en los grupos articulados.

[…] De los sucesos pasados pienso que antes la gente era más indígena y se espantaban porque otros vinieron con el inglés por el náhuatl. Vinieron en el monte para que nadie los encuentra” (comunicación personal, julio 2016).

A partir del asentamiento de la industria eléctrica y la inundación del antiguo pueblo, se conformaron territorios diferenciados que corresponden a juntas auxiliares dentro del municipio de Juan Galindo llamadas Necaxa, Nuevo Necaxa y Necaxaltépetl. En la junta auxiliar Nuevo Necaxa se instalaron los migrantes que ocuparon puestos en la industria, en Necaxa, se asentaron pobladores nahuas quienes aceptaron la reubicación y Necaxaltépetl se fundó por desplazados nahuas quienes no aceptaron la indeminización empresarial.

El trabajo en la industria se posicionó como el motor económico principal. Por la dinámica de enclave el modo de vida electricista desbordó el espacio de producción y se instauró como una identidad hegemónica ya que paulatinamente los pobladores reubicados comenzaron a entrar a la industria adoptando nuevas prácticas, incluidas el uso del español. No obstante, en Necaxaltépetl prevalece la lengua náhuatl, así como el desempeño en las labores agrícolas y el comercio como actividad laboral.

El Centro Coordinador Para el Desarrollo Indígena que tiene jurisdicción sobre los grupos de la región se encuentra en Huahuchinango Puebla, en dicho organismo, el municipio no se encuentra registrado como parte de una zona indígena, pues la cantidad de habitantes autoadscritos no es suficiente.

Dentro de este espacio de estudio surge un fenómeno interesante, ya que pocos son los habitantes que se consideran nahuas, no obstante, existen prácticas de resistencia cultural en las que se siguen celebrando ritos que, aunque se dedican a diferentes santos, tienen particularidades que se consideran propias de un grupo más grande, pues son practicados por otros “vecinos” de comunidades como; Xaltepec, Xaltepuxtla, Tenango, Cohacuila.

El reconocimiento de una lucha en favor del conjunto de referentes que una sociedad asume como fundamentales, variados y definidos por la propia colectividad puede comprenderse como una cultura de resistencia de acuerdo con Bartolomé (1997). No se trata de apelaciones al pasado, sino de la expresión de un presente. Dicho señalamiento no se debe confundir con resistencia cultural, que hace referencia a actitudes contestatarias, ni mucho menos con resistencia al cambio. La idea de Bartolomé se basa en que “el mantenimiento durante siglos de lenguas, tradiciones y específicos procesos de producción de significados aun en el marco de las composiciones coloniales” […] hace que surja un espacio al margen de la presencia de dominación y dentro del cual se reproducen tradiciones milenarias que siguen considerándose propias a pesar de las transformaciones” (p. 80). En este sentido las prácticas de los pobladores nahuas situados en Necaxa y Necaxaltépetl se ubican en los diferentes ámbitos; trabajo, religión, idioma y pueden verse como parte de una cultura de la resistencia en la medida en que en el contexto de enclave se impuso una dinámica relacionada a la industria.

En el ritual “baile de las flores” que se realiza dentro de la celebración de San Cristóbal, Santo Patrono de Necaxa se reivindica el uso de la lengua náhuatl como parte fundamental de la celebración. Algunos elementos rituales se presentan en el siguiente cuadro.

Elementos de la tradición nahua en la fiesta de San Cristóbal

Tlapopoxhuani: mujer que inciensa. Debe ser mayor de edad. Ella encabeza todos los ritos. Por lo general es la mayordoma, en caso de ser mujer o alguien de la familia del mayordomo como puede ser su esposa o hija.

Xochicuica o xochipizahuac: sones el número de estos no tiene consenso algunos dicen que son 27, otros 32. Se tocan con música de banda de viento. La banda viene de comunidades aledañas de origen nahua, en el caso de la fiesta observada venían de Xaltepec en 2016 y de Necaxaltépetl en 2017.

Cuaxóchitl: corona de flores, la portan los santos y los ex mayordomos, o sea quienes entregan el cargo.

Xochicóxcatl: collar de flores “sirve para enflorar, corazón, sentimientos, cariño”.

