/ miércoles 23 de enero de 2019

La importancia de llamarse Franco

Franco Vega celebra, con varios proyectos en puerta, más de cuatro décadas en la actividad teatral y 25 años de su productora La Cartelera. El concepto “Pintores a escena” se enriquecerá este año con los montajes en torno a la vida de las artistas Carmen Mondragón y Margaret Kane, además de un centro cultural que el histrión planea concretar en su natal Cadereyta y que llevará su nombre

Unos segundos después de comenzar la plática su nombre se vuelve el centro de la charla y es que J. Franco Vega Fernández, como fue bautizado el actor y director de teatro nacido en Cadereyta en 1956, confiesa desconocer el significado de la “J” que acompaña su identidad, “el año pasado incluso tuve problemas por el punto, porque no siempre lo colocan”, compartió.

Fue entonces que el reconocido histrión queretano se “descosió” y habló largo y con detalles de la importancia de “hacerse de un nombre” en la escena.

“Yo he platicado, sobre todo con los jóvenes egresados de la Facultad (de Bellas Artes), que hay que defender un nombre, sobre todo en esta profesión (actor). Yo soy ingeniero civil, entonces voy a la facultad y me dicen ingeniero, y me da gusto cuando voy en la calle y un niño o joven me dice: ¡Franco Vega!, porque quiere decir que ha ido al teatro”, expresa sonriente.

“Entonces yo les decía que a mí me gustaría ir por la calle y que me dijeran actor”, - continúa – “sobre todo a ellos, porque son licenciados en actuación; a una enfermera la ven en la calle y le dicen: enfermera; doctor, licenciado… entonces hay que defender la profesión. Y les platicó una anécdota. Un día estaba frente al Archivo Histórico, en el restaurante, y a lado estaba una señora de edad; me senté y saludé y luego salió alguien y lo saludé y alguien me saludó, entonces las señora me dice: ¿quién es usted? que todo mundo lo saluda. - Es que soy actor, le dije. Llegó un amigo, estuvimos ahí y cuando la señora se despidió me dijo: adiós, señor actor. Entonces les digo que ya puedo morir en paz”, relata fascinado.

Cuarenta décadas en los escenarios no han pasado en vano, pues no es fortuito que Franco ya sea una referencia en el arte escénico local y que su nombre se asocie a calidad, profesionalismo y maestría en el oficio actoral.

El actor y director, ahora de 62 años, ha pasado la mayor parte de su existencia en los escenarios, mismos que le han dado identidad y una vida en toda la extensión de la palabra, en ellos ha personificado a figuras de diversos matices y en diversos géneros. Obras como “El Rastro”, de Elena Garro; “Fuente Ovejuna”, de Lope de Vega; “El Dragón y la Zapatera Prodigiosa”, de Federico García Lorca y “Pedro y el lobo”, de Serguéi Prokófiev, por mencionar algunas, se cuentan entre una larga lista de montajes en los que Franco ha participado.


Hablemos con franqueza…

La inclinación por el arte en Franco nació el mismo día que él llegó al mundo, pero fue hasta que entró en la universidad que estas afinidades se materializaron.

“Estudiando ingeniería, trabajaba en la librería Sancho Panza, que era de Paco Rabell (ahora director del Corral de Comedias) y llega un momento de la devaluación de Echeverría, y en lo que ahora es la sombrerería La popular había una casa de caridad de una señoritas de Cadereyta (donde Franco residía) y me dice Paco: mejor vente acá a la casa. Salía de la escuela o la librería y llegaba a la casa y estaban ensayando ahí (los integrantes de los Cómicos de la Legua)”.

La convivencia diaria y contacto directo con el teatro no tardaron en seducir a Vega, quien pronto se sumó al grupo universitario.

