/ domingo 5 de marzo de 2017

Ofelia Medina y la pasión por el oficio

Si bien tenía ocho años cuando se subió a los escenarios porprimera vez, a los once Ofelia Medina comenzaba a adentrarse alambiente artístico. Eran clases en la Academia de la DanzaMexicana donde comenzaban sus pininos hasta antes de conocer aquien ser convirtiera en una de sus mayores influencias y quien lemostrará “lo alto que se puede llegar”: Alejandro Jodorowsky.Con gran nostalgia y alegría, la actriz recuerda como lo conoció,aquellas tardes de supuestas clases de pantomima en la quecomenzaba a conocer a mayor profundidad las artes, encontrar elamor por la que se convirtiera en su pasión, aquella con la quehoy celebra 50 años de trayectoria.

Entre risas, vienen a su mente aquellos primeros“efímeros”, -como se le llamaba anteriormente al performance-en los que colaboró con Jodorowsky Las mentiras eran su mejoraliado ante su madre, quien durante muchos años pensaba que pasabahoras de práctica en pantomima, cuando la realidad era que dichas“clases” no eran más que una apertura a lo desconocido ygrande que era el mundo de la cultura. Jodorowsky caminando enmedio del escenario acompañado de dos mujeres desnudas mientras asu paso aplastaba pollitos que después eran lanzados por Medina alpúblico, eran sus primeras interacciones en el escenario. Sinembargo sería de ahí, en la Zona Rosa, donde se toparía con suprimera oportunidad de llegar a la pantalla grande.

“La actuación es de puros huevones”, pensaba a los 16 laactriz, pero fue la necesidad la que le hizo luchar contra suspensamientos sobre la actuación y aceptar una audición paraparticipar en una cinta que jamás fuera exhibida, pero que seríasu primera participación como actriz y frente a la cámara. JuanIbáñez fue quien le diera el empujón.

Algunos años después Televisa se convertiría en su casa aldarle el papel protagónico en la telenovela “Lucía sombra”,aquella que le abriera las puertas para su participación en“Rina”, la cual generó un ingreso increíble a la empresa alser tan popular, y aceptada por el público mexicano al ser unreflejo de la sociedad. Como agradecimiento, Emilio Azcárragaofreció a Medina darle un regalo. Relata con gran asombro cómo elgran magnate de la televisión esperaba que ella pidiera una casa oun auto, sin embargo lo que pidió fue un año de clases con elactor estadounidense Lee Strasberg.

Con cierto orgullo herido trae a su mente el rechazo que elactor mostraba hacia ella, más que a cualquiera de sus compañerosde estudio. Apunta que este desagrado se debía por su forma deactuar, un método diferente al que los estadounidenses estabanacostumbrados a ver, no un método “flojo y fresa”, tal y comoel que se veía en la producciones de aquella época, puesconsidera que ella tenía otro tipo de expresiones que no eran másque el reflejo de su cultura, una respuesta que por dentro daba alactor. Con gran orgullo señala que no modificó su método,atribuyéndolo al personificar a mujeres como Frida Kahlo. Cuandoconcluyó su año de estudio y se presentó por última vez frentea Strasberg -a quien parecía no serle suficiente ningún trabajoactoral, según Medina-, la felicitó y dijo: “Sí has aprendidoalgo de mi, me convenciste”. Mientras, ella por dentrorespondía: “Yo no he aprendido de ti, cabrón, he aprendido demi”.

Lección de vida en el Blanquita

Ubicado en el eje central Lázaro Cárdenas, en la delegaciónCuauhtémoc de la Ciudad de México, está el Teatro Blanquita, unrecinto que después de dos años de mantener cerrada su cartelera,ahora es considerado Patrimonio Cultural Urbano de esta ciudad.Este es el lugar donde Ofelia aprendió la mayor de suslecciones.