Xochimacpali: compuesto de (xochi flor mac: mano. Huepali: sostén). Se lleva en la mano mientras se bailan las flores. Son elaborados por gente de otras comunidades nahuas vecinas, y coordinadas por un señor adulto mayor, quien fue volador. Se dice que todo esto simboliza el trabajo.

Xochipitatl: petatillo con flores. En este se ponen los santos a bendecir en la fiesta, usualmente son los que pertenecen a la familia del mayordomo.

Xochipitzáhuatl: flor delgada

Xochitamali o xochiyugo: lo llevan las autoridades y los santos, sirve como distinción de su papel. Se compone de (Xochi: flor y tamali: carga) simboliza llevar al pueblo en los hombros.

Xoxhitlatlali: flor y ofrenda simboliza la oración y dar gracias, familia, trabajo y compartir.

Popocáxitl (Se compone de: popoca humea y cáxitl: plato de barro) Es el recipiente donde se coloca el copal o incienso. Simboliza la oración intersección ante Dios entre cielo y tierra.

Fuente: elaboración propia: con base en información proporcionada por los mayordomos Antonio (2016), Hilaria (2017) y la información impresa de la “pastoral indígena” organismo religioso que rige a las parroquias de la región.

Lo que se ha señalado da cuenta de la importancia de elementos simbólicos que marcan las jerarquías político- religiosas, su papel como mediadores de la comunicación con las divinidades en relación con los elementos primordiales; la naturaleza, el trabajo y la comunidad. Como menciona Vidal (comunicación personal, 2017) “Todo eso es una colección de cosas que nos lleva con toda la tradición”. La tradición definida por Hobswam (1983) como “Imposición de prácticas fijas con un significado ritual y simbólico” (p.2) se distingue de la costumbre que son los códigos culturales y la cotidianidad con la que se vive la identidad.

Conclusiones

El lenguaje es una actividad humana que nos permite comunicarnos y por ello es también base de la vida social, de este modo es una herramienta para la identidad colectiva en tanto que permite la transmisión de pautas culturales por generaciones. Es decir, con base en la propiedad del lenguaje diversas sociedades han creado sus propios códigos “lenguas” las cuales encierran en sí mismas una relación con la cultura particular. Con base en los procesos de colonización de siglos pasados las lenguas de algunos grupos minoritarios alrededor del mundo han ido desapareciendo, así mismo continúan los procesos de despojo de territorios y la pobreza recae en dichos grupos en muchas de las ocasiones. En el caso mexicano existen 11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes que corresponden a diversas culturas las cuales han sido objeto de protección con base en herramientas internacionales o bien políticas públicas a nivel nacional. En materia de derechos se reconoce la composición pluricultural del país. Se han implementado estrategias de educación para eliminar el rezago educativo. No obstante, como he presentado en el estudio de caso, el desplazamiento forzado continúa en la actualidad con base en los proyectos de las empresas transnacionales. Esto es uno de los múltiples factores que continúan repercutiendo en la vida de los pueblos originarios. Frente a ello más allá de las políticas del Estado para reactivar la lengua y las tradiciones los grupos generan sus propios mecanismos de resistencia y la persistencia del uso de la lengua, aunque sea limitado a ciertos contextos continúa fungiendo como herramienta de diferenciación.

Bibliografía
Báez, L (2004). Nahuas de la sierra norte de Puebla. No. 04; FOLLETO, 3964.
Barth, F. (1976). Los grupos étnicos y sus fronteras (Vol. 197, No. 6). México: Fondo de Cultura Económica.
Bartolomé, M. A. (1997). Gente de costumbre y gente de razón: las identidades étnicas en México: Siglo XXI.
Cardoso de Oliveira, R. (2007). Etnicidad y estructura social. México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Iberoamericana.
Hobsbawm E. y Ranger T. (eds.) (1983). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica.
Warman, A. (2003). Los indios mexicanos en el umbral del milenio. México: Fondo de Cultura Económica.

