/ miércoles 28 de agosto de 2019

El asilo, hogar de la nostalgia

Ubicado en el centro de la ciudad, la casa hogar San Sebastián, guarda historias de la vida cotidiana de los abuelitos que ahí conviven

Ubicado en la colonia Guadalupe Victoria, en el centro de la cuidad, el asilo San Sebastián muestra un poco de su vida cotidiana, Elizabeth Ugalde, encargada desde hace dos años del lugar, reconoce que es difícil recibir apoyo para los abuelitos, pues pese a ser el sector más vulnerable de la sociedad, son los que menos reciben dado que las casas hogar o espacios para mujeres víctimas de violencia o jóvenes son problemáticas más visibles para la sociedad.

Elizabeth conoce a cada uno de los abuelitos, los presenta y cuenta un poco de su historia, invita a la gente a acudir al asilo a convivir con ellos, escucharlos, compartir un café o un desayuno para platicar y conocer sus experiencias en la vida.

En la entrada del comedor, descabezando ejotes está la señora Celia Villegas Vásquez de 91 años, originaria del Distrito Federal, llegó hace varios meses a Querétaro, muy contenta y activa, ayuda en la cocina a limpiar el alimento. Cuenta que siempre fue afecta a la cocina, los platillos más laureados por su sazón eran los chiles rellenos de carne, atún, queso y picadillo.

Celia Villegas de 91 años era experta en la cocina y el baile/YOLANDA LONGINO

Aunque está en una silla de ruedas, asegura que es muy buena para el baile, desde sus años mozos era experta en el danzón, swing y cha cha chá, aunque hoy le es difícil mover sus piernas, nunca pierde el gusto por la buena música y menos el ritmo.

“Trabajé como secretaria ejecutiva y ya después me encargué al hogar, enviudé y me vine a Querétaro con uno de mis hijos, tuvo un coma diabético y falleció, tengo tres nietos, una mujer y dos hombres, ya son mayores de edad, ya tienen su familia, sus obligaciones, tienen todo, por ese motivo tengo que estar en la ayuda de aquí (del asilo), porque no es posible que uno que está enfermo conviva con una familia que está joven”.

Con la experiencia que la vida le ha brindado en estos más de 90 años de vida recomienda a los jóvenes a prepararse bien a estudiar para competir en el difícil mundo laboral.

“Mis padres nos educaron muy bien, buscaron que fuéramos y estuviéramos mejor y bien, en primer lugar la gente debe prepararse porque Querétaro está en auge y efervescencia, necesitamos gente más especializada y la generalidad es el sacrificio de educar y prepara más a los chicos para su futuro”.

Más adelante, sentada en el fondo del jardín, debajo de un letrero, Doña Clementina Hernández descansa a la sombra, su alegría es contagiosa, a sus 76 años nos explica que los caminos del amor tampoco tienen edad, se ha casado dos veces y las dos enviudó, pero asegura que está lista para el tercero, con uno de 60 se conforma.

Sentada y descansando, doña Clementina/YOLANDA LONGINO

“La primera vez que me casé me fue de maravilla, tuve un gran marido, un gran padre para mis hijos, el segundo matrimonio fue mi amigo, fuimos muy unidos, seguro se fue al cielo, era un doctor muy buena gente y luego ni cobraba la consultas y regalaba la medicina, lo conocí en una comida, los nos hicimos ojitos y así empezó todo”.

Originaria de San Juan del Río, doña Clemen, como le llaman en el asilo, sabe que hoy en día los abuelos y los nietos son generaciones totalmente diferentes que se comunican con el lenguaje universal del amor, debido a que su hija trabajaba se encargó de cuidar a su nieta.

“Cuando recibí a mi primer nieta fue una cosa hermosa que mi hija hubiera dado una mujercita, yo la crié hasta que empezó a hacer su carrera, la lleve al kínder, a la primaria, es como ser mamá otra vez, ser abuelo es una cosa hermosa que le digan a uno abuelito, aunque mi nieta me decía mamá, mi hija se enojaba pero es una experiencia muy bonita”.

