/ miércoles 10 de junio de 2020

Libreros locales se anteponen a la crisis

Mientras algunos prefieren mantener su labor como promotores y difusores de la literatura, fungiendo como nodo entre el libro y el lector, perpetuando esta labor de manera física; ante la pandemia, otros han optado por ofrecer su catálogo de manera virtual y sumarse a la Red de Librerías Independientes, iniciativa que planean continuar a partir de la “nueva normalidad”

Sobre la calle Hidalgo 183-B se encuentra ubicada la Librería Pessoa. Un establecimiento en cuya fachada anaranjada resalta la figura de aquél escritor portugués a quien rinde homenaje con su nombre. Bajo el mural, destacan dos carteles que solicitan a los visitantes el “uso obligatorio de cubrebocas” y se advierte la capacidad para un “máximo de cuatro personas” en su interior, por disposición oficial.

Cada tanto alguien cruza su umbral y saluda con familiaridad a Lalo “Pessoa”, el joven propietario de este espacio que ofrece a la comunidad lectora local, un acervo especializado en libros de escritores y editoriales independientes.

Al igual que los otros establecimientos que integran a la Red de Librerías Independientes (Reli), sus ventas se han visto mermadas tras la suspensión de actividades no esenciales. No obstante, las plataformas digitales han servido como un nuevo canal de contacto, donde además de poder conocer virtualmente el contenido de sus estantes, las y los lectores pueden solicitar sus libros.

Como estrategia, “empecé a armar una forma estandarizada de hacer envíos, y luego generé un catálogo rudimentario en una lista de Excel, donde de la A a la Z agrupé 3 mil [títulos] con secciones de literatura universal, infantil, sociología, filosofía, y así… “, explica Lalo.

En cuanto a las entregas, el librero detalla que ofrece envíos gratuitos y la opción de recoger el pedido directamente en su establecimiento. Los que optan por la segunda, aprovechan la visita para hablar con él de tal o cual autor; para intercambiar recomendaciones de editoriales y lecturas, o simplemente, para preguntar: “¿cómo va todo con la librería?”.

Y es que la contingencia sanitaria por Covid-19 ha afectado a toda la cadena productiva del libro; de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) hasta la semana del 13 al 19 de abril, la caída de la venta de los libros físicos en el país fue de 80% en comparación del 2019, y a partir del cierre de las tiendas se dejaron de comercializar 200 mil ejemplares cada semana en más de mil 700 puntos de venta, confirmó el proveedor de datos para la industria editorial, Nielsen BookScan.

Foto: Donna Oliveros | Diario de Querétaro

“Hasta antes del brote de la pandemia y el confinamiento social en México, 96% de las ventas de la industria se realizaba en librerías. De esta forma, el cierre de establecimientos agrava la situación de la industria editorial, al poner en riesgo de quiebra a entre 60 y 70 sellos”, señaló el senador Miguel Ángel Mancera, en un documento publicado el pasado 14 de mayo, donde exhortó a la Secretaría de Cultura Federal y a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a instrumentar medidas emergentes a fin de disminuir los efectos de la pandemia en la industria mexicana del libro y sobre el sector librero del país.

Frente a este contexto, editoriales independientes como Era, Almadía y Sexto Piso, casas editoriales de escritores como José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor, Eduardo Antonio Parra, Valeria Luiselli y Elena Poniatowska, han optado por comercializar directamente sus libros para resistir la crisis, dejando fuera de la cadena productiva a las pequeñas librerías.

“Empatizamos y comprendemos la búsqueda de soluciones inmediatas ante la desesperada situación de varios actores de nuestro ecosistema, sin embargo, la guerra de descuentos y promociones que ofrecen algunos, nos coloca en una franca desventaja, alejando más la posibilidad de abrir una vez terminada la pandemia”, apuntó Reli en un comunicado, propugnando por la generación de una relación más óptima con las editoriales, para generar así una ganancia bilateral.

En el mismo documento, la organización subrayó la posibilidad de aprovechar esta coyuntura para transformar el funcionamiento de este sector en el país.

“Las libreras y libreros conocemos los fondos editoriales, recomendamos libros, les damos exhibición, los promocionamos y acogemos a sus autores para charlas, lecturas y presentación (…) Las librerías son eslabón de contacto y generación de recursos que se trasladan a toda la cadena del libro. Es responsabilidad de todos aprovechar la coyuntura de esta crisis para transformar el funcionamiento del sector del libro en México y generar un ecosistema lleno de oportunidades para todos… Que nada vuelva a la normalidad”.