“Y tuve al fortuna de que el primer curso o taller de actuación que tomé fue con Julio Castillo, en ese momento ni nos dábamos cuenta de quien era, pero nos dirigió en Salvajes, una obra fuerte y con esa fuimos a la primera Muestra Nacional de Teatro (1977). Me acuerdo mucho que el maestro José Solé, que usaba un aparatito para hablar, le decía: solo a Julio se le ocurre a traer un kínder”, recuerda el teatrero imitando la voz del actor, director y escenógrafo teatral mexicano.

Además de artes escénicas, en aquellos primeros talleres que cursó Franco se impartió fotografía, “con Ramón Jiménez; géneros teatrales, con Rubén Torres; Paula de Allende nos dio taller de poesía, y Julio (Castillo) venía cada 15 días”, recuerda.

Estas primeras aventuras escénicas las hizo a la par de sus estudios y su posterior carrera como ingeniero, la cual trató de compaginar durante algún tiempo.

Sin embargo, sus diferentes compromisos lo hicieron decantarse por el teatro.

“Yo trabajaba en una constructora. Estuve un año en San Cristóbal de las Casas y luego en Palenque. Cuando terminamos, el ingeniero me dijo:

Tenemos obra en Cancún ¿te vas?.

No – le dije - Me tengo que regresar porque no me he titulado.

- A mi no me interesa tu papelito.

- Pero a mí sí.

Y me regreso a Querétaro y entro a la universidad (UAQ) como ingeniero, porque entré al departamento de mantenimiento, pedía permiso cada ocho días (para faltar y participar en obras de teatro), llegó el momento en que me cambiaron a (la Facultad de) Bellas Artes”, recuerda.

Hasta entonces trataba de equilibrar sus labores como ingeniero con su pasión teatral, pero llegó la década del 90 y con ella la decisión de abrazar de lleno el teatro.

“Trabajaba yo con el arquitecto José Luis Covarrubias, y me dice: Franco…, porque cada rato le pedía permiso (para faltar y hacer teatro), mientras cumplas tienes la libertad, me decía, y cuando le dije que ya era imposible seguir con las dos cosas, me dice: prueba, date un tiempo, lo que necesites y en un momento dado las puertas del despacho están abiertas. Y cada que lo encuentro me dice: siguen abiertas”, pero el histrión nunca volvió.


La cartelera

Con los Cómicos de la Legua, la compañía decana del teatro queretano, estuvo alrededor de 15 años, incluso llegó a dirigir al grupo entre 1991 y 1992.

“Después de ser director general de los Cómicos uno debe retirarse para que no digan que sigo mangoneando”, contó Vega Fernández para explicar su salida de esta compañía de teatro.

Su identidad con este grupo adherido a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) lo hizo tomar conciencia de que no podría ponerse una nueva “camiseta”; incorporarse a otra compañía teatral estaba descartada.

“En Querétaro han proliferado los grupos muy cerrados. Yo siendo de los Cómicos, Rodolfo Obregón siempre me invitó a la compañía universitaria, lo que fue la CUT (Compañía Universitaria de Teatro), pero decía: yo soy cómico. Paco Rabell, yo soy pariente, es mi tío, y el grupo es la familia, pero Paco siempre respetó que yo era universitario, entonces a partir de eso, (mi idea) no era hacer otro grupo, sino hacer una compañía productora”.

Así, en 1993 nació La Cartelera, una productora y promotora de teatro, cuyas obras van dirigidas a un público infantil, principalmente. La iniciativa continúa con el nombre Pipirijaina Teatro (como se les denominaba a las compañías de cómicos ambulantes en el Siglo de Oro español).


Bajo este sello se han concretado proyectos como “Pedro y el Lobo”, concierto didáctico de Sergei Prokofiev; “El Planeta Rojo”, de Raquel Bárcena; “El Pozo de los mil demonios”, de Maribel Carrasco y “El Yeitotol”, de Verónica Maldonado. Obras dirigidas a jóvenes audiencias también destacan en el repertorio, entre ellas “Siete personajes en busca de actor”, con la dirección de Luis Martín Solís; “Hoy Shakespeare o Shakespeare Hoy”, dirigida por Román García; y “El Molière Imaginario", todas con dramaturgia y actuación del propio Franco.

