Y por mirarlo todo, nada veía, ni discernir podía
Sor Juana Inés de la Cruz
Las prisas impiden concentrarse en cualquier cosa que uno esté realizando. Quizá a veces sea inevitable estar apresurado, pero ¿siempre? Es ahí cuando se comete la equivocación enfermiza. Y esa falta de concentración se paga con un trabajo mal ejecutado y con el avance del olvido. No queda huella profunda. Es necesario realizar con plena conciencia lo que se lleve a cabo. Esta actitud, aparte de ser bella, es esplendorosa, se disfruta al máximo, deja huella y el trabajo que sea queda muchísimo mejor, pues por mirarlo todo con prisas no se ve nada y no se discierne correctamente.
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Vaya, me sorprendió y agradó mucho enterarme de que una frase de Jesucristo que siempre me ha guiado, fuera también la favorita del filósofo Marshall McLuhan: “Es innegable que McLuhan buscaba ser, en efecto, un hombre libre. Su lápida reza, con tipografía digital: La verdad nos hará libres. (Cita bíblica: Veritas liberabit nos.)”
Fuente: Wikipedia
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¿Por qué no eres como una rosa en el mar? Es decir, la rosa de suave perfume que ilumine el paso con su color y sus formas. Una rosa insólita que anuncie la libertad, la voz de los seres libres que creen en el amor, en la utopía que no se le impone a nadie, que creen en el perdón como fuente de toda amistad y amor. La rosa con espinas que dice que en la vida hay de todo, belleza inconmensurable, dolor, tristeza, alegría, llanto. Toma la flor, llévala en tus manos y ofrécela en silencio al que esté despierto. El entenderá el mensaje y te contestará también pacíficamente, y verás en sus ojos la fuente que mana de la compasión y el cariño. Una rosa que susurre en secreto a mi oído las palabras simples de un amor sincero. Una rosa que flote en el agua del mar como en un paisaje surrealista, como una pintura de René Magritte, o como unos versos de Tristan Tzara.
Te lo pregunto a ti y me pregunto a mí: por qué no eres como una rosa en el mar, anhelando la libertad, rechazando todo fanatismo, abriendo la mente y el corazón para sopesar los hechos y buscar la verdad. Ya lo dijo el poeta Aute: “la libertad, la libertad, derecho de la humanidad”, y la cerrazón autoritaria la niega, la persigue, la violenta, la acalla, pero el ser humano –como dijo Sartre–, está condenado a ser libre. Así que escucha hermano la canción de la alegría y busca la libertad hasta debajo de las piedras, gánatela, vívela, fecúndala, hazla nacer en cada espacio de tu vida, compártela, extiéndela y flota en su cauce, en su vertiente, y no olvides nunca el aroma de la flor y su color.
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¡Los hijos son el campo florido! Son el espacio de todas las batallas, las luces, los faros que requiere la vida, los dueños del corazón, las guías de los actos, la antorcha para caminar en el mundo. Pueden ser fuente de gozo y sufrimiento, pero mucho depende de lo que tú hagas, del ejemplo que les des. Los hijos son el campo florido, el terreno de la flor y el canto, de la visión poética, de la creación, de la alegría. Cuida cada paso que des, los ojos infantiles te miran y copiarán todo lo que hagas, lo equivocado y lo magnífico. No seguirán tus palabras sino tu ejemplo. Hijas e hijos son tu espejo, tu reflejo, te verás en ellos, tu voz, tus palabras, tus ademanes, tus formas de andar, tus costumbres y vicios, y esa huella los marcará para siempre. Así que ten mucho cuidado para que nunca llores lágrimas de sangre. Los hijos son una bendición, y el guerrero sabe muy bien que le fueron asignados por las estrellas. Son flores delicadas a las que hay que cuidar con mucho esmero para que florezcan en el jardín de la vida.
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Te haces una pregunta, te parece importante, le comienzas a buscar respuesta, pero entonces piensas que quizá no es tan importante, o que ya otros han tratado el tema y ya le han dado respuestas. Ya no es necesaria tu pregunta. Y así te vas desvalorizando paso a paso, situación tras situación. Porque nadie te ha dicho nunca que eres importante, y todavía dependes mucho de que otros te avalen, pero confía en ti, quiérete. Si te equivocas corregirás. Así que pregunta, pregunta sin miedo a nada ni a nadie, y busca las respuestas. Eso te dará seguridad para tu accionar. Las preguntas son llaves del conocimiento, y conocer es caminar de manera más acertada en todos los campos de la vida. Qué importa que otros ya lo hayan pensado, lo importante es que ahora lo piensas tú.
Hay quienes no quieren responder a las preguntas, hay los que desvían el tema y responden otra cosa, hay quienes responden de frente. Nada está garantizado, hay que seguir preguntando desde diferentes frentes, diferentes ángulos. Hay que someter las respuestas a una revisión crítica, hay que darle valor al argumento, comprobarlo con hechos fehacientes. Las preguntas son las llaves maestras. Se moleste quien se moleste, hay que preguntar. Hay que esmerarse en la calidad de la pregunta. En el método científico se sabe la importancia de una pregunta bien pensada, pues al ser una guía para el camino, su diseño es la clave.
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Me gusta el naturalismo, esa sencillez con la que escribían los de la generación perdida. Lo rimbombante es ampuloso, estorboso, innecesario. ¿Para qué se escribe, acaso por egolatría? Sin duda hay quien así redacta, pero un escritor sincero lo hace por una necesidad insalvable, porque quiere comunicar una verdad que ha descubierto y quiere compartir lo que cree fundamental. Puede que sea verdad o no, pero en su ser más profundo está convencido de que es necesario compartir. Palabras comprometidas con lo mejor de la vida, textos que nacen del amor a los demás y que sólo buscan, según su parecer, lo mejor, lo que enaltece, lo que es bueno para todos.
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