/ lunes 2 de julio de 2018

Desde el manchón penal: escritores que aman y odian el futbol

La última vez que vi completo un partido de futbol fue el 26 de mayo del 2013. América y Cruz Azul se enfrentaban en el partido de vuelta de la Final del Torneo de Clausura 2013. La Máquina Celeste (siempre he amado ese mote) ganaba en el global 2 a 1. El juego reunía todos los elementos de una película de acción: tarde lluviosa de domingo, el equipo favorito de la mayoría perdiendo contra uno de sus más férreos rivales, el reloj a punto de fenecer. Al minuto 92, Moisés Muñoz, portero del América, salió de su marco para rematar con la testa y colocar el balón fuera del alcance de Jesús Corona, portero de la Máquina.

El resumen de El laberinto de la soledad de Octavio Paz saldrá de cambio para irnos a una tanda de penales, como un modesto homenaje a los escritores que odiaban y amaban el futbol.

Jorge Luis Borges

Titular indiscutible de La Albiceleste, autor de El Aleph y Ficciones, gambetero y antifutbolista, siempre fue célebre y ampliamente respetado por su juego total. Aunque fue coterráneo de Maradona, colocó varios balonazos a la hinchada afincada en la intensidad del futbol: “El futbol es popular porque la estupidez es popular”, dijo el crack.

Albert Camus

Orgullo del equipo galo, habría sido un gran guardameta de no ser por la tuberculosis que lo derribó en su propia área. “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol” dijo en un tiro razo, fuerte y colocado.

Rudyard Kypling

Jugador titular con el Equipo de la Rosa, el autor de El libro de la selva fue sorprendido en posición adelantada por su pasión antifutbolera. Desde la media cancha disparó a bocajarro “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”.

Mario Benedetti

Portento de La Celeste, el poeta charrúa amagaba al adversario con el palmarés de su equipo a la menor provocación. “Un estadio de futbol vacío es un esqueleto de la multitud” dijo en un autopase, aunque con “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios” hizo un autogol.

Carlos Monsivais

Surgido de la cantera cronista de México, este muchacho gambeteó a su afición diciendo que era un deporte para tontos. Aunque salió invicto (excepto ante Paz, quien siempre demostró su paternidad en la cancha) careció del olfato goleador para comprender la pasión que sucita el juego del hombre. A ras de cancha le preguntaron su opinión acerca de los penales, “los hacinamientos provocan motines” dijo con un tiro chorreado, aunque para los aficionados fue una jugada versallesca.

Sir Walter Scott.

Titular indiscutible en la alineación de The Cranberries y renombrado cronista deportivo, el ariete autor de Ivanhoe sigue siendo ovacionado por su “Quitaos la ropa, muchachos, y vamos allá, aunque el clima sea malo. Y si por desventura sucede que caes en una jugada, hay peores en la vida que caer en los brezos: la vida en sí misma no es más que un partido de futbol”.

Álvaro Mutis

Aunque se alzó con la Copa Cervantes 2001, el escritor cafetero hizo un gran trabajo de pressing con su célebre “Estadios, prostíbulos de la gloria”. Para el equipo contrario, el parado de Mutis alieneaba al amor, la pasión y a la vida misma en una línea de tres, con juego ingrato, de mucho desgaste y sacrificio.

Salman Rushdie

Canterano de Los Guerreros de Hind y autor de Los versos satánicos, es mejor conocido por ser un aguerrido hincha del Tottenham Hotspur. Recientemente en Twitter hizo un pase a tres dedos: “Publicar un libro y que te hagan una película está todo muy bien, pero que el Tottenham gane 3-2 al Manchester United… no tiene precio”.

Woody Allen

Con experiencia en muchas posiciones (ha sido titular como director de cine, actor, escritor, guionista, clarinetista de jazz…) el veterano neoyorkino del equipo de las barras y las estrellas tiene varias lagunas: simplemente no le haya sentido al futbol. Con su conocida visión de juego, el tetracampeón del Oscar prefiere permanecer a la zaga después de su mala racha.

Oscar Wilde

Con su sabida claridad en el ataque y definición, el autor de El retrato de Dorian Gray remató sendos cabezasos: “El rugby es un juego de bárbaros practicado por caballeros; el futbol, un juego de caballeros practicado por bárbaros” y “Como juego, el futbol está muy bien para chicas toscas; pero apenas es conveniente para chicos delicados”.

Umberto Eco

Máximo representante de la Squadra Azzurra, Eco nunca se achicó frente al arco cuando de un punterazo dijo que su odio no era hacia el deporte, sino a los aficionados que daban todo en la cancha por el pambol: “Yo no odio al futbol, yo odio a los apasionados del futbol. El aficionado tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no eres aficionado, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras”.