Pero el primer paso de esta iniciativa, que ya cumplió los 25 años de existencia, se dio un año antes con la producción de “La Cenicienta”, en el que debutaron figuras del gremio artístico que ahora son reconocidos en el ámbito local y nacional.

“Fue una producción independiente, la mamá de Grettel Valdez produjo. Erick de Luna estaba estudiando diseño en Guadalajara y le pedí que me diseñara el vestuario de La Cenicienta y en una ocasión que vino, me entregó los bocetos muy bien hechos y le digo: híjole, me va salir muy caro y me dice: no te cobro nada si yo hago a la madrastra. Y la hizo”.

En la puesta en escena participaron además Israel Rodríguez, mejor conocido como el payaso “Meneíto” (hermanastra); Lupita Smythe (hada madrina); Grettel Valdez (La Cenicienta) y Jorge Smythe (ratón).


“Pero no era una producción de La cartelera como tal, sino en el mismo Teatro del Seguro hicimos Un cuento de navidad, en ese mismo año, en el 92, y hasta el 93 ya formalmente se constituye como La cartelera”, explica Franco.

A lo largo de sus más de 25 años de vida, esta compañía ha producido 22 puestas en escena. El proyecto más reciente en el que se ha embarcado la compañía es el denominado “Pintores a escena”, que ha llevado al teatro las puestas: “Un Picasso”, “Frida en mi mente (…) Diego en mi corazón”, “Autorretrato. Yo Van Gogh”, Dalí, divino genio" y “Remedios lúdicos, oníricos juegos”, los últimos de la dramaturga Guiomar Cantú.

Estos trabajos los hizo de la mano de Erick Ramírez, David Quintero, Alejandra Segovia, José Mendoza, entre otros histriones.

“Todo empezó con Picasso, me lo propusieron David Quintero y Deborah, pero les decía: ando bien ocupado con el FONCA y la retribución social y todo eso y me dicen: prueba el texto. Lo leo y como es un interrogatorio de una crítica nazi a Picasso para certificar su obra, primero le preguntan su nombre, edad: 59 años. Y yo tenía en ese entonces 59 años. Entonces voy a Porrúa y el joven que me atiende, me dice: tengo una biografía, y cuando me entrega el libro, (el joven ve la imagen de Picasso y) me dice: pero si es usted. Hay cierto parecido, entonces esos dos detalles me hicieron aceptar”.

Para este año, el proyecto “Pintores a escena” se extiende para llevar los montajes sobre la vida de Carmen Mondragón “Nahui Olin”, que será producida en conjunto con Alex Fuentes del grupo teatral “Forito 3 pesos” y otra puesta inspirada en la artista Margaret Kane, que será personifica por Víctor Sasia y Lupita Pizano, con quienes montó “Moliere y Magdalena”, la cual conquistó el Certamen de Teatro Clásico MX el año pasado.

En este sentido, Franco destaca con orgullo la capacidad y disposición que ha logrado para trabajar con diversos grupos y actores del gremio queretano, “hay cierto respeto con los grupos jóvenes, te digo, me dicen: Franquito”, destaca.


Centro Cultural

Otro gran proyecto en el que sigue trabajando Vega Fernández es el Centro Cultural Universitario de Cadereyta, cuyo “objetivo es salud, educación y arte para el bienestar social”, precisa el entrevistado.

El proyecto, que tiene el respaldo de la Secretaría de Cultura estatal, el Municipio de Cadereyta y la UAQ, busca acercar servicios de salud, talleres y módulos de enseñanza para los habitantes de esta zona del semidesierto queretano.

Actualmente se encuentran en el proceso de crear una asociación civil que soporte el inmueble y sus actividades, la cual llevará el nombre del actor, director y productor de teatro.

“Es mi voluntad de que en el momento en el que yo fallezca, el patrimonio pase hacer de la universidad, pero primero es la creación de la fundación AC (…) Hay una clausula que dice que mientras Franco Vega viva, es el presidente vitalicio”, continuó el histrión.