“No somos negocios”

La librería de Luis Vega se encuentra ubicada sobre Madero no 78. Su pequeña puerta la separa de una céntrica calle, donde bajo el rótulo “Laberinto librería” guarda en sus anaqueles una colección especializada de libros de ciencias sociales y humanidades, así como literatura, novelas gráficas y cuentos infantiles.

Tras la pregunta: ¿cómo sería un Querétaro sin librerías independientes?, Vega piensa su respuesta, y comienza por explicar la naturaleza de estos espacios.

En primera –dice–, las librerías son todo menos un negocio. Son lugares que viven en los márgenes de la ganancia mínima, y se dedican a promover el interés y el deseo por leer, por ello “el oficio del librero va mucho más allá de vender libros, lo que busca es generar un espacio –al estilo de las cafeterías de la ilustración– donde se congreguen los lectores”.

Sin embargo, tras la contingencia sanitaria Luis tuvo que cerrar su local, “por disposición oficial nos conminaron [a los libreros] a cerrar los establecimientos al no ser considerados de primera necesidad. Si de por sí mantener una librería normalmente es bastante difícil, sobrellevarla en medio de la contingencia se vuelve más caótico (…) No podemos seguir pagando un espacio. No podemos seguir pagando servicios. No podemos seguir estando aquí si no tenemos a quien venderle. Yo creo que la estrategia va a ser cerrar el espacio físico en algún momento, es decir, ya no podremos darnos el lujo de mantener un lugar, si no te dejan abrirlo, si no te apoyan. Terminas haciendo lo que hacen otros: subiendo todo a la red para ahorrarte esos costos”, lamenta.

Foto: Donna Oliveros | Diario de Querétaro

En aras de la bibliodiversidad y la comunidad lectora, Vega y otros libreros queretanos como Lalo, han apostado por los medios electrónicos como nuevos escaparates y canales de interlocución.

“Hemos entrado a grupos específicos, a páginas donde ya están establecidas ciertas preferencias, y con base en ello publicamos la información de nuestros libros”, asevera Luis, quien en un horario de 12:00 a 18:00 horas, recibe a las y los lectores en su establecimiento, para entregarles sus respectivos pedidos.

“Al ser una librería independiente, no podemos quedarnos en casa, lo cual sería fabuloso. Así que si aún no realizan sus compras para la cuarentena y quieren el mejor papel, no hay como el de los libros para la compañía. Les aseguramos que no encontrarán grandes grupos de personas en esta librería. Y si prefieren no salir, podemos acordar la entrega en sus casas. Les esperamos con descuentos del 15 al 40 % en todo nuestro catálogo”, anuncia el librero en la página oficial de Laberinto.

Y aunque el titular de Pessoa asegura que aún después de la contingencia sanitaria seguirá implementando estrategias en la web, afirma que no estaría dispuesto a trasladar toda su librería a lo digital, “porque al final de cuentas el espacio físico es una parte esencial del proyecto, [donde el librero] promueve las letras como un filtro literario (…) como un promotor y difusor, una conexión entre el escritor, el libro y quien lo vaya a leer (…) el librero es quien hace el cierre de ese hábitat del libro”.

Tras el cierre de librerías y la cancelación de ferias de libros, congresos y eventos académicos –otros espacios fundamentales para el desarrollo de la industria mexicana del libro–, Lalo informa que Reli ha optado por generar una red entre las 40 librerías independientes que la conforman, a través de la cual ofrecerán al público un catálogo con aproximadamente 80 mil títulos.

Esta plataforma digital, a la que también se ha sumado la Librería Sótano, se dará a conocer en los próximos días, y los libros “podrán adquirirse directamente en dicha página, en la que [ofreceremos] mayor variedad para que la gente no acuda a cadenas más grandes (…)que coartan cierta diversidad y coaccionan los gustos”, puntualiza.

¿Por qué comprar en librerías independientes?

A diferencia de las librerías comerciales, Lalo subraya que en los establecimientos independientes se encuentran catálogos únicos, en los que generalmente se incluye la obra de autores y escritoras independientes locales.

Además, y considerando que el consumo local también tiene que ver con libros, al frecuentar estos establecimientos se coadyuva al fortalecimiento de la comunidad lectora y la diversificación de los espacios culturales.

