Aleksy, ¿cómo vas a recordarme? -me preguntó de repente, como un pájaro recién decapitado que todavía aleteara-. Dime qué es lo que más vas a echar de menos. [...] Los ojos
¡Hola!¡Hola! Este año iniciamos con un gran descubrimiento, un libro que me atrapó desde el primer momento y que me hizo reflexionar varias cosas. Yo no tenía la menor idea de quién era la autora, ni mucho menos del libro, pero afortunadamente un par de escritoras mexicanas lo mencionaron en sus historias de Instagram, decían que era muy bueno, etc., pero lo que a mi realmente me atrapó fue el título: El verano que mi madre tuvo los ojos verdes esa frase ya me parecía poética y entonces me decidí a buscarlo para leerlo, como siempre, sin saber de qué iba porque aquí amamos las sorpresas.
Este libro es acerca de un chico, Aleksy, que padece una enfermedad mental, una con “un nombre de dieciséis letras” que le dota de un instinto violento y suicida pero que, además, odia sin tiento a su madre, a su padre también, pero él ya hizo su vida con alguien más, así que toda la ira, todo el odio, todo el resentimiento de ese niño ignorado, ahora un adolescente averiado, es hacia su madre porque no se dio cuenta de que aún le quedaba alguien a quien amar.
Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás
Las primeras líneas me impactaron muchísimo, porque como buena mexicana, la madre no se toca, ¿ya saben? ¡Es sagrada! Casi todes decimos cosas increíbles de nuestras madres, aunque hayan sido las peores del mundo, pero hablar mal de la madre ¡Es una blasfemia!, y escuchar que la autora se exprese así de la figura materna ¡pum! ¡me voló la peluca! Y entonces no lo solté hasta que le vi fin.
A lo largo del libro, el mismo Aleksy, ya mayor, y a manera de diario, nos cuenta que su familia pasó por un trauma, que terminó por fracturarlos y que le desencadenó su primer evento violento, por el cual terminó en un instituto especial por varios años, hasta que su madre decidió sacarlo para hacer un viaje con él a un pueblo de Francia.
Si la muerte tuviera en cuenta la opinión de los demás, moriría mucha más gente adecuada
En ese último verano, Aleksy descubre que lo más hermoso de su madre, son sus ojos verdes, “Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeralda” dice y suceden cosas conmovedoras que no describo a detalle porque no quiero robarles ese sentimiento que da descubrir de qué va la historia, lo que sí les voy a contar es que El verano que mi madre tuvo los ojos verdes los va a llevar a experimentar muchas sensaciones y sentires; sin duda, nos invita a reflexionar acerca de la enfermedad, de la muerte, del amor, del dolor, de los lazos que tenemos con los otres, de la ausencia y sobre todo, de la reconciliación con nosotres mismes y con les otres. No se van a arrepentir de tenerlo en su biblioteca personal.
La muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo. De hecho, lo único que le va a suceder con toda certeza. Por eso, Aleksy, no hagas nunca las cosas a lo tonto pensando que tendrás tiempo de enderezarlas, porque no lo tendrás. El tiempo de después lo utilizarás para hacer más tonterías y para morir más deprisa
¡Por cierto! La autora es Tatiana Tibuleac (Chisináu, Moldavia, 1978), vive en París y trabaja como periodista, la traducción al español es de Marian Ochoa de Eribe y la publica la editorial Impedimenta desde el 2016. No sufran si no la encuentran en físico, digital o audiolibro se disfruta igual.
A Tatiana la pueden seguir en su Instagram como @tatiana.tibuleac , aunque no es muy activa y nosotres nos leemos en quince días en más #recomendacionesperras
¡Ciao!
