/ viernes 4 de febrero de 2022

De un montón de paja a la creación de oro: ¿de dónde viene el dinero?

Sobremesa económica

El hombrecito tomó el collar, se sentó frente a la rueca y... ¡zas, zas, zas!, dio varias vueltas a la rueda y se llenó el carrete. Enseguida tomó otro y... ¡zas, zas, zas! con varias vueltas estuvo el segundo lleno. Y así continuó sin parar hasta la mañana en que toda la hierba seca quedó hilada y todos los carreteles llenos de oro.

Rumpelstiltskin. Los hermanos Grimm (1812)

¿Qué pensaría usted, amable lector, si se le dijera que el dinero se crea de la nada? Seguramente pensará que se trata de una locura, una idea producto de la fantasía que sólo puede ser realidad en un cuento para niños tal como sucede en Rumpelstiltskin, cuento de los hermanos Grimm, que narra la historia de un pequeño duende que tenía la capacidad de convertir paja en oro. La propuesta misma es emocionante, y aunque usted y yo estamos lejos de acceder a esa realidad, la dinámica económica actual ha brindado la capacidad de aquel duendecillo a un minúsculo sector de la población: los banqueros.

Hoy día, cuando la forma de dinero más conocida es el papel moneda (dinero fiduciario), cuyo valor se sostiene únicamente en la confianza, se hace más evidente que las relaciones económicas no son sino vínculos sociales. Y un excelente ejemplo de ello es el dinero bancario. Entendido éste como dinero-deuda, John M. Keynes, economistas británico, planteó en su Tratado sobre la Moneda (1930), cómo en las economías modernas los bancos tienen la capacidad de crear su propio dinero a partir de la expedición de deudas a favor de prestatarios. Un proceso donde el banquero obtiene a cambio, inicialmente, no más que la promesa de pago futura, la confianza de que, quien recibe el préstamo, volverá el día de mañana a pagar el monto prestado más una cuota adicional denominada interés. Así, la deuda administrada por los bancos, constituye la creación de depósitos de dinero bancario que sirve para liquidar listas de precios (realizar compras), o bien, para saldar otras deudas, y por ende, se trata de una buena parte del dinero total que circula en las economías.

El rol que ha jugado la banca y la creación de dinero bancario vinculado al crédito que ésta otorga, ha tenido un papel preponderante dentro de los procesos económicos a lo largo de la historia. Evidenciado por diversos pensadores, desde Adam Smith en el siglo XVIII, pasando por Karl Marx en el siglo XIX, hasta Joseph Schumpeter durante el siglo XX, estos han reconocido el indudable rol del dinero-deuda dentro de la expansión económica de una nación, de su comercio y su industria, así como las ventajas provenientes de los adelantos de capital que son fundamentales para detonar la innovación y el desenvolvimiento de nuestras sociedades. Una realidad que en pleno siglo XXI no pierde vigencia, pero que, lamentablemente, también nos ha dejado ver sus limitantes, sobre todo cuando la búsqueda desesperada por mayores ganancias se combina con la desigualdad de ingresos y los altos niveles de pobreza de una población como la mexicana.

En la actualidad, una buena parte del crédito que ofertan los bancos, creación de dinero-deuda, no va a parar en actividades productivas que incrementen la riqueza nacional. Por el contrario, las familias han constituido un importante mercado para los préstamos bancarios, lo que si bien posibilita el acceso a un patrimonio como la vivienda, bienes muebles y automóviles, al mismo tiempo, también se ha convertido en un paliativo al ingreso familiar de un importante sector de la población para garantizarse el consumo mínimo, por ejemplo a través de tarjetas de crédito o préstamos de nómina, que se destinan a la adquisición de bienes básicos como alimento, vestido y calzado, el pago de las facturas mensuales, o simplemente para llegar al final de la quincena. El crédito al consumo se ha convertido en un jugoso negocio para la banca y su capacidad de creación de dinero.

De acuerdo con el comunicado de prensa del Banco de México sobre Agregados Monetarios y Actividad Financiera en Noviembre de 2021 (https://bit.ly/3o11IDh), el total de préstamos y líneas de crédito extendidos por la banca comercial, es decir, la cantidad total de dinero-deuda creado por la banca, ascendió a 7.8 billones de pesos al final de dicho período. Mientras que el saldo del agregado monetario M1 (Billetes y monedas en poder del público más depósitos de exigibilidad inmediata), es decir, el dinero que imprimió o fue creado por el Banco de México para la misma fecha, ascendió a 6.1 billones de pesos. Esto es, 1.7 billones menos de lo que “las imprentas” de los bancos privados o comerciales emitieron como deuda.

Por tanto, valdría preguntarnos ¿Qué pasaría si el negocio de emisión de dinero-deuda no estuviera únicamente en manos de los bancos privados? ¿Por qué la teoría económica plantea que los gobiernos y sus instituciones generan inflación al crear dinero y no sucede los mismo cuando lo hacen los bancos? ¿Sería conveniente que un negocio tan rentable pudiera estar al servicio de los intereses nacionales y no sólo para generar ganancias privadas? Ante estas preguntas y lo antes descrito, no parece tan irreal entonces la capacidad de crear dinero por parte de privados. Pues al igual que aquel personaje ficticio, Rumpelstiltskin, la banca, a través de la creación/emisión de dinero-deuda ha encontrado la fórmula ideal para amasar grandes fortunas a partir de la nada, a partir de la paja misma.

