/ jueves 25 de abril de 2024

Rompe el silencio | Un mundo, distintas miradas

Por Zyania Vázquez


Este día comencé mis practicas clínicas en un lugar el cual me producía gran interés y motivación de ver y trabajar con personas dentro del espectro autista, ya que me implicaba un gran reto y con ello un aprendizaje, personas que quiero destacar que siempre he admirado por la forma de interactuar, y su valentía al hacerlo, ideas claro que se formaron en mi constitución gracias a las diversas series y lecturas sobre el autismo, nada comparado a vivirlo realmente.

Ingrese al lugar, un lugar pequeño, con una puerta con candado, un lugar con pasto, pasto artificial, un cuarto pequeño, donde se encuentran 3 mesas y unas cuantas sillas, cuatro niños, tres psicólogos educativos, dos psicólogas clínicas, dos terapeutas o encargadas de las cuales desconozco su área específica, y todavía, como si no sonara abrumador, otra persona llega, yo llego a formar parte de ese lugar pequeño, y valdría la pena preguntarse ¿lugar pequeño, por espacio o por apertura a los niños? ¿lugar pequeño, por el único salón, único baño o por la inferioridad que se les atribuye a los niños?

Entre a aquel sitio, me explicaban como se realizaban las actividades, en cuanto a lo que se pretende enseñarles a los niños, de la manera en la que se busca que sean “autónomos”, entre a ese lugar, de pronto un pequeño evento me cautivo una sonrisa al aire, y cuando menos me di cuenta un grito fuerte comenzó a tomar poder de aquel lugar, mis nervios se alteraron, y no podía comprender la situación que mis ojos veían, “un juego de poder” ¿poder, de quien o hacia qué?

Un acto de guerra, por marcar quien puede más, si el niño o el “terapeuta”, un acto de guerra donde se entra a un mundo sin pedir permiso y todavía se espera ser bien recibido, que se acaten las ordenes, y se sonría ante ellas.

Trabajar con los niños no era un trabajo que reflejara un disfrute, todos gritando, los niños fastidiados, todos colapsando, como siempre, buscando una perfección hasta en el más mínimo detalle.

“quien castiga quita el castigo” “si la encierras en el baño y la dejas a oscuras se arrepentirá por qué eso no le gusta” “esta corrección es para que mejore su postura, solo se le atan las manos y se le cuelgan de un aro” y pensar que se habla de un proceso dentro del sector de la salud mental, donde se elimina la tortura, ¿será que esta solo se ha modificado, se contextualizo en una modernidad aceptable?

...y se conectaron dos mundos en un salto, ese brincar constante ayudo a caer en cuenta que las nubes no son tan lejanas y aquellos gritos ordenando silencio no marchitan del todo el corazón de ese pequeño, ese salto quizá fue el salto que se necesitaba para dar apertura a un mundo imaginario, para caer en cuenta que es un niño como cualquier otro, con las mismas ganas de reír, con los mismos sueños de ser abrazado, y que la idea errónea y superficial de una distancia marcada y estructurada no es más que nuestro miedo a lo desconocido...

Cuando llegue estaban dos pequeños en el brincolin, saltaban como si nada les importase, se reían uno con otro, y de pronto un grito les dijo; “guarden silencio”, ellos rieron con una complicidad en sus miradas y siguieron brincando, yo reí con ellos, me pareció maravilloso que su risa pudiese más que un mal ruido.

Esa risa también dio apertura a que pudiésemos empezar a comunicarnos, estire la mano y ellos me saludaron, después de algunos saludos uno de ellos se acercó a mí, tomo mi mano y con ella se abrazó, tomo la otra y completo el abrazo, así duramos un rato hasta que volvió a brincar, después el otro niño, se acercó a mí, me daba la mano constantemente y me mandaba besos.

La encargada salió con uno de los niños, viendo que yo estaba jugando con ellos me ordenó que los bajara y que en seguida me diría que se trabajaría, el niño L que acaba de llegar, me abrazo, también me tuvo así durante un rato, el tiene un diagnostico incompleto.

Me asignaron a este pequeño L, para trabajar con él motricidad fina, entonces le explique y le pregunte si quería hacerlo, algunos intentos hicimos con un material que no era de su interés, cambiamos tres veces hasta que encontramos un material que le llamo la atención, en el pasamos mucho tiempo, el reía emocionado cuando terminaba la actividad, después la repetía una y otra vez, hasta el momento que me pare al baño y cuando regrese la encargada lo había puesto a realizar una actividad que no era de su agrado, y que incluso por habilidades aún no estaba preparado para hacerla, por lo cual parecía estar frustrado, llorando y se percibía enojado, y yo no estaba dispuesta a obligarlo así que disfrace un poco la situación guiándolo a realizar contacto visual, y un poco de imitación hasta que se terminó el tiempo de dicha actividad, y el niño L parecía haberse regulado, poco a poco fuimos descubriendo materiales que le llamaban la atención con los cuales era más sencillo involucrarlo voluntariamente a las diversas actividades, nos tomó tiempo, claro, a él enseñarme lo que le gusta y a mi interpretarlo, nuestro acercamiento me dejo tranquila, no entre a la guerra de poder, su interpretación del mundo es tan valida como la mía, teníamos que aprender uno del otro.

Al poco tiempo, me separé de esta institución, comprendí que los espacios cerrados agreden, y no van de la mano con la inserción social e individual de cada pequeño, sigo aprendiendo, de muchos niños, niñas, adolescentes y adultos dentro del espectro autista, acompañando las familias, y buscando un mundo donde muchas miradas e interpretaciones sean igual de incluidas y validas.


