/ domingo 30 de octubre de 2022

Todos los Santos en la ciudad de Querétaro: tradición y continuidades…

Cartografía del tiempo y la memoria

Por aquí paso la muerte / con su aguja y su dedal / Remendando sus nagüitas / para el día del carnaval.

Dominio Popular.

En este espacio atisbaremos cómo se desarrollaban estas celebraciones que invaden nuestro ámbito en el otoño; entre la confitería, el pan de muerto, las temblonas calaveras y toda la juguetería donde se vuelca el ingenio de nuestros artesanos, en medio de otro discurso de calabazas plásticas, fantasmas, monstruos y brujas…

En otras épocas. La diversidad de las manifestaciones para el culto a la muerte es evidente, cada grupo social resguarda las propias, muchos las mantienen como identidad étnica, en cada una hay rasgos sincréticos de la vieja tradición mesoamericana y de la aportación europea, oriental y afroantillana. Durante la colonia se hacían visitas al camposanto, que se encontraba en el espacio atrial; a las criptas instaladas en los templos, por lo regular algún fraile o sacerdote dirigía los rezos y responsos, se ofrendaban flores, las velas de sebo, los cirios o farolillos simbolizaban la luz eterna para encaminar a las almas, las campanas doblan anunciando el duelo, el rezo y la celebración eucarística por la intención de las “santas ánimas”, la gente se vestía de luto, otros se colocaban moños negros, había quien ponía una señal en la puerta de su casa.

En algunos barrios se colocaba la ofrenda para la “víspera”, y para la “noche de muertos”, donde los ancestros vendrían a convivir con sus familiares; era época del intercambio de los productos de la tierra. La propiciación, a través del ritual agrícola en los cerros, montañas y lagos… que marcaba el inicio de la estación seca y el término de ciclo húmedo. Las parroquias contaban con sus cementerios: San Sebastián, La Cruz, Santa Ana, La Divina Pastora-San Francisquito y la ayuda de parroquia del Espíritu Santo. Todos con antecedentes de congregas indígenas desde el siglo XVI. En el siglo XIX estaba ya extendida la costumbre de limpiar, barrer, desyerbar, comer y hacer la libación ritual, entre las tumbas. Eran colocadas coronas, adornos florales y desde luego la venta de diversos productos y alimentos en la entrada del cementerio que ha dado desde entonces un tinte de verbena popular. “Lámparas caprichosas, jarrones, pebeteros, jaulas con palomas lloronas o habaneras que cantan su triste clamor sobre la tumba de algún ser querido; decoraciones más o menos artísticas, haciendo derroche de lujo y elegancia”. (Frías, V. 1988).

Todos los Santos. La Plaza de la Independencia, conocida también como Plaza de Armas y Plaza de Arriba ha sido, a través de los siglos, escenario del devenir de los queretanos, centro de poder, centro cívico y lugar simbólico en el imaginario colectivo. En ese espacio se disponía un tianguis, donde era frecuente encontrar todo tipo de artículos; en las noches llegaban tamaleras, buñueleras y proliferaban los puestos de diversas y olorosas fritangas.

La única vez que esta plaza tenía aspecto encantador y poético, era el día y noche de Todos Santos, abundaban los puestos en su interior, y el exterior en contorno y por ambos lados, “se llenaba de casuchas de lienzo formadas en mesas, las cuales ostentaban mil y mil caprichosas figurillas de alfeñique, dulces cubiertos, cera labrada de todos tamaños y colores, calaveras de todos tamaños, tumbas, muertos, puchas, etc., etc… ¡la mar! Cada puesto tenía su respectivo farolillo de alumbrado. La plaza en general se iluminaba profusamente de farolillos. Se quemaban fuegos de pirotecnia del maestro Palomares; amenizaba el paseo una buena música bélica hasta muy entrada la noche”. (Frías, V. 1910).

Hacia finales del siglo XIX el Mercado de Todos los Santos fue instalado en el mercado Pedro Escobedo donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, el cual: “Se engalanó el 1º del corriente, para la tradicional fiesta de dulces, frutas y juguetes propios de esta añeja festividad. Por la tarde y por la noche una buena música estuvo recreando el gran concurso de todas las clases de la sociedad que siempre acude a esta fiesta tan agradable para los mayores y tan atractiva para los niños.” (Carrillo: La Sombra de Arteaga. 1889) En 1900 la festividad continuaba siendo desarrollada en el mercado Pedro Escobedo; el cual estuvo primorosamente adornado y con una vistosa concurrencia. […] Por la noche la luz de arco y la incandescente muy bien distribuida en todas las crujías. […] el paseo se puso magnífico. Una buena música militar estuvo tocando en el centro, en el lugar destinado al mercado de flores. El comercio fue muy bueno, sobre todo en el ramo de frutas, dulces y juguetes. (Carrillo: La Sombra de Arteaga. 1900).

