/ miércoles 10 de octubre de 2018

El concurso de ortografía V (último)

A diferencia de teóricos como Alice Miller, especialista en maltrato infantil y sus consecuencias, a la cual respeto y reconozco que le he aprendido mucho, sí creo en el perdón y en su poder liberador. Perdonar quiere decir soltar y se siente el efecto de soltar las amarras de cualquier situación que te encadene al odio, al rencor o al resentimiento. Y me atrevo a decir que perdono a mis padres por cualquier cosa que me hubieran hecho porque sé que fue de manera involuntaria y por no saber cómo hacerlo de otra forma. De hecho, creo que lo hicieron lo mejor que pudieron. Claro, con todas las contradicciones que ser humano implica, con todo lo que ocultaba mi padre, con todos sus secretos. Dentro de ese campo de limitaciones, él hizo lo mejor. Exacto, esa es la explicación, contradictoria en sí misma, paradójica: intentar hacer el bien aunque se sepa que se están haciendo algunas cosas mal.

Por tanto, me declaro partícipe del camino del perdón total y absoluto, no a ciegas, sino razonado, analítico, que por lo mismo llega a ser todavía más verdadero e intenso porque no es forzado ni falso. De esta manera crezco, porque me doy cuenta de todo, y ojalá esté en posibilidad de no cometer los mismos errores, y si los llego a cometer intentaré enderezarlos siempre. Me dará más rango de visión para comprender qué es la vida y su complejidad, me dará más experiencia para compartir. Desde ya me está produciendo calma y serenidad, y permite que mi corazón se llene de paz, de compasión, de luz –literalmente-, de amor del bueno.

Liberarme del miedo, de un miedo que ya ni me doy cuenta, pero que mi cuerpo me revela, ¿por qué los hombros levantados? ¿por qué las pesadillas que padecí tantos años? ¿por qué, de niño, el miedo a la oscuridad, a la soledad? ¿por qué la inseguridad, las manos sudorosas, la timidez, la inquietud ante la autoridad? ¿por qué nunca pude concluir mis estudios? ¿por qué nunca llevo a término lo que empiezo? ¿por qué mi atención distraída?

Toda esta reflexión aparentemente anclada en el pasado está enraizada totalmente en mi presente. He reconstruido aquel momento para entender mi acción de hoy, para construirla de manera distinta, mejor, más consciente, más amorosa. Trato de hacer clara aquella situación en mi conciencia para librarme del temor que inmoviliza y produce enfermedad. Esta confesión es la herramienta para viajar a lo más profundo de mi ser, a lo que no asoma tan fácilmente, ha sido mi Virgilio para bajar a los infiernos. Confesarlo me revela muchas verdades, me da claridad para que el velo sea descorrido y pueda caminar con más tranquilidad, salud y amor sobre esta tierra. Con Kafka y la carta a su padre aprendí que contar todo me ayudaría en el camino.

Me importa este momento, aquí y ahora. No busco en el pasado para regodearme en él, escarbo para fundamentar mi presente. Estoy consciente del maltrato, creo que fue producto de cadenas de inconsciencia. De que estuvo mal, estuvo mal. Trataré de estar consciente de mí mismo, para romper estas cadenas. El reto para mí es hoy. A pesar de reconocer que aquella conducta y aquel trato de mi padre hacia mí estuvo mal, equivocado y que fue dañino, no siento rencor, resentimiento ni coraje. Me doy cuenta de que el perdón está en la raíz de lo que pienso, no es una idea insertada desde afuera, nace como una flor, como un loto entre el fango.

Lo único que ando buscando es la verdad, sin ofender a nadie, sin desquitarme, sin dañar. Al contrario, con gran compasión, en el sentido más puro de la palabra, sentir con el otro, llegar a saber cuáles fueron las motivaciones internas que lo llevaron a actuar como lo hizo, no para vengarme, sino para elevar una oración por ellos, por él, para biendecirlos, bendecirlos, porque también la bendición de un hijo hacia sus padres, hacia su padre, es poderosa.