Pese a sus ya múltiples participaciones en aquel entonces entelevisión, aún no estaba convencida del trabajo actoral ycontinuaba en su mente el pensamiento de que “era algo parahuevones”, sin embargo siguió en el oficio. Después del éxitode “Rina”, nuevamente se encontraba con Juan Ibáñez, quien enesta ocasión no le ofrecía aparecer en alguna película, sinohacer una revista musical de sketches en las que tendría laoportunidad de trabajar junto a Pérez Parado, Celia Cruz,Tongolele y Resortes. Estos dos últimos fueron los que dejaron unahuella en su trabajo.

Tongolele le mostró la disciplina que se debe tener: “Elcuerpo que tiene a su edad no es por nada, yo me acuerdo verlacalentar en su casa mientras tendía una cama”, cuenta sobre lavedette. Evoca aquella temporada en la que compartieron elescenario, aún era una joven víctima de los nervios antes desalir frente al público, así que una “copita” de brandy erasu tranquilizante. Uno de esos días la bailarina la saludó con unbeso en la boca y preguntó: “¿acaso sabes a alcohol?”. Muyapenada respondió que sí. Tongolele, únicamente le pidió novolver a hacerlo nunca y le recomendó mejor tomar un poquito demiel para calmar los nervios.

A Resortes, a quien destaca como un gran bailarín, lo recuerdacolocando cera en el escenario, en los lugares donde giraría, paraasí evitar caer; una persona que llegaba con gran anticipación alos recintos para prevenir todos estos rituales. Gran esfuerzo,disciplina y dedicación a lo que hacían, fueron las mejoreslecciones que ellos le dieron a la primera actriz, lecciones que apartir de ese momento le mostraron que no, “la actuación no esde huevones” sino todo lo contrario. De igual forma, le mostraronla fragilidad y complicidad del teatro, al ser el arte que reúne atodas las artes, las cuales hoy en día están “estúpidamenteseparadas”, dice, invitando a la unidad, aunque lamentando nopoder ver ya los recintos con llenos totales todos los días de lasemana como en aquella, su época de oro. Hoy, con gran tristezaseñala que la cultura es inalcanzable con producciones de grantamaño como “El rey león” o “Billy Elliot”.

La actriz Ofelia Medina cumple este 2017 sus 50 años decarrera, y lo celebra inmersa en un sinnúmero de proyectos encine, teatro y televisión.

Si bien tenía ocho años cuando se subió a los escenarios porprimera vez, a los once Ofelia Medina comenzaba a adentrarse alambiente artístico. Eran clases en la Academia de la DanzaMexicana donde comenzaban sus pininos hasta antes de conocer aquien ser convirtiera en una de sus mayores influencias y quien lemostrará “lo alto que se puede llegar”: Alejandro Jodorowsky.Con gran nostalgia y alegría, la actriz recuerda como lo conoció,aquellas tardes de supuestas clases de pantomima en la quecomenzaba a conocer a mayor profundidad las artes, encontrar elamor por la que se convirtiera en su pasión, aquella con la quehoy celebra 50 años de trayectoria.

Entre risas, vienen a su mente aquellos primeros“efímeros”, -como se le llamaba anteriormente al performance-en los que colaboró con Jodorowsky Las mentiras eran su mejoraliado ante su madre, quien durante muchos años pensaba que pasabahoras de práctica en pantomima, cuando la realidad era que dichas“clases” no eran más que una apertura a lo desconocido ygrande que era el mundo de la cultura. Jodorowsky caminando enmedio del escenario acompañado de dos mujeres desnudas mientras asu paso aplastaba pollitos que después eran lanzados por Medina alpúblico, eran sus primeras interacciones en el escenario. Sinembargo sería de ahí, en la Zona Rosa, donde se toparía con suprimera oportunidad de llegar a la pantalla grande.

“La actuación es de puros huevones”, pensaba a los 16 laactriz, pero fue la necesidad la que le hizo luchar contra suspensamientos sobre la actuación y aceptar una audición paraparticipar en una cinta que jamás fuera exhibida, pero que seríasu primera participación como actriz y frente a la cámara. JuanIbáñez fue quien le diera el empujón.

