/ martes 1 de enero de 2019

Roma

El libro de cabecera

“A ver, quítenme todo el desmadre, quítenme todo. ¿Quién les autorizó aquí poner esto? No, no, yo soy el delegado, no hay ningún permiso. No se pueden apartar lugares, y si no revóquenlo hoy mismo. Yo soy el jefe delegacional, ¿quién les dio autorización? No pueden tener veinte calles aunque estén filmando, tienen todo tomado, todo destruido”, así se expresaba en noviembre del 2016 Ricardo Monreal, el entonces delegado de Cuauhtémoc por Morena quien, ostentándose como la máxima autoridad, incluso por encima del gobierno de la Ciudad de México, hizo gala de su estilo agresivo vía Periscope. La filmación se trataba de la última película de Alfonso Cuarón, cuyo equipo trató en todo momento de mostrar al delegado los permisos para el rodaje.

Aquello terminó en una agresión en contra del equipo de Cuarón. El saldo: dos mujeres fueron golpeadas, cinco miembros del equipo tuvieron que ser ingresados al hospital y teléfonos celulares, carteras y joyería fueron robados.

Pero los trabajos de rodaje debían de continuar porque, a diferencia de Gravity (ganadora en 2013 de siete Oscar, incluyendo mejor director) las calles de la Ciudad de México debían ser capturadas en su esencia, no en escenarios virtuales.

El resultado de dicha filmación fue Roma (2018), el proyecto personal de Cuarón.

Él fue la única persona en el set que conocía el guión completo y los detalles de dirección de la película. Cada día, antes de filmar, Cuarón le entregaba las líneas a su elenco, intentando provocar una emoción real, un shock en el trabajo de sus actores. No obstante, no era raro que los actores escucharan instrucciones y explicaciones contradictorias, lo que a menudo se reflejaba en el caos en el rodaje día a día, escena tras escena. Pero para Cuarón "así es exactamente la vida: es caótico y realmente no puedes planificar cómo reaccionarás ante una situación dada".

En este caos el sonido juega un papel importante. Aunque ingenuamente hay comentarios (que no opiniones) en torno a la ausencia de banda sonora, Cuarón decidió filmar justo en la Ciudad de México en lugar de utilizar un estudio de sonido. Por eso es importante poner atención en el sonido; de hecho, un ejercicio interesante es poner la película y mirarla a través de los sonidos. De hecho, al final de la película, no se retire de inmediato, desocupado lector, espere a que se agoten los títulos finales y disfrute del concierto evocador de los sonidos de la calle.

Parafraseando a McKee, el guión propone principios, no normas. Las normas nos dicen “se debe de hacer de esta manera”, pero los principios se limitan a decirnos “Esto funciona… y ha funcionado desde que se recuerda”. La diferencia es abismal aunque, si tengo que explicarla, usted quizás no es digno de Roma ni de este humilde texto. El trabajo de Cuarón no sigue el modelo de una obra bien hecha: Roma está bien hecha según establecen los principios que conforman el arte cinematográfico de Cuarón. Los artistas que cumplen las reglas y los espectadores que esperan acudir a éstas son ansiosos e inexpertos, quizas por eso se quejan de que en Roma no haya más acción. Quienes son artistas y lectores (el cine también se lee) rebeldes y sin formación normativa incumplen las reglas, ellos son los maestros de la forma.

Roma está dedicada a Libo, sirvienta de la familia de Cuarón, y en quien precisamente se basa el artista para el personaje de Cleo, interpretado con inquietante sencillez por Yalitza Aparicio.

Respecto a Roma, Cuarón declaró: "Hay períodos en la historia que socavan las sociedades y momentos en la vida que nos transforman como individuos. El tiempo y el espacio nos limitan, pero también definen quiénes somos, creando vínculos inexplicables con otros que fluyen con nosotros al mismo tiempo y en los mismos lugares. Roma es un intento de capturar la memoria de los eventos que experimenté hace casi cincuenta años. Es una exploración de la jerarquía social de México, donde la clase y la etnicidad se han entrelazado perversamente hasta esta fecha y, más arriba. todo, es un retrato íntimo de las mujeres que me criaron en un reconocimiento del amor como un misterio que trasciende el espacio, la memoria y el tiempo ".

