/ miércoles 28 de febrero de 2024

Miguel Hernández. Elegía. Joan Manuel Serrat II/II

Vitral


Y volviendo después de muchos años a reencontrarme con el poema Elegía , de Miguel Hernández aparte de disfrutarla, por supuesto, le encuentro nuevos significados, con algunos coincido y con otros difiero, como sucede con toda la buena literatura. Se trata de un poema hermoso, brutal, al que Joan Manuel Serrat le ha compuesto una música bella, muy triste. Es un poema reconocido mundialmente con una gran obra de arte, una obra cumbre de la poesía española. Difiero en algunos de sus conceptos, que no en los aspectos formales del escrito. Por ejemplo difiero en lo que escribe Hernández cuando dice: “ … No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada…” Entiendo que no quiera perdonar a la vida desatenta, entiendo que no quiera perdonar a la tierra ni a la nada, entiendo la desesperación que ha vivido al perder a su amado amigo, pero son sólo expresiones porque no se puede hacer absolutamente nada, expresiones de reclamo comprensibles, pero en lo personal prefiero los pies bien colocados en la tierra, quizá suene muy radical, pero me parece mejor la opción de aceptar simple, llana y sencillamente las cosas como son. Es lo que es.

Sin duda alguna que la muerte de un ser que amamos es “Un manotazo duro, un golpe helado…”, como escribe Miguel Hernández, su gran amigo Ramón Sijé, –a pesar de las grandes diferencias ideológicas que tenían–, había muerto de una septicemia que le afectó el corazón. Tenía 22 años. Miguel Hernández se conmovió profundamente por su muerte, y es entonces cuando escribe su célebre Elegía. En el poema Hernández escribe ideas y anhelos que son imposibles de llevar a cabo, aunque muy comprensibles por la desesperación, impotencia y rabia ante la muerte … Claro, se dice fácil, muy fácil, que hay que poner los pies en la tierra y aceptar lo que es, otra cosa es vivirlo. Es la desesperación de Hernández la que lo lleva a vislumbrar situaciones que quizá hayan sucedido alguna vez en algún lugar, es posible que alguien lo haya intentado como eso de “… Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.” O lo que escribe en este otro verso: “Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte …” Regresarlo, regresar a su amigo del más allá … ya otros lo han intentado -en los mitos y la literatura-, ya otros lo han pensado. Tenemos en la mitología, por citar sólo uno, el caso de Orfeo. En un artículo de la World History Encyclopedia leemos:

“A pesar de ser un lugar aterrador para los vivos, varios héroes visitaron el Hades en sus aventuras, incluido Hércules.,… , Orfeo, que quiso encontrar a Eurídice, y Teseo y Pirítoo que fueron a capturar a Perséfone para que se casase con el segundo. Sin embargo, estos dos últimos héroes no tuvieron tanta suerte como los demás, ya que Hades los apresó … tan solo Teseo lograría escapar del inframundo más tarde, cuando lo liberó Hércules.”

enriquecer con la parte en donde quiere regresar así que a su amigo cual si fuera….

Así el poeta Miguel Hernández, en su poema Elegía por Ramón Sijé, quien al igual que Orfeo intenta rescatar a su amigo sacándolo de la tumba, así como el héroe mitológico bajó al mismísimo Hades para intentar rescatar a su esposa: “… que murió al ser mordida por una serpiente mientras huía de Aristeo … el hecho fatal ocurrió mientras paseaba con Orfeo. “En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada. Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone,22 que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.

A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro. Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.”

Igualmente, Miguel Hernández quiere regresar a su amigo del más allá “… Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera.”, para platicar tantas cosas que se quedaron pendientes compañero del alma compañero.”

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Pero mi mente y pensamiento actual con una naturalidad -que no frialdad- asombrosa, me dicen que eso es imposible y que ni siquiera vale la pena ni pensarlo mucho menos intentarlo ni siquiera en una poesía o en un escrito porque simplemente eso no puede ser. A pesar de lo difícil es mejor el camino de la aceptación, para que así apreciemos más el presente, el inmenso valor que tiene en este momento, el aquí y ahora. Eso me hace sentir mejor, y no la ilusión poética de pretender traer a alguien de la muerte. Entiendo el dolor de la pérdida del gran amigo de Joan Manuel, un Ramón Sijé tan joven. La Elegía de Miguel Hernández da cobijo, quizá alguna esperanza, es cuando menos un sueño momentáneo que permite abrigar la desolación y la tristeza.

Sólo la distancia y las experiencias proporcionan la capacidad suficiente para volver a acercarse a los hechos, la literatura o a la poesía con ojos diferentes, no digo que mejores o peores, no sé si más fríos o más cálidos. Pretendería que más cálidos, más claros, más lúcidos, más compasivos, más objetivos, más amorosos. De cualquier manera, sin duda, que volver a escuchar y leer esta Elegía de Miguel Hernández, musicalizada por Serrat, sigue alimentado y llenando de belleza mi propia alma, mi espíritu y mi ser.