Con base en la experiencia durante el trabajo de campo para mi tesis de licenciatura en Antropología quisiera compartir la importancia de tomar en cuenta la lengua como un factor primordial dentro de la cultura, mi propósito fue estudiar las repercusiones del cierre de la industria eléctrica suscitado en el año 2009 en términos de identidad, resaltando la memoria como herramienta de resistencia.

Realicé trabajo de campo en Juan Galindo, este municipio se encuentra próximo a la Sierra Norte de Puebla, región en la cual existe presencia de población nahua. La zona era conocida como el antiguo Totonacapan, espacio ligado con el señorío de Cempoala cuyo auge ocurrió en los 750 d.C. En aquel entonces era habitado por totonacas, no obstante, la migración provocó la expansión de la lengua náhuatl, otomí y tepehua en la región. A finales del siglo XV los totonacas se debilitaron políticamente, situación que aprovechó la Triple Alianza, de origen mexica, replegando a los totonacas hacia la costa, por lo que se difundió la lengua náhuatl. Se menciona que hasta el año 917 y 919 se impusieron toponímicos nahuas en la región como los que prevalecen en la zona de estudio y comunidades aledañas como Xalepuxtla, Xaltepec, Coacuila, Nopala, entre otros (Báez, 2014).

Aunque se le da una gran importancia a la lengua “náhuatl o mexicano” para clasificar a este grupo, la identidad comunitaria de cada territorio está mayormente relacionada a una cuestión local. Los pobladores comparten ciertos rituales y costumbres que a su vez marcan límites con la población mestiza. Bartolomé (1997) señala que aludir a lo zapoteco, lo otomí, lo nahua es un error, ya que las agrupaciones que toman como referencia grupos etnolingüísticas esconden diferencias regionales e incluso locales.

El territorio estudiado se caracteriza por su dinámica de enclave, que se refiere a un espacio producido con base en fines económicos y que se caracteriza por ser producto de inversión extranjera. Como consecuencia, su población se constituye como una mezcla entre inmigrantes y población originaria, así mismo, la planificación urbana depende de la empresa o industria por lo cual el espacio de producción y vida cotidiana se mezclan y a menudo repercute en el surgimiento de “culturas laborales”. La interacción entre nahuas y electricistas surgió con base en un desplazamiento forzado de la población originaria a principios del siglo XX. No obstante, esta práctica refiere a “fenómenos estructurales y ya no coyunturales, puesto que se han producido en el pasado, se están produciendo en el presente y se seguirán reproduciendo en el futuro” (Bartolomé, 1992 p17.) En la actualidad en la Sierra Norte de Puebla, espacio colindante a la localidad donde se asienta el estudio de caso presentado, varias empresas privadas pretenden construir hidroeléctricas en las comunidades de: San Mateo, Xochitlán, Olintla y San Juan Tahitic, así como mineras en Tetela, Ixtacamaxtitlán, Zautla, Cuetzalan, Tepango, Xicotepec, Tlatlauquitepec, Zacatlán, entre otras, mismas que son denominadas por algunos activistas como “proyectos de muerte”.

Como parte del proyecto de investigación desarrollé entrevistas que recabaran los sentires y percepciones del desplazamiento en la actualidad, estos testimonios recalcan la visión sobre sí mismos en cuanto a su identidad. El secretario de la junta auxiliar de Necaxaltépetl expresó “Habían llegado franceses, holandeses y canadienses para construir. Allá donde está la presa habitaban personas de raza étnica de los aztecas porque hablaban náhuatl, totonaco y otomí. Ellos vivían en aldeas” (comunicación personal, julio 2016). Una enfermera en Necaxa también corroboró la información con lo siguiente: “En Necaxaltépetl son inditos y tenían miedo de irse a Necaxa por el agua” (S. Garrido, comunicación personal, julio 2015).

Este aspecto identitario que atribuyen a quienes habitaron en donde se localiza la presa tiene relevancia, pues en la narrativa de algunos es el motivo por el cual reaccionaron “con miedo” o se aprovecharon de ellos los extranjeros. Es decir, es su condición de ignorancia de un idioma o de “falta de preparación” frente a profesionales como los ingenieros o a autoridades gubernamentales lo que les hizo renunciar a su espacio. En cuanto al sentimiento experimentado, más que molestos reaccionaron temerosos a la inundación. En este sentido, como señala Bartolomé (1997) las percepciones de las identidades son introyectadas de acuerdo con la posición de poder que ocupan en los grupos articulados.