El hombrecito tomó el collar, se sentó frente a la rueca y... ¡zas, zas, zas!, dio varias vueltas a la rueda y se llenó el carrete. Enseguida tomó otro y... ¡zas, zas, zas! con varias vueltas estuvo el segundo lleno. Y así continuó sin parar hasta la mañana en que toda la hierba seca quedó hilada y todos los carreteles llenos de oro.

Rumpelstiltskin. Los hermanos Grimm (1812)

¿Qué pensaría usted, amable lector, si se le dijera que el dinero se crea de la nada? Seguramente pensará que se trata de una locura, una idea producto de la fantasía que sólo puede ser realidad en un cuento para niños tal como sucede en Rumpelstiltskin, cuento de los hermanos Grimm, que narra la historia de un pequeño duende que tenía la capacidad de convertir paja en oro. La propuesta misma es emocionante, y aunque usted y yo estamos lejos de acceder a esa realidad, la dinámica económica actual ha brindado la capacidad de aquel duendecillo a un minúsculo sector de la población: los banqueros.

Hoy día, cuando la forma de dinero más conocida es el papel moneda (dinero fiduciario), cuyo valor se sostiene únicamente en la confianza, se hace más evidente que las relaciones económicas no son sino vínculos sociales. Y un excelente ejemplo de ello es el dinero bancario. Entendido éste como dinero-deuda, John M. Keynes, economistas británico, planteó en su Tratado sobre la Moneda (1930), cómo en las economías modernas los bancos tienen la capacidad de crear su propio dinero a partir de la expedición de deudas a favor de prestatarios. Un proceso donde el banquero obtiene a cambio, inicialmente, no más que la promesa de pago futura, la confianza de que, quien recibe el préstamo, volverá el día de mañana a pagar el monto prestado más una cuota adicional denominada interés. Así, la deuda administrada por los bancos, constituye la creación de depósitos de dinero bancario que sirve para liquidar listas de precios (realizar compras), o bien, para saldar otras deudas, y por ende, se trata de una buena parte del dinero total que circula en las economías.

El rol que ha jugado la banca y la creación de dinero bancario vinculado al crédito que ésta otorga, ha tenido un papel preponderante dentro de los procesos económicos a lo largo de la historia. Evidenciado por diversos pensadores, desde Adam Smith en el siglo XVIII, pasando por Karl Marx en el siglo XIX, hasta Joseph Schumpeter durante el siglo XX, estos han reconocido el indudable rol del dinero-deuda dentro de la expansión económica de una nación, de su comercio y su industria, así como las ventajas provenientes de los adelantos de capital que son fundamentales para detonar la innovación y el desenvolvimiento de nuestras sociedades. Una realidad que en pleno siglo XXI no pierde vigencia, pero que, lamentablemente, también nos ha dejado ver sus limitantes, sobre todo cuando la búsqueda desesperada por mayores ganancias se combina con la desigualdad de ingresos y los altos niveles de pobreza de una población como la mexicana.

En la actualidad, una buena parte del crédito que ofertan los bancos, creación de dinero-deuda, no va a parar en actividades productivas que incrementen la riqueza nacional. Por el contrario, las familias han constituido un importante mercado para los préstamos bancarios, lo que si bien posibilita el acceso a un patrimonio como la vivienda, bienes muebles y automóviles, al mismo tiempo, también se ha convertido en un paliativo al ingreso familiar de un importante sector de la población para garantizarse el consumo mínimo, por ejemplo a través de tarjetas de crédito o préstamos de nómina, que se destinan a la adquisición de bienes básicos como alimento, vestido y calzado, el pago de las facturas mensuales, o simplemente para llegar al final de la quincena. El crédito al consumo se ha convertido en un jugoso negocio para la banca y su capacidad de creación de dinero.

De acuerdo con el comunicado de prensa del Banco de México sobre Agregados Monetarios y Actividad Financiera en Noviembre de 2021 (https://bit.ly/3o11IDh), el total de préstamos y líneas de crédito extendidos por la banca comercial, es decir, la cantidad total de dinero-deuda creado por la banca, ascendió a 7.8 billones de pesos al final de dicho período. Mientras que el saldo del agregado monetario M1 (Billetes y monedas en poder del público más depósitos de exigibilidad inmediata), es decir, el dinero que imprimió o fue creado por el Banco de México para la misma fecha, ascendió a 6.1 billones de pesos. Esto es, 1.7 billones menos de lo que “las imprentas” de los bancos privados o comerciales emitieron como deuda.

Por tanto, valdría preguntarnos ¿Qué pasaría si el negocio de emisión de dinero-deuda no estuviera únicamente en manos de los bancos privados? ¿Por qué la teoría económica plantea que los gobiernos y sus instituciones generan inflación al crear dinero y no sucede los mismo cuando lo hacen los bancos? ¿Sería conveniente que un negocio tan rentable pudiera estar al servicio de los intereses nacionales y no sólo para generar ganancias privadas? Ante estas preguntas y lo antes descrito, no parece tan irreal entonces la capacidad de crear dinero por parte de privados. Pues al igual que aquel personaje ficticio, Rumpelstiltskin, la banca, a través de la creación/emisión de dinero-deuda ha encontrado la fórmula ideal para amasar grandes fortunas a partir de la nada, a partir de la paja misma.

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