/ jueves 8 de febrero de 2024

De perfil

El libro de cabecera


Con el reciente fallecimiento de José Agustín, no pocas personas se han acercado a preguntarme con qué texto deberían iniciar para conocer la obra narrativa del maestro. Aunque La tumba es quizás la obra más conocida, sin duda mi favorita y la que recomiendo ampliamente como rito de iniciación es De perfil.

En el efervescente crisol de los años sesenta, donde las convenciones se desmoronaban y la juventud buscaba su voz, surge la novela De perfil (1966), una obra magistral e inquietante que retrata la adolescencia con una mezcla de desasosiego, ternura y vitalidad desbordante. Agustín, un escritor que trajo a sus primeras narraciones las vibraciones de la cultura pop, la influencia televisiva y el rugido del rock, inmortaliza una época a través de la mirada perspicaz de un adolescente clasemediero que, si bien no tiene preocupaciones económicas, enfrenta las carencias que implica la soledad y el hastío de la cotidianidad.

El narrador, a quien conocemos inicialmente con el mote de «Arrinconado», impuesto por Octavio, uno de los principales personajes, es un joven de los prósperos sesenta que se desliza por sus años formativos, donde las reglas gramaticales se deshacen hilarantemente entre sus dedos como cubos de hielo, y el lenguaje de la Onda se convierte en una expresión desbordante de anglicismos, neologismos y sílabas telescopiadas, tradición de la cual van a embeber autores como Bernardo Fernández o Antonio Ortuño, por citar un par. Agustín maneja esta lengua diestramente, creando una prosa que sigue su propia dinámica, triunfando en una vitalidad desatada y cómica. Por cierto, las interjecciones coloquiales «sip» y «nop», tan recurrentes en el slang contemporáneo de las redes sociales y la mensajería instantánea, ya se muestran en esta novela con magistral destreza.

La historia nos sumerge en el desconcierto del protagonista, quien, para su sorpresa, descubre que unos señores de mediana edad, Violeta y Humberto, un tanto ridículos, son sus padres. Su vida se teje entre los intentos de seducción de sus criadas y un desinterés aparente por el sexo. Fumador desquiciado, el protagonista estudia sólo lo suficiente para pasar exámenes, mientras navega en una universidad plagada de conflictos, golpeadores y líderes estudiantiles. Para él, todo se reduce a darle tiempo al tiempo. La elección de una carrera, la obtención de un título y la toma de su lugar en el mundo adulto parecen asuntos lejanos, contradichos por los manifiestos que firma y su actitud desafiante.

Agustín no solo pinta el retrato de un individuo en su camino hacia la madurez, sino que también captura la esencia de toda una generación que desafió las normas establecidas. La cultura pop, la influencia de la televisión y la música del rock impregnan cada página, convirtiéndola en un documento atemporal que trasciende las décadas.

Nuestro autor, nacido en 1944, se convirtió en una voz única y refrescante en la literatura mexicana, cuya influencia aún sigue resonando en los rincones de la literatura nacional. Su estilo, que desafiaba las convenciones literarias y jugaba con la lengua, marcó una ruptura con las tradiciones establecidas. La novela De perfil no sólo es un testimonio literario de la juventud en los años sesenta, sino también una contribución significativa a la evolución de la narrativa mexicana contemporánea.

El protagonista, en su desinterés aparente por la sexualidad, rompe con la tradición literaria que a menudo enmarca la adolescencia en una exploración obsesiva de la sexualidad. Agustín presenta un personaje que, en medio de un entorno social cambiante, no se conforma con los roles y expectativas impuestas, ni las propias, ni las ajenas, como en el caso de Humberto y Violeta, sus padres.

La universidad, un escenario lleno de intriga y conflictos, dibujada sin rastros agiográficos o románticos, refleja los turbulentos años sesenta, donde la lucha estudiantil y la agitación social eran moneda corriente. La habilidad de Agustín para capturar la atmósfera de la época, llena de líderes estudiantiles y golpeadores, revela su aguda observación de la sociedad en transformación.

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Además de su faceta como novelista, José Agustín incursionó en el mundo del cine, demostrando una versatilidad creativa. Sus guiones cinematográficos, como el de El apando (1975), de Felipe Cazals, basado en la novela homónima de José Revueltas, evidencian su capacidad para abordar temas complejos y sociales a través de la pantalla. El mismo gusto por adaptar textos de novelistas nacionales a guiones, en lugar de andar buscando fuera del barrio, lo replicará recurrentemente Roberto Sneider, quien ya ha adaptado a la pantalla grande Ciudades desiertas (1982) del propio José Agustín, bajo el título de Me estás matando, Susana; y Arráncame la vida (1985) de Ángeles Mastretta.

La obra de José Agustín es un testimonio valioso de una época tumultuosa en México y un recordatorio de la importancia de desafiar las convenciones. De perfil no sólo es una novela; es un lienzo que captura los colores vibrantes y las texturas cambiantes de una juventud que desafió las expectativas y dejó una huella indeleble en la historia cultural de México.