Perdonar es un reconocimiento de lo humano, es una revisión de sí mismo, es una corrección en un sentido vital, es volverse más completo. No es un acto a ciegas donde todo se entierra en aras de un amor idílico, es ventilar, evaluar, con toda la capacidad de la conciencia, con toda la visión de la experiencia de la vida vivida para crecer como seres humanos, para construir la vida de otra forma, para concretar el sueño de todas las utopías imaginadas, para verdaderamente comunicarnos. No es un perdón estúpido e incluso pendenciero, hipócrita, sino amoroso, que abarca y transforma a quien lo concibe, al que lo vive. No me interesa el perdón que esconde por temor y que tiembla ante la verdad, sino el que busca lo justo, que no teme, que entiende, que ilumina con la luz de la reflexión el momento presente y futuro del que lo asume. Así lograré que no haya una disociación en mi ser. Esto es lo que llamo amor. Amor por sí mismo, para así intentar amar a los demás.

El humano es un ser de luces y de sombras, cómo puedo juzgar a mi padre o condenarlo, si me ha dado la vida y muchísimas cosas valiosas y buenas. Aunque innegablemente me ha hecho sufrir. El camino que veo claro es la comprensión, el perdón. No el que solapa, sino el que suelta.

Freud, Freud, ¿por qué no me dijiste que me querías? ¿por qué mantuviste esa distancia tan enorme que separaba tu sillón del diván? Ni siquiera puedo decir de mi diván. ¿Por qué no me abrazaste, por qué no lloraste conmigo? ¿por qué no me diste una palabra de cariño, de consuelo, de esperanza? Sé que dices que todo esto perturbaría la terapia, que a ti no te corresponde, pero por eso es que nunca me pudiste sanar. Dices que hay que mantener una distancia, que ni siquiera me puedes dar un consejo, pero llevas años con lo mismo y no veo la luz. Te cambio toda tu teoría por un beso, por un abrazo, porque me dejes escuchar los latidos de tu corazón mientras me recuesto unos minutos en tu pecho, no más, tan sólo unos minutos serán suficientes para aposentarme en el corazón de la galaxia de luz del amor, tan sólo un puñado de segundos para realimentarme desde el centro luminoso en donde reposa el ojo de Dios. No te voy a pedir más, no te voy a quitar tu tiempo. No seas tan frío, sé que no eres mi padre, no te pido que sustituyas a nadie, pero dices que me puedes sanar, ¿cómo hacerlo mientras me untas bolsas de hielo en el corazón?

Papá, sólo quería que estuvieras orgulloso de mí. Creo que a esa edad es adecuado desarrollar un ego fuerte y poderoso. Ahora, me interesa muy poco la importancia personal o el agradar a otros, ahora me interesa agradar a la vida y desarrollar el encuentro con mi esencia. He recorrido un largo camino para llegar a esto, y toda esta recapitulación de aquel suceso de mi vida, lo del concurso de ortografía, me ha servido para hallar paz, para comprenderte mejor, para rehacer las piezas que me faltaban en el rompecabezas. Ha valido la pena este esfuerzo, han valido la pena los sentimientos de culpa por los que he pasado al analizar aquella situación, al ponerte bajo el microscopio, definitivamente han valido la pena porque de lo contrario me hubiera quedado con aquel recuerdo enfermizo habitando en mi mente, susurrándome tonterías, enfermando mi carne, alimentando el monstruo de la baja autoestima. En cambio ahora me siento libre de todo ello. Me siento descansado, fuerte, seguro, tranquilo. Como para comenzar otra vez. Estas palabras son mi testigo fiel.

https://escritosdeaft.blogspot.com


A diferencia de teóricos como Alice Miller, especialista en maltrato infantil y sus consecuencias, a la cual respeto y reconozco que le he aprendido mucho, sí creo en el perdón y en su poder liberador. Perdonar quiere decir soltar y se siente el efecto de soltar las amarras de cualquier situación que te encadene al odio, al rencor o al resentimiento. Y me atrevo a decir que perdono a mis padres por cualquier cosa que me hubieran hecho porque sé que fue de manera involuntaria y por no saber cómo hacerlo de otra forma. De hecho, creo que lo hicieron lo mejor que pudieron. Claro, con todas las contradicciones que ser humano implica, con todo lo que ocultaba mi padre, con todos sus secretos. Dentro de ese campo de limitaciones, él hizo lo mejor. Exacto, esa es la explicación, contradictoria en sí misma, paradójica: intentar hacer el bien aunque se sepa que se están haciendo algunas cosas mal.