Dentro del comité de vigilancia que integra el proyecto están las dependencias e instituciones enlistadas, pues el inmueble, que será construido en un terreno propiedad de Franco, sería cedido a la UAQ para su futura administración.

Unos segundos después de comenzar la plática su nombre se vuelve el centro de la charla y es que J. Franco Vega Fernández, como fue bautizado el actor y director de teatro nacido en Cadereyta en 1956, confiesa desconocer el significado de la “J” que acompaña su identidad, “el año pasado incluso tuve problemas por el punto, porque no siempre lo colocan”, compartió.

Fue entonces que el reconocido histrión queretano se “descosió” y habló largo y con detalles de la importancia de “hacerse de un nombre” en la escena.

“Yo he platicado, sobre todo con los jóvenes egresados de la Facultad (de Bellas Artes), que hay que defender un nombre, sobre todo en esta profesión (actor). Yo soy ingeniero civil, entonces voy a la facultad y me dicen ingeniero, y me da gusto cuando voy en la calle y un niño o joven me dice: ¡Franco Vega!, porque quiere decir que ha ido al teatro”, expresa sonriente.

“Entonces yo les decía que a mí me gustaría ir por la calle y que me dijeran actor”, - continúa – “sobre todo a ellos, porque son licenciados en actuación; a una enfermera la ven en la calle y le dicen: enfermera; doctor, licenciado… entonces hay que defender la profesión. Y les platicó una anécdota. Un día estaba frente al Archivo Histórico, en el restaurante, y a lado estaba una señora de edad; me senté y saludé y luego salió alguien y lo saludé y alguien me saludó, entonces las señora me dice: ¿quién es usted? que todo mundo lo saluda. - Es que soy actor, le dije. Llegó un amigo, estuvimos ahí y cuando la señora se despidió me dijo: adiós, señor actor. Entonces les digo que ya puedo morir en paz”, relata fascinado.

Cuarenta décadas en los escenarios no han pasado en vano, pues no es fortuito que Franco ya sea una referencia en el arte escénico local y que su nombre se asocie a calidad, profesionalismo y maestría en el oficio actoral.

El actor y director, ahora de 62 años, ha pasado la mayor parte de su existencia en los escenarios, mismos que le han dado identidad y una vida en toda la extensión de la palabra, en ellos ha personificado a figuras de diversos matices y en diversos géneros. Obras como “El Rastro”, de Elena Garro; “Fuente Ovejuna”, de Lope de Vega; “El Dragón y la Zapatera Prodigiosa”, de Federico García Lorca y “Pedro y el lobo”, de Serguéi Prokófiev, por mencionar algunas, se cuentan entre una larga lista de montajes en los que Franco ha participado.


Hablemos con franqueza…

La inclinación por el arte en Franco nació el mismo día que él llegó al mundo, pero fue hasta que entró en la universidad que estas afinidades se materializaron.

“Estudiando ingeniería, trabajaba en la librería Sancho Panza, que era de Paco Rabell (ahora director del Corral de Comedias) y llega un momento de la devaluación de Echeverría, y en lo que ahora es la sombrerería La popular había una casa de caridad de una señoritas de Cadereyta (donde Franco residía) y me dice Paco: mejor vente acá a la casa. Salía de la escuela o la librería y llegaba a la casa y estaban ensayando ahí (los integrantes de los Cómicos de la Legua)”.

La convivencia diaria y contacto directo con el teatro no tardaron en seducir a Vega, quien pronto se sumó al grupo universitario.

“Y tuve al fortuna de que el primer curso o taller de actuación que tomé fue con Julio Castillo, en ese momento ni nos dábamos cuenta de quien era, pero nos dirigió en Salvajes, una obra fuerte y con esa fuimos a la primera Muestra Nacional de Teatro (1977). Me acuerdo mucho que el maestro José Solé, que usaba un aparatito para hablar, le decía: solo a Julio se le ocurre a traer un kínder”, recuerda el teatrero imitando la voz del actor, director y escenógrafo teatral mexicano.