@doctorsimulacro

La última vez que vi completo un partido de futbol fue el 26 de mayo del 2013. América y Cruz Azul se enfrentaban en el partido de vuelta de la Final del Torneo de Clausura 2013. La Máquina Celeste (siempre he amado ese mote) ganaba en el global 2 a 1. El juego reunía todos los elementos de una película de acción: tarde lluviosa de domingo, el equipo favorito de la mayoría perdiendo contra uno de sus más férreos rivales, el reloj a punto de fenecer. Al minuto 92, Moisés Muñoz, portero del América, salió de su marco para rematar con la testa y colocar el balón fuera del alcance de Jesús Corona, portero de la Máquina.

El resumen de El laberinto de la soledad de Octavio Paz saldrá de cambio para irnos a una tanda de penales, como un modesto homenaje a los escritores que odiaban y amaban el futbol.

Jorge Luis Borges

Titular indiscutible de La Albiceleste, autor de El Aleph y Ficciones, gambetero y antifutbolista, siempre fue célebre y ampliamente respetado por su juego total. Aunque fue coterráneo de Maradona, colocó varios balonazos a la hinchada afincada en la intensidad del futbol: “El futbol es popular porque la estupidez es popular”, dijo el crack.

Albert Camus

Orgullo del equipo galo, habría sido un gran guardameta de no ser por la tuberculosis que lo derribó en su propia área. “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol” dijo en un tiro razo, fuerte y colocado.

Rudyard Kypling

Jugador titular con el Equipo de la Rosa, el autor de El libro de la selva fue sorprendido en posición adelantada por su pasión antifutbolera. Desde la media cancha disparó a bocajarro “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”.

Mario Benedetti

Portento de La Celeste, el poeta charrúa amagaba al adversario con el palmarés de su equipo a la menor provocación. “Un estadio de futbol vacío es un esqueleto de la multitud” dijo en un autopase, aunque con “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios” hizo un autogol.

Carlos Monsivais

Surgido de la cantera cronista de México, este muchacho gambeteó a su afición diciendo que era un deporte para tontos. Aunque salió invicto (excepto ante Paz, quien siempre demostró su paternidad en la cancha) careció del olfato goleador para comprender la pasión que sucita el juego del hombre. A ras de cancha le preguntaron su opinión acerca de los penales, “los hacinamientos provocan motines” dijo con un tiro chorreado, aunque para los aficionados fue una jugada versallesca.

Sir Walter Scott.

Titular indiscutible en la alineación de The Cranberries y renombrado cronista deportivo, el ariete autor de Ivanhoe sigue siendo ovacionado por su “Quitaos la ropa, muchachos, y vamos allá, aunque el clima sea malo. Y si por desventura sucede que caes en una jugada, hay peores en la vida que caer en los brezos: la vida en sí misma no es más que un partido de futbol”.

Álvaro Mutis

Aunque se alzó con la Copa Cervantes 2001, el escritor cafetero hizo un gran trabajo de pressing con su célebre “Estadios, prostíbulos de la gloria”. Para el equipo contrario, el parado de Mutis alieneaba al amor, la pasión y a la vida misma en una línea de tres, con juego ingrato, de mucho desgaste y sacrificio.

Salman Rushdie

Canterano de Los Guerreros de Hind y autor de Los versos satánicos, es mejor conocido por ser un aguerrido hincha del Tottenham Hotspur. Recientemente en Twitter hizo un pase a tres dedos: “Publicar un libro y que te hagan una película está todo muy bien, pero que el Tottenham gane 3-2 al Manchester United… no tiene precio”.

Woody Allen

Con experiencia en muchas posiciones (ha sido titular como director de cine, actor, escritor, guionista, clarinetista de jazz…) el veterano neoyorkino del equipo de las barras y las estrellas tiene varias lagunas: simplemente no le haya sentido al futbol. Con su conocida visión de juego, el tetracampeón del Oscar prefiere permanecer a la zaga después de su mala racha.

Oscar Wilde

Con su sabida claridad en el ataque y definición, el autor de El retrato de Dorian Gray remató sendos cabezasos: “El rugby es un juego de bárbaros practicado por caballeros; el futbol, un juego de caballeros practicado por bárbaros” y “Como juego, el futbol está muy bien para chicas toscas; pero apenas es conveniente para chicos delicados”.

Umberto Eco

Máximo representante de la Squadra Azzurra, Eco nunca se achicó frente al arco cuando de un punterazo dijo que su odio no era hacia el deporte, sino a los aficionados que daban todo en la cancha por el pambol: “Yo no odio al futbol, yo odio a los apasionados del futbol. El aficionado tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no eres aficionado, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras”.

@doctorsimulacro

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