Con el reciente fallecimiento de José Agustín, no pocas personas se han acercado a preguntarme con qué texto deberían iniciar para conocer la obra narrativa del maestro. Aunque La tumba es quizás la obra más conocida, sin duda mi favorita y la que recomiendo ampliamente como rito de iniciación es De perfil.

En el efervescente crisol de los años sesenta, donde las convenciones se desmoronaban y la juventud buscaba su voz, surge la novela De perfil (1966), una obra magistral e inquietante que retrata la adolescencia con una mezcla de desasosiego, ternura y vitalidad desbordante. Agustín, un escritor que trajo a sus primeras narraciones las vibraciones de la cultura pop, la influencia televisiva y el rugido del rock, inmortaliza una época a través de la mirada perspicaz de un adolescente clasemediero que, si bien no tiene preocupaciones económicas, enfrenta las carencias que implica la soledad y el hastío de la cotidianidad.

El narrador, a quien conocemos inicialmente con el mote de «Arrinconado», impuesto por Octavio, uno de los principales personajes, es un joven de los prósperos sesenta que se desliza por sus años formativos, donde las reglas gramaticales se deshacen hilarantemente entre sus dedos como cubos de hielo, y el lenguaje de la Onda se convierte en una expresión desbordante de anglicismos, neologismos y sílabas telescopiadas, tradición de la cual van a embeber autores como Bernardo Fernández o Antonio Ortuño, por citar un par. Agustín maneja esta lengua diestramente, creando una prosa que sigue su propia dinámica, triunfando en una vitalidad desatada y cómica. Por cierto, las interjecciones coloquiales «sip» y «nop», tan recurrentes en el slang contemporáneo de las redes sociales y la mensajería instantánea, ya se muestran en esta novela con magistral destreza.

La historia nos sumerge en el desconcierto del protagonista, quien, para su sorpresa, descubre que unos señores de mediana edad, Violeta y Humberto, un tanto ridículos, son sus padres. Su vida se teje entre los intentos de seducción de sus criadas y un desinterés aparente por el sexo. Fumador desquiciado, el protagonista estudia sólo lo suficiente para pasar exámenes, mientras navega en una universidad plagada de conflictos, golpeadores y líderes estudiantiles. Para él, todo se reduce a darle tiempo al tiempo. La elección de una carrera, la obtención de un título y la toma de su lugar en el mundo adulto parecen asuntos lejanos, contradichos por los manifiestos que firma y su actitud desafiante.

Agustín no solo pinta el retrato de un individuo en su camino hacia la madurez, sino que también captura la esencia de toda una generación que desafió las normas establecidas. La cultura pop, la influencia de la televisión y la música del rock impregnan cada página, convirtiéndola en un documento atemporal que trasciende las décadas.

Nuestro autor, nacido en 1944, se convirtió en una voz única y refrescante en la literatura mexicana, cuya influencia aún sigue resonando en los rincones de la literatura nacional. Su estilo, que desafiaba las convenciones literarias y jugaba con la lengua, marcó una ruptura con las tradiciones establecidas. La novela De perfil no sólo es un testimonio literario de la juventud en los años sesenta, sino también una contribución significativa a la evolución de la narrativa mexicana contemporánea.

El protagonista, en su desinterés aparente por la sexualidad, rompe con la tradición literaria que a menudo enmarca la adolescencia en una exploración obsesiva de la sexualidad. Agustín presenta un personaje que, en medio de un entorno social cambiante, no se conforma con los roles y expectativas impuestas, ni las propias, ni las ajenas, como en el caso de Humberto y Violeta, sus padres.

La universidad, un escenario lleno de intriga y conflictos, dibujada sin rastros agiográficos o románticos, refleja los turbulentos años sesenta, donde la lucha estudiantil y la agitación social eran moneda corriente. La habilidad de Agustín para capturar la atmósfera de la época, llena de líderes estudiantiles y golpeadores, revela su aguda observación de la sociedad en transformación.

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Además de su faceta como novelista, José Agustín incursionó en el mundo del cine, demostrando una versatilidad creativa. Sus guiones cinematográficos, como el de El apando (1975), de Felipe Cazals, basado en la novela homónima de José Revueltas, evidencian su capacidad para abordar temas complejos y sociales a través de la pantalla. El mismo gusto por adaptar textos de novelistas nacionales a guiones, en lugar de andar buscando fuera del barrio, lo replicará recurrentemente Roberto Sneider, quien ya ha adaptado a la pantalla grande Ciudades desiertas (1982) del propio José Agustín, bajo el título de Me estás matando, Susana; y Arráncame la vida (1985) de Ángeles Mastretta.

La obra de José Agustín es un testimonio valioso de una época tumultuosa en México y un recordatorio de la importancia de desafiar las convenciones. De perfil no sólo es una novela; es un lienzo que captura los colores vibrantes y las texturas cambiantes de una juventud que desafió las expectativas y dejó una huella indeleble en la historia cultural de México.

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