  • Contacto: 4421449337
  • psi.cli.zyania@gmail.com


Por Zyania Vázquez


Este día comencé mis practicas clínicas en un lugar el cual me producía gran interés y motivación de ver y trabajar con personas dentro del espectro autista, ya que me implicaba un gran reto y con ello un aprendizaje, personas que quiero destacar que siempre he admirado por la forma de interactuar, y su valentía al hacerlo, ideas claro que se formaron en mi constitución gracias a las diversas series y lecturas sobre el autismo, nada comparado a vivirlo realmente.

Ingrese al lugar, un lugar pequeño, con una puerta con candado, un lugar con pasto, pasto artificial, un cuarto pequeño, donde se encuentran 3 mesas y unas cuantas sillas, cuatro niños, tres psicólogos educativos, dos psicólogas clínicas, dos terapeutas o encargadas de las cuales desconozco su área específica, y todavía, como si no sonara abrumador, otra persona llega, yo llego a formar parte de ese lugar pequeño, y valdría la pena preguntarse ¿lugar pequeño, por espacio o por apertura a los niños? ¿lugar pequeño, por el único salón, único baño o por la inferioridad que se les atribuye a los niños?

Entre a aquel sitio, me explicaban como se realizaban las actividades, en cuanto a lo que se pretende enseñarles a los niños, de la manera en la que se busca que sean “autónomos”, entre a ese lugar, de pronto un pequeño evento me cautivo una sonrisa al aire, y cuando menos me di cuenta un grito fuerte comenzó a tomar poder de aquel lugar, mis nervios se alteraron, y no podía comprender la situación que mis ojos veían, “un juego de poder” ¿poder, de quien o hacia qué?

Un acto de guerra, por marcar quien puede más, si el niño o el “terapeuta”, un acto de guerra donde se entra a un mundo sin pedir permiso y todavía se espera ser bien recibido, que se acaten las ordenes, y se sonría ante ellas.

Trabajar con los niños no era un trabajo que reflejara un disfrute, todos gritando, los niños fastidiados, todos colapsando, como siempre, buscando una perfección hasta en el más mínimo detalle.

“quien castiga quita el castigo” “si la encierras en el baño y la dejas a oscuras se arrepentirá por qué eso no le gusta” “esta corrección es para que mejore su postura, solo se le atan las manos y se le cuelgan de un aro” y pensar que se habla de un proceso dentro del sector de la salud mental, donde se elimina la tortura, ¿será que esta solo se ha modificado, se contextualizo en una modernidad aceptable?

...y se conectaron dos mundos en un salto, ese brincar constante ayudo a caer en cuenta que las nubes no son tan lejanas y aquellos gritos ordenando silencio no marchitan del todo el corazón de ese pequeño, ese salto quizá fue el salto que se necesitaba para dar apertura a un mundo imaginario, para caer en cuenta que es un niño como cualquier otro, con las mismas ganas de reír, con los mismos sueños de ser abrazado, y que la idea errónea y superficial de una distancia marcada y estructurada no es más que nuestro miedo a lo desconocido...

Cuando llegue estaban dos pequeños en el brincolin, saltaban como si nada les importase, se reían uno con otro, y de pronto un grito les dijo; “guarden silencio”, ellos rieron con una complicidad en sus miradas y siguieron brincando, yo reí con ellos, me pareció maravilloso que su risa pudiese más que un mal ruido.

Esa risa también dio apertura a que pudiésemos empezar a comunicarnos, estire la mano y ellos me saludaron, después de algunos saludos uno de ellos se acercó a mí, tomo mi mano y con ella se abrazó, tomo la otra y completo el abrazo, así duramos un rato hasta que volvió a brincar, después el otro niño, se acercó a mí, me daba la mano constantemente y me mandaba besos.

La encargada salió con uno de los niños, viendo que yo estaba jugando con ellos me ordenó que los bajara y que en seguida me diría que se trabajaría, el niño L que acaba de llegar, me abrazo, también me tuvo así durante un rato, el tiene un diagnostico incompleto.

Me asignaron a este pequeño L, para trabajar con él motricidad fina, entonces le explique y le pregunte si quería hacerlo, algunos intentos hicimos con un material que no era de su interés, cambiamos tres veces hasta que encontramos un material que le llamo la atención, en el pasamos mucho tiempo, el reía emocionado cuando terminaba la actividad, después la repetía una y otra vez, hasta el momento que me pare al baño y cuando regrese la encargada lo había puesto a realizar una actividad que no era de su agrado, y que incluso por habilidades aún no estaba preparado para hacerla, por lo cual parecía estar frustrado, llorando y se percibía enojado, y yo no estaba dispuesta a obligarlo así que disfrace un poco la situación guiándolo a realizar contacto visual, y un poco de imitación hasta que se terminó el tiempo de dicha actividad, y el niño L parecía haberse regulado, poco a poco fuimos descubriendo materiales que le llamaban la atención con los cuales era más sencillo involucrarlo voluntariamente a las diversas actividades, nos tomó tiempo, claro, a él enseñarme lo que le gusta y a mi interpretarlo, nuestro acercamiento me dejo tranquila, no entre a la guerra de poder, su interpretación del mundo es tan valida como la mía, teníamos que aprender uno del otro.

Al poco tiempo, me separé de esta institución, comprendí que los espacios cerrados agreden, y no van de la mano con la inserción social e individual de cada pequeño, sigo aprendiendo, de muchos niños, niñas, adolescentes y adultos dentro del espectro autista, acompañando las familias, y buscando un mundo donde muchas miradas e interpretaciones sean igual de incluidas y validas.


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