/ viernes 27 de agosto de 2021

Centro Cultural de Apatzingán, un modelo de cultura cultural

El libro de Cabecera

El Centro Cultural de Apatzingán, Michoacán, impulsado desde 2013 por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en una de las zonas más violentas del país fue desarrollado bajo la premisa de involucrar a las comunidades. Desde su fundación, el 21 de octubre del 2001, este proyecto representó una valiosa experiencia de política pública que, aunque debía replicarse en otras regiones de México, no fue posible por el cambio de gobierno federal en 2018.

De acuerdo con los datos del Sistema de Información Cultural (SIC), Desde 1941 el inmueble funcionó como estación del ferrocarril de la ciudad de Apatzingan; en octubre de 2000 fue adaptado para albergar a la Casa de la Cultura. En el año 2016 el FCE presentó un proyecto para la rehabilitación integral de este lugar, por lo que fue remodelado y reinagurado para convertirse en el Centro Cultural La Estación, el 23 de marzo de 2018. Forma parte de sus instalaciones una Librería del FCE.

Con una superficie de 8,000 m2, en el centro cultural se ofrecen alrededor de 50 talleres.

Asimismo, se llevan a cabo conferencias, exposiciones temporales de fotografía y pintura. Este centro cultural acoge a la Orquesta Sinfónica Juvenil, así como a un Mariachi Juvenil.

El proyecto consistió en dar una nueva vida a la antigua estación del ferrocarril y al espacio que se encuentra enfrente de ésta. De acuerdo con Armando Chávez (2017), el estado en que se encontraba este espacio negaba su vocación de espacio público.

Para la intervención del espacio se plantearon las siguientes premisas:

· Participación de la comunidad: identidad y pertenencia.

· Construir la narrativa del lugar a partir de su origen con nuevos usos y una lectura renovada y actual.

· Mejorar la calidad ambiental de la plaza: reforestación, mobiliario urbano e iluminación.

· Una librería del FCE.

· Restauración completa de la antigua estación en cuanto a su estructura, instalaciones y acabados, para tener espacios confortables y funcionales.

Foto: Cortesía | @CentroCulturalLaEstacióndeApatzingán

Dentro del marco legal sobre los que se determinan los alcances y naturaleza de la participación política y social del Centro Cultural de Apatzingán destacan los siguientes:

En el plano internacional:

· Declaración Universal de los Derechos de la Humanidad, desde donde se considera que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

· Convención sobre los Derechos del Niño, que promueve la preparación de la infancia para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, tolerancia, igualdad de género y amistad entre los pueblos, grupos étnicos y religiosos.

· El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, desde donde se orienta a los estados miembros a la promoción del pleno desarrollo de la personalidad humana y el sentido de su dignidad, promoviendo el fortalecimiento al respeto por los derechos humanos y las libertades individuales.

En el ámbito nacional, el proyecto se enmarcó en dos aspectos fundamentales del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018:

· México en Paz: que garantice el avance de la democracia, la gobernabilidad y la seguridad de su población.

· México Incluyente: para garantizar el ejercicio efectivo de los derechos sociales de todos los mexicanos.

Esto confirma que, como ocurrió en gran parte de las políticas culturales que se vienen estableciendo en el nuevo milenio, el modelo del Centro Cultural de Apatzingán tiene como marco los derechos culturales, que luego de los dos Pactos signados en 1966, vienen expandiéndose y ahondándose en una serie de iniciativas de reconocimiento de la diversidad y de propuestas de desarrollo cultural.

El modelo del Centro Cultural de Apatzingán está conformado por los siguientes ejes:

1. Colaboración entre los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal): para la construcción de una estructura pública que permita la alianza complementaria y colaborativa de carácter intergubernamental.

2. Participación ciudadana: personas, familia y grupos organizados se colocan en el centro del modelo y se convierten en los operarios y la plataforma prinipal de lanzamiento de los proyectos del centro mismo, es decir, en un bien social compartido.

3. Apropiación de la cultura de paz: con la intención de resolver conflictos a partir de acuerdos, en la búsqueda de cumplir con todos los derechos humanos para todos y establecer las condiciones para imaginar y operar proyectos compartidos.

Hacia el 2013, el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta, hoy Secretaría de Cultura) lanzó el programa Cultura para la Armonía, en Apatzingán, Michoacán, con el propósito de combatir la violencia. Aunado a esto, el FCE publicó el libro Cultura de paz, palabra y memoria. Un modelo de gestión cultural comunitario. En él se describe la creación de un centro cultural en dicha comunidad. Según el entonces director del FCE, José Carreño Carlón, el proyecto había sido en ese entonces una “apuesta ganadora”, surgida de “una estrategia de no violencia y confía en el poder de la palabra, el poder de la lectura y también de la escritura, como vehículos de reconstitución del tejido social”.

Desde su fundación, el restituir el tejido social fue el propósito que se convirtió en columna vertebral del Programa Especial de Cultura y Arte 2012-2018. El Conaculta hizo una inversión de 470 millones de pesos. Carreño Carlón recordaría en la presentación del libro allá por 2017, que al incorporarse al proyecto la institución editorial, fundada por Daniel Cosío Villegas en 1934, recibió la encomienda presidencial de crear un Centro Cultural en Apatzingán. Se informó en su momento que se le destinarían 39 millones de pesos y se llamaría “Rosa de los Vientos”. El entonces secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, anunció que contaría con una biblioteca, la librería del FCE, cine y teatro.

En la actualidad, el FCE funciona como una editorial que sólo publica a los amigos y allegados militantes a su director, o panfletos que refuerzan la teatralidad ideológica del régimen federal. A pesar de las recomendaciones, la réplica del modelo no es realidad.

