/ jueves 30 de noviembre de 2023

Diversidades | El odio ya se volvió tendencia


Los discursos de odio no son libertad de expresión

Hola amigas y amigos de esta columna Diversidades. Últimamente, todas las personas que usamos las redes sociales nos hemos percatado de un incremento significativo de las violencias y los discursos de odio en los medios digitales. Atrás quedó ese tiempo donde las redes sociales prometían ser una especie de ágora digital, donde se expresaban todas las voces sin pasar por los filtros que ejercían los medios de comunicación tradicionales y que fueron aprovechadas para dar visibilidad a muchas causas sociales que anteriormente no tenían una forma de hacerse oír en los canales de comunicación convencionales. Actualmente, tal parece que “las benditas redes sociales” han pasado a ser las “malditas redes sociales”.

Varios estudios han dicho que el anonimato y la “distancia digital” que proporciona la virtualidad ha roto todos los límites y las reglas de comportamiento que se construyeron para la interacción social en el mundo presencial, exacerbando las expresiones violentas que no se dirían tan fácilmente mirando de frente a una persona en la realidad.

Esa falta de límites en la virtualidad ha destruido varias vidas, pensemos en las niñas, niños y adolescentes que cada día caen víctimas de depredadores sexuales que les enganchan por redes sociales haciéndose pasar por sus pares. O la violencia que se ejerce contra las mujeres jóvenes al ver expuesta su intimidad sin consentimiento y que ha dado lugar a una de las primeras leyes que penalizan la violencia digital, estoy hablando de la Ley Olimpia. O el de la Ley Ingrid, que sanciona a las personas servidoras públicas que filtren imágenes de los cadáveres de las víctimas como una forma de revictimizar a las personas asesinadas y a sus familiares, en su calidad de víctimas indirectas. Todos estos casos, nos han dejado claro a la sociedad que la violencia digital no es un juego y ese consenso social se ha expresado en la frase acuñada por las mujeres activistas “La violencia digital es violencia real”.

La ola más reciente de violencia digital ha escalado de intensidad y se ha convertido francamente en discursos de odio, con una clara y nefasta consecuencia: silenciar a las voces críticas y activistas de los derechos de las mujeres, periodistas, ambientalistas y personas LGBTIQ+, especialmente las personas trans y no binaries.

Muy recientemente vimos cómo en sus últimos meses de vida, le magistrade Ociel Baena fue ferozmente atacade en las redes sociales por su activismo como persona no binarie, al grado de que al término de un simposium sobre litigio estratégico organizado en Aguascalientes por le magistrade, una de las personas asistentes a dicho simposium, el activista LGBTIQ+ y profesor universitario, Ulises Nava, fue asesinado en las escalinatas del museo donde se llevó a cabo dicho evento. A partir de ese suceso, la catarata de mensajes de odio y amenazas de muerte en las redes sociales del magistrade se desbordó terriblemente a tal grado que tuvo que solicitar protección al gobierno de su estado y después de su muerte, ante todos nuestros ojos vimos como esos mensajes de odio no respetaron ni su velorio y desdichadamente las redes sociales se volvieron un estercolero en medio del dolor de sus familiares y sus seres queridos.

Sin embargo, su muerte no fue en vano, y abrió una gran discusión social y política sobre los discursos de odio. Ya la ONU ha declarado que los discursos de odio son una amenaza para la democracia, para la estabilidad social y para la paz. Además, ha dicho que los discursos de odio no están protegidos por la libertad de expresión.

Valientemente, la diputada por Aguascalientes Salma Luévano, ha ingresado una iniciativa de ley a la cámara de diputaciones federal para prohibir y sancionar los discursos de odio, que ya se conoce popularmente como Ley Ociel, y se ha pedido nacionalmente al diputado federal Felipe Fernando Macías, presidente de la comisión de justicia, a donde se ha turnado dicha iniciativa, que cumpla con su compromiso de defender los derechos humanos consagrados en la constitución mexicana y que la dictamine a la brevedad, para que pueda pasar al pleno de la Cámara y sea votada.

Como sociedad mexicana debemos poner un límite a los discursos de odio, que como ya no es posible ocultar con un dedo, son la antesala de los crímenes de odio.


