Tu relación con la pared es de amor odio, pues cada superficie es distinta y debes adaptarte a ella. Sin embargo, además de la textura, la pintura y las brochas, son importantes también las personas que te instalan el andamio, el que te enseña a mover la grúa, el que te sujeta la escalera. Debe haber una buena relación entre el equipo que hay atrás del mural, pues no sólo es llegar a pintar una pared, el buen resultado del mural depende de todo lo que hay alrededor.
Renata Martínez / Artista plástico
Renata tiene cinco años pintando de manera profesional. Trabajó en una clínica de tatuajes, y entre amigos, empezó a pintar. No estudió en ninguna facultad de arte, pero sí le ha aprendido a muchos artistas. Es una de las pocas muralistas que no empezó haciendo graffiti, si bien respeta la técnica e incluso espera algún día experimentar con ella. “La lata es muy divertida”, afirma. También pinta sobre caballete y como muralista ha realizado trabajos en Monterrey y Cuernavaca, así como en Suecia y Estonia. En Querétaro, pintó muros en Pasteur y Álamos, aunque su primer mural fue en Hércules.
El muro de Renata es una colaboración con Aaron, de Nueva Zelanda y se ubica en la parte sur oriente del CECEQ. Visualmente está inspirado en los retablos novohispanos, tiene elementos de culturas prehispánicas (el dios Tláloc e iconografía ñañu) y conceptualmente pretende plasmar varias situaciones relacionadas con la distribución del agua: las personas que tienen que caminar kilómetros para conseguirla, el camino que ésta recorre, la contaminación y cómo afecta a la vida bajo el agua y que además, es alimento para los humanos; y plasma la sed que padecen muchos alrededor del mundo.
Ataviada con arnés, casco y chaleco de seguridad, Renata opera la grúa que la eleva y traslada de un lado a otro mientras traza el mural que describe, en varias escenas, la vida en lugares donde no hay agua. En su mural no hay color negro, al contrario, todos sus personajes parecen estar bajo una luz abrasadora con la cual la sed se hace más notoria. “Más allá de si el mural está bonito o no”, afirma Renata en un breve descanso, “lo que en verdad importa es que la gente se interese por investigar un poco más sobre lo que sucede con el agua”.
Como artista joven, reconoce que tiene aún mucho camino por recorrer, si bien su talento es evidente. “Yo no creo que los pintores nazcamos sabiendo pintar. Es un asunto de práctica. Yo no nací pintando así, la constancia y la práctica me dan la confianza de hacer los trazos que hago. Dependiendo de qué color, cantidad de agua o técnica use, yo espero un resultado predeterminado. En el proceso llega un momento en el que dices: al fin me gusta cómo va quedando, pues vas a prueba y error. Y siempre debes tener la mente abierta para experimentar, pues a medida que vayas probando cosas nuevas, vas creciendo como artista y como persona”.