Hablamos tanto de Cuarón porque Roma es cine contemplativo, de autor. Aunque no se trate de un desafío de recepción a la altura de Tarkovsky sí se trata de una propuesta referencial que va al centro de la conmoción. Por ejemplo, la larga escena del parto en el hospital fue filmada solo una vez. Los médicos y las enfermeras eran reales, no actores, y fueron contratados para hacer que la escena se sintiera aún más auténtica. El propio Cuarón ha reconocido que el 90% de las escenas que se representan en el filme fueron extraídas de su propia memoria.

Todos los caminos conducen a Roma porque Roma es un universo referencial que captura la esencia de México. A través de los cromatismos, planos secuencia, canciones de Juan Gabriel y globeros se representa el auge y caída de un imperio, en este caso, de esa extraña fortaleza llamada familia. Cleo es una gladiadora que se debate al mismo tiempo en dos frentes y en dos tiempos: la memoria y nuestro reflejo en perspectiva.

No se trata de una añoranza al pasado, aquél que, por la inercia de la nostalgia, nos aferramos a costa de un futuro que se nos diluye. Es una constatación del presente, de un México que prefirió aupar a un autoritarismo inculto que creíamos superado, pero que se aferra a sus errores. La expectativa de Roma, alimentada por la vorágine frívola de las redes sociales, es inversamente proporcional al decrépito estado de nuestra cultura, esa que solo nos alcanza para quejarnos porque en Roma no hay acción, como la que tuvo Monreal en el 2016, hoy flamante peón de ese bodrio iletrado autodenominado cuarta transformación.

Sin Cultura no hay nación, ni cuarta transformación.

@doctorsimulacro

“A ver, quítenme todo el desmadre, quítenme todo. ¿Quién les autorizó aquí poner esto? No, no, yo soy el delegado, no hay ningún permiso. No se pueden apartar lugares, y si no revóquenlo hoy mismo. Yo soy el jefe delegacional, ¿quién les dio autorización? No pueden tener veinte calles aunque estén filmando, tienen todo tomado, todo destruido”, así se expresaba en noviembre del 2016 Ricardo Monreal, el entonces delegado de Cuauhtémoc por Morena quien, ostentándose como la máxima autoridad, incluso por encima del gobierno de la Ciudad de México, hizo gala de su estilo agresivo vía Periscope. La filmación se trataba de la última película de Alfonso Cuarón, cuyo equipo trató en todo momento de mostrar al delegado los permisos para el rodaje.

Aquello terminó en una agresión en contra del equipo de Cuarón. El saldo: dos mujeres fueron golpeadas, cinco miembros del equipo tuvieron que ser ingresados al hospital y teléfonos celulares, carteras y joyería fueron robados.

Pero los trabajos de rodaje debían de continuar porque, a diferencia de Gravity (ganadora en 2013 de siete Oscar, incluyendo mejor director) las calles de la Ciudad de México debían ser capturadas en su esencia, no en escenarios virtuales.

El resultado de dicha filmación fue Roma (2018), el proyecto personal de Cuarón.

Él fue la única persona en el set que conocía el guión completo y los detalles de dirección de la película. Cada día, antes de filmar, Cuarón le entregaba las líneas a su elenco, intentando provocar una emoción real, un shock en el trabajo de sus actores. No obstante, no era raro que los actores escucharan instrucciones y explicaciones contradictorias, lo que a menudo se reflejaba en el caos en el rodaje día a día, escena tras escena. Pero para Cuarón "así es exactamente la vida: es caótico y realmente no puedes planificar cómo reaccionarás ante una situación dada".

