Entre los personajes que dejaron honda huella en Querétaro en el siglo anterior destaca el Hermano Marista Basilio Rueda Guzmán quien estudió aquí la Escuela Normal, dio clases en el Instituto Queretano, fue director del Juniorado Marista –casa de formación- en el ex Molino de San Antonio, y quien, con el tiempo, llegó a ser Superior General de los Hermanos Maristas durante 18 años.
Hoy es venerable Siervo de Dios y está en marcha su causa de beatificación.
Delgado, de baja estatura, de enorme sentido del humor y con capacidad de trabajo fuera de serie, era un hombre de vocación: la evangelización, el estudio y la enseñanza fueron centro que lo constituyeron en un gran animador de cuanta obra emprendió.
Cuarto hijo de familia, el Hermano Basilio había nacido en 1924 en Acatlán de Juárez, Jalisco, donde perdió a su madre a los cuatro años de edad. Quedó a cargo de su tía Mercedes quien le prodigó cuidados y cariño.
Sus estudios iniciales fueron un tanto irregulares –eran tiempos de radicalismo y divisiones-, pues luego de estudiar en siete años la primaria se concentró en ayudar a su padre en un comercio de la familia.
Gran amante del ajedrez y de la música clásica, ingresó tarde a la secundaria en Guadalajara –a los 16 años- y fue ahí cuando, sin mayor antecedente, decidió un día ingresar a la Congregación de los Hermanos Maristas. Le gustó, diría con el tiempo, el espíritu de alegría, fraternidad y espiritualidad que advertía en sus maestros.
Mucho le costó obtener el permiso de su padre quien prefería que fuese sacerdote. Pero finalmente logró convencerlo y en julio de 1942 entró en el Juniorado de Tlalpan y emitió sus primeros votos el 8 de diciembre de 1944.
Obtuvo después su título de maestro normalista tras intensos estudios en el ex Molino de San Antonio, aquí en Querétaro donde además tuvo su primera experiencia como maestro al ser titular del tercer año de primaria en 1947.
Después fue comisionado a la Ciudad de México donde a más de dar clases en el Instituto México se involucró pronto en una carrera apostólica de trabajo y entusiasmo en el que la cuestión social jugaba un papel primordial. Lo hizo a través de grupos de catequesis y de la Acción Católica.
Retornó a Querétaro entre 1955 y 1957 donde fue profesor y director del juniorado.
Al mismo tiempo continuó sus estudios de filosofía siendo cercano y amigo del maestro Antonio Pérez Alcocer, del sacerdote Ramón Martínez y del doctor Juan Loría.
Ya en la Ciudad de México de nuevo, donde enseñaba diversas materias en el CUM, el 17 de diciembre de 1961 sustentó en la UNAM su tesis de maestría en filosofía titulada: “Ser y Valor” cuyos maestros, consideraron una verdadera tesis de doctorado.
Inició y mantuvo ahí una relación estrecha con el maestro Oswaldo Robles de quien se definió como “hijo espiritual”.
En ese tiempo también se convirtió en uno de los principales impulsores en México de los “Cursillos de Cristiandad”.
Fue entonces cuando fue requerido por el padre jesuita Ricardo Lombardi para integrarse al movimiento “Mundo Mejor”. Con base en Ecuador recorrió gran parte de los países latinoamericanos como responsable principal de coordinar retiros y conferencias ante los más diversos auditorios: obreros, políticos y religiosos; cordialidad, sencillez, profundidad y equilibrio, eran sus signos, era coincidencia unánime.
En 1965 se reintegra plenamente a su Congregación que lo nombra Director del Segundo Noviciado primero en Sigüenza y luego en el Escorial, España.
Por su enorme bagaje y sus méritos fue elegido como delegado al Capítulo General Marista de 1967 celebrado en la Casa Generalicia en Roma.
Sin haber sido Consejero General, ni Provincial, el 24 de septiembre de dicho año –a los 43 años-, fue elegido Superior General de los Hermanos Maristas para un primer período de nueve años. En 1976 fue reelecto por otros nueve años.
Inició así un tiempo de diálogo permanente, de renovación, de volver a las fuentes, en medio de una sociedad que aceleradamente cambiaba.
Fueron 18 años de Superior General en que recorrió millares de kilómetros, predicó centenares de retiros, dictó muchas conferencias, aplicó muchas encuestas, escribió más de dos mil 500 páginas de circulares, acompañó espiritualmente a muchos Hermanos y a otras personas y escrito más de 50 mil cartas a sacerdotes, amigos, antiguos alumnos y Hermanos.
En 1986 regresó a México donde retomó otras muchas responsabilidades que le fueron encomendadas como el volver a ser maestro de novicios de ambas provincias maristas, o impulsar y animar, invitado por el Hno. Charles Howard, al lanzamiento de la Familia Marista.
Falleció en Guadalajara el 21 de enero de 1996 y su funeral se celebró el 23 de enero en medio de cánticos de gratitud. De acuerdo a su voluntad fue incinerado y sus cenizas trasladadas a la Quinta Soledad, en Tlalpan donde reposan.