/ lunes 11 de diciembre de 2017

¡Vamos a la Feria!

El último fin de semana en la Feria Internacional GanaderaQuerétaro 2017 sorprende, entretiene, enseña, seduce, alimenta yse vive de repente como una ventisca helada en medio del campo,pero con la persuasión que generan las aventuras de lainfancia.

El día comienza tranquilo, unos cuantos niños en el carrusel,algunas familias en la nave de ganado, otras más disfrutan delshow sobre hielo y un grupo emocionado sale del circo; losvisitantes posan aquí y allá para tomar selfies en cadarincón.

Uno de los atractivos secundarios de la feria son losvendedores, que aunque no son contemplados como una de lasprincipales razones para acudir al Ecocentro Expositor, a la horadel recorrido, y entre el mar de gente, llaman la atención lastretas y triquiñuelas a las que recurren estos hombres y mujeresdel más elevado ingenio entre los mercaderes.

Las personas dejan de avanzar en la nave comercial y seaglomeran frente al puesto de un hombre longevo que les habla depasiones, de sueños, de engaños inesperados y de amoresfrustrados, todo para colar al final de su monólogo el productoestrella que esta ocasión merece tan elaborado discurso: unextractor de jugos.

Los ventarrones traen desde el otro frente un llamado conocido“Escuche bien, señorita, señor, esta es una oferta que no puededejar pasar”, una voz nasal que parece haber sido afectada porlas bajas temperaturas, pero que como siempre, cumple su cometido yamontona una multitud.

“Le doy este, le pongo ese, le echo estos, 800, quién se lolleva, le pongo otro. Ya saben, ahorita como estoy comenzando selos dejo en 500”, la cadencia de la voz acelera mientras elprecio baja, la cara de sorpresa de los compradores y espectadoresanima al vendedor, “En 400, quién lo quiere, lo quiere elpatrón del sombrero, levanten su mano, a la una, a las dos,seguros que nadie, lo guardamos”.

Algunas parejas y familias se alejan felices con una cargaexcesiva, una de las gangas que sólo llegan cada fin de año, peroque resultan tan útiles como entretenidas; el resto sólo se paraahí para distraerse un rato con los malabares y los descuentosexorbitantes.

En otro de los stands brillan atractivamente anillos, pulseras,sombras, rosarios y demás piezas de bisutería y maquillaje; laschicas que pasan por ahí son abordadas por las experimentadasvendedoras que pronuncian las palabras mágicas, “¡Señorita!,pásele, a sólo 10 pesos la pieza”.

Cerca de ahí se pueden apreciar piñatas, alcancías, carteras,servilleteros, barcos en miniatura, cinturones, pinturas y bolsas,todo hecho a mano por los reclusos de los Centros de ReinserciónSocial de Querétaro y puestos a la venta por personal del SistemaEstatal DIF.

Además de los juegos mecánicos, los pequeños se emocionan yexaltan al ver el simulador de máquinas en construcción, se ponenel equipo de seguridad y se montan en las excavadorasminiaturas.

En la nave de ganado ovino las familias fotografían alPelibuey, saludan al Charollais, sonríen al Blackbelly, sesorprenden con el Suffolk y acarician al Texel; los más animadoscompran un café con piquete y se preparan para juzgar al mejorejemplar.

El día transcurre y en cada pasillo crecen las corrienteshumanoides, los juegos mecánicos dan vuelta tras vuelta y latemperatura continúa bajando, pero en medio de toda actividad, conla inmovilidad que caracteriza a la escultura y la indiferenciapara su público, dos ejemplares ovinos aguardan a sertrasquilados.

El último fin de semana en la Feria Internacional GanaderaQuerétaro 2017 sorprende, entretiene, enseña, seduce, alimenta yse vive de repente como una ventisca helada en medio del campo,pero con la persuasión que generan las aventuras de lainfancia.

El día comienza tranquilo, unos cuantos niños en el carrusel,algunas familias en la nave de ganado, otras más disfrutan delshow sobre hielo y un grupo emocionado sale del circo; losvisitantes posan aquí y allá para tomar selfies en cadarincón.

Uno de los atractivos secundarios de la feria son losvendedores, que aunque no son contemplados como una de lasprincipales razones para acudir al Ecocentro Expositor, a la horadel recorrido, y entre el mar de gente, llaman la atención lastretas y triquiñuelas a las que recurren estos hombres y mujeresdel más elevado ingenio entre los mercaderes.

Las personas dejan de avanzar en la nave comercial y seaglomeran frente al puesto de un hombre longevo que les habla depasiones, de sueños, de engaños inesperados y de amoresfrustrados, todo para colar al final de su monólogo el productoestrella que esta ocasión merece tan elaborado discurso: unextractor de jugos.

Los ventarrones traen desde el otro frente un llamado conocido“Escuche bien, señorita, señor, esta es una oferta que no puededejar pasar”, una voz nasal que parece haber sido afectada porlas bajas temperaturas, pero que como siempre, cumple su cometido yamontona una multitud.

“Le doy este, le pongo ese, le echo estos, 800, quién se lolleva, le pongo otro. Ya saben, ahorita como estoy comenzando selos dejo en 500”, la cadencia de la voz acelera mientras elprecio baja, la cara de sorpresa de los compradores y espectadoresanima al vendedor, “En 400, quién lo quiere, lo quiere elpatrón del sombrero, levanten su mano, a la una, a las dos,seguros que nadie, lo guardamos”.

Algunas parejas y familias se alejan felices con una cargaexcesiva, una de las gangas que sólo llegan cada fin de año, peroque resultan tan útiles como entretenidas; el resto sólo se paraahí para distraerse un rato con los malabares y los descuentosexorbitantes.

En otro de los stands brillan atractivamente anillos, pulseras,sombras, rosarios y demás piezas de bisutería y maquillaje; laschicas que pasan por ahí son abordadas por las experimentadasvendedoras que pronuncian las palabras mágicas, “¡Señorita!,pásele, a sólo 10 pesos la pieza”.

Cerca de ahí se pueden apreciar piñatas, alcancías, carteras,servilleteros, barcos en miniatura, cinturones, pinturas y bolsas,todo hecho a mano por los reclusos de los Centros de ReinserciónSocial de Querétaro y puestos a la venta por personal del SistemaEstatal DIF.

Además de los juegos mecánicos, los pequeños se emocionan yexaltan al ver el simulador de máquinas en construcción, se ponenel equipo de seguridad y se montan en las excavadorasminiaturas.

En la nave de ganado ovino las familias fotografían alPelibuey, saludan al Charollais, sonríen al Blackbelly, sesorprenden con el Suffolk y acarician al Texel; los más animadoscompran un café con piquete y se preparan para juzgar al mejorejemplar.

El día transcurre y en cada pasillo crecen las corrienteshumanoides, los juegos mecánicos dan vuelta tras vuelta y latemperatura continúa bajando, pero en medio de toda actividad, conla inmovilidad que caracteriza a la escultura y la indiferenciapara su público, dos ejemplares ovinos aguardan a sertrasquilados.

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