En este caos el sonido juega un papel importante. Aunque ingenuamente hay comentarios (que no opiniones) en torno a la ausencia de banda sonora, Cuarón decidió filmar justo en la Ciudad de México en lugar de utilizar un estudio de sonido. Por eso es importante poner atención en el sonido; de hecho, un ejercicio interesante es poner la película y mirarla a través de los sonidos. De hecho, al final de la película, no se retire de inmediato, desocupado lector, espere a que se agoten los títulos finales y disfrute del concierto evocador de los sonidos de la calle.

Parafraseando a McKee, el guión propone principios, no normas. Las normas nos dicen “se debe de hacer de esta manera”, pero los principios se limitan a decirnos “Esto funciona… y ha funcionado desde que se recuerda”. La diferencia es abismal aunque, si tengo que explicarla, usted quizás no es digno de Roma ni de este humilde texto. El trabajo de Cuarón no sigue el modelo de una obra bien hecha: Roma está bien hecha según establecen los principios que conforman el arte cinematográfico de Cuarón. Los artistas que cumplen las reglas y los espectadores que esperan acudir a éstas son ansiosos e inexpertos, quizas por eso se quejan de que en Roma no haya más acción. Quienes son artistas y lectores (el cine también se lee) rebeldes y sin formación normativa incumplen las reglas, ellos son los maestros de la forma.

Roma está dedicada a Libo, sirvienta de la familia de Cuarón, y en quien precisamente se basa el artista para el personaje de Cleo, interpretado con inquietante sencillez por Yalitza Aparicio.

Respecto a Roma, Cuarón declaró: "Hay períodos en la historia que socavan las sociedades y momentos en la vida que nos transforman como individuos. El tiempo y el espacio nos limitan, pero también definen quiénes somos, creando vínculos inexplicables con otros que fluyen con nosotros al mismo tiempo y en los mismos lugares. Roma es un intento de capturar la memoria de los eventos que experimenté hace casi cincuenta años. Es una exploración de la jerarquía social de México, donde la clase y la etnicidad se han entrelazado perversamente hasta esta fecha y, más arriba. todo, es un retrato íntimo de las mujeres que me criaron en un reconocimiento del amor como un misterio que trasciende el espacio, la memoria y el tiempo ".

Hablamos tanto de Cuarón porque Roma es cine contemplativo, de autor. Aunque no se trate de un desafío de recepción a la altura de Tarkovsky sí se trata de una propuesta referencial que va al centro de la conmoción. Por ejemplo, la larga escena del parto en el hospital fue filmada solo una vez. Los médicos y las enfermeras eran reales, no actores, y fueron contratados para hacer que la escena se sintiera aún más auténtica. El propio Cuarón ha reconocido que el 90% de las escenas que se representan en el filme fueron extraídas de su propia memoria.

Todos los caminos conducen a Roma porque Roma es un universo referencial que captura la esencia de México. A través de los cromatismos, planos secuencia, canciones de Juan Gabriel y globeros se representa el auge y caída de un imperio, en este caso, de esa extraña fortaleza llamada familia. Cleo es una gladiadora que se debate al mismo tiempo en dos frentes y en dos tiempos: la memoria y nuestro reflejo en perspectiva.

No se trata de una añoranza al pasado, aquél que, por la inercia de la nostalgia, nos aferramos a costa de un futuro que se nos diluye. Es una constatación del presente, de un México que prefirió aupar a un autoritarismo inculto que creíamos superado, pero que se aferra a sus errores. La expectativa de Roma, alimentada por la vorágine frívola de las redes sociales, es inversamente proporcional al decrépito estado de nuestra cultura, esa que solo nos alcanza para quejarnos porque en Roma no hay acción, como la que tuvo Monreal en el 2016, hoy flamante peón de ese bodrio iletrado autodenominado cuarta transformación.

Sin Cultura no hay nación, ni cuarta transformación.

@doctorsimulacro

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