/ miércoles 10 de julio de 2019

Ecos del Senado

¿Transformación o involución?


Hace siete meses López Obrador ganó la elección presidencial con 53% de la votación emitida. La ciudadanía exigió una transformación de fondo en la manera de gobernar.

Es un Presidente fuerte que alcanzó altos niveles de aceptación del orden del 80% a principios de año, pero cuya popularidad ha venido en declive de acuerdo con las encuestas más recientes que lo ubican en 66% de aprobación, lo que significa que ha perdido 14 puntos porcentuales en cinco meses.

Consulta Mitofsky destaca que su mejor etapa fue en los primeros cuatro meses de gobierno cuando anunció cambios simbólicos, que si bien no mejoran la vida del ciudadano, le generan esperanza de cambio.

En ese sentido, haberse salido de Los Pinos, vender el avión presidencial y viajar en vuelos comerciales, eliminar las pensiones de los expresidentes, desaparecer el Estado Mayor, reducir sueldos y suprimir privilegios a la alta burocracia, así como combatir el huachicol, le granjeó puntos a su favor.

AMLO ofrece un cambio de régimen y centra sus acciones en demoler instituciones y programas, desafortunadamente sin tener una mejor propuesta. En realidad busca concentrar recursos para sus programas sociales clientelares, que sin reglas de operación y con un padrón a modo levantado por sus militantes, usará para incidir en el voto en 2021.

Su bandera es combatir la corrupción y promover la austeridad, bajo estos principios ha tomado decisiones que han provocado graves afectaciones a la sociedad.

Así ha generado desabasto de gasolina, escasez de medicamentos en el sector salud, eliminación de apoyo a las estancias infantiles y a los refugios para mujeres víctimas de violencia, despidos masivos en el sector público, subejercicios en el gasto al centralizar todas las compras del Gobierno Federal, entre otros.

Han sido sumamente controvertidos la cancelación del aeropuerto de Texcoco, obra que se iba a pagar por lo usuarios a través del TUA y que ahora vamos a pagar todos los mexicanos; la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, suspendida por la falta de estudios de impacto ambiental y autorizaciones de aeronáutica; la construcción del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, que no cuentan con proyectos ejecutivos ni estudios de impacto ambiental.

Su gobierno está plagado de improvisaciones, desprecia a las instituciones, tiene un desdén por las cifras reales y las opiniones de expertos; su estilo personal de gobernar polariza a la sociedad, no le gustan los contrapesos, ataca a las organizaciones civiles y a los medios de comunicación que lo cuestionan, manipula a la opinión pública con consultas a “mano alzada”. En resumen, AMLO no escucha a nadie, gobierna solo.

Además, su administración registra saldos negativos en seguridad, con casi 100 asesinatos diarios, caída en la generación de empleos, en la inversión, aumento del riesgo país por las calificadoras internacionales y recorte en las expectativas de crecimiento económico.

La llamada cuarta transformación quiere ser una revolución que podría terminar en involución. Su plazo de gracia se está terminado y los anuncios simbólicos dejan de tener efecto, llega el momento en que tiene que dar resultados.

Es momento de rectificar el rumbo, aún estamos a tiempo.

Facebook: Lupita Murguía

Twitter: @LupitaMurguiaG

Instagram: @lupitamurguiag

¿Transformación o involución?


Hace siete meses López Obrador ganó la elección presidencial con 53% de la votación emitida. La ciudadanía exigió una transformación de fondo en la manera de gobernar.

Es un Presidente fuerte que alcanzó altos niveles de aceptación del orden del 80% a principios de año, pero cuya popularidad ha venido en declive de acuerdo con las encuestas más recientes que lo ubican en 66% de aprobación, lo que significa que ha perdido 14 puntos porcentuales en cinco meses.

Consulta Mitofsky destaca que su mejor etapa fue en los primeros cuatro meses de gobierno cuando anunció cambios simbólicos, que si bien no mejoran la vida del ciudadano, le generan esperanza de cambio.

En ese sentido, haberse salido de Los Pinos, vender el avión presidencial y viajar en vuelos comerciales, eliminar las pensiones de los expresidentes, desaparecer el Estado Mayor, reducir sueldos y suprimir privilegios a la alta burocracia, así como combatir el huachicol, le granjeó puntos a su favor.

AMLO ofrece un cambio de régimen y centra sus acciones en demoler instituciones y programas, desafortunadamente sin tener una mejor propuesta. En realidad busca concentrar recursos para sus programas sociales clientelares, que sin reglas de operación y con un padrón a modo levantado por sus militantes, usará para incidir en el voto en 2021.

Su bandera es combatir la corrupción y promover la austeridad, bajo estos principios ha tomado decisiones que han provocado graves afectaciones a la sociedad.

Así ha generado desabasto de gasolina, escasez de medicamentos en el sector salud, eliminación de apoyo a las estancias infantiles y a los refugios para mujeres víctimas de violencia, despidos masivos en el sector público, subejercicios en el gasto al centralizar todas las compras del Gobierno Federal, entre otros.

Han sido sumamente controvertidos la cancelación del aeropuerto de Texcoco, obra que se iba a pagar por lo usuarios a través del TUA y que ahora vamos a pagar todos los mexicanos; la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, suspendida por la falta de estudios de impacto ambiental y autorizaciones de aeronáutica; la construcción del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, que no cuentan con proyectos ejecutivos ni estudios de impacto ambiental.

Su gobierno está plagado de improvisaciones, desprecia a las instituciones, tiene un desdén por las cifras reales y las opiniones de expertos; su estilo personal de gobernar polariza a la sociedad, no le gustan los contrapesos, ataca a las organizaciones civiles y a los medios de comunicación que lo cuestionan, manipula a la opinión pública con consultas a “mano alzada”. En resumen, AMLO no escucha a nadie, gobierna solo.

Además, su administración registra saldos negativos en seguridad, con casi 100 asesinatos diarios, caída en la generación de empleos, en la inversión, aumento del riesgo país por las calificadoras internacionales y recorte en las expectativas de crecimiento económico.

La llamada cuarta transformación quiere ser una revolución que podría terminar en involución. Su plazo de gracia se está terminado y los anuncios simbólicos dejan de tener efecto, llega el momento en que tiene que dar resultados.

Es momento de rectificar el rumbo, aún estamos a tiempo.

Facebook: Lupita Murguía

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