[…] De los sucesos pasados pienso que antes la gente era más indígena y se espantaban porque otros vinieron con el inglés por el náhuatl. Vinieron en el monte para que nadie los encuentra” (comunicación personal, julio 2016).

A partir del asentamiento de la industria eléctrica y la inundación del antiguo pueblo, se conformaron territorios diferenciados que corresponden a juntas auxiliares dentro del municipio de Juan Galindo llamadas Necaxa, Nuevo Necaxa y Necaxaltépetl. En la junta auxiliar Nuevo Necaxa se instalaron los migrantes que ocuparon puestos en la industria, en Necaxa, se asentaron pobladores nahuas quienes aceptaron la reubicación y Necaxaltépetl se fundó por desplazados nahuas quienes no aceptaron la indeminización empresarial.

El trabajo en la industria se posicionó como el motor económico principal. Por la dinámica de enclave el modo de vida electricista desbordó el espacio de producción y se instauró como una identidad hegemónica ya que paulatinamente los pobladores reubicados comenzaron a entrar a la industria adoptando nuevas prácticas, incluidas el uso del español. No obstante, en Necaxaltépetl prevalece la lengua náhuatl, así como el desempeño en las labores agrícolas y el comercio como actividad laboral.

El Centro Coordinador Para el Desarrollo Indígena que tiene jurisdicción sobre los grupos de la región se encuentra en Huahuchinango Puebla, en dicho organismo, el municipio no se encuentra registrado como parte de una zona indígena, pues la cantidad de habitantes autoadscritos no es suficiente.

Dentro de este espacio de estudio surge un fenómeno interesante, ya que pocos son los habitantes que se consideran nahuas, no obstante, existen prácticas de resistencia cultural en las que se siguen celebrando ritos que, aunque se dedican a diferentes santos, tienen particularidades que se consideran propias de un grupo más grande, pues son practicados por otros “vecinos” de comunidades como; Xaltepec, Xaltepuxtla, Tenango, Cohacuila.

El reconocimiento de una lucha en favor del conjunto de referentes que una sociedad asume como fundamentales, variados y definidos por la propia colectividad puede comprenderse como una cultura de resistencia de acuerdo con Bartolomé (1997). No se trata de apelaciones al pasado, sino de la expresión de un presente. Dicho señalamiento no se debe confundir con resistencia cultural, que hace referencia a actitudes contestatarias, ni mucho menos con resistencia al cambio. La idea de Bartolomé se basa en que “el mantenimiento durante siglos de lenguas, tradiciones y específicos procesos de producción de significados aun en el marco de las composiciones coloniales” […] hace que surja un espacio al margen de la presencia de dominación y dentro del cual se reproducen tradiciones milenarias que siguen considerándose propias a pesar de las transformaciones” (p. 80). En este sentido las prácticas de los pobladores nahuas situados en Necaxa y Necaxaltépetl se ubican en los diferentes ámbitos; trabajo, religión, idioma y pueden verse como parte de una cultura de la resistencia en la medida en que en el contexto de enclave se impuso una dinámica relacionada a la industria.

En el ritual “baile de las flores” que se realiza dentro de la celebración de San Cristóbal, Santo Patrono de Necaxa se reivindica el uso de la lengua náhuatl como parte fundamental de la celebración. Algunos elementos rituales se presentan en el siguiente cuadro.

Elementos de la tradición nahua en la fiesta de San Cristóbal

Tlapopoxhuani: mujer que inciensa. Debe ser mayor de edad. Ella encabeza todos los ritos. Por lo general es la mayordoma, en caso de ser mujer o alguien de la familia del mayordomo como puede ser su esposa o hija.

Xochicuica o xochipizahuac: sones el número de estos no tiene consenso algunos dicen que son 27, otros 32. Se tocan con música de banda de viento. La banda viene de comunidades aledañas de origen nahua, en el caso de la fiesta observada venían de Xaltepec en 2016 y de Necaxaltépetl en 2017.