El Centro Cultural de Apatzingán, Michoacán, impulsado desde 2013 por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en una de las zonas más violentas del país fue desarrollado bajo la premisa de involucrar a las comunidades. Desde su fundación, el 21 de octubre del 2001, este proyecto representó una valiosa experiencia de política pública que, aunque debía replicarse en otras regiones de México, no fue posible por el cambio de gobierno federal en 2018.

De acuerdo con los datos del Sistema de Información Cultural (SIC), Desde 1941 el inmueble funcionó como estación del ferrocarril de la ciudad de Apatzingan; en octubre de 2000 fue adaptado para albergar a la Casa de la Cultura. En el año 2016 el FCE presentó un proyecto para la rehabilitación integral de este lugar, por lo que fue remodelado y reinagurado para convertirse en el Centro Cultural La Estación, el 23 de marzo de 2018. Forma parte de sus instalaciones una Librería del FCE.

Con una superficie de 8,000 m2, en el centro cultural se ofrecen alrededor de 50 talleres.

Asimismo, se llevan a cabo conferencias, exposiciones temporales de fotografía y pintura. Este centro cultural acoge a la Orquesta Sinfónica Juvenil, así como a un Mariachi Juvenil.

El proyecto consistió en dar una nueva vida a la antigua estación del ferrocarril y al espacio que se encuentra enfrente de ésta. De acuerdo con Armando Chávez (2017), el estado en que se encontraba este espacio negaba su vocación de espacio público.

Para la intervención del espacio se plantearon las siguientes premisas:

· Participación de la comunidad: identidad y pertenencia.

· Construir la narrativa del lugar a partir de su origen con nuevos usos y una lectura renovada y actual.

· Mejorar la calidad ambiental de la plaza: reforestación, mobiliario urbano e iluminación.

· Una librería del FCE.

· Restauración completa de la antigua estación en cuanto a su estructura, instalaciones y acabados, para tener espacios confortables y funcionales.

Foto: Cortesía | @CentroCulturalLaEstacióndeApatzingán

Dentro del marco legal sobre los que se determinan los alcances y naturaleza de la participación política y social del Centro Cultural de Apatzingán destacan los siguientes:

En el plano internacional:

· Declaración Universal de los Derechos de la Humanidad, desde donde se considera que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

· Convención sobre los Derechos del Niño, que promueve la preparación de la infancia para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, tolerancia, igualdad de género y amistad entre los pueblos, grupos étnicos y religiosos.

· El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, desde donde se orienta a los estados miembros a la promoción del pleno desarrollo de la personalidad humana y el sentido de su dignidad, promoviendo el fortalecimiento al respeto por los derechos humanos y las libertades individuales.

En el ámbito nacional, el proyecto se enmarcó en dos aspectos fundamentales del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018:

· México en Paz: que garantice el avance de la democracia, la gobernabilidad y la seguridad de su población.

· México Incluyente: para garantizar el ejercicio efectivo de los derechos sociales de todos los mexicanos.

Esto confirma que, como ocurrió en gran parte de las políticas culturales que se vienen estableciendo en el nuevo milenio, el modelo del Centro Cultural de Apatzingán tiene como marco los derechos culturales, que luego de los dos Pactos signados en 1966, vienen expandiéndose y ahondándose en una serie de iniciativas de reconocimiento de la diversidad y de propuestas de desarrollo cultural.

El modelo del Centro Cultural de Apatzingán está conformado por los siguientes ejes:

1. Colaboración entre los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal): para la construcción de una estructura pública que permita la alianza complementaria y colaborativa de carácter intergubernamental.

2. Participación ciudadana: personas, familia y grupos organizados se colocan en el centro del modelo y se convierten en los operarios y la plataforma prinipal de lanzamiento de los proyectos del centro mismo, es decir, en un bien social compartido.

3. Apropiación de la cultura de paz: con la intención de resolver conflictos a partir de acuerdos, en la búsqueda de cumplir con todos los derechos humanos para todos y establecer las condiciones para imaginar y operar proyectos compartidos.

Hacia el 2013, el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta, hoy Secretaría de Cultura) lanzó el programa Cultura para la Armonía, en Apatzingán, Michoacán, con el propósito de combatir la violencia. Aunado a esto, el FCE publicó el libro Cultura de paz, palabra y memoria. Un modelo de gestión cultural comunitario. En él se describe la creación de un centro cultural en dicha comunidad. Según el entonces director del FCE, José Carreño Carlón, el proyecto había sido en ese entonces una “apuesta ganadora”, surgida de “una estrategia de no violencia y confía en el poder de la palabra, el poder de la lectura y también de la escritura, como vehículos de reconstitución del tejido social”.

Desde su fundación, el restituir el tejido social fue el propósito que se convirtió en columna vertebral del Programa Especial de Cultura y Arte 2012-2018. El Conaculta hizo una inversión de 470 millones de pesos. Carreño Carlón recordaría en la presentación del libro allá por 2017, que al incorporarse al proyecto la institución editorial, fundada por Daniel Cosío Villegas en 1934, recibió la encomienda presidencial de crear un Centro Cultural en Apatzingán. Se informó en su momento que se le destinarían 39 millones de pesos y se llamaría “Rosa de los Vientos”. El entonces secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, anunció que contaría con una biblioteca, la librería del FCE, cine y teatro.

En la actualidad, el FCE funciona como una editorial que sólo publica a los amigos y allegados militantes a su director, o panfletos que refuerzan la teatralidad ideológica del régimen federal. A pesar de las recomendaciones, la réplica del modelo no es realidad.

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