/ lunes 17 de octubre de 2022

Cosas pequeñas | Ser verde es caro

Muchas veces me gustaría comprar algunas cosas que su impacto ambiental y su huella de carbono sea baja. Muchas de esas veces, mi bolsillo me dice que no. Esto me lleva a la reflexión de si vivimos en un país donde el 40 % de la población no logra si quiera alcanzar a ganar lo que cuesta la canasta básica, cómo vamos a lograr que adquieran hábitos, productos y servicios que sean menos contaminantes.

Es ahí donde viene el reto de las grandes empresas y de los gobiernos, como generar distintos productos que ambientalmente sean eficientes, pero que a su vez los costos sean accesibles para todos los bolsillos, esto sin duda generaría un verdadero cambio a nivel global, permitiendo que de a poco el planeta entrara en resiliencia. Por ejemplo, imaginen que todos pudiéramos acceder a tener un cepillo de dientes que no sea de plástico, o que los desechables de fécula pudieran participar en cualquier fiesta de pueblo.

En un mundo utópico todos preferiríamos un producto que no daña el ambiente versus otro que es altamente contaminante si el precio fuera, tal vez no el mismo, pero no excesivamente desigual.

El ejemplo más claro es precisamente el del unicel; si pensamos que un paquete de platos de unicel cuesta 37 pesos por 50 platos y la misma cantidad en fécula de papaya cuesta 385, es fácil decantarse por uno cuando tiene en puerta la fiesta de quince años de tu hija. Otro ejemplo puntual podrían ser los jabones comerciales, que su producción tiene una alta huella ecológica versus los jabones artesanales que hoy de a poco van inundando el mercado; en este caso una barra de jabón puede costar 20 pesos en el supermercado, mientras que un jabón artesanal puede rondar los 80 pesos y si miramos el gramaje la diferencia aumenta considerablemente.

Y cómo estos podría encontrar muchos ejemplos en donde nuestra conciencia ambiental está supeditada a nuestra capacidad económica. Mientras esta ecuación no logre cambiar, el futuro para el planeta no vendrá por el camino de los productos mal llamados ecológicos. Ah porque si hablamos de modas, ahí si no nos cuesta gastar, aunque no lo tengamos y el impacto ambiental de por ejemplo la ropa, es altísimo; pero de eso hablaremos otro día.

Muchas veces me gustaría comprar algunas cosas que su impacto ambiental y su huella de carbono sea baja. Muchas de esas veces, mi bolsillo me dice que no. Esto me lleva a la reflexión de si vivimos en un país donde el 40 % de la población no logra si quiera alcanzar a ganar lo que cuesta la canasta básica, cómo vamos a lograr que adquieran hábitos, productos y servicios que sean menos contaminantes.

Es ahí donde viene el reto de las grandes empresas y de los gobiernos, como generar distintos productos que ambientalmente sean eficientes, pero que a su vez los costos sean accesibles para todos los bolsillos, esto sin duda generaría un verdadero cambio a nivel global, permitiendo que de a poco el planeta entrara en resiliencia. Por ejemplo, imaginen que todos pudiéramos acceder a tener un cepillo de dientes que no sea de plástico, o que los desechables de fécula pudieran participar en cualquier fiesta de pueblo.

En un mundo utópico todos preferiríamos un producto que no daña el ambiente versus otro que es altamente contaminante si el precio fuera, tal vez no el mismo, pero no excesivamente desigual.

El ejemplo más claro es precisamente el del unicel; si pensamos que un paquete de platos de unicel cuesta 37 pesos por 50 platos y la misma cantidad en fécula de papaya cuesta 385, es fácil decantarse por uno cuando tiene en puerta la fiesta de quince años de tu hija. Otro ejemplo puntual podrían ser los jabones comerciales, que su producción tiene una alta huella ecológica versus los jabones artesanales que hoy de a poco van inundando el mercado; en este caso una barra de jabón puede costar 20 pesos en el supermercado, mientras que un jabón artesanal puede rondar los 80 pesos y si miramos el gramaje la diferencia aumenta considerablemente.

Y cómo estos podría encontrar muchos ejemplos en donde nuestra conciencia ambiental está supeditada a nuestra capacidad económica. Mientras esta ecuación no logre cambiar, el futuro para el planeta no vendrá por el camino de los productos mal llamados ecológicos. Ah porque si hablamos de modas, ahí si no nos cuesta gastar, aunque no lo tengamos y el impacto ambiental de por ejemplo la ropa, es altísimo; pero de eso hablaremos otro día.

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