Tradición- Continuidades. En los años siguientes volvió por temporadas a la plaza de Armas este festejo, hacia finales de los años sesenta del siglo XX fue colocado en una explanada que estaba al costado oriente del mercado Mariano Escobedo (recién construido) llamado “Plaza de Todos los Santos”, con el tiempo esta plaza fue invadida por el comercio informal (no estructurado, como hoy se le dice), los puestos para estos días fueron trasladados a un gran baldío que estaba en la avenida Zaragoza (entre Guerrero y Allende) donde hoy está una escuela… también se instaló en el espacio que ahora es un estacionamiento en Zaragoza oriente (entre Pasteur y Vergara) en el lado Norte de la Alameda, en el Estadio Municipal, fuera del Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez.

En la actualidad se ha fomentado a través de concursos el arreglo de “altares de muertos”, así como las calaveras, tanto literarias como las de azúcar y de otros materiales y la elaboración del “pan de muerto”. En los edificios públicos se colocan altares diseñados por artistas queretanos, uno monumental se dedica a un personaje queretano o relacionado con Querétaro. En otros ámbitos, algunos grupos teatrales de la ciudad ponen en escena el drama de Zorrilla de Don Juan Tenorio con adaptaciones, cómicas, políticas, clásicas... Se designa un espacio específico para el festejo de “todos los santos” y “día de muertos”, (en la avenida Madero entre Allende y Guerrero) donde se exhiben flores, adornos, papel picado con calaveras de Guadalupe Posada; las calaveras que salen de su ataúd si se jala de un hilo, los cortejos nupciales, las calaveras temblonas de resortes, los cráneos de dulce, chocolate, de huautli, con el nombre inscrito en la frente, calaveras de cartón, máscaras artesanales que compiten con las de látex, con las calabazas y toda la parafernalia del Halloween que propician los medios a través de la mercadotecnia. Muchas familias visitan la cripta del templo, los panteones que se convierten en verdaderos jardines y es día de quitar la maleza, lavar la tumba y convivir con los ancestros; afuera se vende comida y flores generalmente.


Desde Anbanica - Teocalhueyacan.

Octubre de MMXXII.

Por aquí paso la muerte / con su aguja y su dedal / Remendando sus nagüitas / para el día del carnaval.

Dominio Popular.

En este espacio atisbaremos cómo se desarrollaban estas celebraciones que invaden nuestro ámbito en el otoño; entre la confitería, el pan de muerto, las temblonas calaveras y toda la juguetería donde se vuelca el ingenio de nuestros artesanos, en medio de otro discurso de calabazas plásticas, fantasmas, monstruos y brujas…

En otras épocas. La diversidad de las manifestaciones para el culto a la muerte es evidente, cada grupo social resguarda las propias, muchos las mantienen como identidad étnica, en cada una hay rasgos sincréticos de la vieja tradición mesoamericana y de la aportación europea, oriental y afroantillana. Durante la colonia se hacían visitas al camposanto, que se encontraba en el espacio atrial; a las criptas instaladas en los templos, por lo regular algún fraile o sacerdote dirigía los rezos y responsos, se ofrendaban flores, las velas de sebo, los cirios o farolillos simbolizaban la luz eterna para encaminar a las almas, las campanas doblan anunciando el duelo, el rezo y la celebración eucarística por la intención de las “santas ánimas”, la gente se vestía de luto, otros se colocaban moños negros, había quien ponía una señal en la puerta de su casa.

En algunos barrios se colocaba la ofrenda para la “víspera”, y para la “noche de muertos”, donde los ancestros vendrían a convivir con sus familiares; era época del intercambio de los productos de la tierra. La propiciación, a través del ritual agrícola en los cerros, montañas y lagos… que marcaba el inicio de la estación seca y el término de ciclo húmedo. Las parroquias contaban con sus cementerios: San Sebastián, La Cruz, Santa Ana, La Divina Pastora-San Francisquito y la ayuda de parroquia del Espíritu Santo. Todos con antecedentes de congregas indígenas desde el siglo XVI. En el siglo XIX estaba ya extendida la costumbre de limpiar, barrer, desyerbar, comer y hacer la libación ritual, entre las tumbas. Eran colocadas coronas, adornos florales y desde luego la venta de diversos productos y alimentos en la entrada del cementerio que ha dado desde entonces un tinte de verbena popular. “Lámparas caprichosas, jarrones, pebeteros, jaulas con palomas lloronas o habaneras que cantan su triste clamor sobre la tumba de algún ser querido; decoraciones más o menos artísticas, haciendo derroche de lujo y elegancia”. (Frías, V. 1988).