Y volviendo después de muchos años a reencontrarme con el poema Elegía , de Miguel Hernández aparte de disfrutarla, por supuesto, le encuentro nuevos significados, con algunos coincido y con otros difiero, como sucede con toda la buena literatura. Se trata de un poema hermoso, brutal, al que Joan Manuel Serrat le ha compuesto una música bella, muy triste. Es un poema reconocido mundialmente con una gran obra de arte, una obra cumbre de la poesía española. Difiero en algunos de sus conceptos, que no en los aspectos formales del escrito. Por ejemplo difiero en lo que escribe Hernández cuando dice: “ … No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada…” Entiendo que no quiera perdonar a la vida desatenta, entiendo que no quiera perdonar a la tierra ni a la nada, entiendo la desesperación que ha vivido al perder a su amado amigo, pero son sólo expresiones porque no se puede hacer absolutamente nada, expresiones de reclamo comprensibles, pero en lo personal prefiero los pies bien colocados en la tierra, quizá suene muy radical, pero me parece mejor la opción de aceptar simple, llana y sencillamente las cosas como son. Es lo que es.

Sin duda alguna que la muerte de un ser que amamos es “Un manotazo duro, un golpe helado…”, como escribe Miguel Hernández, su gran amigo Ramón Sijé, –a pesar de las grandes diferencias ideológicas que tenían–, había muerto de una septicemia que le afectó el corazón. Tenía 22 años. Miguel Hernández se conmovió profundamente por su muerte, y es entonces cuando escribe su célebre Elegía. En el poema Hernández escribe ideas y anhelos que son imposibles de llevar a cabo, aunque muy comprensibles por la desesperación, impotencia y rabia ante la muerte … Claro, se dice fácil, muy fácil, que hay que poner los pies en la tierra y aceptar lo que es, otra cosa es vivirlo. Es la desesperación de Hernández la que lo lleva a vislumbrar situaciones que quizá hayan sucedido alguna vez en algún lugar, es posible que alguien lo haya intentado como eso de “… Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.” O lo que escribe en este otro verso: “Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte …” Regresarlo, regresar a su amigo del más allá … ya otros lo han intentado -en los mitos y la literatura-, ya otros lo han pensado. Tenemos en la mitología, por citar sólo uno, el caso de Orfeo. En un artículo de la World History Encyclopedia leemos:

“A pesar de ser un lugar aterrador para los vivos, varios héroes visitaron el Hades en sus aventuras, incluido Hércules.,… , Orfeo, que quiso encontrar a Eurídice, y Teseo y Pirítoo que fueron a capturar a Perséfone para que se casase con el segundo. Sin embargo, estos dos últimos héroes no tuvieron tanta suerte como los demás, ya que Hades los apresó … tan solo Teseo lograría escapar del inframundo más tarde, cuando lo liberó Hércules.”

enriquecer con la parte en donde quiere regresar así que a su amigo cual si fuera….

Así el poeta Miguel Hernández, en su poema Elegía por Ramón Sijé, quien al igual que Orfeo intenta rescatar a su amigo sacándolo de la tumba, así como el héroe mitológico bajó al mismísimo Hades para intentar rescatar a su esposa: “… que murió al ser mordida por una serpiente mientras huía de Aristeo … el hecho fatal ocurrió mientras paseaba con Orfeo. “En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada. Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone,22 que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.

A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro. Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.”

Igualmente, Miguel Hernández quiere regresar a su amigo del más allá “… Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera.”, para platicar tantas cosas que se quedaron pendientes compañero del alma compañero.”

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Pero mi mente y pensamiento actual con una naturalidad -que no frialdad- asombrosa, me dicen que eso es imposible y que ni siquiera vale la pena ni pensarlo mucho menos intentarlo ni siquiera en una poesía o en un escrito porque simplemente eso no puede ser. A pesar de lo difícil es mejor el camino de la aceptación, para que así apreciemos más el presente, el inmenso valor que tiene en este momento, el aquí y ahora. Eso me hace sentir mejor, y no la ilusión poética de pretender traer a alguien de la muerte. Entiendo el dolor de la pérdida del gran amigo de Joan Manuel, un Ramón Sijé tan joven. La Elegía de Miguel Hernández da cobijo, quizá alguna esperanza, es cuando menos un sueño momentáneo que permite abrigar la desolación y la tristeza.

Sólo la distancia y las experiencias proporcionan la capacidad suficiente para volver a acercarse a los hechos, la literatura o a la poesía con ojos diferentes, no digo que mejores o peores, no sé si más fríos o más cálidos. Pretendería que más cálidos, más claros, más lúcidos, más compasivos, más objetivos, más amorosos. De cualquier manera, sin duda, que volver a escuchar y leer esta Elegía de Miguel Hernández, musicalizada por Serrat, sigue alimentado y llenando de belleza mi propia alma, mi espíritu y mi ser.

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