La entrada del solsticio de verano es un ejemplo de cómo el universo y los fenómenos naturales siguen su curso, pues si durante los últimos dos siglos la transición entre una estación y otra es cada vez menos perceptible es debido a la actividad humana y no a la naturaleza, de acuerdo con José Franco, astrónomo investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del programa de arte, ciencias y tecnología.
Para poder comprender lo que sucede cuando se cambia de estaciones, el astrónomo explicó que se debe tener presente que la Tierra lleva a cabo dos tipos de movimientos: rotación, que es girar sobre su propio eje, y traslación, que es lo que sucede cuando le da la vuelta al sol.
La inclinación cambia ligeramente en un aproximado de 23.5 grados, “esto hace que cuando la Tierra va girando alrededor del sol, la luz entra con un ángulo diferente en distintos puntos geográficos”.
Debido a esta entrada variante de la luz es que en el hemisferio norte en junio es el verano y al sur del mundo llega el invierno. “El sol pareciera ser que sale desde puntos diferentes a lo largo del año”, expuso el científico.
El recorrido aparente que hace el sol, va del norte hacia el sur y luego de regreso, durante todo el año, cuando llega a su punto más hacia el norte, es cuando se define el solsticio de verano”.
Además de las implicaciones en cuanto a la temperatura propia de cada estación, la inclinación y distancia de la Tierra respecto del sol influye en las horas de luz que se tiene en cada día, por lo que el verano se caracteriza por tener días mucho más largos.
Respecto a la influencia del cambio climático en la observación astronómica, José Franco señaló que “la energía que llega del sol quede atrapada por los gases del efecto invernadero, ya que evitan que la radiación salga de la Tierra (…) y esto produce un sobrecalentamiento”; así, las condiciones de nubosidad también han presentado cambios.
Entre las consecuencias, se ha visto que la temperatura sube y los casquetes polares se han derretido, así como también ha habido cambios en los patrones de vientos y aguas, por lo que los fenómenos naturales de lluvas, sequías y ciclones han cambiado.
“En lugares donde antes se tenían condiciones muy adecuadas para la observación del cielo, estos fenómenos han provocado que se inhiba el cielo porque se tienen altas nubosidades”; no obstante, reconoció que aún existen posibilidades de observar tanto de manera profesional como aficionada, como algunas zonas apartadas de la Ciudad de Querétaro o los municipios de Bernal y Cadereyta.
Señaló que no debemos desperdiciar la oportunidad de presenciar los colores de las estrellas, los eclipses y las fases de la luna, puesto que esto implica sabernos parte de un universo de posibilidades.