Por tanto, me declaro partícipe del camino del perdón total y absoluto, no a ciegas, sino razonado, analítico, que por lo mismo llega a ser todavía más verdadero e intenso porque no es forzado ni falso. De esta manera crezco, porque me doy cuenta de todo, y ojalá esté en posibilidad de no cometer los mismos errores, y si los llego a cometer intentaré enderezarlos siempre. Me dará más rango de visión para comprender qué es la vida y su complejidad, me dará más experiencia para compartir. Desde ya me está produciendo calma y serenidad, y permite que mi corazón se llene de paz, de compasión, de luz –literalmente-, de amor del bueno.

Liberarme del miedo, de un miedo que ya ni me doy cuenta, pero que mi cuerpo me revela, ¿por qué los hombros levantados? ¿por qué las pesadillas que padecí tantos años? ¿por qué, de niño, el miedo a la oscuridad, a la soledad? ¿por qué la inseguridad, las manos sudorosas, la timidez, la inquietud ante la autoridad? ¿por qué nunca pude concluir mis estudios? ¿por qué nunca llevo a término lo que empiezo? ¿por qué mi atención distraída?

Toda esta reflexión aparentemente anclada en el pasado está enraizada totalmente en mi presente. He reconstruido aquel momento para entender mi acción de hoy, para construirla de manera distinta, mejor, más consciente, más amorosa. Trato de hacer clara aquella situación en mi conciencia para librarme del temor que inmoviliza y produce enfermedad. Esta confesión es la herramienta para viajar a lo más profundo de mi ser, a lo que no asoma tan fácilmente, ha sido mi Virgilio para bajar a los infiernos. Confesarlo me revela muchas verdades, me da claridad para que el velo sea descorrido y pueda caminar con más tranquilidad, salud y amor sobre esta tierra. Con Kafka y la carta a su padre aprendí que contar todo me ayudaría en el camino.

Me importa este momento, aquí y ahora. No busco en el pasado para regodearme en él, escarbo para fundamentar mi presente. Estoy consciente del maltrato, creo que fue producto de cadenas de inconsciencia. De que estuvo mal, estuvo mal. Trataré de estar consciente de mí mismo, para romper estas cadenas. El reto para mí es hoy. A pesar de reconocer que aquella conducta y aquel trato de mi padre hacia mí estuvo mal, equivocado y que fue dañino, no siento rencor, resentimiento ni coraje. Me doy cuenta de que el perdón está en la raíz de lo que pienso, no es una idea insertada desde afuera, nace como una flor, como un loto entre el fango.

Lo único que ando buscando es la verdad, sin ofender a nadie, sin desquitarme, sin dañar. Al contrario, con gran compasión, en el sentido más puro de la palabra, sentir con el otro, llegar a saber cuáles fueron las motivaciones internas que lo llevaron a actuar como lo hizo, no para vengarme, sino para elevar una oración por ellos, por él, para biendecirlos, bendecirlos, porque también la bendición de un hijo hacia sus padres, hacia su padre, es poderosa.

Perdonar es un reconocimiento de lo humano, es una revisión de sí mismo, es una corrección en un sentido vital, es volverse más completo. No es un acto a ciegas donde todo se entierra en aras de un amor idílico, es ventilar, evaluar, con toda la capacidad de la conciencia, con toda la visión de la experiencia de la vida vivida para crecer como seres humanos, para construir la vida de otra forma, para concretar el sueño de todas las utopías imaginadas, para verdaderamente comunicarnos. No es un perdón estúpido e incluso pendenciero, hipócrita, sino amoroso, que abarca y transforma a quien lo concibe, al que lo vive. No me interesa el perdón que esconde por temor y que tiembla ante la verdad, sino el que busca lo justo, que no teme, que entiende, que ilumina con la luz de la reflexión el momento presente y futuro del que lo asume. Así lograré que no haya una disociación en mi ser. Esto es lo que llamo amor. Amor por sí mismo, para así intentar amar a los demás.