Algunos años después Televisa se convertiría en su casa aldarle el papel protagónico en la telenovela “Lucía sombra”,aquella que le abriera las puertas para su participación en“Rina”, la cual generó un ingreso increíble a la empresa alser tan popular, y aceptada por el público mexicano al ser unreflejo de la sociedad. Como agradecimiento, Emilio Azcárragaofreció a Medina darle un regalo. Relata con gran asombro cómo elgran magnate de la televisión esperaba que ella pidiera una casa oun auto, sin embargo lo que pidió fue un año de clases con elactor estadounidense Lee Strasberg.

Con cierto orgullo herido trae a su mente el rechazo que elactor mostraba hacia ella, más que a cualquiera de sus compañerosde estudio. Apunta que este desagrado se debía por su forma deactuar, un método diferente al que los estadounidenses estabanacostumbrados a ver, no un método “flojo y fresa”, tal y comoel que se veía en la producciones de aquella época, puesconsidera que ella tenía otro tipo de expresiones que no eran másque el reflejo de su cultura, una respuesta que por dentro daba alactor. Con gran orgullo señala que no modificó su método,atribuyéndolo al personificar a mujeres como Frida Kahlo. Cuandoconcluyó su año de estudio y se presentó por última vez frentea Strasberg -a quien parecía no serle suficiente ningún trabajoactoral, según Medina-, la felicitó y dijo: “Sí has aprendidoalgo de mi, me convenciste”. Mientras, ella por dentrorespondía: “Yo no he aprendido de ti, cabrón, he aprendido demi”.

Lección de vida en el Blanquita

Ubicado en el eje central Lázaro Cárdenas, en la delegaciónCuauhtémoc de la Ciudad de México, está el Teatro Blanquita, unrecinto que después de dos años de mantener cerrada su cartelera,ahora es considerado Patrimonio Cultural Urbano de esta ciudad.Este es el lugar donde Ofelia aprendió la mayor de suslecciones.

Pese a sus ya múltiples participaciones en aquel entonces entelevisión, aún no estaba convencida del trabajo actoral ycontinuaba en su mente el pensamiento de que “era algo parahuevones”, sin embargo siguió en el oficio. Después del éxitode “Rina”, nuevamente se encontraba con Juan Ibáñez, quien enesta ocasión no le ofrecía aparecer en alguna película, sinohacer una revista musical de sketches en las que tendría laoportunidad de trabajar junto a Pérez Parado, Celia Cruz,Tongolele y Resortes. Estos dos últimos fueron los que dejaron unahuella en su trabajo.

Tongolele le mostró la disciplina que se debe tener: “Elcuerpo que tiene a su edad no es por nada, yo me acuerdo verlacalentar en su casa mientras tendía una cama”, cuenta sobre lavedette. Evoca aquella temporada en la que compartieron elescenario, aún era una joven víctima de los nervios antes desalir frente al público, así que una “copita” de brandy erasu tranquilizante. Uno de esos días la bailarina la saludó con unbeso en la boca y preguntó: “¿acaso sabes a alcohol?”. Muyapenada respondió que sí. Tongolele, únicamente le pidió novolver a hacerlo nunca y le recomendó mejor tomar un poquito demiel para calmar los nervios.

A Resortes, a quien destaca como un gran bailarín, lo recuerdacolocando cera en el escenario, en los lugares donde giraría, paraasí evitar caer; una persona que llegaba con gran anticipación alos recintos para prevenir todos estos rituales. Gran esfuerzo,disciplina y dedicación a lo que hacían, fueron las mejoreslecciones que ellos le dieron a la primera actriz, lecciones que apartir de ese momento le mostraron que no, “la actuación no esde huevones” sino todo lo contrario. De igual forma, le mostraronla fragilidad y complicidad del teatro, al ser el arte que reúne atodas las artes, las cuales hoy en día están “estúpidamenteseparadas”, dice, invitando a la unidad, aunque lamentando nopoder ver ya los recintos con llenos totales todos los días de lasemana como en aquella, su época de oro. Hoy, con gran tristezaseñala que la cultura es inalcanzable con producciones de grantamaño como “El rey león” o “Billy Elliot”.

La actriz Ofelia Medina cumple este 2017 sus 50 años decarrera, y lo celebra inmersa en un sinnúmero de proyectos encine, teatro y televisión.

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