En contraste con los establecimientos comerciales, por los pasillos de estos lugares se puede conversar directamente con artistas y escritores locales, quienes también suelen acudir a estos espacios para saciar su propio apetito libresco.

Sobre la calle Hidalgo 183-B se encuentra ubicada la Librería Pessoa. Un establecimiento en cuya fachada anaranjada resalta la figura de aquél escritor portugués a quien rinde homenaje con su nombre. Bajo el mural, destacan dos carteles que solicitan a los visitantes el “uso obligatorio de cubrebocas” y se advierte la capacidad para un “máximo de cuatro personas” en su interior, por disposición oficial.

Cada tanto alguien cruza su umbral y saluda con familiaridad a Lalo “Pessoa”, el joven propietario de este espacio que ofrece a la comunidad lectora local, un acervo especializado en libros de escritores y editoriales independientes.

Al igual que los otros establecimientos que integran a la Red de Librerías Independientes (Reli), sus ventas se han visto mermadas tras la suspensión de actividades no esenciales. No obstante, las plataformas digitales han servido como un nuevo canal de contacto, donde además de poder conocer virtualmente el contenido de sus estantes, las y los lectores pueden solicitar sus libros.

Como estrategia, “empecé a armar una forma estandarizada de hacer envíos, y luego generé un catálogo rudimentario en una lista de Excel, donde de la A a la Z agrupé 3 mil [títulos] con secciones de literatura universal, infantil, sociología, filosofía, y así… “, explica Lalo.

En cuanto a las entregas, el librero detalla que ofrece envíos gratuitos y la opción de recoger el pedido directamente en su establecimiento. Los que optan por la segunda, aprovechan la visita para hablar con él de tal o cual autor; para intercambiar recomendaciones de editoriales y lecturas, o simplemente, para preguntar: “¿cómo va todo con la librería?”.

Y es que la contingencia sanitaria por Covid-19 ha afectado a toda la cadena productiva del libro; de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) hasta la semana del 13 al 19 de abril, la caída de la venta de los libros físicos en el país fue de 80% en comparación del 2019, y a partir del cierre de las tiendas se dejaron de comercializar 200 mil ejemplares cada semana en más de mil 700 puntos de venta, confirmó el proveedor de datos para la industria editorial, Nielsen BookScan.

Foto: Donna Oliveros | Diario de Querétaro

“Hasta antes del brote de la pandemia y el confinamiento social en México, 96% de las ventas de la industria se realizaba en librerías. De esta forma, el cierre de establecimientos agrava la situación de la industria editorial, al poner en riesgo de quiebra a entre 60 y 70 sellos”, señaló el senador Miguel Ángel Mancera, en un documento publicado el pasado 14 de mayo, donde exhortó a la Secretaría de Cultura Federal y a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a instrumentar medidas emergentes a fin de disminuir los efectos de la pandemia en la industria mexicana del libro y sobre el sector librero del país.

Frente a este contexto, editoriales independientes como Era, Almadía y Sexto Piso, casas editoriales de escritores como José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor, Eduardo Antonio Parra, Valeria Luiselli y Elena Poniatowska, han optado por comercializar directamente sus libros para resistir la crisis, dejando fuera de la cadena productiva a las pequeñas librerías.

“Empatizamos y comprendemos la búsqueda de soluciones inmediatas ante la desesperada situación de varios actores de nuestro ecosistema, sin embargo, la guerra de descuentos y promociones que ofrecen algunos, nos coloca en una franca desventaja, alejando más la posibilidad de abrir una vez terminada la pandemia”, apuntó Reli en un comunicado, propugnando por la generación de una relación más óptima con las editoriales, para generar así una ganancia bilateral.

En el mismo documento, la organización subrayó la posibilidad de aprovechar esta coyuntura para transformar el funcionamiento de este sector en el país.

“Las libreras y libreros conocemos los fondos editoriales, recomendamos libros, les damos exhibición, los promocionamos y acogemos a sus autores para charlas, lecturas y presentación (…) Las librerías son eslabón de contacto y generación de recursos que se trasladan a toda la cadena del libro. Es responsabilidad de todos aprovechar la coyuntura de esta crisis para transformar el funcionamiento del sector del libro en México y generar un ecosistema lleno de oportunidades para todos… Que nada vuelva a la normalidad”.