El reconocido compositor del siglo XIX, Igor Straviniski, aseguró que parte de la naturaleza del ser humano es que a menudo nos sentimos más cerca de generaciones distantes que de la generación inmediatamente anterior, lo que nos hace valorar a los abuelos, más que incluso a nuestros padres.

Reynaldo Cisneros Croda tiene 70 años, nació en Veracruz y llegó a Querétaro siguiendo a su familia, a sus hijas y nietos, se dedicaba a vender frutas y verduras pero dejó su oficio debido a problemas en la vista.

Experiencia y educación recomienda con Reynaldo Croda a los jóvenes/YOLANDA LONGINO

“Se me fue deteriorando la vista, fui al hospital y mi cuerpo ya dio lo que había que dar, mi familia está en Querétaro, vienen los fines de semana, recomendaría a los jóvenes y a todos que hay que prepararse porque la vida está muy difícil, la vida ha cambiado, cambios en la economía, cambios en la cultura en todos lados hay cambios”.

Sentada en otro pasillo, junto a la capilla está María Avilés, el tono plateado de su largo cabello se pierde con la blanca pared del fondo, se fusionan, pero destaca siempre su gran sonrisa, sin dientes, pero franca, hace 93 años nació en la calle de Primavera, cerca de la estación del tren, ella es testigo del crecimiento de Querétaro y de cómo ha cambiado su pueblo hasta convertirse en la gran ciudad que es hoy.

Sonrisa franca y alegre la de María Avilés, originaria de Querétaro/YOLANDA LONGINO

“Aquí en mi Querétaro he vivido, mi Querétaro lindo te llevó en el corazón, es una canción, es muy bonito Querétaro, su gente y su pueblo, me dediqué a la costura, hacia camisas para una fábrica, me llevaban la tela y las cosía, dejé de trabajar cuando mis hijos terminaron de estudiar, los dos abogados”.

Ubicado en la colonia Guadalupe Victoria, en el centro de la cuidad, el asilo San Sebastián muestra un poco de su vida cotidiana, Elizabeth Ugalde, encargada desde hace dos años del lugar, reconoce que es difícil recibir apoyo para los abuelitos, pues pese a ser el sector más vulnerable de la sociedad, son los que menos reciben dado que las casas hogar o espacios para mujeres víctimas de violencia o jóvenes son problemáticas más visibles para la sociedad.

Elizabeth conoce a cada uno de los abuelitos, los presenta y cuenta un poco de su historia, invita a la gente a acudir al asilo a convivir con ellos, escucharlos, compartir un café o un desayuno para platicar y conocer sus experiencias en la vida.

En la entrada del comedor, descabezando ejotes está la señora Celia Villegas Vásquez de 91 años, originaria del Distrito Federal, llegó hace varios meses a Querétaro, muy contenta y activa, ayuda en la cocina a limpiar el alimento. Cuenta que siempre fue afecta a la cocina, los platillos más laureados por su sazón eran los chiles rellenos de carne, atún, queso y picadillo.

Celia Villegas de 91 años era experta en la cocina y el baile/YOLANDA LONGINO

Aunque está en una silla de ruedas, asegura que es muy buena para el baile, desde sus años mozos era experta en el danzón, swing y cha cha chá, aunque hoy le es difícil mover sus piernas, nunca pierde el gusto por la buena música y menos el ritmo.

“Trabajé como secretaria ejecutiva y ya después me encargué al hogar, enviudé y me vine a Querétaro con uno de mis hijos, tuvo un coma diabético y falleció, tengo tres nietos, una mujer y dos hombres, ya son mayores de edad, ya tienen su familia, sus obligaciones, tienen todo, por ese motivo tengo que estar en la ayuda de aquí (del asilo), porque no es posible que uno que está enfermo conviva con una familia que está joven”.