Además de artes escénicas, en aquellos primeros talleres que cursó Franco se impartió fotografía, “con Ramón Jiménez; géneros teatrales, con Rubén Torres; Paula de Allende nos dio taller de poesía, y Julio (Castillo) venía cada 15 días”, recuerda.

Estas primeras aventuras escénicas las hizo a la par de sus estudios y su posterior carrera como ingeniero, la cual trató de compaginar durante algún tiempo.

Sin embargo, sus diferentes compromisos lo hicieron decantarse por el teatro.

“Yo trabajaba en una constructora. Estuve un año en San Cristóbal de las Casas y luego en Palenque. Cuando terminamos, el ingeniero me dijo:

Tenemos obra en Cancún ¿te vas?.

No – le dije - Me tengo que regresar porque no me he titulado.

- A mi no me interesa tu papelito.

- Pero a mí sí.

Y me regreso a Querétaro y entro a la universidad (UAQ) como ingeniero, porque entré al departamento de mantenimiento, pedía permiso cada ocho días (para faltar y participar en obras de teatro), llegó el momento en que me cambiaron a (la Facultad de) Bellas Artes”, recuerda.

Hasta entonces trataba de equilibrar sus labores como ingeniero con su pasión teatral, pero llegó la década del 90 y con ella la decisión de abrazar de lleno el teatro.

“Trabajaba yo con el arquitecto José Luis Covarrubias, y me dice: Franco…, porque cada rato le pedía permiso (para faltar y hacer teatro), mientras cumplas tienes la libertad, me decía, y cuando le dije que ya era imposible seguir con las dos cosas, me dice: prueba, date un tiempo, lo que necesites y en un momento dado las puertas del despacho están abiertas. Y cada que lo encuentro me dice: siguen abiertas”, pero el histrión nunca volvió.


La cartelera

Con los Cómicos de la Legua, la compañía decana del teatro queretano, estuvo alrededor de 15 años, incluso llegó a dirigir al grupo entre 1991 y 1992.

“Después de ser director general de los Cómicos uno debe retirarse para que no digan que sigo mangoneando”, contó Vega Fernández para explicar su salida de esta compañía de teatro.

Su identidad con este grupo adherido a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) lo hizo tomar conciencia de que no podría ponerse una nueva “camiseta”; incorporarse a otra compañía teatral estaba descartada.

“En Querétaro han proliferado los grupos muy cerrados. Yo siendo de los Cómicos, Rodolfo Obregón siempre me invitó a la compañía universitaria, lo que fue la CUT (Compañía Universitaria de Teatro), pero decía: yo soy cómico. Paco Rabell, yo soy pariente, es mi tío, y el grupo es la familia, pero Paco siempre respetó que yo era universitario, entonces a partir de eso, (mi idea) no era hacer otro grupo, sino hacer una compañía productora”.

Así, en 1993 nació La Cartelera, una productora y promotora de teatro, cuyas obras van dirigidas a un público infantil, principalmente. La iniciativa continúa con el nombre Pipirijaina Teatro (como se les denominaba a las compañías de cómicos ambulantes en el Siglo de Oro español).


Bajo este sello se han concretado proyectos como “Pedro y el Lobo”, concierto didáctico de Sergei Prokofiev; “El Planeta Rojo”, de Raquel Bárcena; “El Pozo de los mil demonios”, de Maribel Carrasco y “El Yeitotol”, de Verónica Maldonado. Obras dirigidas a jóvenes audiencias también destacan en el repertorio, entre ellas “Siete personajes en busca de actor”, con la dirección de Luis Martín Solís; “Hoy Shakespeare o Shakespeare Hoy”, dirigida por Román García; y “El Molière Imaginario", todas con dramaturgia y actuación del propio Franco.

Pero el primer paso de esta iniciativa, que ya cumplió los 25 años de existencia, se dio un año antes con la producción de “La Cenicienta”, en el que debutaron figuras del gremio artístico que ahora son reconocidos en el ámbito local y nacional.

