/ sábado 23 de septiembre de 2023

El privilegio de aprender

Un paseo por las letras


Siempre que se habla de educación pienso en privilegio, pero sé que, por desgracia, muchos estudiantes relacionan más el aprendizaje y la escuela, con lo que da flojera y lo que es obligatorio. Eso me parece muy triste, así que tal vez, como dice un tuit que leí: “Sería mejor ser joven de grande. Porque de joven, uno no sabe que es joven”.

La mocedad nos regala fuerza y tiempo, por eso resulta lamentable que quien tiene posibilidad de hacerlo, diga: ya no quiero estudiar.

Todos conocemos a alguien que arrepentido de no haber estudiado cuando joven, se lanza a esa aventura siendo mayor, con todo un poco más en contra, aunque siempre, eso sí, con la misma gran recompensa: aprender, saber, conocer.

El estudio se encuentra en las aulas de una institución, pero también en la vida, de manera especial en lo que se ha escrito. Así que considero a la lectura como la gran aliada para el aprendizaje, - y aquí vuelvo al temor de que aprendizaje suene a obligación o a flojera de hacer-, entonces me veo en la necesidad de agregar que la lectura nos enseña, pero mientras lo hace, nos comprende, nos abraza, nos reta, nos alegra y nos abre múltiples ventanas a distintos mundos, épocas, lugares e historias. El intelectual español Pedro Laín Entralgo, lo escribió así: “La lectura nos regala libertad para ser de otra manera”. ¡Claro!, leer para crecer, para ampliar nuestro mundo, para conocer lo distante y lo distinto y para encontrar a quienes piensan, sienten o viven como nosotros, porque como bien lo dijo la escritora mexicana Laura Esquivel: “Ante una palabra o concepto que el nombre reconoce en un texto, siente lo mismo que cuando encuentra a un amigo y se abraza a él”.

Qué maravilla es la lectura ¿verdad?! Nos lo brinda todo. Nos espera cuando podemos llegar, nos regala las palabras que incrementan nuestro vocabulario y nos permiten comunicarnos mejor, nos ofrece un abrazo y como si esto fuera poco nos habla de la vida y de sus diferentes temas, nos muestra el mundo y nos enseña, si nosotros queremos aprender.

La lectura nos muestra la magia que hay en las letras que forman vocablos y en los vocablos que forman frases e historias.

Pongamos en un sobre imaginario las palabras: Agua, papel, amanecer, amarillo, cuerpo, te, verano, aroma, taza, garganta, flores, soles, costalito y algunas otras.

Ahí están quietecitas, con los significados que conocemos, ajenas, como estudiantes que llegan sin conocer a nadie el primer día de clase; pero luego la magia aparece de la mano del o la poeta y descubrimos un texto como este:

"Pon en el agua hirviendo un costalito de hierba seca envuelta en papel fino. Verás cómo comienza a amanecer en esa taza. Pruébala, siente su color amarillo en la garganta, recuerda el aroma de esas flores en forma de soles diminutos. El té de manzanilla se va volviendo un verano tibio adentro de tu cuerpo". Carmen Villoro

Attilio De Giovanni, un personaje interpretado por el italiano Roberto Benigni en la película El tigre y la nieve (2005), les cuenta a sus hijas por qué se hizo poeta. Dice que un día un pajarito se posó en su hombro y que estuvo ahí unos segundos cantando. Attilio fue corriendo con su madre y le dijo lo que había pasado. La madre, sin mayor interés, solamente dijo Ah.

Las hijas de Attilio, preguntaron si su abuela era tan insensible, y él les dijo que no, que la culpa había sido de él por no haber podido transmitirle la emoción, y que por eso había hecho poeta.