El humano es un ser de luces y de sombras, cómo puedo juzgar a mi padre o condenarlo, si me ha dado la vida y muchísimas cosas valiosas y buenas. Aunque innegablemente me ha hecho sufrir. El camino que veo claro es la comprensión, el perdón. No el que solapa, sino el que suelta.

Freud, Freud, ¿por qué no me dijiste que me querías? ¿por qué mantuviste esa distancia tan enorme que separaba tu sillón del diván? Ni siquiera puedo decir de mi diván. ¿Por qué no me abrazaste, por qué no lloraste conmigo? ¿por qué no me diste una palabra de cariño, de consuelo, de esperanza? Sé que dices que todo esto perturbaría la terapia, que a ti no te corresponde, pero por eso es que nunca me pudiste sanar. Dices que hay que mantener una distancia, que ni siquiera me puedes dar un consejo, pero llevas años con lo mismo y no veo la luz. Te cambio toda tu teoría por un beso, por un abrazo, porque me dejes escuchar los latidos de tu corazón mientras me recuesto unos minutos en tu pecho, no más, tan sólo unos minutos serán suficientes para aposentarme en el corazón de la galaxia de luz del amor, tan sólo un puñado de segundos para realimentarme desde el centro luminoso en donde reposa el ojo de Dios. No te voy a pedir más, no te voy a quitar tu tiempo. No seas tan frío, sé que no eres mi padre, no te pido que sustituyas a nadie, pero dices que me puedes sanar, ¿cómo hacerlo mientras me untas bolsas de hielo en el corazón?

Papá, sólo quería que estuvieras orgulloso de mí. Creo que a esa edad es adecuado desarrollar un ego fuerte y poderoso. Ahora, me interesa muy poco la importancia personal o el agradar a otros, ahora me interesa agradar a la vida y desarrollar el encuentro con mi esencia. He recorrido un largo camino para llegar a esto, y toda esta recapitulación de aquel suceso de mi vida, lo del concurso de ortografía, me ha servido para hallar paz, para comprenderte mejor, para rehacer las piezas que me faltaban en el rompecabezas. Ha valido la pena este esfuerzo, han valido la pena los sentimientos de culpa por los que he pasado al analizar aquella situación, al ponerte bajo el microscopio, definitivamente han valido la pena porque de lo contrario me hubiera quedado con aquel recuerdo enfermizo habitando en mi mente, susurrándome tonterías, enfermando mi carne, alimentando el monstruo de la baja autoestima. En cambio ahora me siento libre de todo ello. Me siento descansado, fuerte, seguro, tranquilo. Como para comenzar otra vez. Estas palabras son mi testigo fiel.

https://escritosdeaft.blogspot.com


Finanzas

Incrementó 3.9% los empleos en Querétaro

Ocupa el noveno lugar a nivel nacional y el segundo en la región del bajío

Finanzas

Crece 200% la demanda de hielo, ante ola de calor

En comercio se suelen vender hasta 100 kilos por día pero en esta temporada han alcanzado los 300 kilos

Local

Venden vapeadores en tiendas de conveniencia

Los precios oscilan entre los 150 y 300 pesos, mientras que las recargas están en $73

Local

Se deslinda AMEQ de camiones chinos

Mal funcionamiento y descomposturas son responsabilidad de los concesionarios; se debe a que funcionan con sistema de gas natural, dijo Gerardo Cuanalo

Elecciones 2024

Recorren Jurica Torres y Dorantes 

Mantuvieron el contacto ciudadano y repartieron sus propuestas a los habitantes de la zona

Literatura

Jessica Zermeño presenta su primer libro "Nefelibata teatral"

La publicación incorpora tres obras de su autoría: "Tregua", "Voyerista" y "Ni más ni menos"