“Fue una producción independiente, la mamá de Grettel Valdez produjo. Erick de Luna estaba estudiando diseño en Guadalajara y le pedí que me diseñara el vestuario de La Cenicienta y en una ocasión que vino, me entregó los bocetos muy bien hechos y le digo: híjole, me va salir muy caro y me dice: no te cobro nada si yo hago a la madrastra. Y la hizo”.

En la puesta en escena participaron además Israel Rodríguez, mejor conocido como el payaso “Meneíto” (hermanastra); Lupita Smythe (hada madrina); Grettel Valdez (La Cenicienta) y Jorge Smythe (ratón).


“Pero no era una producción de La cartelera como tal, sino en el mismo Teatro del Seguro hicimos Un cuento de navidad, en ese mismo año, en el 92, y hasta el 93 ya formalmente se constituye como La cartelera”, explica Franco.

A lo largo de sus más de 25 años de vida, esta compañía ha producido 22 puestas en escena. El proyecto más reciente en el que se ha embarcado la compañía es el denominado “Pintores a escena”, que ha llevado al teatro las puestas: “Un Picasso”, “Frida en mi mente (…) Diego en mi corazón”, “Autorretrato. Yo Van Gogh”, Dalí, divino genio" y “Remedios lúdicos, oníricos juegos”, los últimos de la dramaturga Guiomar Cantú.

Estos trabajos los hizo de la mano de Erick Ramírez, David Quintero, Alejandra Segovia, José Mendoza, entre otros histriones.

“Todo empezó con Picasso, me lo propusieron David Quintero y Deborah, pero les decía: ando bien ocupado con el FONCA y la retribución social y todo eso y me dicen: prueba el texto. Lo leo y como es un interrogatorio de una crítica nazi a Picasso para certificar su obra, primero le preguntan su nombre, edad: 59 años. Y yo tenía en ese entonces 59 años. Entonces voy a Porrúa y el joven que me atiende, me dice: tengo una biografía, y cuando me entrega el libro, (el joven ve la imagen de Picasso y) me dice: pero si es usted. Hay cierto parecido, entonces esos dos detalles me hicieron aceptar”.

Para este año, el proyecto “Pintores a escena” se extiende para llevar los montajes sobre la vida de Carmen Mondragón “Nahui Olin”, que será producida en conjunto con Alex Fuentes del grupo teatral “Forito 3 pesos” y otra puesta inspirada en la artista Margaret Kane, que será personifica por Víctor Sasia y Lupita Pizano, con quienes montó “Moliere y Magdalena”, la cual conquistó el Certamen de Teatro Clásico MX el año pasado.

En este sentido, Franco destaca con orgullo la capacidad y disposición que ha logrado para trabajar con diversos grupos y actores del gremio queretano, “hay cierto respeto con los grupos jóvenes, te digo, me dicen: Franquito”, destaca.


Centro Cultural

Otro gran proyecto en el que sigue trabajando Vega Fernández es el Centro Cultural Universitario de Cadereyta, cuyo “objetivo es salud, educación y arte para el bienestar social”, precisa el entrevistado.

El proyecto, que tiene el respaldo de la Secretaría de Cultura estatal, el Municipio de Cadereyta y la UAQ, busca acercar servicios de salud, talleres y módulos de enseñanza para los habitantes de esta zona del semidesierto queretano.

Actualmente se encuentran en el proceso de crear una asociación civil que soporte el inmueble y sus actividades, la cual llevará el nombre del actor, director y productor de teatro.

“Es mi voluntad de que en el momento en el que yo fallezca, el patrimonio pase hacer de la universidad, pero primero es la creación de la fundación AC (…) Hay una clausula que dice que mientras Franco Vega viva, es el presidente vitalicio”, continuó el histrión.

Dentro del comité de vigilancia que integra el proyecto están las dependencias e instituciones enlistadas, pues el inmueble, que será construido en un terreno propiedad de Franco, sería cedido a la UAQ para su futura administración.

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