Cuentistas, ensayistas, historiadores, científicos, filósofos, novelistas, poetas, geógrafos, etc., han elegido con mucho esmero, las palabras que nos esperan en los libros. Vayamos a su encuentro. Leamos y aprendamos, como dice el escritor mexicano Óscar de la Borbolla, aunque sea para defensa propia. Y reflexionemos en algo que también dijo de la Borbolla, “si no entendemos el mundo es porque no tenemos las palabras para entenderlo”.

El universo es amplio y complejo, pero cada vez que aprendemos algo recibimos como regalo otra pieza del rompecabezas de la vida.

Mi experiencia como docente me ha obsequiado mucho aprendizaje, mucho entusiasmo, muchos puntos de vista y mucha alegría. Es precioso ver a estudiantes universitarios o de educación básica, conmoverse, descubrir y aprender a través de la lectura.

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Como les decía al principio, considero el aprendizaje como un gran privilegio, y encontré compañía en mi pensamiento, en un ensayo de la escritora española Irene Vallejo. Ella contó que en su primer día de escuela su abuela le advirtió que iría a clases todos los días, lloviera o tronara, y que eso le hacía pensar en el trabajo de sus padres, que siempre tenían que hacer y no podían jugar. Así que aquel día la asustó el fantasma de la obligación, pero años después le sorprendió descubrir que “la palabra escuela viene del griego scholé, que significa 'ocio'. Los griegos pensaban que las horas de estudio son tiempo de recreo para uno mismo, frente al trabajo, que te pone al servicio de un patrón o del dinero.

Aristóteles escribió: "En el principio de toda buena acción está el ocio", o sea, la educación y la cultura. El filósofo Sócrates fue un gran ocioso del pensamiento. Merodeaba por el ágora y las calles, tratando de convencer a los atenienses para que interrumpieran sus tareas y se demorasen en conversaciones. Encarnaba un ideal antiguo: dedicar el tiempo libre a la amistad, al diálogo entre el maestro y sus discípulos y a la discusión intelectual. Cubiertas las necesidades básicas de la vida, la siguiente conquista social es el aprendizaje y el saber. Esta es la lección de los griegos: la escuela, aunque sea obligatoria, nos hace libres”.


Siempre que se habla de educación pienso en privilegio, pero sé que, por desgracia, muchos estudiantes relacionan más el aprendizaje y la escuela, con lo que da flojera y lo que es obligatorio. Eso me parece muy triste, así que tal vez, como dice un tuit que leí: “Sería mejor ser joven de grande. Porque de joven, uno no sabe que es joven”.

La mocedad nos regala fuerza y tiempo, por eso resulta lamentable que quien tiene posibilidad de hacerlo, diga: ya no quiero estudiar.

Todos conocemos a alguien que arrepentido de no haber estudiado cuando joven, se lanza a esa aventura siendo mayor, con todo un poco más en contra, aunque siempre, eso sí, con la misma gran recompensa: aprender, saber, conocer.

El estudio se encuentra en las aulas de una institución, pero también en la vida, de manera especial en lo que se ha escrito. Así que considero a la lectura como la gran aliada para el aprendizaje, - y aquí vuelvo al temor de que aprendizaje suene a obligación o a flojera de hacer-, entonces me veo en la necesidad de agregar que la lectura nos enseña, pero mientras lo hace, nos comprende, nos abraza, nos reta, nos alegra y nos abre múltiples ventanas a distintos mundos, épocas, lugares e historias. El intelectual español Pedro Laín Entralgo, lo escribió así: “La lectura nos regala libertad para ser de otra manera”. ¡Claro!, leer para crecer, para ampliar nuestro mundo, para conocer lo distante y lo distinto y para encontrar a quienes piensan, sienten o viven como nosotros, porque como bien lo dijo la escritora mexicana Laura Esquivel: “Ante una palabra o concepto que el nombre reconoce en un texto, siente lo mismo que cuando encuentra a un amigo y se abraza a él”.