Cuaxóchitl: corona de flores, la portan los santos y los ex mayordomos, o sea quienes entregan el cargo.

Xochicóxcatl: collar de flores “sirve para enflorar, corazón, sentimientos, cariño”.

Xochimacpali: compuesto de (xochi flor mac: mano. Huepali: sostén). Se lleva en la mano mientras se bailan las flores. Son elaborados por gente de otras comunidades nahuas vecinas, y coordinadas por un señor adulto mayor, quien fue volador. Se dice que todo esto simboliza el trabajo.

Xochipitatl: petatillo con flores. En este se ponen los santos a bendecir en la fiesta, usualmente son los que pertenecen a la familia del mayordomo.

Xochipitzáhuatl: flor delgada

Xochitamali o xochiyugo: lo llevan las autoridades y los santos, sirve como distinción de su papel. Se compone de (Xochi: flor y tamali: carga) simboliza llevar al pueblo en los hombros.

Xoxhitlatlali: flor y ofrenda simboliza la oración y dar gracias, familia, trabajo y compartir.

Popocáxitl (Se compone de: popoca humea y cáxitl: plato de barro) Es el recipiente donde se coloca el copal o incienso. Simboliza la oración intersección ante Dios entre cielo y tierra.

Fuente: elaboración propia: con base en información proporcionada por los mayordomos Antonio (2016), Hilaria (2017) y la información impresa de la “pastoral indígena” organismo religioso que rige a las parroquias de la región.

Lo que se ha señalado da cuenta de la importancia de elementos simbólicos que marcan las jerarquías político- religiosas, su papel como mediadores de la comunicación con las divinidades en relación con los elementos primordiales; la naturaleza, el trabajo y la comunidad. Como menciona Vidal (comunicación personal, 2017) “Todo eso es una colección de cosas que nos lleva con toda la tradición”. La tradición definida por Hobswam (1983) como “Imposición de prácticas fijas con un significado ritual y simbólico” (p.2) se distingue de la costumbre que son los códigos culturales y la cotidianidad con la que se vive la identidad.

Conclusiones

El lenguaje es una actividad humana que nos permite comunicarnos y por ello es también base de la vida social, de este modo es una herramienta para la identidad colectiva en tanto que permite la transmisión de pautas culturales por generaciones. Es decir, con base en la propiedad del lenguaje diversas sociedades han creado sus propios códigos “lenguas” las cuales encierran en sí mismas una relación con la cultura particular. Con base en los procesos de colonización de siglos pasados las lenguas de algunos grupos minoritarios alrededor del mundo han ido desapareciendo, así mismo continúan los procesos de despojo de territorios y la pobreza recae en dichos grupos en muchas de las ocasiones. En el caso mexicano existen 11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes que corresponden a diversas culturas las cuales han sido objeto de protección con base en herramientas internacionales o bien políticas públicas a nivel nacional. En materia de derechos se reconoce la composición pluricultural del país. Se han implementado estrategias de educación para eliminar el rezago educativo. No obstante, como he presentado en el estudio de caso, el desplazamiento forzado continúa en la actualidad con base en los proyectos de las empresas transnacionales. Esto es uno de los múltiples factores que continúan repercutiendo en la vida de los pueblos originarios. Frente a ello más allá de las políticas del Estado para reactivar la lengua y las tradiciones los grupos generan sus propios mecanismos de resistencia y la persistencia del uso de la lengua, aunque sea limitado a ciertos contextos continúa fungiendo como herramienta de diferenciación.

Bibliografía
Báez, L (2004). Nahuas de la sierra norte de Puebla. No. 04; FOLLETO, 3964.
Barth, F. (1976). Los grupos étnicos y sus fronteras (Vol. 197, No. 6). México: Fondo de Cultura Económica.
Bartolomé, M. A. (1997). Gente de costumbre y gente de razón: las identidades étnicas en México: Siglo XXI.
Cardoso de Oliveira, R. (2007). Etnicidad y estructura social. México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Iberoamericana.
Hobsbawm E. y Ranger T. (eds.) (1983). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica.
Warman, A. (2003). Los indios mexicanos en el umbral del milenio. México: Fondo de Cultura Económica.

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