*Vocero del Frente Queretano por el Derecho a la No Discriminación y el Estado Laico



Los discursos de odio no son libertad de expresión

Hola amigas y amigos de esta columna Diversidades. Últimamente, todas las personas que usamos las redes sociales nos hemos percatado de un incremento significativo de las violencias y los discursos de odio en los medios digitales. Atrás quedó ese tiempo donde las redes sociales prometían ser una especie de ágora digital, donde se expresaban todas las voces sin pasar por los filtros que ejercían los medios de comunicación tradicionales y que fueron aprovechadas para dar visibilidad a muchas causas sociales que anteriormente no tenían una forma de hacerse oír en los canales de comunicación convencionales. Actualmente, tal parece que “las benditas redes sociales” han pasado a ser las “malditas redes sociales”.

Varios estudios han dicho que el anonimato y la “distancia digital” que proporciona la virtualidad ha roto todos los límites y las reglas de comportamiento que se construyeron para la interacción social en el mundo presencial, exacerbando las expresiones violentas que no se dirían tan fácilmente mirando de frente a una persona en la realidad.

Esa falta de límites en la virtualidad ha destruido varias vidas, pensemos en las niñas, niños y adolescentes que cada día caen víctimas de depredadores sexuales que les enganchan por redes sociales haciéndose pasar por sus pares. O la violencia que se ejerce contra las mujeres jóvenes al ver expuesta su intimidad sin consentimiento y que ha dado lugar a una de las primeras leyes que penalizan la violencia digital, estoy hablando de la Ley Olimpia. O el de la Ley Ingrid, que sanciona a las personas servidoras públicas que filtren imágenes de los cadáveres de las víctimas como una forma de revictimizar a las personas asesinadas y a sus familiares, en su calidad de víctimas indirectas. Todos estos casos, nos han dejado claro a la sociedad que la violencia digital no es un juego y ese consenso social se ha expresado en la frase acuñada por las mujeres activistas “La violencia digital es violencia real”.

La ola más reciente de violencia digital ha escalado de intensidad y se ha convertido francamente en discursos de odio, con una clara y nefasta consecuencia: silenciar a las voces críticas y activistas de los derechos de las mujeres, periodistas, ambientalistas y personas LGBTIQ+, especialmente las personas trans y no binaries.

Muy recientemente vimos cómo en sus últimos meses de vida, le magistrade Ociel Baena fue ferozmente atacade en las redes sociales por su activismo como persona no binarie, al grado de que al término de un simposium sobre litigio estratégico organizado en Aguascalientes por le magistrade, una de las personas asistentes a dicho simposium, el activista LGBTIQ+ y profesor universitario, Ulises Nava, fue asesinado en las escalinatas del museo donde se llevó a cabo dicho evento. A partir de ese suceso, la catarata de mensajes de odio y amenazas de muerte en las redes sociales del magistrade se desbordó terriblemente a tal grado que tuvo que solicitar protección al gobierno de su estado y después de su muerte, ante todos nuestros ojos vimos como esos mensajes de odio no respetaron ni su velorio y desdichadamente las redes sociales se volvieron un estercolero en medio del dolor de sus familiares y sus seres queridos.

Sin embargo, su muerte no fue en vano, y abrió una gran discusión social y política sobre los discursos de odio. Ya la ONU ha declarado que los discursos de odio son una amenaza para la democracia, para la estabilidad social y para la paz. Además, ha dicho que los discursos de odio no están protegidos por la libertad de expresión.

Valientemente, la diputada por Aguascalientes Salma Luévano, ha ingresado una iniciativa de ley a la cámara de diputaciones federal para prohibir y sancionar los discursos de odio, que ya se conoce popularmente como Ley Ociel, y se ha pedido nacionalmente al diputado federal Felipe Fernando Macías, presidente de la comisión de justicia, a donde se ha turnado dicha iniciativa, que cumpla con su compromiso de defender los derechos humanos consagrados en la constitución mexicana y que la dictamine a la brevedad, para que pueda pasar al pleno de la Cámara y sea votada.

Como sociedad mexicana debemos poner un límite a los discursos de odio, que como ya no es posible ocultar con un dedo, son la antesala de los crímenes de odio.


*Vocero del Frente Queretano por el Derecho a la No Discriminación y el Estado Laico