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Dos mujeres trabajadoras y expertas cocineras han alimentado con su sazón a generaciones de estudiantes, pero también a personal académico y administrativo desde hace casi 20 años en las Facultades de Enfermería y Ciencias Políticas y Sociales (FCPS), de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), se trata de “La Guapa” y de Doña Carolina.
Ambas provienen de la colonia Santa María Magdalena, donde se distinguen por los platillos en los que son expertos: taquitos sudados, lolos, guajolotes, mole y tlacoyos, además de una infinidad de platillos para rellenar tacos, quesadillas y gorditas.
La historia de las ambas comenzó de manera sencilla, con la intención de ofrecer su cocina y trabajo para ganarse el sustento; en el caso de Doña Caro, recuerda que desde el comienzo, hacia el año 2000, recibió el apoyo del entonces director de la FCPS, Augusto Peón Solís, para tener el permiso de instalar una pequeña canasta y vender tacos y lolos.
“Desde él, todos los directores y los maestros me han apoyado mucho, los alumnos también. Algunos han regresado ya con sus esposas e hijos para comer conmigo y platicarme cómo les va, es una satisfacción para mí”, recuerda.
Durante los dos años de pandemia Covid-19 ambas sufrieron graves afectaciones económicas, pero reconocen que son afortunadas porque su salud y la de sus familiares más cercanos se conservaron, en medio de la adversidad que lastimó a tantas personas.
Además de la pasión por la cocina y el trato cariñoso hacia sus comensales, ambas se distinguen por ser mujeres ingeniosas que no se limitaron ni se resignaron, pues buscaron alternativas para continuar con la venta de alimentos aún durante la pandemia.
Doña Caro optó por ofrecer su comida en su domicilio, puesto que la contingencia sanitaria se prolongó y no había certeza de cuándo podría regresar a sus actividades cotidianas. La respuesta fue muy buena, pues nuevos clientes llegaron e incluso los antiguos le hicieron promoción a su nuevo punto de venta en redes sociales digitales.
En el caso de “La Guapa”, ella junto y su hija, con quien ha levantado y mantenido su negocio, buscaron gestionar la forma de continuar ofreciendo el servicio de alimentos a través de chats de whatsapp, para evitar lo más posible el riesgo de contagio y planear las entregas al personal administrativo que continuó con actividades presenciales en la Facultad de Enfermería y las inmediaciones.
“No nos han renovado el permiso, aunque ya desde este año volvieron a presencial, hemos estado buscando la forma y mientras nos ponemos aquí afuera, ya van varias veces que los de inspección nos han venido a quitar, pero después de un tiempo entendieron y aquí seguimos”, refiere La Guapa, con su sonrisa habitual.
Cuenta que se refiere a toda su clientela como guapos, “porque les tengo mucho cariño, a mí me han contado los alumnos cuando los deja la novia o el novio, han llorado conmigo porque les ha ido mal en alguna materia y yo los escucho”.
El apoyo para La Guapa en la Facultad de Enfermería ha sido abundante desde que comenzó, pues también rememora, contenta, que un grupo de alumnos le obsequió una mesa para que ella pudiera estar más cómoda mientras vendía.
La jornada para las dos mujeres comienza muy temprano y termina muy tarde: desde las 3 de la mañana hasta las 11 de la noche, porque los guisados son preparados solo unas horas antes de ser servidos y las compras son hechas un día antes, con insumos frescos. La masa para las tortillas y los lolos es preparada desde la madrugada, con los métodos tradicionales de Santa María Magdalena.
Aunque ambas reconocen que el trabajo es pesado y hay días en los que la fatiga es bastante, aprecian el trato con las personas y ser parte de algo tan íntimo y vital como lo es la alimentación.
El trabajo y sus satisfacciones las mueven: “cuando yo llego aquí, me siento viva”, afirmó Doña Caro, que se dijo elogiada y un tanto incrédula de que se le reconozca su trabajo.