“No somos negocios”

La librería de Luis Vega se encuentra ubicada sobre Madero no 78. Su pequeña puerta la separa de una céntrica calle, donde bajo el rótulo “Laberinto librería” guarda en sus anaqueles una colección especializada de libros de ciencias sociales y humanidades, así como literatura, novelas gráficas y cuentos infantiles.

Tras la pregunta: ¿cómo sería un Querétaro sin librerías independientes?, Vega piensa su respuesta, y comienza por explicar la naturaleza de estos espacios.

En primera –dice–, las librerías son todo menos un negocio. Son lugares que viven en los márgenes de la ganancia mínima, y se dedican a promover el interés y el deseo por leer, por ello “el oficio del librero va mucho más allá de vender libros, lo que busca es generar un espacio –al estilo de las cafeterías de la ilustración– donde se congreguen los lectores”.

Sin embargo, tras la contingencia sanitaria Luis tuvo que cerrar su local, “por disposición oficial nos conminaron [a los libreros] a cerrar los establecimientos al no ser considerados de primera necesidad. Si de por sí mantener una librería normalmente es bastante difícil, sobrellevarla en medio de la contingencia se vuelve más caótico (…) No podemos seguir pagando un espacio. No podemos seguir pagando servicios. No podemos seguir estando aquí si no tenemos a quien venderle. Yo creo que la estrategia va a ser cerrar el espacio físico en algún momento, es decir, ya no podremos darnos el lujo de mantener un lugar, si no te dejan abrirlo, si no te apoyan. Terminas haciendo lo que hacen otros: subiendo todo a la red para ahorrarte esos costos”, lamenta.

Foto: Donna Oliveros | Diario de Querétaro

En aras de la bibliodiversidad y la comunidad lectora, Vega y otros libreros queretanos como Lalo, han apostado por los medios electrónicos como nuevos escaparates y canales de interlocución.

“Hemos entrado a grupos específicos, a páginas donde ya están establecidas ciertas preferencias, y con base en ello publicamos la información de nuestros libros”, asevera Luis, quien en un horario de 12:00 a 18:00 horas, recibe a las y los lectores en su establecimiento, para entregarles sus respectivos pedidos.

“Al ser una librería independiente, no podemos quedarnos en casa, lo cual sería fabuloso. Así que si aún no realizan sus compras para la cuarentena y quieren el mejor papel, no hay como el de los libros para la compañía. Les aseguramos que no encontrarán grandes grupos de personas en esta librería. Y si prefieren no salir, podemos acordar la entrega en sus casas. Les esperamos con descuentos del 15 al 40 % en todo nuestro catálogo”, anuncia el librero en la página oficial de Laberinto.

Y aunque el titular de Pessoa asegura que aún después de la contingencia sanitaria seguirá implementando estrategias en la web, afirma que no estaría dispuesto a trasladar toda su librería a lo digital, “porque al final de cuentas el espacio físico es una parte esencial del proyecto, [donde el librero] promueve las letras como un filtro literario (…) como un promotor y difusor, una conexión entre el escritor, el libro y quien lo vaya a leer (…) el librero es quien hace el cierre de ese hábitat del libro”.

Tras el cierre de librerías y la cancelación de ferias de libros, congresos y eventos académicos –otros espacios fundamentales para el desarrollo de la industria mexicana del libro–, Lalo informa que Reli ha optado por generar una red entre las 40 librerías independientes que la conforman, a través de la cual ofrecerán al público un catálogo con aproximadamente 80 mil títulos.

Esta plataforma digital, a la que también se ha sumado la Librería Sótano, se dará a conocer en los próximos días, y los libros “podrán adquirirse directamente en dicha página, en la que [ofreceremos] mayor variedad para que la gente no acuda a cadenas más grandes (…)que coartan cierta diversidad y coaccionan los gustos”, puntualiza.

¿Por qué comprar en librerías independientes?

A diferencia de las librerías comerciales, Lalo subraya que en los establecimientos independientes se encuentran catálogos únicos, en los que generalmente se incluye la obra de autores y escritoras independientes locales.

Además, y considerando que el consumo local también tiene que ver con libros, al frecuentar estos establecimientos se coadyuva al fortalecimiento de la comunidad lectora y la diversificación de los espacios culturales.

En contraste con los establecimientos comerciales, por los pasillos de estos lugares se puede conversar directamente con artistas y escritores locales, quienes también suelen acudir a estos espacios para saciar su propio apetito libresco.

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