Con la experiencia que la vida le ha brindado en estos más de 90 años de vida recomienda a los jóvenes a prepararse bien a estudiar para competir en el difícil mundo laboral.

“Mis padres nos educaron muy bien, buscaron que fuéramos y estuviéramos mejor y bien, en primer lugar la gente debe prepararse porque Querétaro está en auge y efervescencia, necesitamos gente más especializada y la generalidad es el sacrificio de educar y prepara más a los chicos para su futuro”.

Más adelante, sentada en el fondo del jardín, debajo de un letrero, Doña Clementina Hernández descansa a la sombra, su alegría es contagiosa, a sus 76 años nos explica que los caminos del amor tampoco tienen edad, se ha casado dos veces y las dos enviudó, pero asegura que está lista para el tercero, con uno de 60 se conforma.

Sentada y descansando, doña Clementina/YOLANDA LONGINO

“La primera vez que me casé me fue de maravilla, tuve un gran marido, un gran padre para mis hijos, el segundo matrimonio fue mi amigo, fuimos muy unidos, seguro se fue al cielo, era un doctor muy buena gente y luego ni cobraba la consultas y regalaba la medicina, lo conocí en una comida, los nos hicimos ojitos y así empezó todo”.

Originaria de San Juan del Río, doña Clemen, como le llaman en el asilo, sabe que hoy en día los abuelos y los nietos son generaciones totalmente diferentes que se comunican con el lenguaje universal del amor, debido a que su hija trabajaba se encargó de cuidar a su nieta.

“Cuando recibí a mi primer nieta fue una cosa hermosa que mi hija hubiera dado una mujercita, yo la crié hasta que empezó a hacer su carrera, la lleve al kínder, a la primaria, es como ser mamá otra vez, ser abuelo es una cosa hermosa que le digan a uno abuelito, aunque mi nieta me decía mamá, mi hija se enojaba pero es una experiencia muy bonita”.

El reconocido compositor del siglo XIX, Igor Straviniski, aseguró que parte de la naturaleza del ser humano es que a menudo nos sentimos más cerca de generaciones distantes que de la generación inmediatamente anterior, lo que nos hace valorar a los abuelos, más que incluso a nuestros padres.

Reynaldo Cisneros Croda tiene 70 años, nació en Veracruz y llegó a Querétaro siguiendo a su familia, a sus hijas y nietos, se dedicaba a vender frutas y verduras pero dejó su oficio debido a problemas en la vista.

Experiencia y educación recomienda con Reynaldo Croda a los jóvenes/YOLANDA LONGINO

“Se me fue deteriorando la vista, fui al hospital y mi cuerpo ya dio lo que había que dar, mi familia está en Querétaro, vienen los fines de semana, recomendaría a los jóvenes y a todos que hay que prepararse porque la vida está muy difícil, la vida ha cambiado, cambios en la economía, cambios en la cultura en todos lados hay cambios”.

Sentada en otro pasillo, junto a la capilla está María Avilés, el tono plateado de su largo cabello se pierde con la blanca pared del fondo, se fusionan, pero destaca siempre su gran sonrisa, sin dientes, pero franca, hace 93 años nació en la calle de Primavera, cerca de la estación del tren, ella es testigo del crecimiento de Querétaro y de cómo ha cambiado su pueblo hasta convertirse en la gran ciudad que es hoy.

Sonrisa franca y alegre la de María Avilés, originaria de Querétaro/YOLANDA LONGINO

“Aquí en mi Querétaro he vivido, mi Querétaro lindo te llevó en el corazón, es una canción, es muy bonito Querétaro, su gente y su pueblo, me dediqué a la costura, hacia camisas para una fábrica, me llevaban la tela y las cosía, dejé de trabajar cuando mis hijos terminaron de estudiar, los dos abogados”.

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