/ viernes 23 de abril de 2021

La naturaleza, toda una deidad

Para las comunidades indígenas, los alimentos como el maíz son considerados como sagrados es por ello que al cortarlos se les pide permiso para cortarlo

Las evidencias de la relación respetuosa de las comunidades indígenas con la naturaleza pueden observarse en el estudio de las lenguas, de acuerdo con Aurelio Núñez-López, investigador especializado en la tradición oral otomí; el próximo 22 de abril se conmemorará el Día Internacional de la Tierra.

Refirió que es posible identificar la cosmovisión de los pueblos indígenas sobre la naturaleza, puesto que era considerada una deidad que proporcionaba alimentos y condiciones climatológicas para la subsistencia y desarrollo.

“La palabra referente a la naturaleza en otomí significa lo dado por Dios”, y está conformada por dos vocablos, de ahí es que, lingüísticamente puede ubicarse el papel sagrado con el que desde el nombre se le concebía a la tierra, las plantas, los animales e incluso las piedras.

No sólo el agua o los alimentos recibían esta clasificación de algo divino, sino que también el sol, la luna y los fenómenos naturales implicaban una veneración para las culturas prehispánicas.

“Los hombres y los seres vivos a su alrededor eran concebidos como parte de un mismo ser, la Tierra, incluso las piedras, que eran los guardianes del cerro, pequeños dioses; también podemos encontrarlos cuando se habla de que existen guardianes que ayudan al Dios Tláloc a cuidar el agua”.

El investigador ha encontrado que en los rituales y mitos que se transmitían, también es posible identificar esta relación de respeto: “…cuando una persona va al cerro y corta nopales o tunas tiene que pedir permiso al nopal para cortar sus frutos y agradecer por esos alimentos que va a comer. Cuando le pide permiso, la planta va a crecer y a producir más, en cambio, si no pide permiso y solo corta o destruye, a la persona le cae un castigo”.

Aseguró que la idea principal respecto a la obtención de alimentos consistía en no sacar provecho de los frutos que se obtenían de las plantas, como el maíz, considerado sagrado por varias culturas, entre ellas la otomí, aún presente en Querétaro: “la ley de reciprocidad dice que se toma solamente lo necesario para comer”.

Para el biólogo, uno de los factores que han influido en la historia para que cambie esta concepción hacia el usufructo y la explotación de los recursos naturales, es que las tierras de cultivo han cambiado de dueños “desde que se provatizaron las tierras y pueden venderlas, ellos han perdido el respeto por la naturalez y el dinero tiene más importancia, aunque todavía hay gente que conserva esos valores”.

Las evidencias de la relación respetuosa de las comunidades indígenas con la naturaleza pueden observarse en el estudio de las lenguas, de acuerdo con Aurelio Núñez-López, investigador especializado en la tradición oral otomí; el próximo 22 de abril se conmemorará el Día Internacional de la Tierra.

Refirió que es posible identificar la cosmovisión de los pueblos indígenas sobre la naturaleza, puesto que era considerada una deidad que proporcionaba alimentos y condiciones climatológicas para la subsistencia y desarrollo.

“La palabra referente a la naturaleza en otomí significa lo dado por Dios”, y está conformada por dos vocablos, de ahí es que, lingüísticamente puede ubicarse el papel sagrado con el que desde el nombre se le concebía a la tierra, las plantas, los animales e incluso las piedras.

No sólo el agua o los alimentos recibían esta clasificación de algo divino, sino que también el sol, la luna y los fenómenos naturales implicaban una veneración para las culturas prehispánicas.

“Los hombres y los seres vivos a su alrededor eran concebidos como parte de un mismo ser, la Tierra, incluso las piedras, que eran los guardianes del cerro, pequeños dioses; también podemos encontrarlos cuando se habla de que existen guardianes que ayudan al Dios Tláloc a cuidar el agua”.

El investigador ha encontrado que en los rituales y mitos que se transmitían, también es posible identificar esta relación de respeto: “…cuando una persona va al cerro y corta nopales o tunas tiene que pedir permiso al nopal para cortar sus frutos y agradecer por esos alimentos que va a comer. Cuando le pide permiso, la planta va a crecer y a producir más, en cambio, si no pide permiso y solo corta o destruye, a la persona le cae un castigo”.

Aseguró que la idea principal respecto a la obtención de alimentos consistía en no sacar provecho de los frutos que se obtenían de las plantas, como el maíz, considerado sagrado por varias culturas, entre ellas la otomí, aún presente en Querétaro: “la ley de reciprocidad dice que se toma solamente lo necesario para comer”.

Para el biólogo, uno de los factores que han influido en la historia para que cambie esta concepción hacia el usufructo y la explotación de los recursos naturales, es que las tierras de cultivo han cambiado de dueños “desde que se provatizaron las tierras y pueden venderlas, ellos han perdido el respeto por la naturalez y el dinero tiene más importancia, aunque todavía hay gente que conserva esos valores”.

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