Todos los Santos. La Plaza de la Independencia, conocida también como Plaza de Armas y Plaza de Arriba ha sido, a través de los siglos, escenario del devenir de los queretanos, centro de poder, centro cívico y lugar simbólico en el imaginario colectivo. En ese espacio se disponía un tianguis, donde era frecuente encontrar todo tipo de artículos; en las noches llegaban tamaleras, buñueleras y proliferaban los puestos de diversas y olorosas fritangas.

La única vez que esta plaza tenía aspecto encantador y poético, era el día y noche de Todos Santos, abundaban los puestos en su interior, y el exterior en contorno y por ambos lados, “se llenaba de casuchas de lienzo formadas en mesas, las cuales ostentaban mil y mil caprichosas figurillas de alfeñique, dulces cubiertos, cera labrada de todos tamaños y colores, calaveras de todos tamaños, tumbas, muertos, puchas, etc., etc… ¡la mar! Cada puesto tenía su respectivo farolillo de alumbrado. La plaza en general se iluminaba profusamente de farolillos. Se quemaban fuegos de pirotecnia del maestro Palomares; amenizaba el paseo una buena música bélica hasta muy entrada la noche”. (Frías, V. 1910).

Hacia finales del siglo XIX el Mercado de Todos los Santos fue instalado en el mercado Pedro Escobedo donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, el cual: “Se engalanó el 1º del corriente, para la tradicional fiesta de dulces, frutas y juguetes propios de esta añeja festividad. Por la tarde y por la noche una buena música estuvo recreando el gran concurso de todas las clases de la sociedad que siempre acude a esta fiesta tan agradable para los mayores y tan atractiva para los niños.” (Carrillo: La Sombra de Arteaga. 1889) En 1900 la festividad continuaba siendo desarrollada en el mercado Pedro Escobedo; el cual estuvo primorosamente adornado y con una vistosa concurrencia. […] Por la noche la luz de arco y la incandescente muy bien distribuida en todas las crujías. […] el paseo se puso magnífico. Una buena música militar estuvo tocando en el centro, en el lugar destinado al mercado de flores. El comercio fue muy bueno, sobre todo en el ramo de frutas, dulces y juguetes. (Carrillo: La Sombra de Arteaga. 1900).

Tradición- Continuidades. En los años siguientes volvió por temporadas a la plaza de Armas este festejo, hacia finales de los años sesenta del siglo XX fue colocado en una explanada que estaba al costado oriente del mercado Mariano Escobedo (recién construido) llamado “Plaza de Todos los Santos”, con el tiempo esta plaza fue invadida por el comercio informal (no estructurado, como hoy se le dice), los puestos para estos días fueron trasladados a un gran baldío que estaba en la avenida Zaragoza (entre Guerrero y Allende) donde hoy está una escuela… también se instaló en el espacio que ahora es un estacionamiento en Zaragoza oriente (entre Pasteur y Vergara) en el lado Norte de la Alameda, en el Estadio Municipal, fuera del Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez.

En la actualidad se ha fomentado a través de concursos el arreglo de “altares de muertos”, así como las calaveras, tanto literarias como las de azúcar y de otros materiales y la elaboración del “pan de muerto”. En los edificios públicos se colocan altares diseñados por artistas queretanos, uno monumental se dedica a un personaje queretano o relacionado con Querétaro. En otros ámbitos, algunos grupos teatrales de la ciudad ponen en escena el drama de Zorrilla de Don Juan Tenorio con adaptaciones, cómicas, políticas, clásicas... Se designa un espacio específico para el festejo de “todos los santos” y “día de muertos”, (en la avenida Madero entre Allende y Guerrero) donde se exhiben flores, adornos, papel picado con calaveras de Guadalupe Posada; las calaveras que salen de su ataúd si se jala de un hilo, los cortejos nupciales, las calaveras temblonas de resortes, los cráneos de dulce, chocolate, de huautli, con el nombre inscrito en la frente, calaveras de cartón, máscaras artesanales que compiten con las de látex, con las calabazas y toda la parafernalia del Halloween que propician los medios a través de la mercadotecnia. Muchas familias visitan la cripta del templo, los panteones que se convierten en verdaderos jardines y es día de quitar la maleza, lavar la tumba y convivir con los ancestros; afuera se vende comida y flores generalmente.


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