/ jueves 11 de abril de 2024

Rompe el silencio | Un escenario de esperanza

*Crónica del taller artístico teatral de Angélica Castelán CIJ Querétaro


El telón se abre...

Llegué al Centro de Integración con un corazón expectante, lista para embarcarme en un viaje creativo con jóvenes que luchaban por resurgir de las cenizas de la adicción. El taller de teatro se perfilaba como un oasis en medio del desierto, un espacio donde la expresión y la catarsis tomarían protagonismo.

Voces silenciadas que encuentran eco

Al principio, las voces eran tímidas, susurros que apenas rozaban el aire. El miedo a ser juzgados, a exponer sus vulnerabilidades, los mantenía encogidos. Pero poco a poco, a medida que avanzaban las sesiones, se fueron animando a explorar sus emociones, a experimentar ejercicios donde se reflejaban sus propias batallas internas.

Un espejo que refleja el alma

Los ejercicios se convirtieron en un espejo que reflejaba sus miedos, sus sueños y sus anhelos. Se transformaban en guerreros luchando contra sus demonios, en aves que anhelaban romper las cadenas de la adicción y emprender el vuelo hacia la libertad.

Lágrimas que se convierten en esperanza

Las lágrimas brotaban a veces, no como un signo de debilidad, sino como la lluvia que nutre la tierra árida. Eran lágrimas de dolor, de arrepentimiento, pero también de esperanza, de un deseo ferviente de sanar y reconstruir sus vidas, en ese momento tuve la oportunidad de tomarle la mano a mi alumna y poder decirle no tenga miedo en este momento usted y yo somos una misma….

Un aplauso que resuena en el alma

Al final de cada sesión, un sonoro aplauso llenaba la sala. No era solo un reconocimiento a su talento, sino una ovación a su valentía, a su capacidad de reinventarse, de convertirse en protagonistas de su propia historia.

Tengo un deseo muy grande y es que este taller no solo se limite a las cuatro paredes del aula. Si no que se convierta en un faro de luz que ilumine sus caminos, un espacio donde aprendan a expresarse sin máscaras, a conectar con sus emociones y a descubrir su propio potencial.

Hoy, mientras escribo estas líneas, intento que las historias que allí se tejieron, las emociones que se compartieron y las esperanzas que se sembraron, sigan retroalimentándonos juntos pues ya llevo grabadas en mi memoria experiencias imborrables en el aprendizaje en conjunto y he sido testigo del poder transformador de que las actividades artísticas compartidas fortalecen la capacidad para sanar y para dar voz a aquellos que buscan un nuevo comienzo.

*Crónica del taller artístico teatral de Angélica Castelán CIJ Querétaro


El telón se abre...

Llegué al Centro de Integración con un corazón expectante, lista para embarcarme en un viaje creativo con jóvenes que luchaban por resurgir de las cenizas de la adicción. El taller de teatro se perfilaba como un oasis en medio del desierto, un espacio donde la expresión y la catarsis tomarían protagonismo.

Voces silenciadas que encuentran eco

Al principio, las voces eran tímidas, susurros que apenas rozaban el aire. El miedo a ser juzgados, a exponer sus vulnerabilidades, los mantenía encogidos. Pero poco a poco, a medida que avanzaban las sesiones, se fueron animando a explorar sus emociones, a experimentar ejercicios donde se reflejaban sus propias batallas internas.

Un espejo que refleja el alma

Los ejercicios se convirtieron en un espejo que reflejaba sus miedos, sus sueños y sus anhelos. Se transformaban en guerreros luchando contra sus demonios, en aves que anhelaban romper las cadenas de la adicción y emprender el vuelo hacia la libertad.

Lágrimas que se convierten en esperanza

Las lágrimas brotaban a veces, no como un signo de debilidad, sino como la lluvia que nutre la tierra árida. Eran lágrimas de dolor, de arrepentimiento, pero también de esperanza, de un deseo ferviente de sanar y reconstruir sus vidas, en ese momento tuve la oportunidad de tomarle la mano a mi alumna y poder decirle no tenga miedo en este momento usted y yo somos una misma….

Un aplauso que resuena en el alma

Al final de cada sesión, un sonoro aplauso llenaba la sala. No era solo un reconocimiento a su talento, sino una ovación a su valentía, a su capacidad de reinventarse, de convertirse en protagonistas de su propia historia.

Tengo un deseo muy grande y es que este taller no solo se limite a las cuatro paredes del aula. Si no que se convierta en un faro de luz que ilumine sus caminos, un espacio donde aprendan a expresarse sin máscaras, a conectar con sus emociones y a descubrir su propio potencial.

Hoy, mientras escribo estas líneas, intento que las historias que allí se tejieron, las emociones que se compartieron y las esperanzas que se sembraron, sigan retroalimentándonos juntos pues ya llevo grabadas en mi memoria experiencias imborrables en el aprendizaje en conjunto y he sido testigo del poder transformador de que las actividades artísticas compartidas fortalecen la capacidad para sanar y para dar voz a aquellos que buscan un nuevo comienzo.