Qué maravilla es la lectura ¿verdad?! Nos lo brinda todo. Nos espera cuando podemos llegar, nos regala las palabras que incrementan nuestro vocabulario y nos permiten comunicarnos mejor, nos ofrece un abrazo y como si esto fuera poco nos habla de la vida y de sus diferentes temas, nos muestra el mundo y nos enseña, si nosotros queremos aprender.

La lectura nos muestra la magia que hay en las letras que forman vocablos y en los vocablos que forman frases e historias.

Pongamos en un sobre imaginario las palabras: Agua, papel, amanecer, amarillo, cuerpo, te, verano, aroma, taza, garganta, flores, soles, costalito y algunas otras.

Ahí están quietecitas, con los significados que conocemos, ajenas, como estudiantes que llegan sin conocer a nadie el primer día de clase; pero luego la magia aparece de la mano del o la poeta y descubrimos un texto como este:

"Pon en el agua hirviendo un costalito de hierba seca envuelta en papel fino. Verás cómo comienza a amanecer en esa taza. Pruébala, siente su color amarillo en la garganta, recuerda el aroma de esas flores en forma de soles diminutos. El té de manzanilla se va volviendo un verano tibio adentro de tu cuerpo". Carmen Villoro

Attilio De Giovanni, un personaje interpretado por el italiano Roberto Benigni en la película El tigre y la nieve (2005), les cuenta a sus hijas por qué se hizo poeta. Dice que un día un pajarito se posó en su hombro y que estuvo ahí unos segundos cantando. Attilio fue corriendo con su madre y le dijo lo que había pasado. La madre, sin mayor interés, solamente dijo Ah.

Las hijas de Attilio, preguntaron si su abuela era tan insensible, y él les dijo que no, que la culpa había sido de él por no haber podido transmitirle la emoción, y que por eso había hecho poeta.

Cuentistas, ensayistas, historiadores, científicos, filósofos, novelistas, poetas, geógrafos, etc., han elegido con mucho esmero, las palabras que nos esperan en los libros. Vayamos a su encuentro. Leamos y aprendamos, como dice el escritor mexicano Óscar de la Borbolla, aunque sea para defensa propia. Y reflexionemos en algo que también dijo de la Borbolla, “si no entendemos el mundo es porque no tenemos las palabras para entenderlo”.

El universo es amplio y complejo, pero cada vez que aprendemos algo recibimos como regalo otra pieza del rompecabezas de la vida.

Mi experiencia como docente me ha obsequiado mucho aprendizaje, mucho entusiasmo, muchos puntos de vista y mucha alegría. Es precioso ver a estudiantes universitarios o de educación básica, conmoverse, descubrir y aprender a través de la lectura.

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Como les decía al principio, considero el aprendizaje como un gran privilegio, y encontré compañía en mi pensamiento, en un ensayo de la escritora española Irene Vallejo. Ella contó que en su primer día de escuela su abuela le advirtió que iría a clases todos los días, lloviera o tronara, y que eso le hacía pensar en el trabajo de sus padres, que siempre tenían que hacer y no podían jugar. Así que aquel día la asustó el fantasma de la obligación, pero años después le sorprendió descubrir que “la palabra escuela viene del griego scholé, que significa 'ocio'. Los griegos pensaban que las horas de estudio son tiempo de recreo para uno mismo, frente al trabajo, que te pone al servicio de un patrón o del dinero.

Aristóteles escribió: "En el principio de toda buena acción está el ocio", o sea, la educación y la cultura. El filósofo Sócrates fue un gran ocioso del pensamiento. Merodeaba por el ágora y las calles, tratando de convencer a los atenienses para que interrumpieran sus tareas y se demorasen en conversaciones. Encarnaba un ideal antiguo: dedicar el tiempo libre a la amistad, al diálogo entre el maestro y sus discípulos y a la discusión intelectual. Cubiertas las necesidades básicas de la vida, la siguiente conquista social es el aprendizaje y el saber. Esta es la lección de los griegos: la escuela, aunque sea obligatoria, nos hace libres”.

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