A dos semanas de su fallecimiento, el Museo de la Ciudad rindió un homenaje póstumo al artista, Gerardo Esquivel, quien se desarrolló como pintor en Querétaro. El tributo contó con la presencia de familiares, miembros de la comunidad artística y alumnos del autor.
El evento tuvo como sede la última exposición de Esquivel, donde se reunieron algunas de sus primeras piezas, hasta obras más recientes. Esta muestra que fue inaugurada en febrero con la presencia del autor, en el marco del 22 aniversario del museo, permanecerá vigente hasta el 12 de mayo.
“Hay artistas identificados con lugares, pero los lenguajes en el arte se identifican entre sí, y hablan de forma universal… él era un artista universal”, aseveró el fotógrafo Oswaldo García, quien como estudiante y amigo del autor, tomó la palabra en el estrado, donde desde una fotografía, se veía a Esquivel riendo a sus anchas, con los brazos cómodamente entrecruzados.
Además de recordar las proezas artísticas que Gerardo realizó en sus 44 años de trayectoria, y sus más de 60 exposiciones en México y el extranjero, se rememoró su incansable espíritu creativo, que aún después del trasplante de riñón al que fue sometido el año pasado, siguió existiendo.
“En el taller él era como un huracán… de su obra no hay mucho que decir, solo que fue uno de los dibujantes más brillantes de su generación, y no solo en México. Tuvo la madurez de construir un lenguaje en lo material, en la línea, en el tema. Más allá de cualquier bombo y platillo, Esquivel construyó plástica. Y es que con un lápiz podía chingarse a cualquiera… era un chingón y era un cabrón, y a todos nos dio mucho…”, compartió entre lágrimas, la artista Marja Godoy, aprendiz y amiga entrañable del pintor.
Mirando los dibujos, serigrafías y pinturas expuestas, Godoy afirmó que lo único que queda tras su partida, es el compromiso de conocer la obra de quien, muy a su pesar, fue de Querétaro, “con sus contradicciones, con sus sombras, con sus luces; con lo antiguo, con lo nuevo, con lo que rompe y conserva. (…) Gerardo agradeció mucho la forma en que se le apoyó en los días más oscuros de su trasplante de riñón, aunque después volviera a ser el mismo atorrante (risas); me dijo que no podía cambiar… pues tenía que decir y escribir lo que pensaba, quemar cartuchos, aventar bombazos, hacer un numerito, no quedarse callado”, dijo parafraseando al autor, quien señaló en vida que, como “Querétaro no quiere a sus artistas”, tras su muerte su obra no se quedaría en el estado.
